Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
La reciente y larga huelga de profesores es la más
significativa luego de muchos años de parálisis sindical. Ha marcado una señal
de alerta que el tema social no puede ser descuidado por los gobiernos
democráticos.
Centrándonos en el reclamo docente, que sus reclamos
salariales son justos, no se duda. Pero, seamos sinceros. Que una mayoría del
magisterio quiera regresar al anterior estatus donde la antigüedad y no las
evaluaciones (meritocracia) primaba para permanecer en el puesto, también lo
es. Una tensión entre el cambio necesario y volver a la situación anterior,
tensión que se manejó al alimón entre la dirigencia nacional del Sutep y los
sucesivos gobiernos democráticos.
Por otra parte, siempre existió una relación entre
Sendero Luminoso y el magisterio público. Recordemos que muchos de sus
principales cuadros eran maestros. Étnicamente, de ascendencia andina, con
formación en colegios y universidades públicas, adoctrinados en una izquierda
radical y perteneciente a una, digamos, clase media provinciana con
antecedentes familiares marcadamente rurales.
Los actuales representantes del Sutep nacional, pertenecientes
a Patria Roja, tienen la misma procedencia y formación; solo que ellos al
administrar la codiciada Derrama Magisterial (cuyo patrimonio se estima en más
de dos mil millones de soles) se volvieron más conservadores, ayudaron a los
sucesivos gobiernos en la reforma magisterial y en mantener tranquilos a los
maestros, a condición que les dejen administrar su feudo.
Ironías de la historia: esta dirigencia radical que
encabeza la huelga de los maestros está actuando en el rol que antaño le cupo a
la dirigencia de Patria Roja, cuando fue la creación del célebre sindicato de
los profesores, allá a inicios de la década del 70, curiosamente también para
oponerse a la reforma de la educación del gobierno militar de ese entonces.
En el fondo, esta es una guerra por el poder de “cholos
contra cholos”, acorralando en el medio a
un gobierno inexperto políticamente, que no comprendía lo que estaba sucediendo
(de nuevo se dejó sentir la falta de operadores políticos), que creyeron que
“soltando unos billetes” los iban a calmar. La tecnocracia blanca y cosmopolita
del gobierno, educada en los mejores colegios y universidades, no comprendió
cuál era el quid del conflicto.
Esta huelga es quizás el punto más alto y visible de la
metamorfosis de Sendero Luminoso. De grupo alzado en armas a grupo político que
tiende sus redes en los sectores sindicales (maestros), organizaciones
barriales, informales (minería) y estudiantiles (universidades, institutos y
colegios). Sendero Luminoso/Movadef está siguiendo fielmente el libreto
leninista de exacerbar las condiciones sociales para la toma del poder.
Mientras tanto tenemos algunas lecciones de esta huelga
nacional muy bien organizada (y financiada). La primera, que un gobierno
democrático no puede darse el lujo de ser débil. Debe usar la fuerza de la ley
cuando sea necesario. Ya sabemos el guión cuando de huelgas del sector público
se trata: no hay descuentos por los días no trabajados, menos despidos por
abandono del puesto de trabajo, las denuncias por los desmanes públicos quedan
archivadas, y se hace la promesa de “compensar” las horas perdidas (cosa que
nunca se cumple), mientras el gobierno de turno usualmente trata de parecer
simpático para la foto y no un ogro autoritario que despide y descuenta sin
piedad.
Segundo, que la oposición (encarnada sobretodo en Fuerza
Popular) no le puede hacer el juego indirecto a la dirigencia radical del
Conare, para así acorralar y seguir desprestigiando al gobierno. De hacer eso,
al final ellos mismos van a terminar fagocitados por las fuerzas irracionales
que están ayudando a emerger de estas tendencias radicales.
Tercero, que así como no se puede descuidar la
corrupción, ya que erosiona las bases de las instituciones y la vida en
sociedad, tampoco se pueden descuidar las demandas sociales de los sectores más
postergados como los maestros y esperar a que las cosas se salgan de control o
sean aprovechadas por terceros interesados.
Y no menos importante: que el criterio político debe
prevalecer antes que el técnico. La organización de la sociedad y del estado es
antes que todo política. Sendero Luminoso/Movadef lo sabe muy bien. Son
“animales políticos”, siempre lo fueron, y saben elegir las estrategias de
acción necesarias para coger desprevenido a un gobierno que solo pensaba que el
destrabe de proyectos iba a solucionar el malestar social.
Para terminar. Es cierto que Patria Roja, esa izquierda
radical en sus inicios, prima hermana ideológicamente de Sendero Luminoso, y
que representaba a una “izquierda chola” y mayoritaria (en contraposición a la
“izquierda caviar” elitista y “pituca”), sirvió de muro de contención para que
opciones más radicales no entren al sistema, a cambio que le dejen el control
del Sutep y la administración de la Derrama Magisterial.
Tal como están las cosas, se agotó ese acuerdo tácito entre
los sucesivos gobiernos democráticos y PR. El mecanismo de negociación de tener
solo un interlocutor válido facilitaba las cosas para el gobierno. El panaroma
ha traído varios interlocutores paralelos con los que el ejecutivo en el futuro
deberá negociar. La huelga magisterial ha demostrado que la insatisfacción de
los docentes no solo es gremial-salarial sino con sus representantes nacionales,
y de no ser atendida es presa fácil de los agitadores más extremistas, con
plataformas populistas imposibles de cumplir. El estado de las cosas no puede
continuar como si nada hubiese pasado. Hace falta un sinceramiento de la
representación magisterial a través de elecciones universales y secretas y que
los profesores decidan el futuro de su sindicato y la elección de sus representantes
(y, porqué no, incluso la creación de más de una federación docente de ser el
caso), así como que elijan el destino de su organización financiera, la Derrama
que, valgan verdades, les pertenece a ellos.
No nos extrañe que esta huelga magisterial de a luz
nuevos dirigentes sociales y políticos, que otros queden eclipsados, que
algunas organizaciones de izquierda queden seriamente disminuidas y que la
agenda nacional de cara al bicentenario cambie de perfil.