Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
En la década del 70, mientras iba
rodando El padrino II, Francis Ford Coppola hacía labor de edición de
una película que, siendo interesante, hoy se encuentra medio olvidada en su
filmografía: La conversación. Carece del aliento a tragedia griega de la
saga de El padrino o de ese desborde metafísico en Apocalipsis ahora;
más bien es de tono menor, casi opaco y sin hacer ruido como el personaje
principal. Un Gene Hackman contenido le otorga volumen y fuerza al personaje
principal.
Por
la fecha de estreno, 1974, el tema de La conversación se encuentra muy
relacionado a las escuchas ilegales del caso Watergate que ocasionaron que ese
mismo año el presidente Richard Nixon renunciara al cargo de presidente de la
nación; aunque en el filme le da un sesgo distinto. No se trata de escuchas de
carácter político, sino íntimas, relacionadas con problemas de infidelidad (la
película alude a la grabación de la conversación entre dos amantes), aunque al
final, en un giro de tuerca forzado, convierte a las supuestas víctimas en
victimarios.
Harry
Caul, el personaje interpretado por Gene Hackman, es un genio de la llamada vigilancia
privada, es decir de captar conversaciones y grabar imágenes de alta
calidad sin que los involucrados se den cuenta. Por su experiencia y
reconocimiento profesional en su actividad es contratado por un magnate que
sospecha su esposa lo engaña. Harry es un personaje gris, opaco, habla poco, no
tiene relaciones sociales ni amigos, visita una amante de vez en cuando
(digamos para ponerse al día y porque por más solitario que sea necesita
un poco de calor humano y afecto); pero, como buen católico, tiene un cargo de
conciencia: años atrás, por una escucha de manejos opacos del financiamiento de
una campaña presidencial, fue asesinada salvajemente toda una familia. Ese
cargo de conciencia lo perturba en el encargo de grabar a los amantes, por las
consecuencias que puede traer. En el medio, la rivalidad y competencia con
otros expertos en el tema que reconocen su talento, pero le tienen una secreta
envidia. Todo en un escenario mínimo de avenidas y edificios que parecen
desolados y que reflejan muy bien la personalidad del protagonista.
Es
un filme hecho en tono menor, de ritmo lento, no hay escenas de violencia o
acción como en otras películas del realizador. Todo indica que fue un proyecto
personal que aprovechó para su financiamiento la fama que había ganado con El
padrino, Oscar incluido. Quizás en estos tiempos sería una película que
solo se podría ver por streaming, debido a la poca taquilla en cines;
aunque parece que en su época de estreno tampoco recaudó mucho, tuvo una
relación de 3 a 1 entre los ingresos y lo invertido en la producción.
Dicho
sea, en la actualidad, con los minúsculos dispositivos digitales que existen,
ya no llama la atención las escuchas privadas, cosa que hasta un aficionado lo
puede hacer con alta fidelidad de voz e imagen. Pero estamos en los años 70
todavía.
A
los que les guste el buen cine clásico, buenas actuaciones y una historia
sugestiva no tienen pierde con La conversación.
No comments:
Post a Comment