Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
La propuesta del presidente
Vizcarra de adelanto de elecciones generales desubica a los actores políticos y
lo coloca en el centro de las decisiones ahora que su popularidad estaba
decayendo. Dependiendo como se mire, si como salvavidas del propio presidente o
decisión populista, lo cierto es que es una alternativa perfectamente constitucional
y políticamente valida.
El problema va a ser que la
asuma la oposición en el congreso con mayoría fujimorista más aliados o pueda
ser desnaturalizada o llevada a las calendas griegas de comisiones y consultas.
Si es negativa o el
congreso hace largas a la propuesta, y si el presidente es consecuente con su
discurso, deberá renunciar, salvando su responsabilidad, y “convenciendo” de
paso a la vicepresidente a seguir el ejemplo, con lo que el escenario político
y constitucional se precipita dramáticamente, obligando al presidente del
congreso a convocar a elecciones generales.
Si solo es una táctica
distractora, como otras que ha tenido Vizcarra, no renunciará y se entrampará
en dimes y diretes con el legislativo, dejando en segundo plano las evidentes
falencias que tiene su gobierno. Veremos en las próximas semanas cuál escenario
es el que se cumple, con variantes incluidas.
Es cierto que el “ruido político”
aletargara más nuestra economía, tendremos otro año de conflictos entre poderes;
pero es mejor pasar de una vez el trago amargo que continuar con un proceso
desgastante hasta el 2021, perjudicial para todos los peruanos.
Lo más sano es que se
acorte un año el plazo de representación, tanto del presidente como de los
legisladores. Y veo poco probable que por el bien del país se quieran
sacrificar. Hay muchos intereses en juego.
Quizás de acá a algunos
años quienes se mostraron intransigentes, lamenten todo lo que están perdiendo.
Muchas veces el desprendimiento del poder también da réditos políticos.
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