Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
El título no es mío, es una frase de un artículo de Hugo
Neira, pero refleja bien ese malestar y preocupación que se vive en el mundo.
Hay hechos inquietantes que hacen pensar en un regreso a
los años treinta del siglo pasado: los movimientos xenófobos y el
fortalecimiento de los grupos nacionalistas en Europa, la incapacidad de las
democracias occidentales de salir de los entrampamientos sociales y económicos,
la escasa legitimidad de la clase política y las crisis de los partidos
políticos que avizoran una crisis mayor del sistema de democracia
representativa, el quiebre con el Brexit
de la mayor confederación de naciones que el mundo haya conocido, las vueltas a
un “pasado glorioso” como el califato de Isis o los grupos terroristas
internacionales, y ahora Trump en los propios Estados Unidos y la ilusoria
vuelta a los “años de esplendor del imperio”. Una de las democracias más
fuertes creó su populista de derecha, que tuvo eco no solamente gracias a sus
millones, sino a los “blancos pobres” de Norteamérica, aquellos que se quedaron
sin empleo o sin negocio gracias a la globalización.
Son las contradicciones que trae todo cambio, que pueden
incluso traerse abajo el cambio mismo. Cerrar fronteras, mirar como enemigo al
extranjero que quita el trabajo al connacional, crear un sentimiento
chauvinista justificatorio. De allí solo existe un paso para regresar a la
locura de un mundo polarizado y de tribus de distinto tamaño. Lo que pasó en
los treinta. Quizás estemos ante las puertas de un mundo agonizante o en las puertas
de otro por nacer. Por eso los tiempos confusos.
Nosotros no nos salvamos. Tenemos nuestras propias
contradicciones y los cambios hacia la modernidad de los últimos treinta años
pueden revertirse en un tris de no resolver ciertos problemas urgentes. Los que
quieren traerse abajo los cambios, han tratado de tomar el poder por la vía
legal en los últimos quince años y hasta ahora han sido conjurados. Hasta
ahora. Nadie sabe si el 2021 lo conseguirán. Como bien apunta Hugo Neira, PPK
es un hombre de negocios como lo era Leguía. Aparentemente con Leguía daba la
impresión que el Perú se dirigía indesmayable hacia el progreso y ya sabemos
cómo terminó todo y cómo terminó él.
Ojalá no suceda. Da escalofríos de solo imaginarlo.
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