Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Quizás los alumnos más aplicados de Alberto Fujimori en
la región fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro. El primero dejando en cascarón
las instituciones democráticas venezolanas y aplicando el “autoritarismo
competitivo”, que implica usar todo el poder y los recursos del estado a favor
y en perjuicio de los opositores; mientras el segundo aplicó con poco éxito el
autogolpe, cerrar el Congreso, aunque con la variante de la “tercerización” a
través del TSJ (la Corte Suprema venezolana).
Pero, regresando 25 años atrás, en 1992, ¿se justificaba
el autogolpe del 5 de Abril?
Los fujimoristas dicen que sí, que era necesario
interrumpir temporalmente la democracia para “salvar a la Nación”. Pero, a la
luz de los hechos parece que no era tan necesario. El Parlamento, si bien
contaba con una férrea oposición, no obstante ello había concedido las
facultades que solicitaba el ejecutivo, tanto para la lucha contra el
terrorismo, como para cambiar “el modelo económico”. Recordemos que las bases
del modelo económico fueron impuestas, casi sin resistencias, a inicios del
primer mandato de Fujimori. La estabilización de precios fue en Agosto de 1990 (“el
shock”) y la liberalización de estos y el inicio de las privatizaciones en los
meses siguientes. La hiperinflación y el desgobierno del primer Alan García,
más el fuerte elan del consenso de Washington, permitían los cambios
liberalizadores en democracia, como sucedió en otros países de la región.
Todo indica que el autogolpe fue más bien para concentrar
poder y cambiar la correlación de fuerzas, perpetrado por un grupo en el poder
que no le importaba demasiado las instituciones democráticas, empezando por el
presidente de la república que, por temperamento y formación, no era muy
convencido de las bondades del sistema.
Pero, cerrar el Congreso no hubiese sido tan fácil sino
se contaba con el aplauso de las mayorías, que estuvieron de acuerdo. Lo que revela
nuestro talante autoritario y esa identificación que todavía tenemos con
aquellos que imponen “la mano dura”. Recordemos que luego del hecho, la
popularidad de Fujimori no disminuyó, sino fue “bendecido” por las distintas
clases sociales.
Consecuencia del 5 de Abril fue también la constitución
política que ahora nos rige. La salida política al autogolpe fue la
convocatoria a un Congreso Constituyente que aparte de sus funciones usuales,
aprobase una nueva carta política. El fujimorismo obtuvo mayoría en ese
congreso, por lo que la constitución tuvo ese sesgo liberal que se respiraba en
los años 90. Carta que nos rige cerca de 25 años, con apenas pequeños cambios.
Ironías de la vida.
Aunque no es el momento, merece analizarse un poco más
serenamente esa constitución. No fue solo para la reelección (se aprobó dos
periodos consecutivos para el presidente de la república), ni tampoco “producto
del fraude” como alegaba la oposición luego del referéndum aprobatorio. Las
mayorías, en las distintas clases sociales, apoyaban al gobierno (recordemos
que pocos meses atrás había sido capturado Abimael Guzmán), lo que se
materializó en la aprobación a la nueva carta política. Aparte que fue producto
de una serie de transacciones bastante complejas al interior del hemiciclo de
aquel entonces, dando lugar a instituciones novedosas como el Defensor del
Pueblo, hasta ahora vigente, o la descentralización en tres poderes distintos
del órgano electoral, lo que a la larga ha tendido a una especialización de
cada uno de ellos, pese a los reparos que tuvo en su momento inicial. Ello
merece un análisis más sereno que los historiadores o los analistas de las
instituciones políticas deberían acometer. Por cierto, el fujimorismo como
movimiento político es más complejo que la simple descalificación como “dictadura”
o “autocracia”.
Otro hecho importante del 5 de Abril fue la presencia de
Vladimiro Montesinos en el entorno más cercano de Fujimori. Sin la “eminencia
gris” de Montesinos difícilmente Fujimori se hubiera atrevido al autogolpe y lo
que vino después. Su capacidad intelectual era bastante limitada. Necesitaba de
alguien que “arme la telaraña” dentro del Estado y en la sociedad, y ese fue
Vladimiro Montesinos. Comprar medios y a empresarios antes que coartarlos,
calumniar opositores antes que asesinarlos, y tener contento al pueblo con
circo antes que represión fue diseño de él, permitiendo el saqueo de las arcas
fiscales sin que nadie chistara, salvo una valiente y minoritaria oposición y
algunos medios y periodistas honestos que dieron dura batalla.
Como alguien ironizó y con razón, a Nicolás Maduro
(también bastante limitado intelectualmente) le faltó su Vladimiro Montesinos.
Intentemos una ucronía (lo que pudo ser, pero no
sucedió): ¿qué hubiera sucedido si Alberto Fujimori no daba el autogolpe?
Quizás hubiese terminado su período de gobierno en 1995
medianamente, “sin pena ni gloria”, con
dificultades como los otros presidentes para que su partido gobierne un periodo
adicional (aparte que decir “partido” a Cambio 90 era mucho decir). Y de
repente el fujimorismo como movimiento político habría terminado en ese momento,
algo similar a lo que ocurrió con el toledismo o el humalismo en el presente
siglo.
Pero los hechos fueron otros, así como lo que vino
después.
La lección que nos deja el 5 de Abril es que ni la
democracia ni los valores republicanos están seguros. En cualquier momento
podemos involucionar. Los protagonistas y el momento pueden cambiar, pero no
tenemos un sistema consolidado ni menos instituciones fuertes. Puede aparecer
otro Alberto Fujimori, no necesariamente de las filas de su movimiento
político, y puede repetirse otro 5 de Abril. Nada está dicho en la historia.
No comments:
Post a Comment