Friday, October 03, 2014

A PROPÓSITO DEL ROBA PERO HACE OBRA



Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com

Estamos a poco de sufragar en Lima y en las regiones. De las regiones, muchas elegirán a corruptos y oportunistas. Entre la ineficiencia y la corrupción, quizás vayan de mal en peor, y justifiquen a aquellos que ya están clamando con disolverlas, con que solo son una fuente de latrocinio al mejor postor. Y para completar el panorama, por allá las diferencias políticas se zanjan matando al contrario y, al parecer, es barato. Algo hay que hacer al respecto, porque el proceso regional se está matando él mismo.

En la ciudad de Lima el favorito es un alcalde seriamente cuestionado, con gente de su entera confianza investigada por malos manejos, con megaproyectos de su anterior gestión inflados seis veces el presupuesto inicial, con ninguna “visión” de la ciudad de Lima a futuro, y con la mitad de los electores que votarán por él a sabiendas que es un ladrón (“roba, pero hace obra”).

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Se equivocan mis amigos de izquierda cuando polarizan la elección entre la derecha y la izquierda, entre “el malo y la buena”. Es maniqueo y no refleja un buen análisis. Los que van a votar a favor del “roba pero hace obra” no necesariamente pertenecen a la DBA (derecha bruta y achorada). Tampoco la izquierda es un “gran enemigo político” que justifique extinguirla. Eso es victimizarse. Si no se han dado cuenta, como fuerza política ya está extinguida hace mucho.

Es cierto que existe cierto macartismo que explica una fobia a todo lo que provenga de izquierda; pero de allí a autoconsiderarse una “gran fuerza política” a la que quieren derrotar a toda costa, existe mucho trecho. Lo que puede existir más bien son intereses creados porque las cosas en la ciudad de Lima no cambien. Eso es una cosa muy distinta.

Los poderes fácticos que desean mantener el statu quo van a oponerse siempre a cualquier reforma, sea de izquierda o sea liberal; pero la fuerza electoral de la izquierda ya pasó hace más de veinte años, cuando tenía “el cinturón rojo” alrededor de Lima (cinturón que ahora es castañedista y fujimorista); y hoy las izquierdas, políticamente, son “microbios” que se arriman a cualquier gobierno aparentemente progresista. Villarán tenía un enorme reto: ser un buen gobierno de izquierda como el del desaparecido Alfonso Barrantes. Lo intentó, pero la valla fue muy alta para ella y su gente. Esa es la sencilla verdad.

Una sugerencia final para mis ex compañeros de ruta: Sería bueno que de vez en cuando salgan de sus oficinas climatizadas y de las redes sociales, y se ensucien un poco los zapatos visitando los inmensos bolsones de pobreza que rodean la ciudad de Lima y pregunten a la gente por qué votó a favor del candidato del “roba pero hace obra”. No son “el electarado” que define la derecha dura, pero tampoco “los pobrecitos ignorantes” que supone la izquierda samaritana. Se llevarán más de una sorpresa.

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Difícilmente los que ya decidieron su voto por el candidato del “roba pero hace obra” cambien de opinión. No es cierto que solo votarán por él los necesitados, los que no les importa de dónde vengan las obras con tal de tenerlas y no pagar por ellas. No es sólo ese inmenso bolsón de votos de los sectores D y E que le concederán el retorno al sillón edil. Existen muchos votantes de los sectores medios ilustrados, con cierto grado de cultura y educación, que concientemente votarán por dicho candidato. Es gente informada, que lee diarios “serios”, se encuentra al tanto de las noticias y no carece de criterio propio. Tengo muchos amigos y colegas que votarán por el “roba pero hace obra” pese a los graves cuestionamientos que pesan contra el ex alcalde; y estoy seguro que muchos de esos amigos y colegas no buscan un beneficio directo, algunos quizás sí, pero no son todos; otros lo hacen por digamos “convicción” o, como diría el sicoanalista Max Hernández en una reciente entrevista, porque a la gente no le gustan los cambios. Quizás algo de cierto hay, el ser humano es un animal de costumbres, y después de tantos años ya nos acostumbramos a los atropellos y muertes de las combis,  al caos del trasporte y a la inseguridad ciudadana.

