Saturday, September 22, 2018

REFORMA POLÍTICA


Por: Eduardo Jiménez J.

        ejimenez2107@gmail.com
       @ejj2107


En democracia usualmente las reformas políticas se hacen por acuerdo de los grupos en el poder. Qué es lo que se quiere reformar y hasta dónde se puede llegar. No necesariamente van a ser perfectas las reformas, pero sí viables. Fruto del consenso es probable que se pueda llegar hasta cierto punto.

El problema está cuando un grupo o un poder del estado es el que quiere reformar y el otro se resiste. Y si el que se resiste es mayoría, muy difícil se puede llegar a acuerdos.

El presidente, en vista que es minoría y se encuentra en una posición bastante débil, no le quedó más remedio que aliarse con el pueblo y los grupos minoritarios antikeikistas para plantear reformas que por el tono (no reelección de congresistas, dos cámaras con la misma cantidad de parlamentarios actuales) más parecen medidas para poner contra las cuerdas a la mayoría congresal y ganarse el favor popular, que reformas serias y viables. El beneplácito con que los grupos antikeikistas han recibido las “reformas” y aplaudido rabiosamente el referéndum promovido por el presidente, recuerda como aplaudieron a Alberto Fujimori a inicios de los 90, e indica que no han madurado ni aprendido la lección. Los personajes pueden haber cambiado, pero los hechos vuelven a repetirse.

Lo malo es que a esas reformas les falta análisis serio y sereno, y falta debate del bueno.
Me extraña que no se hayan abierto foros en la sociedad y sobretodo en los colegios profesionales para ventilar estos temas. Veo al Consejo Nacional de Decanos en un correveidile del presidente en vez de debatir serenamente en sus respectivas sedes los temas sometidos a referéndum. Y, mi colegio (el Colegio de Abogados de Lima), está más preocupado en publicitar diplomados y cursos de actualización que en un tema que le compete directamente. Falta homo politicus y sobra homo mercantiles.

Y, el “ruido político” está costando puntos del PBI. A los que no les importa los números, deben tomar nota que si no crecemos al 6% anual muchos peruanos jóvenes que ingresan al mercado laboral, o quedarán desempleados o en el mejor de los casos sumidos en la informalidad.

Estoy de acuerdo con las dos cámaras (senadores y diputados), pero no la forma de elección ni la cantidad de representantes. Nos guste o no, estamos subrepresentados. Y disminuir a cien diputados y treinta senadores, lo estaremos más. Por ganarse el presidente a la platea (los “otorongos” no son muy queridos), vamos hacia un mal mayor. Se entiende que en la democracia representativa, un congresista representa a un número de electores. Con cien diputados, cada uno representará a 300,000 peruanos, mientras que cada senador a un millón de connacionales. Vamos, hagamos las cosas en serio.

Otro aspecto es el sistema de elección: ¿binominal o por cifra repartidora como hasta ahora?

Frente al desastre de la cifra repartidora, uno se podría animar por el sistema uninominal o el binominal. Pero, de repente el remedio es peor que la enfermedad.

Como bien detalla Ignazio De Ferrari en reciente artículo (En defensa de las minorías, El Comercio, 24.8.18), el binominalismo en Chile obedeció a una experiencia histórica: la coalición a favor y en contra del no a la dictadura de Pinochet en 1988 (que como se sabe perdió el general). Ello posibilitó que partidos pequeños se coaligaran junto a los partidos grandes y presentasen candidatos propios. Todos ganaban. Esas grandes coaliciones se han mantenido por cerca de treinta años.

Esa realidad en nuestro país no se ha producido. Es difícil, sino imposible, ver que en un solo bando se congreguen republicanos, caviares, izquierdistas radicales, antimineros, nacionalistas a ultranza y los grupos LGBT. Y más difícil ver que en la derecha coman del mismo plato la derecha popular, la derecha pituca, la hight tec, los homofóbicos y los conservadores evangélicos y católicos.

Lo más probable que ocurra, como sugiere De Ferrari, es que se excluya a los partidos pequeños, y los partidos grandes se lleven el santo y la limosna. Estaríamos peor de lo que ya estamos.

