Thursday, March 14, 2013

PORQUÉ VOTARÉ POR EL NO ESTE 17 DE MARZO


Como decimos los leguleyos, dejaré asentadas mis razones por las que votaré por el no este 17 de Marzo. Ya algo adelanté en otros artículos (ver: Sobre la revocatoria: el caso Susana Villarán y las instituciones en democracia, así como Los revocadores de Susana Villaran, el Reniec o de cómo “la chacra” ya no la maneja únicamente la derecha).

Si bien no soy un gran fanático de la gestión de Villarán y sus acólitos como lo he demostrado con los artículos antes citados; también es cierto que debo pensar en la ciudad que me da cobijo y las consecuencias que traería una revocatoria de la alcaldesa y sus regidores.

En principio que los revocadores no son santos desinteresados que van en busca de consolidar la democracia participativa con el proceso que iniciaron. Existen intereses turbios detrás de ellos (ver los articulitos de marras) sean políticos o económicos. Y no me refiero solo a “Marco turbio” cuando digo esto de los intereses oscuros. El remedio sería peor que la enfermedad. Saldríamos de guatemala para ir hacia guatepeor. Gracias, pero paso.

No obstante, no comulgo con aquellos que apostando por el “no” creen ser la reserva moral del país mientras los otros, los que van a optar por el “sí”, son los corruptos o por lo menos los que toleran la corrupción. Para ser francos, esa división es bastante sectaria y de ser esgrimida por alguien de derecha hace tiempo se habría ganado el calificativo de “facho”. Muchos intelectuales y articulistas, directa o indirectamente, han tratado de vender la idea que ellos son la conciencia moral, el último bastión de pureza que queda en el Perú, cuyo portaestandarte sería nada menos que la tía Susana, mientras los revocadores o sus simpatizantes son todo lo contrario. Con actitudes de esa naturaleza después se quejan que la gente vote por el sí.

Es cierto que la administración Villarán es regular, por decirlo elegantemente. Comete errores garrafales, se mete en líos gratuitos, no ha tenido reflejos políticos adecuados (un cargo de alcalde es eminentemente político), ni rapidez en la ejecución de obras urgentes (todavía me acuerdo de su célebre “todo estaba previsto” cuando, mismo Titanic, se hundió su obra emblemática debajo del río Rimac). Y, por añadidura, tiene la mala costumbre de culpar a los otros por sus errores, amén de ocultar los suyos propios con excusas de primarioso (v.gr.: las circulinas alquiladas para la presentación de los autos patrulla de los serenos). Pero no se puede negar que encaró dos problemas peliagudos de la ciudad: el tránsito y el mercado mayorista. Que en el primero tuvo avances y retrocesos, y en el segundo existió improvisación, es cierto también. No lo vamos a negar. Pero los encaró. Ningún alcalde anterior quiso colisionar con los transportistas o con los mayoristas del tristemente célebre mercado de La Parada. Hay que reconocer a la tía honor al mérito. O mejor dicho a su gestión.

Y si se trata de “cemento”, según el informe de la revista Poder, la tía tiene más obras de importancia en los dos primeros años que las de los solidarios de Luis Castañeda en igual periodo de tiempo. Y, como decimos los abogados, a las pruebas me remito. Según el informe, Solidaridad realizó solo tres obras importantes en sus dos primeros años (la construcción del Parque La Muralla, la Alameda de Las Malvinas y la ampliación de la Avenida Canadá), Fuerza Social tiene cinco, le gana por dos (la extensión de vías en Huaycán, la avenida Santa Rosa en San Juan de Lurigancho, el malecón de la Herradura, la inauguración del Mercado de Santa Anita y el traslado de La Parada). Que algunas obras ya estaban iniciadas o planificadas por la gestión anterior, es cierto también; y que en otras existió improvisación como en el olón de La Herradura, no se va a negar.

Y en gasto de billete (técnicamente, ejecución de obra), la tía ha gastado más en obras que los solidarios. No se le puede negar que invierte el dinero presupuestado; aparte que en cartera existen cerca de siete mil millones de soles en obras concesionadas, cuyos frutos tangibles –no seamos impacientes- se verán en dos o tres años.