En fin, el hecho está consumado, pero eso no significa que todo esté perdido. Pertenecemos a esa “inmensa minoría” que sí le preocupa que regrese al poder un político seriamente cuestionado en sus anteriores gestiones y que, de nuevo al frente de la alcaldía de la capital, se desinterese de las reformas emprendidas para él y su camarilla aplicar a forro el “roba pero hace obra”. Tenemos opciones, no solo fiscalización constante desde este 1 de Enero, no bajar la guardia, como no se bajó cuando Humala fue elegido presidente en otro contexto muy distinto. Los reflectores deben estar constantemente sobre ellos.

No bajar la guardia significa estar alertas, ser un ciudadano conciente de sus derechos así como de sus deberes, estar interesado en “la cosa pública”; pero también el saber elegir. Los que son apáticos, que no les interesa “la política”, no se quejen después si las cosas se ponen peor. Y como la decisión de alcalde ya está tomada, hagamos un contrabalance de poderes, elijamos –como sugiere Rosa María Palacios- a las listas de oposición a fin que entren sus mejores cuadros y fiscalicen. No va a entrar el candidato a alcalde, pero sí sus regidores. Es una forma sensata de no desperdiciar el voto.

Por eso no todo está perdido. Elijan en las listas de oposición (realmente de oposición). Somos un tercio de ciudadanos que sí nos importa quién entre al gobierno. Como ciudadanos y parte de esa “inmensa minoría” tenemos ese derecho. No lo desperdicien.

Tuesday, September 30, 2014

CLASES SOCIALES Y ELECCIONES MUNICIPALES



Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com

Llama la atención que el voto mayoritario a favor de Luis Castañeda Lossio provenga de los sectores populares (lo que se conoce en las encuestas como los sectores C, D, y E), mientras a favor de Susana Villarán –de tendencia izquierdista- se encuentren los sectores altos y medios (sectores A y B) que obviamente son minoría y no deciden una elección.

Inicialmente se podría conjeturar que los sectores populares son más propensos a la corrupción que los otros, así como más propensos a las dádivas y a los ofrecimientos demagógicos; pero ello aparte de ser parcialmente inexacto, no explica en su totalidad el fenómeno.

Existe un elemento adicional que lo explica en parte y lo comentamos en un artículo anterior a raíz de la revocatoria: la afinidad de clase. (“Siendo una alcaldesa de izquierda, paradójicamente es rechazada por las mayorías populares (el sí se impuso en los distritos más populares), mientras los segmentos altos y medios la avalaban, incluyendo a instituciones de la gran empresa, como la Confiep”: La revocatoria en el final: Susana reina pero no gobierna, 22.3.13).

            Por más que Villarán sea de izquierda (caviar, pero de izquierda) tiene, por afinidad de clase, una sintonía con esos votantes que pertenecen a los rezagos de lo que fue la oligarquía criolla de antaño. Esa “argollita” que detentaba en sus manos el destino del país. Su extracción de clase proviene de allí. Es un elemento subjetivo, intangible, un lazo umbilical, pero que explica en parte esa afinidad de los sectores altos con la alcaldesa. Es una de las “suyas”. Por más que ella lo desee, no podría mimetizarse jamás con un poblador de los sectores populares: su educación, su formación, su pasado familiar, le impiden compenetrarse con los pobladores de los sectores sociales más bajos, pese a sus buenas intenciones “samaritanas”.

En cuanto a los costos políticos por las reformas emprendidas, es cierto, aunque parcialmente, lo argumentado por Villarán y su entorno. Organizar el trasporte y el comercio mayorista significa afectar intereses de sectores informales consolidados en el tiempo y muchos de ellos componentes de “la nueva clase media”, poco ilustrada todavía y enormemente pragmática, pero que goza de gran poder económico cimentado en varias décadas de actividad informal. En cambio los sectores altos y medios tradicionales que le conceden su voto a la alcaldesa, por su propia ilustración de clase (periódicos que leen, comparación de reformas en distintas capitales, acceso a información, etc.), comprenden mucho mejor la necesidad de una reforma amplia de la ciudad de Lima, incluyendo trasporte, comercio mayorista, infraestructura, seguridad ciudadana, con una “visión” de ciudad a futuro.

