Eduardo
Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
En un artículo que abordaba la relación entre los placebos caros y la política (¿Qué persuade más: razones o sentido de pertenencia? G Ortiz de Zevallos, en: https://peru21.pe/opinion/que-persuade-mas-razones-o-sentido-de-pertenencia/), el autor aplicaba al ámbito local el descubrimiento de Dan Ariely sobre los placebos caros. Me explico.
Ariely,
catedrático de psicología y economía conductual, y ganador del Premio Ig Nobel
de Medicina en 2008, suerte de parodia de los premios Nobel celebrado en
universidades norteamericanas, sostiene que los placebos caros influyen en el
consumidor más que los placebos baratos, a pesar que ninguno de los dos tiene
efecto sobre un tratamiento determinado. Plantea que al ser más caro un bien,
tener un envoltorio llamativo o la marca misma, hace que el consumidor lo
adquiera frente a, por ejemplo, un medicamento genérico, pobremente presentado
y sin marca conocida (mayormente los genéricos vienen de la India o China).
Igual sucede con el precio de un bien. Se comprará uno más caro frente a otro más
barato, en la idea que son de mejor calidad, lo cual no necesariamente es así.
Pasa mucho con los Iphones que han posicionado una marca y prestigio a
pesar que hace buen tiempo otros móviles ya los han superado en calidad de
producto y a un menor precio. Igual sucede con un profesional que cobra más por
su servicio. Se entenderá que es mejor que otro que cobra menos; y si tiene su
consultorio u oficina es un barrio residencial y anda bien trajeado, con Rolex
y carro del año, reflejará un aparente “éxito profesional” que no
necesariamente se condice con su calidad profesional (y menos con su ética
profesional).
Son
las percepciones que se tienen por el precio, la marca o por lo que ven
nuestros ojos, sin entrar en mayores detalles. Son los placebos caros.
Trasplantado
a la política local, los placebos caros que no curan las enfermedades sociales
que padecemos están constituidas por las ofertas demagógicas que van
apareciendo para, por ejemplo, combatir el crimen organizado. Se propondrá la
pena de muerte, deportar extranjeros, abrir más penales o celebrar convenios -a
lo Trump- para que presidentes como Bukele los tengan en sus megacárceles, a
pesar que estas propuestas sean placebos caros que no remedian el problema,
pero son llamativas y de fácil asimilación.
El
tema es que, y ahí viene lo interesante del artículo, la gente que padece
extorsiones, pago de cupos, asesinatos de emprendedores y siente que no tiene
cerca la presencia del estado con una adecuada seguridad, aceptará estos
placebos y votará por los candidatos que los proponen, a pesar que sus
propuestas sean desarticuladas y poco efectivas.
Esa
gente va a “comprar” un placebo caro porque no hay otra cosa más que se les
ofrezca. Y acá entra a tallar la parte emotiva: quien convenza mejor con un
relato sobre el tema, que se identifique con esos votantes, que refleje carisma
y emoción hacia ellos, tiene más posibilidades de ganar la presidencia u ocupar
una curul en el nuevo Congreso. En otras palabras, quien “venda mejor” el
placebo caro.
No
cualquiera lo podrá hacer, como los ilusionistas, debe convencer al público de
su “acto de magia”. Debe sentirse “auténtico” en lo que dice y hace. El
“relato” que desarrolle será importante, así como la eficacia con que lo
trasmita. Los discursos racionales, fríos, de solo cifras, que hablen de “lucha
contra la pobreza y la delincuencia” sin empatizar con esos votantes,
difícilmente va conseguir cautivarlos. No se le creerá el discurso. Digamos que
“el cebo de culebra” todavía vende, pero dependerá mucho de la persuasión del
vendedor.
Por
eso la derecha no la tiene totalmente asegurada la elección en 2026, pese al
desastre del gobierno de Pedro Castillo, y más bien están apareciendo
candidatos antisistema carismáticos que enfiebran a las masas con discursos
contra Lima, los poderosos y el imperialismo, presentándose como “luchadores
sociales” que supuestamente favorecen al pueblo (léase informales, minería
ilegal, contrabando en el sur, etc.). No curan, pero entretienen.
Invocar a la Virgen María tampoco convencerá, menos tener modales apocados o hablar fríamente de economía de mercado y libre empresa a gente que no tiene alimentos de calidad, un empleo adecuado o es constantemente extorsionada sin encontrar en el estado la protección necesaria. No es un “electarado” como tantas veces se le critica, es gente que piensa con el bolsillo, el estómago o con una pistola apuntándole.