Thursday, January 29, 2015

SOBRE LAS INTERPRETACIONES ACERCA DE AMERICAN SNIPER (EL FRANCOTIRADOR)

Por: Eduardo Jiménez J.
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En los Estados Unidos la película ha recibido críticas del sector liberal (lo que acá vendrían a ser los caviares), por considerarla patriotera y belicista. Pero, una buena película como El francotirador (y, por extensión, cualquier obra de arte de calidad) puede contener más de una interpretación.

Si uno observa atentamente el filme se dará cuenta que cabe tanto la interpretación belicista; pero, por oposición, también la antibélica, la que se acentúa por acumulación: son tantos los asesinatos selectivos que infligió Chris Kyle (se estiman en más de doscientos), sean hombres, mujeres o niños, como el trauma de postguerra sufrido por el protagonista, que vamos a tener una sensación que el director más bien ha querido realizar una película de contenido pacifista.

En efecto, la interpretación belicista opera a nivel epidérmico: los fríos asesinatos a la distancia apretando un gatillo, el sentido patriota del pueblo norteamericano y del propio personaje luego de los sucesos del 11 de Setiembre, el tratamiento de “salvajes” de los iraquíes vs el afán “civilizatorio” que traen las fuerzas norteamericanas (pacificación, democratización del país, libertad del “pueblo oprimido”, etc.).

Dicho sea de paso, la justificación civilizatoria siempre ha sido el argumento central de toda guerra e invasión de un pueblo a otro, desde los romanos, pasando por los españoles, hasta los ingleses y norteamericanos. El pueblo invasor trata de “salvaje” al pueblo invadido y, por tanto, lo que busca es “civilizarlo”.

Y la “cereza de la torta” es la evidencia no cuestionada de las ideas conservadoras del propio Eastwood y su simpatía por el Partido Republicano, partido político que hoy más que nunca se encuentra muy cerca de las ideas fundamentalistas de derecha, de esa noción de patria muy enraizada en los sectores conservadores de la sociedad yanqui y de los grupos económicos de poder en Estados Unidos.

Desde ese ángulo sería incuestionable la postura pro bélica de la película; pero insisto que puede dársele otra interpretación “por debajo de la piel”, en el sentido que son tantas las atrocidades presentadas, que la reacción por oposición es distinta a lo visto, produciéndose por rechazo un sentimiento “no bélico” en el espectador, así como de toda la parafernalia patriotera que exhibe las escenas finales del filme, donde se muestra las exequias como héroe nacional de Chris Kyle.

Por lo demás, la construcción del personaje es una ficción. Muy aparte que se halla basado en sus memorias el guión del filme, la construcción de un personaje en base a un modelo “real” tendrá los acentos que el guionista y luego el realizador quieran darle; muy aparte que al tratarse de memorias, quien escribe tiende a “mentir” sobre si mismo o a justificar o atenuar algunos hechos de su accionar. De allí que se acentúa la arista del tipo convencido de lo que hace para defender a su país y a los más débiles luego del 11-S, que el lado oscuro de su personalidad, la que tiene facetas poco amables al personaje real, según testimonios de quienes lo conocieron.

Una obra de arte que trasciende tiene interpretaciones que van más allá de lo que su autor quiso decir o hacer. Ejemplos abundan en clásicos de la literatura, la pintura o el cine. Por ello interpretaciones en uno y otro sentido van a coexistir, lo que no quita que estemos ante una de las mejores películas de Clint Eastwood, que prueba el buen estado del realizador en su octava década de vida.



EL FRANCOTIRADOR [American Sniper] 
Dir: Clint Eastwood   
Guión: Jason Hall, basado en el libro de Chris Kyle
c/ Bradley Cooper (Chris Kyle), Keir O'Donnell (Jeff Kyle), Sienna Miller (Taya)
EEUU/2014/Drama****/Estrenos




Monday, January 26, 2015

CÓMO LOS PERSONAJES HISTÓRICOS CAMBIAN CON LA ÉPOCA (SOBRE ÉXODO: DIOSES Y REYES)

Por: Eduardo Jiménez J.
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Muchas veces nuestra imagen de un personaje o hecho histórico se encuentra relacionada con la que proporciona la ficción, especialmente el cine y la literatura.