De allí que el candidato Castañeda, apelando a un populismo edil,  hable (es un decir, dada su parquedad) de una “revisión” de la reforma del trasporte. En cierta manera, lo que busca es ganarse a esos sectores informales con gran poder económico a los cuales el “roba pero hace obra” no les tiene sin mucho cuidado ético dada su pragmaticidad absoluta.

 Según dicen algunos entendidos en los problemas del trasporte, la reforma no se hizo antes por falta de decisión política. Cada vez que en la Municipalidad de Lima se sugería el tema, los transportistas hacían “una bolsa” para dejar las cosas como estaban. (Hasta el ahora “venerable patricio” Luis Bedoya Reyes dicen que, siendo alcalde de la ciudad, se opuso a la construcción de un subterráneo en Lima por presión de los transportistas de ese entonces). Leyenda urbana o no, lo cierto es que no existió ánimo político de parte de los alcaldes de los últimos cuarenta años para encarar problema tan peliagudo.

Pero, como apuntamos, los costos políticos de encarar las reformas no es la única explicación de la baja aceptación de la alcaldesa Villarán. Creo que también se debe a sus garrafales errores, que vienen desde sus primeros años de gestión. Faltó un plan coherente, preparación, gente más versada en su entorno. (Su entorno de confianza provenía de las ONGs, de la “izquierda pituca”, donde algunos incluso por primera vez conocían el centro histórico de la ciudad cuando fueron a trabajar a la Municipalidad de Lima, adictos a las consultorías y redes sociales, pero no al trabajo de campo). El factor humano que reclutó por naturales razones ideológicas y clasistas fue insuficiente para el gran reto que se había impuesto.

Si lo vemos en retrospectiva, sus primeros años solo fueron de “aprendizaje”: obras inconclusas, otras a medio hacer, improvisación por doquier (como la demostrada en el tristemente célebre “olón” de la playa La Herradura, obra hecha contra toda previsión técnica), o la improvisación y apresuramiento, de cara a las elecciones, del “corredor azul”, con serias deficiencias y perjuicios para el público usuario. Aunque, en honor a la verdad, la primera gestión de Luis Castañeda tampoco brilló por grandes obras, más bien fue bastante opaca, hasta mediocre; y su “obra-insignia” en la segunda gestión, el Metropolitano, demoró su culminación más de lo previsto y costando seis veces lo que el presupuesto inicial.

A ello se debe sumar cierta arrogancia de la alcaldesa y la generación de anticuerpos: tiene un “espíritu aristocrático” (de nuevo el factor de clase), quizás contra su voluntad que, curiosamente, la hace sintonizar con los sectores altos, siendo ella de izquierda, y rechazo manifiesto y poca comprensión por los sectores populares (es sintomático como los vecinos de las zonas populares durante las primeras semanas del “corredor azul”, frente a sus protestas de falta de buses alimentadores, eran acusados por los altos funcionarios de la Municipalidad de Lima –que no usan el trasporte público- como “ociosos”, “poco cívicos”, “convenidos” y otros calificativos peyorativos, mientras con un distrito de clase media alta como Miraflores firmaban esos mismos funcionarios un convenio para “no molestar a los vecinos miraflorinos” recolocando el paradero final de los buses).

Y, por supuesto, la revocatoria desde que asumió el cargo, que la hizo concentrarse en su defensa antes que en los problemas de la ciudad. Ya el tema lo hemos tratado en otros artículos de este blog, pero existió en su contra un ánimo revocador de sus opositores políticos que fue capitalizado por los errores en su gestión. (Si analizamos en términos socio-raciales, curiosamente la revocatoria la lideró un “cholo” –Marco Tulio Gutiérrez-proveniente de los sectores populares emergentes contra una “pituca blanca” de pasado señorial. Eso da para un análisis sociológico y hasta sicológico).

No dudamos de las buenas intenciones de la alcaldesa, pero ese espíritu de clase confabula contra su accionar político.

