Thursday, December 08, 2022

TREINTA AÑOS DESPUÉS, DE NUEVO

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Steven Lewinsky en reciente entrevista hacía una suerte de “vidas paralelas” entre Alberto Fujimori y Pedro Castillo: los dos son amateurs en la política, en ambos los valores democráticos no están bien enraizados y no entienden a cabalidad cómo funciona el sistema político. Habría que añadir que son populistas (uno de derecha otro de izquierda) que se rodearon de personas con pocos escrúpulos, que ambos formaron una red criminal manejada desde Palacio de gobierno y que dieron un autogolpe con fortuna distinta, pero terminando al final de vecinos en el Fundo Barbadillo.

 

Hasta allí las semejanzas. Fujimori tenía más “olfato político”, el que desarrolló con los años, y tuvo a su lado una mente maestra para el crimen como Vladimiro Montesinos, así como que la coyuntura de inicios de los 90 era otra totalmente diferente.

 

Los militares aprendieron que acompañar a un presidente que quiera romper el orden constitucional, se paga tarde o temprano. Repetir 1992 era al final cárcel o por lo menos infinitos juicios que sería abiertos y reabiertos constantemente.

 

Las instituciones democráticas respondieron bien. A pesar del deterioro y los problemas que pasan, hubo una fuerte reacción en contra del golpe por parte del Poder Judicial, Ministerio Público, Tribunal Constitucional, Junta Nacional de Justicia, entre otras.

 

Y los antauristas, suerte de actores en la sombra, no se involucraron. Los 100,000 “reservistas” que iban a tomar el Congreso nunca aparecieron. Quizás los casi veinte años que pasó en prisión Antauro Humala lo contuvieron en sus exabruptos y, claro, el no volver a prisión de nuevo.

 

Otra lección es que requerimos una clase política profesional por más que suene desagradable para el común de la gente. Reelección de congresistas, ampliación del número de representantes, disminución del tamaño de los distritos electorales, renovación del congreso por mitades, una cámara de senadores, reelección de autoridades regionales y municipales y por qué no, reelección del presidente por lo menos por un período, pasando por el recorte de su mandato de cinco a cuatro años.

 

Suena desagradable, a “políticos tradicionales”, pero es uno de esos males necesarios, sin los cuales no puede existir, menos desarrollar, la democracia representativa.

 

Se ha producido la sucesión constitucional, lo cual está bien. Pero, habría que preguntarse si una política también amateur se podrá sostener en el poder por tres años y medio hasta completar el mandato. Es bastante difícil, más en un país como el nuestro bastante complicado para gobernar. Quizás lo más sensato es adelantar las elecciones previas reformas mínimas al sistema. La pregunta es si podrán hacerla quienes están interesados en hacerla o pesarán más las componendas para que todo siga igual.

 


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