Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Frente a la ola de extorsiones, robos y
secuestros acaecidos en la ciudad de Trujillo en el segundo gobierno de Alan
García, nació un “escuadrón de la muerte”, grupo de policías que, con el apoyo
político del gobierno y financiero de la gran empresa, ejecutó
extrajudicialmente a muchos delincuentes, quienes misteriosamente siempre caían
en enfrentamientos con las fuerzas del orden.
El
núcleo de esa historia real sirve para desarrollar la ópera prima Los
hombres que mataron la primavera de Omar Aliaga. Dos jóvenes periodistas
trujillanos van a indagar lo que existe detrás de esas ejecuciones.
Lo
primero que se nos viene a la mente como referente es Los hombres que no
amaban a las mujeres del escritor y periodista Stieg Larsson. Hasta el
título guarda una gran similitud con la novela del sueco. Igual son dos
periodistas, uno mayor que el otro, la chica es una freakie, muy parecida
en eso a la Candy de la novela, mientras que él es más centrado, y ambos tienen
una relación sentimental mientras dura la investigación. Hay una inspiración
evidente, que el propio autor se niega a ocultar.
Pero,
como toda novela negra, es necesario ir quitando los distintos velos para
conocer cuál es la verdad. Acá nos parece le faltó pericia al autor o dio por
supuesto que todos conocemos el caso de la vida real. La perentoria
verdad de las mentiras, donde se nota la vena del escritor. Eso lo trata de
compensar con una historia de romance entre Mauricio y Candy, la cual se excede
como historia secundaria y muchas veces obnubila la historia principal. En
muchos momentos del relato la historia de la educación sentimental opaca
la historia principal, ocupando casi la mitad del libro. Son errores que se
presentan al debutante que quiere contar todo en su primera novela.
Los
saltos temporales son también discutibles. ¿Merecieron la pena?, ¿eran
funcionales a la trama? Mario Vargas Llosa, en su primera etapa, fue quien aclimató
esa técnica a la literatura peruana, pero incluso él se excedió en el uso en
sus novelas de juventud, por lo que siempre hay que tener cuidado en utilizarlos.
Por lo demás, la evolución de los personajes principales está muy bien
dibujada. Ninguno de los dos será igual al final. Mauricio abandona el
periodismo para dedicarse a la docencia, mientras que Candy supera sus
problemas personales haciendo una maestría en el extranjero. Hay una suerte de
epílogo en el capítulo final, bastante excesivo por cierto, donde nos dice acerca
de los personajes diez años después.
Si
bien la novela adolece de defectos formales y le faltó un mejor desarrollo, es
meritorio el retrato sociológico de ese Trujillo de inicios del siglo XXI, en
ebullición, con una modernidad en crecimiento, pero también con una
delincuencia y achoramiento cultural en orden ascendente. Nuevas clases
sociales, nuevos patrones culturales, fortunas de origen dudoso, y el ser rico
cómo sea es el norte que guía a los personajes, todos juntos y revueltos.
Por
ese mérito sociológico vale la pena leer Los hombres que mataron la
primavera.
* Omar Aliaga:
Los hombres que mataron la primavera Edición consultada: Edición Fondo
de Cultura Económica Perú, 2024, 284 pp.