Lo insólito del 2013 fue el estreno de
distintas cintas nacionales, muchas de jóvenes realizadores. Desde estrenos
comerciales que “han roto la taquilla” como Asu mare o Cementerio General –y
que servirá de incentivo para que otros continúen por el mismo camino- hasta
películas más personales y con escaso público, como El limpiador o Chicama,
película esta última que es digna representante del llamado “cine regional”.
Quizás lo interesante está en la
heterogeneidad. No se puede hablar que sigan una sola tendencia o escuela (como
sucedía con la generación de Lombardi, marcadamente realista), sino que sus
intereses son diversos, lo cual es bueno. Naturalmente el éxito comercial de
Asu mare ha dado pie a aquellos que sostienen que el cine nacional no debe ser
subsidiado ni directa ni indirectamente por el Estado; aunque películas más
personales como las aludidas El limpiador o Chicama digan lo contrario: hay
cierto cine que sí debe ser promovido por el estado bajo ciertos parámetros; y
dentro de esa promoción debería incentivarse el corto y una veta que tiene
pocos exponentes conocidos en nuestro medio (más allá de Javier Corcuera): el
documental.
Si bien una golondrina no hace el verano, un
año excepcional no marca una tendencia; aunque hacemos votos para que se
mantenga constante.
Aristóteles
Picho, In Memoriam:
Quizás sus performances cinematográficas eran muy sobreactuadas, como que venía
del teatro; pero no cabe duda que era una presencia en los papeles que le cupo,
muchos de ellos secundarios. El último fue en El evangelio de la carne, actuando en silla de ruedas –por un
problema en la médula-; pero imponiéndole a su personaje una dimensión
mefistofélica que quedó grabada en la memoria.
Eduardo
Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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