A lo que debemos agregar la falta de partido político propio. Otro de sus errores fue presentarse con su propio partido a las elecciones generales del 2011, perdiendo la representación electoral de Fuerza Social, lo que la llevó a buscar desesperadamente un “vientre de alquiler” al más puro estilo de los “políticos chicha” y a romper con muchos de sus antiguos aliados de izquierda (muy parecido a lo que hizo Humala cuando llegó al gobierno), pese a que había prometido no presentarse a una reelección cuando fue lo de la revocatoria. La ambición personal pudo más que el razonamiento político desasosegado, y los resultados los va a ver el 5 de Octubre.

También confabula que una de sus “obras insignia”, la reforma del trasporte, la empezó muy tarde, por lo que no va a gozar los réditos políticos que justifiquen una reelección. Si la reforma la hubiese empezado seriamente un año atrás y tuviese para mostrar dos o tres corredores que operen eficientemente, con un público usuario “educado” en el uso del trasporte público como sucede en otras capitales de la región, tendría algo que justificase en los hechos la continuidad de su administración; pero, recién la reforma del trasporte se encuentra en el periodo de prueba, con errores, marchas y contramarchas, y buses reacondicionados y no los prometidos Euro V.

Aparte de ello, la reforma del trasporte actualmente más beneficia a los sectores medios que usan el corredor de la Avenida Arequipa o el próximo de Javier Prado; pero un trabajador que vive en los distritos de Ventanilla, Villa María o San Juan de Lurigancho no se beneficia directamente. Quizás a futuro sentirá los beneficios, pero actualmente solo tiene molestias y pagos de más por desplazarse a su trabajo o centro de estudios, al tener que usar dos o tres vehículos. De repente, de haber comenzado por allí la reforma, en los sectores populares, antes que en los sectores medios (de nuevo el interés de clase), el resultado electoral pudo haber sido distinto (ahora que laboro en una universidad ubicada al pie de la Panamericana Sur constato que por allí ni remotamente ha llegado la reforma del trasporte e impera la informalidad total).

Adicionalmente, Villarán también podría enfrentar su propio Comunicore, si se comprueba las graves irregularidades de su gerente en la Caja Metropolitana de Lima. De ser así, de comprobarse el saqueo a las arcas comunales, sería el fin de otro “mito”: el de la supuesta superioridad ética de la izquierda, el auto considerarse “la reserva moral del país”; mito que por cierto ya se encuentra bastante cuestionado con las graves acusaciones e indicios de corrupción y enriquecimiento ilícito que pesan contra Gregorio Santos.

Pero, por el lado del candidato que va puntero las cosas no son muy halagüeñas para la ciudad. Si promete más de lo mismo de su primera gestión (escaleritas para los cerros y un par de cruces a desnivel) será poco para Lima. La valla la tiene alta, dado que la reforma del trasporte y del comercio mayorista significa que deberá enfrentarse a los sectores informales que le van a dar su voto. Si todo regresa “al estado pre-reforma”, sea con el eufemismo de una “revisión” o cualquier otro subterfugio legal, la ciudad será la principal afectada.

Posiblemente la nueva gestión de Castañeda se reduzca a un “Comunicore 2” en versión corregida y aumentada, cumpliéndose la profecía del “roba pero hace obra” que casi la mitad de electores piensa de él. No se percibe ni en el propio Castañeda ni en su entorno ánimos de grandes reformas, de “pisar callos”, sino más de lo mismo que vimos en su anterior gestión: un poco de cemento por aquí o inaugurar unas escaleras por allá. (De hecho su principal ofrecimiento hasta ahora –sin contar el estrafalario monorriel que sacó de la manga- son doscientas “escaleras solidarias”).

Por ello, Villarán por más que pierda las elecciones, en los últimos meses de su gestión deberá consolidar la reforma del trasporte, corregir errores sin la presión electoral, colocar “candados legales” a los cambios que inició e impedir así que el 1 de Enero, cuando asuma el cargo el reelecto alcalde, se retorne a la situación anterior del caos en el trasporte público. Será un haber que políticamente podrá mostrar a futuro, que “Susana sí se atrevió” a lo que muchos alcaldes no quisieron enfrentar.

