Me voy a meter “en un lío de blancos” donde
no tengo vela ni entierro como el polémico premio Feria Internacional de
Literatura 2012 concedido a mi connacional Alfredo Bryce Echenique.
La verdad que el galardón ha dividido los
criterios y las aguas no solo en Perú sino en otras latitudes. Incluso muchos
escritores y académicos peruanos y no peruanos publicaron una carta abierta de
respaldo a Bryce por la obtención de tan distinguido laurel. Carta muy sesuda,
digna de intelectuales de gran talla y valía. (Dicho sea de paso nuestro Nobel,
Mario Vargas Llosa, no firmó la célebre carta).
En resumen podemos decir que los argumentos a
favor de Bryce son: 1) que premia su obra literaria que no está en cuestión y
no la periodística que sí lo está por los sonados casos de plagio comprobado; y
2) que la moral o ética no debe entrar en el asunto, en vista que la
calificación para conceder el premio es netamente literaria.
Con el primer argumento se relativiza el
plagio, total eran artículos periodísticos y no se le ha acusado jamás de
plagiar textos de su obra narrativa que es la importante y que ha sido
merecedora de tan importante presea. Con la lógica del segundo argumento
podríamos premiar también a un pedófilo o a un genocida pero que escribe bien;
y si viola niños o mata gente, eso es secundario.
Los que se encuentran en contra sustentan su
argumentación en el criterio moral o ético: un plagiador comprobado, por más
que sea de artículos periodísticos, no merece recompensa tan significativa.
Todo este jaleo ha llevado a que el premio de
marras se le entregase discretamente en su casa, sin mucho público y sobretodo
sin periodistas que realicen preguntas incómodas.
Sin ánimo pontificador y estando muy lejos de
los sesudos e intrincados argumentos de quienes defienden a Bryce, debo
recordar que uno de los vacíos del Occidente actual es la falta de valores y la
subsecuente relativización de los actos humanos prohibidos o trasgresores de
ciertas conductas. El tabú que existía en las sociedades primitivas ha
desaparecido y el gran sustituto que fue la religión prácticamente encerrada en
un pequeño desván personal.
Estos hechos dieron lugar a la modernidad y
al reconocimiento de derechos fundamentales para la persona; pero también dio
lugar a relativizar en la sociedad ciertas conductas censurables, las que
fueron despojadas de todo calificativo moral o religioso. De allí existe apenas
un paso para la conducta cínica en política y, al parecer, también en el mundo
de las letras.
Desde ese punto de vista, los argumentos de
“los defensores” de Bryce son deleznables: no importa que haya plagiado, si
eran solo artículos para periódicos. Quizás olvidan que los hombres públicos –y
Bryce lo es- son el ejemplo a seguir. Son “arquetipos” que pueden inspirar a
otras personas a quienes se les dice implícitamente que el plagio de creaciones
de terceros es “una pecata minuta”. No importa, si eres famoso y ganas bien con
tus libros, plagia nomás, hasta puedes conseguir premios internacionales.
Creo que es signo de los tiempos la
relativización de hechos que como el plagio en creadores literarios sean ahora
consideradas cosas sin importancia y que “con toda conchudez”, como decimos los
peruanos, se reciba un premio tan importante en el mundo de las letras. Eso sí,
solapa nomás, para “no hacer roche”. Signo de los tiempos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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