Friday, December 29, 2006

UN AÑO QUE SE DESPIDE: BALANCE DEL 2006 Y LO QUE VIENE EN EL 2007

El 2006 fue un año de hechos superpuestos, donde a mitad de año se dio el recambio político manteniendo la estabilidad democrática. En la política económica existe una continuidad, lo cual necesariamente no es malo, los presupuestos macroeconómicos se mantienen estables y tenemos un Alan García que ha aprendido que la economía no se maneja por decretos. Nos costó mucho a todos los peruanos que aprendiera la lección, pero parece que no cayó en saco roto. Lo importante es continuar con el crecimiento y que este de verdad “chorree” a las mayorías. El mercado solo no lo va a hacer, para ello es necesario que el Estado tome en sus manos la labor en sectores claves como educación, salud y empleo.

En cuanto a educación se verá si realmente tiene interés el gobierno en una reforma educativa, lo que necesariamente pasará por enfrentarse con el gremio de los maestros, un lastre a todo lo que signifique reforma en el sector educación. Tarde o temprano lo tendrá que hacer, si es que realmente tiene interés en cambiar las cosas.

El empleo no nace por decreto, aunque sí puede el Estado fiscalizar la calidad del mismo e incentivar la creación de nuevas plazas. La estabilidad laboral absoluta que se discute en el Congreso no ayudaría al propósito, más bien lo entorpecería. Recordemos que el empleo está íntimamente relacionado con la economía, por lo que si se reviste de rigidez al primero, entorpece a la segunda o lo que es peor permite la elusión de las normas por los agentes económicos.

La reforma tributaria quedó en una broma de mal gusto, al exonerar de impuestos a las ganancias obtenidas en la bolsa de valores, la de mayor rentabilidad en todo el mundo el 2006. Por otro lado, los supuestos jurídicos para ingresar a los regímenes tributarios especiales pueden ser una coladera y al final se puede recaudar menos de lo esperado. Lo que sí es positivo es la eliminación del anatocismo (capitalización de intereses) de las deudas tributarias, medida compulsiva que demostró ser poco práctica, aparte que constitucionalmente estaba en tela de juicio su aplicación.

La negociación con Telefónica, como supusimos (ver nuestro artículo Los contratos ley en http://ius-aequitas.blogspot.com), tuvo un desenlace muy similar al acuerdo que tuvo el gobierno con las mineras (una salida intermedia ha sido la del “aporte voluntario” de las empresas mineras y al parecer en el caso de la renta básica de Telefónica se buscaría la misma solución), una suerte de compromiso unilateral a efectuar rebajas en la renta básica adelantando el factor de productividad. La negociación con Telefónica ha permitido que se ponga sobre el tapete la necesaria competitividad que debe tener el sector de telefonía fija. Un monopolio jamás será beneficioso para el consumidor por más que el gobierno ponga el mejor de los empeños en conseguir reducción de tarifas. De allí nuestra propuesta que en una eventual reforma de la constitución, retornemos a la prohibición de los monopolios como lo establecía la carta del 79 (Monopolios y posición dominante en el mercado: apuntes para una eventual reforma de la constitución económica en http://ius-aequitas.blogspot.com). No soy muy amigo de las prohibiciones ni de las restricciones, pero a veces no queda otro camino, y el caso de Telefónica lo ha demostrado.

El TLC es muy probable que el Congreso norteamericano lo ratifique el próximo año; pero, ratificado o no, el gobierno debe buscar celebrar tratados comerciales con la mayor cantidad de países. El comercio estimula a un país a producir más y mejor, pero no debemos pensar solo en los “grandes” países, sino también ver a nuestros vecinos. Algo que la historia ha demostrado es que cuando dos naciones comercian tienen más intereses en común que las declaraciones líricas de las cumbres presidenciales, que muchas veces quedan solo en el papel.

El escenario político de la oposición se ha mostrado bastante desarticulado. Con un Humala que se desinfló definitivamente en las elecciones regionales y municipales, un importante sector de la oposición de derecha que ha pasado a “colaborar” con el gobierno, una Lourdes Flores que no aprende de sus errores, y la ruptura final del bloque UPP-PNP (no quiero ser “pesado” pero ya lo decíamos desde el mes de Junio que esa coalición se iba a romper, ver nuestros artículo Quo vadis Humala? en http://elobservador.perublog.net), el “amiste” con el presidente Chávez, y un partido aprista que no es nada sin Alan García, es poco lo que puede hacer la oposición en estos meses, por lo que tendremos un año tranquilo para Alan, que es lo que busca en el fondo, no hacerse demasiados problemas y llegar bien al quinto año de mandato.

Alan García, fiel a su estilo, trata de mantenerse en el centro de la política (algo a lo que su natural narcisismo lo empuja), por lo que es probable que el próximo año tengamos más anuncias efectistas (como lo fue este año el anuncio de la pena de muerte para los violadores y terroristas). Lo malo con estas medidas es que son de corta duración, por lo que cada cierto tiempo deben renovarse, con el consiguiente desgaste de quien las anuncia y el natural escepticismo y aburrimiento del público que las recibe. Ser un ilusionista es un oficio bastante complicado.

Es probable que existan algunos levantamientos populares, principalmente en provincias, promovidos por los gobiernos regionales, sobretodo aquellos hostiles al partido de gobierno y en especial a Alan García, por lo que será necesaria mucha “muñeca” política para calmar los ánimos. Jorge del Castillo le será de gran utilidad, ya que ha demostrado ser un buen concertador.

El Congreso por lo demás se ha mostrado bastante solvente, no ha trastabillado como se esperaba con tanta “joyita” que ha ingresado y se ha cuidado muy bien de aprobar leyes aberrantes. Ojalá siga así.

La reforma de la Constitución es un tema que cada cierto tiempo es recurrente, pero una reforma sin consenso político y de los actores sociales es poco lo que duraría el nuevo texto y de aquí a algunos años otra vez estaríamos hablando de una nueva reforma. Es necesario reformar la carta del 93 o actualizar la del 79, cualquiera de los dos caminos es válido, pero sin una seria discusión sobre las instituciones constitucionales solo nos llevaría a la retórica de siempre, y si es así, es mejor quedarnos con la vigente carta.

El presidente García puede aprovechar muy bien el año iniciando las reformas de segunda generación que quedaron pendientes desde hace muchos años y que Fujimori por su afán reeleccionario dejó en stand by: educación, salud, empleo, administración de justicia, sistema previsional, sistema financiero, AFP’s, etc. Esas reformas van a demandar un elevado costo político, la pregunta es: ¿lo querrá hacer el Presidente? No quiero ser escéptico, pero todo indica que no. Dudo que se atreva a encarar alguna medida que signifique un alto costo político (de allí que prefiera solo las medidas efectistas que dan un alto rating inmediato o aquellas donde el costo es bastante bajo). Quizás el efecto traumático que le significó en lo personal su primer gobierno le impide “romper huevos”, pero un viejo adagio dice que para hacer tortillas hay que romperlos. Si realmente quiere pasar como el Nicolás de Piérola del siglo XXI (figura emblemática que admira) deberá comenzar desde ahora. Sólo de él depende si pasa a la historia como un buen presidente que será recordado por las generaciones futuras o será uno más del montón, olvidable de aquí a unos años.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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