Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
En la década del 70 y antes de cumplir
los 40 años Francis Ford Coppola hizo sus mejores películas: El padrino I y
II Parte, y luego Apocalipsis ahora. Lo que vino después, sin dejar
de ser interesante, no estuvo a la misma altura. Fue un genio precoz.
También
se le puede considerar, junto a Martín Scorsese, como el mejor representante de
la generación del 70 que renovó el cine norteamericano, tanto por la calidad
como la cantidad de filmes que ha realizado, así como la visión muy personal en
cada película hecha, ejecutando proyectos arriesgados, muchos con su propio
peculio, que otros cineastas no se atreverían por el alto riesgo de fracaso en
taquilla. Algunas veces ganó fama y fortuna como fue en Apocalipsis ahora
o la saga de El padrino, y en otras ha perdido estrepitosamente como en
su último filme Megalópolis (2024), estrenándose a sus 85 años, edad en
que otros cineastas ya se encuentran en el retiro o filmando proyectos más
convencionales.
¿Qué
quiso decir en Megalópolis?
Puede
interpretarse de distintas maneras. Por razones cronológicas, se le puede ver
como el testamento fílmico de Francis Ford Coppola. Quiso entregar toda su
visión del mundo del arte y en especial del cine, incluyendo una gran dosis de
amargura. El personaje de César vs. el alcalde de la ciudad, Cícero. César
busca conseguir a través de la armonía y la belleza una mejor forma de vida
para los habitantes de la ciudad; mientras el alcalde busca la solución común,
como él mismo lo expresa, en el cemento y el acero, cemento y más cemento.
Detrás de ello está el ideal de la belleza de César, sin importar lo que
cueste, en contraposición a lo prosaico de la visión del alcalde. No hay que
ser demasiado zahorí para darse cuenta en que personaje pone Coppola sus ideas.
El
detener el tiempo, como lo hace el protagonista, significa la eternidad que
todo artista desea. Que su obra sobreviva al tiempo. Aunque se da cuenta que
ese poder ya solo lo puede ejercer junto a Julia, su pareja. El amor lo redime
todo: al padre de Julia y alcalde de la ciudad, a César que vuelve a adquirir
el poder de detener el tiempo. Redención por el amor muy similar a la que tiene
Drácula en su célebre adaptación de 1992.
También
está el espectáculo, el gran show de todo lo público y lo privado. Si no sales
en pantalla no eres nadie. La civilización del espectáculo. Y, en el medio, las
ambiciones de los que, por interés propio son comparsas, que siguen el ritmo de
este o aquel. Otros, como Crassus representa a los millonarios mecenas del
arte, hábiles en los negocios, pero con una cuota de sensibilidad social y
artística. Representan el dinero necesario para ejecutar los proyectos. Coppola
es consciente que sin dinero no se mueve la industria. Ahí también se
encuentran reflejadas sus decepciones empozadas a lo largo de 60 años de
actividad.
Y,
por supuesto, la decadencia de una sociedad y una civilización. Se reitera
mucho en el filme, haciendo comparaciones con la antigua Roma (la ciudad no por
coincidencia se le bautiza como Nueva Roma). Coppola comparte la idea que
Norteamérica ya entró en decadencia. Su materialismo, la banalidad de
aspiraciones, las cortas miras de sus dirigentes la están llevando a un
derrumbe gradual e irreversible, y a que aparezcan demagogos que dicen tener la
solución. Una crítica nada velada a Trump.
Como
buen pragmático que es, en la escena final vemos una reconciliación entre César
y el alcalde, entre lo ideal y lo material, expresado en el hijo que tendrá con
Julia. La fusión entre los sueños y el pragmatismo necesario para llevarlos a
cabo.
Canto
del cisne, fue un
proyecto largamente acariciado por Coppola. De allí que ha tenido el control
absoluto del filme. Él mismo lo financió, escribió y dirigió. Y si bien es un
fracaso en taquilla (4 millones recaudados vs. los 120 millones invertidos), el
director no ha querido por el momento ofrecer el filme en plataformas de streaming
o vía blue ray o dvd. Para él debe exhibirse en pantalla grande. En el cine,
como en los viejos tiempos. Así que se desconoce cuál será el futuro de Megalópolis
o qué dispondrán sus herederos, fallecido el realizador. Sin ser una de sus
mejores obras, merece visionarse.