Es lo que sucede con la figura de Moisés, muy relacionada con la que plasmó Charlton Heston en Los diez mandamientos (1956): un Moisés iluminado, profético, un “santo varón” que “habla con Dios”, muy al ambiente de los todavía puritanos años 50.

El Moisés de Ridley Scott más bien es un tipo escéptico, guerrero a la usanza de su formación como príncipe de Egipto (como todo príncipe debió ser adiestrado en las llamadas “artes de la guerra”), pero justo; que descubre circunstancialmente su origen y la “palabra revelada”; y que a pesar de ello, sigue manteniendo sus dudas y preocupaciones existenciales. (Es un hombre que va a dudar hasta cuando se abre el Mar Rojo). Un hombre que se encuentra desgarrado entre dos culturas y dos afectos: la de su origen y la adoptada. En otras palabras es un Moisés que refleja más al hombre contemporáneo que al personaje bíblico de granito exhibido en la recordada película de Cecil B de Mille.

Sucede lo mismo que con el Noé de Darren Aronofsky, más con look de guardián ecológico que de profeta bíblico (curiosamente Aronofsky había pensado también en Christian Bale para el protagónico, quizás por esa ambigüedad que siempre refleja ante cámaras)

A ello se suma que el Moisés interpretado por Christian Bale no aporta demasiado registro de los cambios que sufre el personaje. No se ve una carga dramática que apele a un “antes” y un “después” del encuentro con el Creador, como los numerosos seguidores de la historia bíblica deseaban apreciar (Charlton Heston hasta “brillaba” una vez que Dios se le reveló).

Igual sucede con el antagónico, el faraón Ramses, mostrado pusilánime, rencoroso, bastante limitado en sus cualidades, pero que no aporta más para llevar al clímax la trama. (Muy distinto al que interpretó Yul Brynner que hasta superaba en calidad interpretativa a Heston, más “actor de pose” que de registro actoral). Y, algunos, incluso extrañaron la lucha fratricida entre ambos –marcadamente visible en la obra de De Mille- que hasta se permitía, osadía de la época, la licencia de la rivalidad por el amor nada menos que de la reina de Egipto, recurso melodramático sumamente efectivo que el legendario De Mille manejaba con extraordinaria habilidad. (En Scott solo se aprecia una envidia de uno hacia el otro, pero no explota ese lado folletinesco).

Un acierto es el uso de un niño como “mensajero de Dios” (o Dios mismo, si se quiere), al que solo “ve” Moisés. Es un recurso dramático más adecuado que la voz grandilocuente que hablaba (o mejor dicho ordenaba) en Los diez mandamientos. Asimismo, ese Dios vengativo, furioso por el sometimiento a esclavitud de su “pueblo elegido”, se condice más con el Yavé del Antiguo Testamento, que con el Dios de amor descrito en los Evangelios, en el cual se inspiró la obra milleniana. (Revisen el Antiguo Testamento, es un Dios que ordena “pasar a cuchillo” a quienes no creen en él).

Para colmo de los detractores, la escena central de la trasmisión divina de los diez mandamientos es apenas marginal en Éxodo. Vemos un Moisés que los va cincelando en las tablas con la benevolencia del Creador, pero sin que implique trasmisión literal de las leyes. Más es un Moisés creador de leyes para su pueblo –digamos un Moisés legislador- que un intérprete de la voluntad divina. (Pero hay que tener en cuenta que la película se titula Éxodo, por lo que se centra más en la gesta de la huída del pueblo judío fuera de Egipto que en la dación de los mandamientos).

