Monday, September 05, 2022

CHILE EN SU ENCRUCIJADA

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Hay momentos en las personas y las sociedades que tienen un rapto de lucidez y se dan cuenta del abismo al que conduce su decisión. Algo de eso pasó en el plebiscito del domingo 4 donde ampliamente (dos terceras partes) se manifestaron por el rechazo a la nueva constitución. La nueva carta magna chilena nació y murió en el instante.

Los chilenos sensatos se encontraban preocupados. No sin razón. Casi 400 artículos donde resalta la ideología de lo plurinacional y que significaría el fin del estado-nación como lo conocemos. Y como muchos observaron no era el momento de una nueva carta política, dado el ánimo revanchista que se vivió contra la clase política oficial, incluyendo los moderados de la Concertación. No era un momento constituyente, sino más bien un momento destituyente, un hartazgo expresado en “que se vayan todos”.

 

Un presidente que apoyó el proyecto, pero que ha sufrido desgaste en poco tiempo. Que, por un lado, quiere mantener el perfil tecnocrático en su gobierno, pero también lo gana su corazoncito. En poco tiempo se ha dado cuenta que esas ideas chocan con la cruda realidad. Quizás le convenga quedarse con la constitución vigente y echarle la culpa de todos los desaguisados cometidos, algo así como lo que Castillo pretende acá: no puedo gobernar a favor de los pobres porque la constitución neoliberal no me lo permite.

 

En ambos (Boric y Castillo) ha habido cuotas populistas en diferente dosis, solo que en el caso de Castillo no le ha sido fácil proponer una Asamblea Constituyente que elabore una nueva constitución debido a que nosotros no tuvimos los momentos sociales y políticos intensos que vivió Chile en los últimos años. Acá es algo impostado, forzado por el socio Cerrón y la izquierda de distinto tipo, allá más bien obligó al gobierno de Piñera a la convocatoria a la asamblea como una válvula de escape a las tensiones que se vivió en Chile.

 

Nosotros hemos tenido crisis constantes en las alturas del poder. Allá fue un movimiento telúrico que vino de abajo hacia arriba, mientras que acá se quiere hacer al revés: desde el poder imponer un rumbo constitucional. De allí que no convence el proyecto por más que quieran vendernos la idea que una nueva constitución es el paraíso a la vuelta de la esquina.

 

30 años después los chilenos se enfrentaron a un momento tan crítico como fue el no a la continuación de Pinochet. Una constitución no cambia la realidad, es apenas papel mojado en tinta. Su rechazo al proyecto de constitución va a repercutir en la región y sobre todo en su vecino del norte donde un presidente hace la finta que gobierna mientras es perseguido por la justicia.

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