Existen ciertos
hechos que marcan una línea divisoria, un parteaguas. La repartija del miércoles 17 es uno de ellos, donde la mayoría de
Gana Perú, en alianza con los fujimoristas, Perú Posible y como furgón de cola
el PPC se repartieron diez importantes cargos públicos. Sintomático de lo bajo
que ha caído la política peruana y que puede seguir cayendo más.
Y si bien los
partidos políticos involucrados sea activa o pasivamente, dieron marcha atrás,
con mea culpa incluido; existen varias lecciones que extraer de ese
aciago 17 de Julio. La primera que el partido de Ollanta Humala oficialmente se
estrena como un “partido tradicional más”. No solo porque entró de lleno a los
vicios más usuales de los partidos que tanto denostó de candidato; sino debido
a que en la noche de ese 17 de Julio reprimió con dureza toda oposición
beligerante al contubernio producido en el hemiciclo horas antes, comportándose
como un partido en el gobierno autocrático y represor. Del discurso incendiario
y ruidoso del nacionalista de hace apenas cinco años atrás, apenas quedan
cenizas. De la promesa de la gran trasformación no queda ni la hoja de ruta. Con
una carencia programática absoluta, ambigüedad y grisura partidaria, y factores
externos poco propicios, es muy difícil así que pueda ya no ganar las
elecciones del 2016, sino siquiera culminar decentemente los tres años que
todavía le restan a su gobierno y tener una mayoría que le permita “blindar” al
presidente y no termine acusado en una megacomisión como su colega García.
Evidentemente que el partido nacionalista no es el partido revolucionario y
trasformador que muchos creyeron y por el que votaron ilusionadamente millones
de peruanos en el 2006 y el 2011. Quizás con la repartija buscaron copar
puestos claves en el Tribunal Constitucional a fin de allanar el camino a la
presidencia de la primera dama (y de paso liberar, solapa nomás, al hermanísimo
Antauro). Lo malo es que Humala está perdiendo legitimidad a ritmo
impresionante y alejándose vertiginosamente de una continuidad hacia el 2016;
salvo que practique las triquiñuelas legales a las que era afecto Alberto
Fujimori, las que se hacen vía el TC o el JNE; triquiñuelas que la ciudadanía
ya no está dispuesta a aceptar, como lo están demostrando las continuas
manifestaciones de estos días.
En cuanto a los
fujimoristas, existen dos reacciones contrarias. Las que suscita de rechazo su
candidato al TC, Rolando Sousa; y la actitud de Keiko Fujimori, con reflejos
rápidos para posicionarse en la escena con una crítica hacia todo el proceso de
elección y sintonizar así con el sentir de la ciudadanía, cuando su partido
horas antes había avalado la repartija.
Los apristas no se
quedaron atrás gracias a los reflejos rápidos de Alan García, que si bien no lo
libran de la posible inhabilitación política, más que seguro su partido
obtendrá el 2016 una cantidad mayor a los cuatro congresistas de este
quinquenio. Curiosamente si García es inhabilitado políticamente, sale ganando
Keiko, así que los nacionalistas al final no saben para quien trabajan (y de
repente, al paso que van, son ellos los que el 2016 apenas van a obtener cuatro
congresistas).
En cuanto a Perú
Posible y el PPC se comportaron como lo que son: “furgón de cola” de una
mayoría, deseosos de tener siquiera un cargo que les permita contar con
presencia política y puestos públicos para los militantes. Con esas actitudes
uno va camino a la extinción y el otro a ser lo que siempre fue: un partido
netamente limeño.
Pero, nombrar impresentables como un abogado defensor de
narcotraficantes y corruptos; una abogada expulsada de la administración
pública por incompetente y saqueadora contumaz de una Fundación a su cargo, con
propiedades misteriosamente adquiridas en los últimos años por más de medio
millón de dólares; amén de otro abogado (a jurista no llega), ayer profesor
mediocre de derecho constitucional en una universidad católica -según confesión de sus propios ex alumnos de la maestría
donde enseñaba- y hoy embajador político y entusiasta defensor de la
candidatura presidencial de la primera dama; aparte de otros candidatos de
trayectoria gris, cuyas únicas cualidades son tener carné de algún partido
político metido en la repartija y descartar candidaturas más decentes e
idóneas, demuestra no solo lo mal que se encuentra el sistema de partidos, sino
las consecuencias de no haber hecho estos la reforma (o auto reforma) una vez
recobrada la democracia en el 2001. Ningún partido político de ese entonces se
atrevió a tanto, un poco por intereses externos y otro poco por intereses
personales. Ahora vemos las consecuencias.
Otra lección que
podemos extraer de la minicrisis de la repartija es que, previa reforma
constitucional, ciertos nombramientos importantes como los directores del Banco
Central de Reserva, los magistrados del TC o el Defensor del Pueblo es
preferible que los vea un órgano autónomo, técnico y sin tanta presión
política. Pienso en el Consejo Nacional de la Magistratura, vía ampliación de
competencias, pero puede ser otro; incluso –no seamos pacatos- alguna
consultoría seria y de probada reputación. Lo importante es que estos
nombramientos importantes no tengan una naturaleza política, sino más técnica y
académica; sino luego de un tiempo vamos a presenciar de nuevo otra repartija
como la del aciago 17 de Julio.
Mención aparte
merecen los jóvenes que, gracias a las tecnologías modernas, convocaron
rápidamente una manifestación contra el cuoteo que desvergonzadamente el
Congreso había perpetrado horas antes. La dignidad tuvo rostro de juventud en
ese momento, lo cual es positivo. Fueron nuestros indignados.
Eduardo Jiménez J.
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