Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Jorge Salazar (1940-2008) era un
periodista de raza, aquellos formados en el oficio antes que en una
universidad. Como decía Saúl Faúndez, el icónico personaje del filme (y novela)
Tinta roja: “el periodismo como la prostitución se aprende en la calle”.
Tenía razón, no conocemos ninguna prostituta que haya aprendido el oficio en
una universidad … y periodista tampoco.
No
sé, pero los periodistas de antaño, con su formación autodidacta y aprendizaje
en la dura realidad, eran mejores que los de ahora. Un joven Mario Vargas Llosa,
testigo privilegiado de aquella ahora remota época, cuenta que esos periodistas
leían clásicos y muchos los recitaban de memoria. Novela, poesía, teatro. Por
lo menos escribían mejor. A esa generación perteneció Jorge Salazar.
Cronista
y de los buenos, en 1980 publica la novela La ópera de los fantasmas sobre
la tragedia acaecida el 24 de Mayo de 1964 en el Estadio Nacional, con un saldo
trágico de más de trescientos muertos. A medio camino entre la novela y la
crónica, es una novela coral, donde no hay personajes principales ni un hilo
conductor de la trama. No tenemos el principio aristotélico del cráter
narrativo y el desenlace; más bien la novela está compuesta de pequeños
episodios, collages con insertos de noticias de la época que dan cuenta
de la tragedia, y que se van hilvanando antes y después del suceso. La tragedia
en si no es descrita, ni siquiera el personaje principal, el tristemente
célebre Negro Bomba. Observamos la vida diaria de aquellos que van a
presenciar el partido Perú-Argentina o que se salvarán milagrosamente.
Todo
comienza con un gol anulado a Perú, hay disturbios en la tribuna, el Negro
Bomba baja a la cancha y agrede al árbitro, la Guardia Civil usa bombas
lacrimógenas para detener a la multitud, se ponen nerviosos y se escuchan
balas, y la gente en la huida se encuentra con las puertas del estadio
cerradas, muriendo muchos de ellos aplastados.
¿Hubo
responsables? No. A diferencia de nuestra época, donde el Ministro del Interior
y el Coronel a cargo de la seguridad en el estadio habrían renunciado y,
posiblemente, hasta verse sometidos a procesos por homicidio y violación a los
DDHH, acá no pasó nada. Todos continuaron en sus puestos. Estábamos en los
inicios del primer gobierno de Fernando Belaunde, con aires reformistas, y en
esos años el tema de los ddhh no estaba en la agenda ni del estado ni de la
sociedad civil. En plena paranoia de la guerra fría, desde los diarios de
derecha se echó la culpa a extremistas del Partido Comunista financiados por
Moscú, quienes habrían soliviantado a las multitudes a fin de sembrar el caos.
Y si alguien quiere buscar la verdad, como sucede con el juez Benjamín
Giannakoulas, es marginado del caso.
¿Por
qué el título? El autor da la clave en la p. 89 (Edición Mosca azul): “¿Hasta
cuándo se va a vivir esta vida que no parece sino una ópera macabra danzada por
fantasmas borrachos?” Fantasmas del pasado que van en busca del autor para
que cuente su historia, quien hace las veces de exorcista de la tragedia.
Habría que esperar el terrorismo de Sendero Luminoso en los años 80 para que la
supere.
Esa
tragedia donde falleció gente humilde sirve de base para la novela-crónica de
Jorge Salazar, periodista de los buenos que, como él, casi se han extinguido.
*Jorge Salazar:
La ópera de los fantasmas. Edición consultada: Mosca Azul editores &
Ediciones treintaitrés, 1980, 131pp.