Marx dijo que en el capitalismo sería imposible escribir La Iliada. Tenía razón. Aludía a que cada época desarrolla el arte conforme a los insumos que esta le proporciona. Incluso de esa regla no se escapan los personajes históricos. Se les insufla características que más dicen del momento presente que de lo sucedido en el pasado, o de la ideología o política imperante en la actualidad. Y, así como sería imposible hoy hacer un filme similar a Los diez mandamientos (parecería ingenuo y hasta ridículo), el Moisés de ahora refleja las dudas y angustias del hombre occidental que ha perdido la fe en lo sobrenatural, pero que se sigue haciendo las mismas preguntas que se formuló desde que comenzó a pensar. De dónde vengo, adónde voy, cuál es mi papel en este mundo. De repente al final no hay nada, pero las eternas preguntas siguen moviendo al ser humano.

Si bien Éxodo no se encuentra entre las mejores películas de Ridley Scott (gusta mucho de las ambientaciones históricas y de las obras futuristas), no por ello la podemos minusvalorar. Dentro de sus limitaciones, tiene sus méritos.


EXODUS: DIOSES Y REYES [Exodus: Gods and Kings]   
Di: Ridley Scott         
Guión: Adam Cooper, Bill Collage y otros
c/  Christian Bale (Moses), Joel Edgerton (Ramses), John Turturro (Seti), Aaron Paul (Joshua), Ben Mendelsohn (Viceroy Hegep), María Valverde (Zipporah), Sigourney Weaver (Tuya), Ben Kingsley (Nun), Andrew Tarbet            (Aaron)

EEUU,UK/2014/Épica***/Estrenos


Monday, January 19, 2015

LA CAUTIVA DEL TERROR

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

A veces no se si se trata solo de “cortinas de humo” generadas desde el gobierno a fin de distraer la atención de los últimos escándalos que llegan hasta el mismísimo ejecutivo (caso Belaunde Lossio, caso López Meneses, corrupción en ciertas altas esferas del poder) o, peor aún, crear un clima social que permita una política “más dura” encabezada por un ministro que se dedica más a tuitear que ha capturar delincuentes. No lo sé. Solo espero que a este gobierno no se le ocurra una desesperada salida autoritaria tipo 1992, frente a todo el despelote que lo rodea. Solo espero eso.
Me llamó la atención “la denuncia” del procurador antiterrorismo contra una obra de teatro, a lo que se suma la del Ministro Urresti, semanas anteriores, contra una exposición de pinturas por integrantes de Sendero Luminoso.
De Urresti se puede esperar cualquier cosa, como revelan sus agudos tuists; pero de un “hombre de letras” como es el procurador Julio Galindo, supuestamente un abogado, llama la atención.
En principio, me parece que la obra ya no se encuentra en cartelera, y por los datos que se han filtrado de “la investigación” del procurador, estos son bastante febles y subjetivos. Básicamente son dos: que se deja mal paradas a “las fuerzas del orden” (las que en la obra teatral van a acometer un acto de necrofilia sobre el cadáver de una joven) y que subliminalmente se hace apología del terrorismo.
Sobre lo primero (las fuerzas del orden como violadoras de derechos humanos), imagino que la pieza teatral –no llegue a ver la obra- recrea un hecho que es cierto: las fuerzas militares violaron derechos humanos, sea de los terroristas o de terceros ajenos a “la guerra interna”. Se encuentra ampliamente documentado en el Informe de la Comisión de la Verdad. Que hayan sido casos aislados o una acción sistemática desde el propio estado, es otra cosa. (En lo personal, creo que solo fueron casos aislados, no una política de estado de eliminación sistemática del “enemigo” como en Argentina o Chile de los años setenta).
Por el lado de la apología del terrorismo, la controversia es más difusa todavía, dado que en un contexto democrático y de libertad de expresión, una persona puede expresar sus ideas, bajo cualquier forma como, por ejemplo, estar de acuerdo con la lucha armada y que “el pensamiento Gonzalo” es la quintaesencia del legado marxista-leninista-maoista. Ello no va a ser de la persona un apologeta del terrorismo. Hasta donde tengo entendido, es necesario que la apología sea clara y directa (ejemplo: incitar a la lucha armada y a continuar la guerra popular del campo a la ciudad).
Caso contrario, estarían dentro de la apología del terrorismo no solo la obra de teatro en cuestión, sino películas como La boca del lobo o novelas que ya trataron el tema de la violencia política. Hasta la novela Historia de Mayta, que nuestro Nobel escribió proféticamente en los años ochenta del siglo pasado, caería en el supuesto de apología del terrorismo.
Supongo que el incidente no pasará a mayores (frente a la orfandad de apoyo, el propio procurador se ha desistido de la acción penal); pero lo que sí me preocupa es esa actitud confrontacional del ejecutivo. No parece que se deba solo a un caso de estrés o de paranoia persecutiva. Es más profundo y trae sus cosas. Solo espero, como expresé líneas arriba, que no se trate de preparar algún escenario para tener cautivos a treinta millones de peruanos.