Lamentablemente cualquier cambio requiere enfrentar a los grupos fácticos de poder informales que a lo largo de décadas han consolidado poder económico y político. Estamos viendo su actuar no solo a nivel de los gobiernos locales, sino los regionales y el propio gobierno central (el partido nacionalista llevó en sus filas a muchos del sector informal y “las bolsas para campaña” del entonces candidato Ollanta Humala fueron bastante evidentes).

Ese es uno de los dilemas que se van a presentar en los próximos años, sea en la ciudad de Lima o en las regiones.


Monday, September 22, 2014

REFERENDO EN ESCOCIA

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejj39@hotmail.com

El “no” a la independencia se impuso sobre el “sí” en el referendo del 18 de Setiembre, por lo tanto Escocia continuará siendo parte del Reino Unido de la Gran Bretaña. De haberse impuesto el “sí” hubiese tenido posiblemente un “efecto dominó” en otras regiones separatistas de Europa, especialmente los catalanes que se preparan para una consulta similar.

Una de las consecuencias del fin de la guerra fría fue el resurgimiento de los nacionalismos europeos que se encontraban en un segundo plano por las tensiones entre el Este y el Oeste. Terminada la guerra con la implosión de la Unión Soviética, se elevaron a primer plano, a veces en forma dramática como en la ex Yugoslavia o las propias repúblicas ex soviéticas y, en ciertos casos, el silenciamiento independentista fue sangriento como en Chechenia.

En otros, donde existe un desarrollo mayor de las formas democráticas, la decisión de declararse autónomos pasa por las ánforas, por la consulta directa a los ciudadanos involucrados. Es lo que sucedió en Escocia, lo que puede suceder en España con respecto a los catalanes y vascos,  y lo que también pasó en la zona franco parlante del Canadá. Matices más matices menos ha existido un deseo de independencia que se ha resuelto “civilizadamente”.

Nosotros tenemos también, de vez en cuando, ansias separatistas, como la del sur de Puno, con la creación de la Nación Aimara que reúna a las etnias a los dos lados de la frontera, tanto los aimaras de Perú como los de Bolivia. Hasta ahora el asunto no ha pasado más allá de poses declarativas y sustentos “históricos”; pero como Estado debemos estar preparados para lo que pueda venir, si el estado de las cosas cambia.

Ello obedece a que los estados-nación que se crearon fue producto de un sometimiento violento de unos pueblos hacia otros, no consensual, pueblos que por otra parte conservaron un fuerte nacionalismo; por lo que en ciertas coyunturas resurge, como la acaecida en Europa a raíz de la crisis económica que todavía no la superan. Así, la nación que dentro de un Estado pretende autonomía, supone que con sus recursos le irá mejor que siendo parte de otro Estado. Es lo que acaeció con los escoceses y el petróleo del Mar del Norte, cuyas reservas no están del todo justificadas, dependiendo cómo se mire el vaso, pero sirvió de incentivo a favor de la campaña por el “sí”.

Quizás en el caso de Escocia primó cierta cordura.

Con las naciones sucede lo mismo que con las familias: a veces podemos renegar de nuestros parientes más próximos o desconocerlos como tales. Las imposiciones de los lazos consanguíneos son arbitrarias, pero lo cierto es que el paso del tiempo y el trato nos hace verlos como personas cercanas a nosotros, y con ciertas características más o menos similares.

No obstante el ambiente polarizante que se vivió en las últimas semanas, muchos escoceses, sobretodo los indecisos, con la cabeza más fría sopesaron lo que podrían perder en caso separarse de Gran Bretaña (la estabilidad de la libra esterlina, puestos de trabajo en empresas inglesas, barreras migratorias, incertidumbre frente a un futuro desconocido, posible no reconocimiento por parte de la Unión Europea) y aplicaron el viejo adagio que dice más vale malo conocido que bueno por conocer.


