Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Las
noticias del golpe de estado contra Salvador Allende llegaron por la radio en
horas de la mañana. El palacio de La Moneda estaba siendo bombardeado y se
decía que Allende había salido, metralleta en mano, a luchar contra los
tanques.
Debido al
ajustado margen, en Noviembre de 1970, Salvador Allende es designado presidente
por el Congreso chileno. Fue el primer presidente marxista en llegar al poder
por elección popular. Fue la vía chilena al socialismo, experimento sin
igual en el continente, en vista que la tesis y la práctica marxista planteaban
la toma violenta del poder, lo que abría un nuevo planteamiento, inusual en aquellos
años.
En si, el
planteamiento no era nuevo. A inicios del siglo XX la socialdemocracia europea lo
había trazado como estrategia: los obreros, al poder ya sufragar, podían elegir
a sus representantes al parlamento para que pongan en ejecución las reformas
que los beneficien, por lo que existiría una vía gradualista con reformas parciales
para llegar al mismo resultado que la toma violenta del poder. Este
planteamiento fue calificado de revisionista por los marxistas radicales, entre
ellos Lenin y los bolcheviques rusos, pero con mucho éxito en el continente
europeo al ser monarquías constitucionales donde el Parlamento es quien
gobierna.
Pero en AL el
planteamiento fue inusual y más que todo su posibilidad de materialización. De
allí que en la época se habló de una vía al socialismo chilena.
En lo
económico las medidas de Allende fueron las típicas de la época: estatización
de industrias clave, la nacionalización del cobre (principal recurso chileno),
control de precios, aumento de sueldos y salarios; medidas que traerían
inflación, escasez de bienes y déficit presupuestal.
En el plano de
las relaciones exteriores, Perú, país vecino y gobernado por un gobierno
militar progresista, fue el aliado de la región, ya que los demás países de
Sudamérica o tenían gobiernos militares de derecha o regímenes civiles
francamente conservadores; por lo que la “alianza natural” se dio con Cuba,
único país socialista en el continente y la Unión Soviética en el otro extremo
del mundo. Digamos que el gobierno de Allende estaba solo en el contexto
internacional, ya que Cuba, pese a ser el “aliado natural”, no veía con buenos
ojos la vía pacífica al socialismo, planteamiento contrario al foquismo
guerrillero que llevó a Castro al poder. Por otro lado, EEUU, dentro de la
teoría del dominó, veía un “peligro comunista” a un gobierno de corte marxista que
podría “contagiar” a otros de la región.
Pero fue en el
plano político donde los hechos se exacerbaron. No solo la conspiración
desestabilizadora constante de EEUU que desembocó en el golpe de estado, sino
la polarización política que se vivía en la sociedad chilena que algunos la
comparan a la que vivió España previa a la guerra civil. Malestar económico por
falta de bienes esenciales (es cierta la anécdota que si llevabas a una casa en
Santiago papel higiénico o pasta de dientes te trataban como rey), inflación
constante, pérdida del poder adquisitivo y la cereza en la torta: la propia
coalición de Allende comenzó a conspirar contra él para “tomar el poder por las
armas”, convencidos que no ganaban las siguientes elecciones en 1976. Grupos
radicalizados de izquierda y del propio partido de Allende comenzaron a
plantear “la vía armada” para asegurar el poder. La bandeja estaba servida para
un golpe de estado.
Sobre el golpe
se dice que Pinochet no fue uno de los primeros en estar en la conspiración,
que ya se gestaba de tiempo atrás, pero como comandante en jefe del Ejército
encabezó el levantamiento. Algo similar sucedió con Francisco Franco, 35 años
atrás. No fue de los primeros en asumir el levantamiento militar, pero luego se
une y lo comanda, apareciendo ambos como figuras protagónicas de los hechos
acaecidos, y con todo el pasivo de desaparecidos y muertes extrajudiciales que
cargaron a sus espaldas.
En el contexto
de la guerra fría de aquellos años, un gobierno marxista en la región no iba a
ser tolerado por EEUU, por más que hubiese llegado por decisión popular. La
teoría del dominó, aplicada en Vietnam, se imponía. Viendo el acercamiento
cubano y ruso en su “patio trasero” la decisión de derrocar al gobierno de
Allende se encontraba como punto prioritario en la agenda de las relaciones
exteriores norteamericanas.
Por otra parte,
Cuba no miraba con buenos ojos tampoco el proceso de ingreso al socialismo por
la vía pacífica, sino que seguía planteando la lucha armada para la toma del
poder. Eso propició que exacerbara en Chile la violencia para que sectores de
izquierda radicalizados continuaran el proceso de socialización, incluso sin
Salvador Allende, quien, según testigos cercanos, en los últimos meses de su
gobierno se encontraba aislado hasta de sus propios aliados.
Cincuenta años
después, al igual que en la España post franquista, la sociedad chilena se
encuentra dividida. Entre los que creen que Pinochet fue un “mal necesario”
frente a la “avalancha comunista” que se venía (sectores radicalizados de la
Unidad Popular que planteaban quedarse en el poder “como sea”), y aquellos que
consideran que fue un quebrantamiento del orden constitucional abrupto con un
saldo trágico en muertos y desaparecidos. El trauma sigue vigente.
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