Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Estaba viendo algunos videos de la
última etapa en la vida de El Pepe, José Mujica. Daba la impresión del
abuelito sabio y generoso, la conversación tenía pausas, como reflexionando
sobre lo que iba a declarar. Reflejaba a un tipo querible y al cual se podía
acudir para un consejo.
No
creo que haya sido pose, más bien fue un cambio que se hizo en el camino, luego
de la carcelería que purgó como tupamaro, los guerrilleros urbanos del Movimiento
de Liberación Nacional que tomaron las armas en Uruguay entre los años 60 y
70. José Mujica, el Pepe, pagó con 13 años de extrema carcelería hasta
la amnistía de 1985, cuando el país regresa a la democracia.
Algo
que se olvida ahora es que la región estuvo convulsionada entre los años 60, 70
y 80 del siglo pasado. Jóvenes inspirados por la revolución cubana deciden
tomar las armas porque ven que el sistema no ayuda a grandes cambios para las
mayorías que menos tienen. Están comprometidos no solo marxistas de distinto
tipo, sino cristianos de izquierda, con la teología de la liberación bajo el
brazo, y gente de buena fe que creía en un mundo mejor. No solo Uruguay,
también Argentina, Brasil, Chile, Colombia y, por supuesto, nosotros, con
Sendero Luminoso, aunque estos de inspiración maoísta y considerado como el más
sanguinario y sectario de los movimientos insurgentes que azolaron la región el
siglo pasado. Como las batallas perdidas del coronel Aureliano Buendía, todos estos
movimientos terminaron en derrota militar (caso de SL) o en acuerdos políticos
para deponer las armas (caso de las FARC en Colombia). En el medio amnistías
para aquellos que purgaban carcelería y opción de reinsertarse en la sociedad y
hacer vida política. Fue el caso de El Pepe, que llegó hasta la
presidencia de la república en su país.
Creo
que le pasó lo mismo que a Nelson Mandela cuando purgó 27 años de cárcel en
Sudáfrica. El Mandela que ingresa a prisión es un radical, cree en la violencia
para terminar con el apartheid, el Mandela que sale de prisión está
convencido de la integración de una nación, blancos y negros, todos son
sudafricanos. Algo de eso le pasó a Mujica. El que ingresa a la cárcel es
todavía un radical, el que sale ha cambiado su modo de pensar. La meditación en
largos años de prisión permite reflexionar sobre las acciones pasadas, los
errores y lo que se puede o no se puede hacer.
Por
eso El Pepe que vemos en los últimos años es el trasformado. Con andar
cansino, hablar pausado, pero lúcido, que está convencido que la etapa de las
armas se encuentra enterrada en el pasado y que no queda más que abrazar la
democracia, con todas las limitaciones que ella representa. Con su viejo volkswagen
y su chacrita. Sin mucho dinero tampoco, porque eso te quita libertad, como él decía.
Se convirtió, al final de su vida, en ese viejo sabio al cual conocidos o
desconocidos van en busca de un consejo o una palabra de aliento.