Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Casi al medio millón llega el número de
venezolanos venidos a nuestro país. Ha generado discusión si podemos
“absorberlos” sin que peligre el empleo de los connacionales. Algunos sostienen
que sí es posible, que en cierta forma ellos traen “su empleo bajo el brazo”, y
que la inmigración, al final, siempre es beneficiosa, citando una serie de
países. Alegan también comprensibles razones humanitarias. En el otro extremo
se encuentran los que se oponen, algunos en rasgo abiertamente xenófobo. El
argumento es similar al usado en otros países del mundo: quitan el empleo a los
locales, algunos vienen con enfermedades o una moral muy laxa. (En honor a la
verdad, los peruanos no nos distinguimos por tener una moral muy firme).
El éxodo masivo de venezolanos a países de la
región trae esta polémica sobre la inmigración. Pero, creo la verdad no está en
ninguno de los dos extremos.
El primer argumento (“traen su empleo bajo el
brazo”), alude a que mayormente se dedican al autoempleo. Por lo general como
vendedores ambulantes. En ese caso, lo que va a erosionar es el empleo de baja
calidad productiva de los connacionales. Empleos que no requieren mucha
calificación y se encuentran en el sector informal, sobretodo en comercio y
servicios. Al existir una mayor demanda de mano de obra poco calificada, no es
raro que los sueldos y salarios tengan una curva descendente en estos sectores,
al contratar las empresas a extranjeros por un sueldo menor y más allá de los
porcentajes permitidos por la ley (creer que el sector Trabajo pueda fiscalizar
los miles de empleos en este sector es pedir lo imposible).
En buen romance, las empresas contratantes
aumentarán sus utilidades (al ser los costos de la mano de obra más baratos),
mientras los trabajadores verán disminuir o en el mejor de los casos ver “congeladas”
sus remuneraciones.
En contrapartida, hay ciertos rubros de la
economía que se van a beneficiar como alquiler de viviendas, alimentos, ropa y
calzado. Es posible que los alquileres de vivienda en los distritos donde está
asentada la mayoría de migrantes tienda a un aumento en el precio por la mayor
demanda que van a sufrir frente a una oferta inelástica de inmuebles para
casa-habitación (departamentos, habitaciones en casa, etc.). Igualmente, el
estado va a tener que atender la mayor demanda de servicios en educación
escolar y salud, dado que por la situación económica precaria que atraviesan
los migrantes, mayormente recurrirán a servicios gratuitos o casi gratuitos que
presta el estado. Y otra pregunta igual de importante, es saber si el “efecto
multiplicador” del consumo de este migrante será lo suficiente para crecer a
nivel macro y generar más empleo para los connacionales, como optimistamente
señalan algunos economistas.
Por otra parte, el beneficio de la inmigración
a largo plazo sí es factible y que conlleve una mejora de los niveles de
productividad en el empleo. Gran parte de los migrantes venidos son
profesionales o técnicos, por lo que su participación en empleos calificados
puede hacer que mejore los índices de productividad, necesarios para crecer
económicamente. Más allá de nuestras simpatías o no hacia el chavismo, lo
cierto es que en el período de Hugo Chávez se permitió los estudios
universitarios a las grandes mayorías populares, algo similar a lo que se hizo
bajo Perón en la Argentina de mediados del siglo pasado, por lo que podemos
aprovechar gran parte de la mano de obra calificada que ha venido, como
médicos, de los que nosotros tenemos déficits en las áreas rurales. (O si somos
más osados en educación escolar, profesores de matemáticas y ciencias,
tendiendo a ser más competitiva la plana docente estatal).
Existen otros aspectos que pueden contribuir
más subjetivamente, como los culturales que traen los migrantes. Muchos se
emparejarán con peruanos o peruanas y se quedarán en el país y comenzará un
capítulo más de nuestra barroca síntesis nacional. De ese caldero de donde ha
surgido una diversidad cultural abigarrada y rica. Música, arte, literatura,
cine, gastronomía, son algunos de los campos culturales que se verán
enriquecidos a largo plazo.
Pero para que este efecto benéfico se produzca,
falta un elemento clave y se relaciona con nosotros. El crecimiento del PBI.
Los economistas estiman que este debe crecer en un 6% anual para que “absorba”
a los peruanos jóvenes que ingresan a la PEA y a los venezolanos que se queden
acá. Si seguimos alrededor del 4% va a ser difícil que se pueda producir este
efecto benéfico de la migración. Tendríamos una competencia descarnada en los
puestos de trabajo en comercio y servicios entre peruanos y venezolanos, con
una tendencia a la baja en las remuneraciones de estas áreas. Y todo indica que
no hay condiciones para crecer al 6%, al no haberse hecho las reformas de
segunda generación. El impulso de las reformas iniciales de hace 25 años se
está perdiendo. No basta con el “piloto automático” como han seguido los cuatro
últimos presidentes del presente siglo o esperar otro auge externo del precio
de los minerales.
Es más, si no crecemos al 6% podemos desandar
todo el camino andado.
Si sucede ello, muchos venezolanos optarán por
irse a otro lado y, lo peor, muchos peruanos también. Comenzará un nuevo éxodo
de connacionales hacia mejores oportunidades. Porqué al final de cuentas, el
hombre desde que apareció sobre la faz de la tierra, migró por mejores
oportunidades. Porque en su terruño natal ya no había oportunidades ni para
sobrevivir.
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