Mal que bien son parte del Reino Unido y de un gobierno que les ha prometido más autonomía de la que en la actualidad gozan. Es meritorio reconocer la labor de persuasión (a veces aplicando el “susto” de lo que podría pasar en caso de una secesión) que han tenido los líderes de los tres principales partidos: los conservadores, los liberales y los laboristas. Todos ellos han suscrito el acuerdo para mayor autonomía política y financiera-tributaria a favor de Escocia que, conocidos los resultados, comenzaría a ejecutarse el próximo año; abriéndose paso a un “nuevo pacto político” entre las naciones del Reino Unido: una suerte de federalización con “micro estados” al interior de un gran estado, experimento político que quizás sirva de ejemplo para casos similares. 

Thursday, September 04, 2014

OSTERLING O EL SER REPUBLICANO

Por: Eduardo Jiménez J. 

Agosto fue un mes aciago para la política, las letras y las artes.  Casi consecutivamente se fueron Henry Pease, Enrique Zileri, David Sobrevilla, Rafael y Victoria Santa Cruz y, ahora, Felipe Osterling.

Mi primer acercamiento a Felipe Osterling fue por el derecho: su tratado de Obligaciones, escrito al alimón con Mario Castillo, era y es consulta indispensable para el estudiante, con mayor razón cuando mi tesis de bachillerato versaba sobre un aspecto importante de las obligaciones como es el pago de intereses. Siempre le tuve respeto como “padre” del importante Libro VI del Código Civil; y si bien fue bastante conservador en la estructura final del texto (hecho que después me percaté era inherente a su carácter), se debe reconocer que es uno de los pocos temas del Derecho Civil donde los cambios se realizan muy lento.

Ideológicamente no fue un liberal, más bien fue el conservador que encajó muy bien en el Partido Popular Cristiano (“club de abogados” como alguien, en ese entonces, lo denominó acertada e irónicamente); aunque fue un socialcristiano por convicción y formación. Quizás la educación en colegios religiosos, los estudios en la PUCP “pre-modernizante” de la casona en la Plaza Francia, marcaron ese tono que iba bien con su carácter. Un tanto en esa tradición que insufló Riva Agüero para lo que pensaba debía ser una universidad católica.

Profesor por largos decenios, hacía cátedra no solo en el aula, sino también en la tribuna política. Un auténtico profesor lo es dentro y fuera de aulas. En ello fue un ejemplo para muchos de su generación y las que vinieron después. Dejó de ser profesor y se convirtió en maestro.

Un ejemplo del Osterling académico fue que solo publicaba aquello que pensaba valía la pena. No fue tanto hombre de multifacética obra, con mucha extensión pero poca profundidad, sino de escasa extensión, casi reducida al tema de Obligaciones, pero con evidente profundidad. En ese sentido fue un obseso, en el buen sentido del término, y uno de los pocos realmente juristas, en el sentido preciso de la palabra.

El Osterling político me llamó la atención mucho después. No tanto el ministro de justicia del segundo gobierno de Belaunde, sino el que desafió el autogolpe de Alberto Fujimori en 1992. La célebre foto donde increpa airado a los militares que le impiden ingresar al Congreso en calidad de presidente del Senado dio la vuelta al mundo.

Su vida política activa terminó en ese momento, pero no su participación en la política como opinante, como hombre preocupado por la cosa pública. Osterling pertenece a esa vieja raza de republicanos que, sin importar la tienda donde militan, su interés está en los problemas del Perú y sus posibles soluciones.

Esa raza que se va extinguiendo con la desaparición de Henry Pease desde el ejercicio de la cátedra y la política, de David Sobrevilla desde la filosofía comprometida con la realidad, de Enrique Zileri desde el periodismo crítico, y Felipe Osterling desde la tribuna del derecho. No fue de esos “juristas” que se creen asépticos y prefieren no opinar de política (y terminan sirviendo a dictaduras o gobiernos autoritarios). Todo lo contrario, quiso “ensuciarse las manos” en su compromiso con el país, más allá de las intolerancias que todavía imperan en nuestro medio.

Sus últimos años los dedicó a escribir sus memorias y a poner a punto la versión definitiva de su Tratado de Obligaciones, de reciente circulación.


Viejo republicano, quizás con él se está extinguiendo una forma de acercarse a la política, comprometida con el país y sus instituciones más allá de los apetitos inmediatos. Descanse en paz.