Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Pocas veces la nación norteamericana ha sido agredida en forma tan brutal como el atentado del 11 de Setiembre de 2001, empezando apenas el nuevo milenio. Comparable quizás con el que sufrió en Pearl Harbor sesenta años atrás. En ambos casos también se despertó al león y no paró hasta exterminar al enemigo. El autor intelectual del atentado, Osama Bin Laden, fue asesinado por las fuerzas especiales norteamericanas, con la conformidad del presidente, en ese entonces Barack Obama. No hubo ni debido proceso, ni Corte Interamericana, solo eliminar al enemigo. Pocos años después se eliminó también al hijo de Osama. La razón de estado prevaleció antes que el derecho.
El atentado sobre las Torres Gemelas encarnaba simbĂłlicamente ir contra la modernidad y los valores de Occidente. Y a modo de los kamikazes japoneses en la II Guerra Mundial, los jĂłvenes musulmanes se inmolaron con la certeza que Alá les reservaba el paraĂso por la valentĂa mostrada.
Encarna tambiĂ©n que la ilusiĂłn de un “mundo perfecto” y homogĂ©neo producto de la globalizaciĂłn fue más un deseo que una realidad. Los bolsones de resistencia brotaron en todo el mundo no occidental y en clases sociales no beneficiadas con la globalizaciĂłn. En los propios EEUU el ascenso de propuestas chovinistas como la de Donald Trump reflejaban ese descontento de los “loosers” del sistema. Por esta parte del mundo, el ascenso de partidos polĂticos nacionalistas y del comunismo más ortodoxo dieron testimonio que no todo era perfecciĂłn en ese aparente mundo ideal post muro de BerlĂn.
En Oriente desde la irrupciĂłn de los ayatolas en 1979, se vive un ambiente cultural e ideolĂłgico bastante reaccionario: regresar a las fuentes aurorales del Islam y a su pasado glorioso. De allĂ el regreso a las tradiciones de los desaparecidos califatos, olvidadas en el proceso de occidentalizaciĂłn que vivĂa el Oriente o recluida en prácticas minoritarias, incluyendo el papel secundario concedido a la mujer, poco más que instrumento de placer del hombre y reproductor de la especie.
Este movimiento de reacciĂłn antimodernista y antioccidental se vio reforzado con la globalizaciĂłn econĂłmica y cultural de los años 90 en adelante, esparcida más rápidamente gracias al boom del internet. El derrumbe del bloque socialista que polarizaba el mundo en dos, hizo aflorar los nacionalismos de distinto tipo en el mundo entero, incluyendo el Oriente. La retĂłrica del Islam pasĂł a ser bastante atractiva para muchos jĂłvenes que rechazaban los valores de la cultura occidental. Quizás Habermas tenĂa razĂłn, más son choques culturales que desafĂos econĂłmicos.
La toma del poder de los talibanes en Afganistán y la decisiĂłn de convertirlo en un “Emirato Islámico” expresa ese deseo de regresar a Ă©pocas pasadas más gloriosas para el mundo islámico, pasado que a veces es más fantasĂa que realidad.
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