Friday, January 09, 2015

JE SUIS CHARLIE

Por: Eduardo Jiménez J.
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Yo soy Charlie, fue el grito desgarrador y solidario de miles de franceses ante el asesinato de los dibujantes del semanario satírico Charlie Hebdo.

Más allá de los motivos, el terrorismo, como su nombre lo indica, busca causar el terror y la zozobra entre la sociedad y azuzar al estado en métodos represivos que le permita al mando terrorista justificar las acciones. Una suerte de círculo perverso: más represión, más violencia y en el camino el grupo terrorista va ganando legitimidad.

De allí que el estado de derecho debe combatirlo bajo ciertos parámetros y no degenerar en violaciones a los derechos humanos que permitan a los terroristas convertirse en mártires. Nosotros lo sabemos por experiencia propia y los franceses también, ya que lucharon contra los independentistas de Argelia –que usaron métodos terroristas para obtener su autonomía de la metrópoli- violando derechos, como ocurrió en aquellos años. Fue una mala estrategia del gobierno galo de ese entonces y suponemos ha aprendido la lección (para lo cual, igualmente, basta ver lo que sucedió con los prisioneros de Al Qaeda en manos de la inteligencia norteamericana, y las consecuencias que ello ha generado después).

Curiosamente los que cometen atentados en Europa son personas que tienen un doble lazo cultural: por un lado está el de sus ancestros que provienen del Oriente próximo, conservando su religión y costumbres milenarias, y por el otro, los lazos culturales con el país adoptivo de raigambre occidental. Y si nos adentramos un poco más, es probable que encontremos un odio creciente ante Occidente, sea inducido por extremistas musulmanes o deducido por lo que ha pasado en los últimos años post 11-S (violación de derechos a minorías árabes, segregación racial y cultural, xenofobia creciente, etc.).

Lamentablemente el hecho va a traer políticamente repercusiones, se quiera o no. Una de ellas es el fortalecimiento de los grupos radicales de extrema derecha de clara tendencia xenófoba, como el Frente Nacional de Marinne Le Pen, con altas probabilidades de ganar la siguiente elección presidencial en Francia. La xenofobia hecha la culpa de todos los males a los extranjeros (los judíos en la Alemania nazi, los árabes en Europa o los latinos en Estados Unidos).

El racismo antimusulmán y antiárabe en general se va a acentuar y las fronteras europeas se van a cerrar ante todo lo que no sea “occidental”, con la consiguiente acentuación de la discriminación.

Lo malo es que existe una notable población de origen árabe que tiene ciudadanía francesa (se estima en alrededor de cinco millones) que van a ser “sospechosos” de terrorismo por el hecho de tener una ascendencia no europea. Lo cual puede agravar las cosas en el corto plazo, por lo que el panorama no es muy halagador en los siguientes años.


Nos guste o no es probable que continúe corriendo sangre de uno y otro lado.