Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Fue
una película que causó llenos de público en su estreno y dio lugar a dos
secuelas más (así como algunas películas inspiradas en el demonio, como La
profecía, aunque de tono menor y con otro estilo). William Friedkin, su
director, no fue un realizador de cine terror, más estuvo en la órbita del cine
negro, del cine policial, como su emblemática película Contacto en Francia,
quizás su mejor filme.
Película de
encargo, luego que los productores descartaron varios nombres de realizadores
conocidos. Precisamente, el haber ganado recientemente el Oscar de 1971 por Contacto
en Francia le valió para hacerse cargo de la dirección.
Lo bueno es
que no cedió al exceso de trucajes usuales en las películas de terror y más
bien trata de crear un ambiente de la presencia del mal, desde la escena
inicial en Irak donde vemos al padre Merrin presintiendo que se deberá
enfrentar de nuevo con el demonio. De allí el suspenso va de menos a más.
Ruidos en el desván, un amigo imaginario de Regan, una cama que se mueve. El
mal no se presenta de inmediato hasta desembocar en la escena del exorcismo.
Allí sí hubo
que echar mano a las escenas truculentas: la cabeza que gira 360 grados, la
levitación, la protagonista que baja las escaleras como una araña. Los típicos
trucos que impacten al público, aunque se debe reconocer, sin exagerar.
Lo bueno es
que Friedkin lo trató de contener para que no se desborde. La presencia del mal
estará siempre en la sombra, lo que vemos es únicamente la encarnación en la
protagonista.
Acabo de
revisitar El exorcista luego de buen tiempo. Hay películas que
envejecen, como sucede con ciertos libros; pero, pese a los 50 años
trascurridos, El exorcista se deja ver. Eso sí, creo que en las nuevas
generaciones, luego de todo lo que ven en tiempo real, es posible que no
impacte nada y hasta se rían de los trucajes o les parezca demasiado aburrida
para los tiempos modernos.
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