Quizás lo más sensato es mejorar el sistema de la cifra repartidora, utilizar otro modelo matemático que se acerque más a lo que realmente cada grupo político obtenga en votos.

Otro aspecto crucial es si el elector vota por una lista cerrada o por una lista abierta (voto preferencial). Sin una democratización de los partidos, sin una auténtica elección interna de los candidatos, votar por una lista cerrada (donde los primeros puestos son los que entrarán al Congreso) es distorsionar aún más la voluntad del elector e imponer lo que la dirigencia partidaria determine, muchas veces por intereses subalternos.

Y, no menos importante, la prohibición de reelección de congresistas. En un país donde apenas el 20% de los congresistas son reelectos, parece un sinsentido prohibir su reelección. En el Congreso se necesitan personas con experiencia, que conozcan los vericuetos del poder. Un parlamento de solo novatos será más fácil que cometa yerros o se deje conducir. Y los novatos son los que mayormente han estado sumidos en escándalos y escandaletes de toda clase. Los antiguos, los trajinados en el ejercicio, difícilmente. Aparte que no podemos medir igual los cargos ejecutivos con iniciativa de gasto (presidente de la república, gobernadores, alcaldes) con aquellos que no tienen iniciativa (congresistas). Más sensato parece explorar la renovación por tercios del congreso y que el soberano elija.

Una reforma política por añadidura debe ver otros aspectos. Financiamiento público y privado de los partidos, propaganda electoral; y, por añadidura, un tema tan polémico como elegir entre el voto obligatorio y el voto voluntario. Algunos creen que debería ser voluntario y que sufraguen los que realmente tienen interés por la cosa pública, excluyendo al “electarado” (sic). Algo así como una “aristocracia del voto”. Solo voten los mejores. Pero, no vaya a ser que en ese panorama idílico y paternalista voten masas anónimas “teledirigidas” por algún partido con recursos, compradas con un paquete de arroz o de azúcar, y los “mejores” sean excluidos, dado que siempre serán minoría. Si se tiene dinero, en el Perú es bastante fácil llevar gente comprada a las urnas.

Y, humanos somos. Vigilar que esta transitoria popularidad del presidente no se le suba a la cabeza o lo “aconsejen” a postular el 2021 “como presidente”. Intereses de ciertos grupos para hacerlo, hay. Como también “interpretaciones auténticas” de la constitución política para conseguirlo. Habrá que susurrarle al oído al presidente “recuerda que eres mortal”.

Por eso, es mejor un debate serio y sereno de estos temas, con el tiempo necesario para reflexionar, sin hacer populismo ni demagogia y ganar a río revuelto. Al final, todos podemos perder.




Wednesday, September 05, 2018

ÉXODO


Por: Eduardo Jiménez J.

        ejimenez2107@gmail.com
       @ejj2107


Casi al medio millón llega el número de venezolanos venidos a nuestro país. Ha generado discusión si podemos “absorberlos” sin que peligre el empleo de los connacionales. Algunos sostienen que sí es posible, que en cierta forma ellos traen “su empleo bajo el brazo”, y que la inmigración, al final, siempre es beneficiosa, citando una serie de países. Alegan también comprensibles razones humanitarias. En el otro extremo se encuentran los que se oponen, algunos en rasgo abiertamente xenófobo. El argumento es similar al usado en otros países del mundo: quitan el empleo a los locales, algunos vienen con enfermedades o una moral muy laxa. (En honor a la verdad, los peruanos no nos distinguimos por tener una moral muy firme).

El éxodo masivo de venezolanos a países de la región trae esta polémica sobre la inmigración. Pero, creo la verdad no está en ninguno de los dos extremos.