También está la cuestión de la ética pública. Algo “invisible” pero importante. Parece -y digo solo parece- que en la actual administración edilicia no se cobran comisiones por las obras licitadas. Por eso la Confiep está contenta con ella y la apoya. “Las comisiones” suben el costo de una obra licitada. Hay que dar por lo bajo una suma al funcionario tal, otra al funcionario cual y así, hasta llegar a las más altas esferas. Eso es un costo para las empresas contratistas; pero más importante es que se demuestra ética desde la función pública. La tía podrá ser desubicada, media relajada, meter la pata a cada rato (por eso no habla mucho últimamente), pero difícilmente se le encontrará alguna cuenta cifrada en el extranjero o con una mansión comprada con el producto de sus “conferencias”.

Y si hacemos comparación en tan espinoso tema, ya no hablemos de los escándalos de corrupción en pasadas gestiones edilicias. Por poner solo la del APRA y Solidaridad Nacional, los partidos que están detrás de la revocatoria. A Jorge del Castillo, en su época de alcalde, se le conoció como “gorgojo”, por los alimentos en mal estado (con gorgojos precisamente) que se despachaban a los comedores populares. Sin mencionar, según la revista Poder, las denuncias por los sobreprecios en la compra de camiones basureros, los malos manejos en los fondos recaudados tras una inundación en Chosica o “el canje” de vaso de leche por chizitos. (Doctor Chizito bien pudo ser su chapa). En cuanto a Luis Castañeda, el recuerdo de Comunicore está bien pero bien cerca y fresco; aparte de las graves acusaciones por las diferencias abismales entre los presupuestos iniciales y los costos finales de diversas obras faraónicas como la vía Grau, la remodelación de la Panamericana Norte o hasta la construcción de la infraestructura del Lentopolitano –¿se acuerdan cuánto demoró en ejecutarlo?-, algo que en su momento el propio Marco Tulio Gutiérrez acusó a la gestión de Castañeda … hasta que le dieron una jugosa asesoría e hizo mutis del tema.

Por eso y muchas cosas más, como dice la conocida canción, votaré este domingo 17 por el “no”. Va a ser un no crítico. Con ciertas reservas. Espero la tía concluya el tiempo que le falta y cariñosamente le diría que terminado su periodo edilicio de un paso al costado. Con sinceridad le recomendaría no intente la reelección. No tiene pasta para el cargo. Tiene vocación de servicio, es indiscutible; pero eso, como diría otra canción, no basta.

Otrosí digo: Ya que hablamos de ética pública, terminado el proceso de revocatoria, por favor sean trasparentes con las cuentas, sobretodo los anti-revocadores que manejan dinero público. Eso de que los honorarios del asesor Favre se pagan con polladas y fiestecitas de fin de semana no lo cree ni el más ingenuo (si todavía existen ingenuos en Lima); o que las gigantografías del “no” fueron “donaciones”, nos parecen argumentos a lo Marco Tulio y compañía: que ellos solo reciben pequeñas donaciones que van “goteando de sol en sol”, de gente tan desprendida que la plata llega sola, no únicamente de desempleados, de personas que no tienen ni para pagar sus deudas más elementales, sino hasta de los muertos. (Imagino los convocará usando la ouija). 

Para terminar: Ojalá no sea cierto lo que se dice con respecto a que grandes empresas concesionarias han financiado la campaña por el no por ventajas en los contratos, y que estas ventajas van a ser visibles luego de terminada la revocatoria. No vaya a ser que la campaña del no al final la paguemos todos los limeños con una subida en los peajes o en los pasajes del trasporte público. Igual sean claros con la denuncia que al abogado y ex congresista Javier Valle Riestra se le habría pagado con dinero de una de las partidas municipales una cara asesoría –dizque para encontrar “vacíos legales” en la revocatoria-, medio que le permitiría a la alcaldesa y sus regidores revocados ir hasta la Corte Interamericana de perder la consulta. Espero señora Villarán no haya vendido su alma al diablo para salvar el pellejo político. Ojalá.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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