Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Ya no me llama tanto la atenciĂłn los escándalos, robos y coimas producidos por la pandemia. Es una historia recurrente en nuestro paĂs y en otros. El libreto es el mismo, solo cambian los actores de la tragicomedia. En la guerra con Chile nuestros ancestros sufrieron algo parecido. Se lucrĂł con el dolor y la derrota, e igual que ahora, los escándalos y la corrupciĂłn afloraron por todas partes. Es como ver de nuevo una vieja pelĂcula, ya sabes la trama y el final.
SabĂamos de la precariedad del sector salud y que no se hizo nada por mejorarlo y de los palos de ciego que dimos en los primeros meses. Como en otras crisis del pasado nos cogiĂł desprevenidos y sin saber quĂ© hacer. SacĂł lo más bajo de la naturaleza humana pero tambiĂ©n escenas lindantes con el heroĂsmo. Gente abnegada entregĂł su vida para salvar otras. Hubo los que ofrecieron oxĂgeno casi gratuitamente a quien lo necesitaba cuando se vendĂa a diez veces su precio. No les importĂł tanto la billetera sino el salvar una vida.
Al lado de los nobles gestos existiĂł especulaciĂłn y aprovechamiento con la desgracia ajena. Para algunos que son o se hacen eran “las leyes del mercado”. ClĂnicas que cobraban lo que querĂan por internar a un paciente, farmacias que subieron el precio de los medicamentos necesarios para el covid hasta negociados con lo necesario para salvar vidas donde, al parecer, un ex presidente vacado estuvo metido en estos afanes por conseguir una “comisiĂłn”. Hay hechos ocurridos que no se explican por la usual desidia e ineficiencia del estado.
Recuerdo como nos saltaban a la yugular en las redes cuando criticábamos al gobierno de Vizcarra en los primeros meses de la pandemia. “Todo está bien”, “no hay nada que criticar”, “el presidente sabe lo que hace”. Pero algo no estaba bien cuando veĂas a connacionales buscando comida en la basura. ParecĂa que estaba frente a un noticiero de la Venezuela de hoy. O el de la señora en Arequipa que desesperada por la vida de su esposo corre tras la camioneta del presidente. Esa imagen decĂa más que mil palabras. No todo estaba bien.
En mi crĂłnica del año de la pandemia terminaba en una suerte de “happy end”, vacunados todos, regresábamos a nuestras actividades anteriores. Ordenábamos más o menos nuestras vidas, retomábamos lo que dejamos a medio hacer y final del drama. Era un optimismo fundado en la ciencia, en aquellos meses ya se ensayaba con varias vacunas, asĂ que la soluciĂłn estaba bastante cerca. Incluso pensaba en escribir un epĂlogo a la crĂłnica cuando salĂa del local donde me tocaba vacunarme. Como no creĂa en las promesas del presidente de entonces, me habĂa ofrecido de voluntario en uno de los ensayos. Solo me pusieron la primera dosis. La segunda nunca llegĂł. Los vacunadores inventaron una excusa para no aplicármela. A la luz de los escándalos con las “vacunas de cortesĂa” ahora veo por quĂ©. Supongo que le habrá aprovechado con “triple dosis” a algĂşn polĂtico, lobista o alto funcionario del gobierno.
Eso sĂ, terminada la pandemia no creĂa que Ăbamos a mejorar en nuestra relaciĂłn con el medio ambiente o con el prĂłjimo. No era tan ingenuo como muchos seguidores de la era de Acuario. Nos iba a importar un rábano el otro, pero no pensĂ© que la pandemia se iba a prolongar más allá de Diciembre del año pasado o que los paĂses ricos iban a acaparar avariciosamente las vacunas. O que la corrupciĂłn aquĂ y allá iba a medrar atrozmente con los muertos y enfermos que dejĂł el covid. Bueno, la conducta humana casi no me sorprende ya.
En recuerdo a los más de 100,000 muertos por la pandemia serĂa bueno que al terminar esta desgracia se forme una ComisiĂłn imparcial que vea lo que se hizo, lo que no se hizo y si en ciertas compras o actos del gobierno hubo corrupciĂłn. Es ocioso preguntarlo, pero nos atendremos a las reglas del debido proceso. Todos tenemos familiares o amigos que murieron a lo largo de estos meses y se merecen justicia. Por lo menos un poco de justicia.
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