Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Parece que la suerte está echada y
–por estrecho margen- PPK sería el nuevo presidente de la república. Entre la
virtud y la fortuna (o si se quiere entre los méritos propios del candidato y
el azar), prevaleció la segunda. Más influyó la campaña de demolición contra
Keiko y los sentimientos adversos que todavía despierta el fujimorismo,
colocando de presidente a un partido y un personaje bastante débiles
políticamente.
Uno de los problemas que se va a presentar
cuando asuma funciones y termine “la luna de miel” es la gobernabilidad. Su
partido político es bastante precario, suerte de independientes reunidos al
calor de la campaña. Los votos obtenidos no obedecen a mérito propio, como sí
ocurre en Fuerza Popular (la virtud de ampliar su base electoral), sino a la
suma de los anti Fujimori que fue recogiendo (la fortuna de encarnar en ese
momento el sentimiento de animadversión).
Mitad del país votó por Keiko Fujimori
y su herencia política. No es poco y evidencia que estamos ante la emergencia
de un partido auténticamente popular, al cual, como al Apra en el pasado, se le
están cerrando las puertas del cauce democrático, lo que a su vez puede llevar
a un sectarismo político o a una radicalización autoritaria, mezcla de
emociones entreveradas.
Como bien señala Víctor Andrés Ponce, el fujimorismo
requerirá desprendimiento para colaborar con el gobierno de PPK y liderar al
mismo tiempo la oposición, solo así podrá salir del entrampamiento en que se
encuentra y dejar sin argumentos a los que viven con miedos, fobias e intereses
creados, viendo en espejo retrovisor los años noventa y no el futuro. Tendrá
que desprenderse también de varios indeseables, de esos “nuevos ricos” con
fortuna dudosa. Menuda responsabilidad le corresponde al partido naranja.
Para gobernar PPK necesitará del
consenso, sea de la izquierda o de Fuerza Popular. Dudo que en ambos casos
quieran hacer cogobierno con él. A ninguna
de las dos fuerzas le conviene; por lo que deberá recurrir a más independientes
para ministerios clave y personal de confianza en la burocracia del estado. Cualquier
vaivén o escándalo que surja y su gobierno puede terminar en la anarquía, como
el de Toledo.
Otro escenario es que el gobierno de
PPK termine “reo” de Fuerza Popular. Necesita sus votos para aprobar muchas
iniciativas legislativas y propuestas de su plan de gobierno –como el Banco
Minero, por ejemplo-, por lo que podría terminar como una marioneta de FP.
“Reina, pero no gobierna”. Imagino que
algunas iniciativas van a ser aprobadas por el Congreso naranja, pero otras lo
veo difícil.
Temas que van a causar polémica serán:
la renegociación del contrato del gas de Camisea –a lo que PPK se mostraba
renuente-, la reforma del sistema pensionario –de lo que no dijo gran cosa-,
seguridad ciudadana -con propuestas interesantes, pero poco viables a corto
plazo-, la continuidad de la reforma educativa y los programas sociales que
deja el actual gobierno. Cuidado con el desmantelamiento progresivo de los
mismos, la izquierda deberá estar alerta.
Un asunto que requiere atención es
también “el piloto automático” en que ha devenido la
economía por 25 años. Requiere reformas y urgentes. En ello, la verdad, ninguno
de los dos grupos finalistas se mostraba muy entusiasta de cambios radicales.
Si no se reforma el sistema, la probabilidad que emerja un outsider en la
siguiente elección es bastante alta. El mito antisistema y el desprecio a la
clase política, pueden conjugarse de nuevo para darnos una sorpresa el año del
bicentenario de la república.
No quiero ser pesimista, pero le veo
pocas probabilidades de gobernanza eficaz a PPK. Va a ser acosado y tironeado por
una oposición naranja por un lado y una zurda por el otro. De allí que los
fujimoristas van a tener que “sostener” un precario gobierno y ser al mismo
tiempo la oposición llamada a sucederlo en el bicentenario. Medio complicado de
ejecutar, dado que por lo general quien apoya tácita o explícitamente a un
gobierno, termina “quemándose” con este.
Por el lado de Fuerza Popular evaluará
los aciertos y errores en la campaña de cara al 2021. Quizás los “albertistas”
ganen preeminencia al interior del partido; mientras los “keikistas” –el sector
más democrático- se vea reducido. Por ejemplo, ya no parecería descabellada una
candidatura presidencial de Kenyi Fujimori, en una suerte de “sucesión
dinástica” y con ello quizás el fin de un partido de raigambre popular, dadas
las escasas luces del benjamín del clan Fujimori. Se quiera reconocer o no, con
Keiko –mucho más política que PPK- el partido se amplió, se modernizó y, sobre
la base de la herencia política de Alberto Fujimori, pudo construir no sin
esfuerzo un partido auténticamente popular, de derecha popular para mayores
señas.
Hechos que iremos viendo en el futuro.
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