El primer argumento (“traen su empleo bajo el brazo”), alude a que mayormente se dedican al autoempleo. Por lo general como vendedores ambulantes. En ese caso, lo que va a erosionar es el empleo de baja calidad productiva de los connacionales. Empleos que no requieren mucha calificación y se encuentran en el sector informal, sobretodo en comercio y servicios. Al existir una mayor demanda de mano de obra poco calificada, no es raro que los sueldos y salarios tengan una curva descendente en estos sectores, al contratar las empresas a extranjeros por un sueldo menor y más allá de los porcentajes permitidos por la ley (creer que el sector Trabajo pueda fiscalizar los miles de empleos en este sector es pedir lo imposible).

En buen romance, las empresas contratantes aumentarán sus utilidades (al ser los costos de la mano de obra más baratos), mientras los trabajadores verán disminuir o en el mejor de los casos ver “congeladas” sus remuneraciones.

En contrapartida, hay ciertos rubros de la economía que se van a beneficiar como alquiler de viviendas, alimentos, ropa y calzado. Es posible que los alquileres de vivienda en los distritos donde está asentada la mayoría de migrantes tienda a un aumento en el precio por la mayor demanda que van a sufrir frente a una oferta inelástica de inmuebles para casa-habitación (departamentos, habitaciones en casa, etc.). Igualmente, el estado va a tener que atender la mayor demanda de servicios en educación escolar y salud, dado que por la situación económica precaria que atraviesan los migrantes, mayormente recurrirán a servicios gratuitos o casi gratuitos que presta el estado. Y otra pregunta igual de importante, es saber si el “efecto multiplicador” del consumo de este migrante será lo suficiente para crecer a nivel macro y generar más empleo para los connacionales, como optimistamente señalan algunos economistas.

Por otra parte, el beneficio de la inmigración a largo plazo sí es factible y que conlleve una mejora de los niveles de productividad en el empleo. Gran parte de los migrantes venidos son profesionales o técnicos, por lo que su participación en empleos calificados puede hacer que mejore los índices de productividad, necesarios para crecer económicamente. Más allá de nuestras simpatías o no hacia el chavismo, lo cierto es que en el período de Hugo Chávez se permitió los estudios universitarios a las grandes mayorías populares, algo similar a lo que se hizo bajo Perón en la Argentina de mediados del siglo pasado, por lo que podemos aprovechar gran parte de la mano de obra calificada que ha venido, como médicos, de los que nosotros tenemos déficits en las áreas rurales. (O si somos más osados en educación escolar, profesores de matemáticas y ciencias, tendiendo a ser más competitiva la plana docente estatal).

Existen otros aspectos que pueden contribuir más subjetivamente, como los culturales que traen los migrantes. Muchos se emparejarán con peruanos o peruanas y se quedarán en el país y comenzará un capítulo más de nuestra barroca síntesis nacional. De ese caldero de donde ha surgido una diversidad cultural abigarrada y rica. Música, arte, literatura, cine, gastronomía, son algunos de los campos culturales que se verán enriquecidos a largo plazo.

Pero para que este efecto benéfico se produzca, falta un elemento clave y se relaciona con nosotros. El crecimiento del PBI. Los economistas estiman que este debe crecer en un 6% anual para que “absorba” a los peruanos jóvenes que ingresan a la PEA y a los venezolanos que se queden acá. Si seguimos alrededor del 4% va a ser difícil que se pueda producir este efecto benéfico de la migración. Tendríamos una competencia descarnada en los puestos de trabajo en comercio y servicios entre peruanos y venezolanos, con una tendencia a la baja en las remuneraciones de estas áreas. Y todo indica que no hay condiciones para crecer al 6%, al no haberse hecho las reformas de segunda generación. El impulso de las reformas iniciales de hace 25 años se está perdiendo. No basta con el “piloto automático” como han seguido los cuatro últimos presidentes del presente siglo o esperar otro auge externo del precio de los minerales.

Es más, si no crecemos al 6% podemos desandar todo el camino andado.

Si sucede ello, muchos venezolanos optarán por irse a otro lado y, lo peor, muchos peruanos también. Comenzará un nuevo éxodo de connacionales hacia mejores oportunidades. Porqué al final de cuentas, el hombre desde que apareció sobre la faz de la tierra, migró por mejores oportunidades. Porque en su terruño natal ya no había oportunidades ni para sobrevivir.