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Sunday, May 11, 2025

¿VALE LA PENA ESTUDIAR UNA PROFESIÓN UNIVERSITARIA?

 

Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Únete al baile

De los que sobran

Nadie nos va a echar de más

Nadie nos quiso ayudar de verdad

Los prisioneros: El baile de los que sobran

 

 

Con solo el 30% de jóvenes que logran trabajar en lo que han estudiado, la respuesta se desprende por si sola.

 

Incluso la pregunta se puede reformular atendiendo al costo de oportunidad. Si en los 5 años de estudios la familia hubiera ahorrado lo que gastó en matrícula o el joven mismo si se autofinancia (el 77% de estudiantes se encuentran en universidades de paga), con ese dinero habría iniciado un emprendimiento y de repente con mayores posibilidades de retorno de ganancia que estudiando una profesión. La otra alternativa -medio despreciada entre nosotros- es una carrera técnica de 3 años que le permita insertarse en el mundo laboral casi de inmediato.

 

Lo cierto es que todavía se percibe una profesión universitaria como forma de ascenso social, de allí que muchos padres con gran esfuerzo matriculan a sus hijos en una universidad, hijos que en muchos casos serán la primera generación en la familia que pise un centro de estudios superior.

 

Nosotros arrastramos desde la Colonia el peso de los títulos. Por aquella época, eras alguien si al nombre se acompañaba un título nobiliario. Ahora, ya no son títulos nobiliarios sino títulos profesionales. A más títulos, mucho mejor. Por eso vemos ofertas educativas atiborradas de maestrías y doctorados de dudosa efectividad, más allá de engrosar la billetera a las universidades privadas, las grandes ganadoras en este boom de oferta educativa.

 

Uno de los problemas se encuentra, como sostienen Yamada y Castro en un artículo recientemente comentado, en la universidad donde estudie y la carrera que elija el joven. No todas las universidades gozan de igual nivel académico y algunas tienen de “Universidad” solo el logo en la puerta de entrada. A ello se suma que con la Inteligencia Artificial muchas profesiones de ahora van a desaparecer o van a requerir muy pocos operadores. Profesiones saturadas como educación, derecho, contabilidad, administración o economía tendrán poca oferta laboral en algunos años.

 

Otro aspecto es la universidad de procedencia. Es sotto voce que más de un empleador rige su criterio de selección de acuerdo al lugar donde estudió el candidato, existiendo una discriminación por la procedencia educativa del postulante, aparte de criterios raciales, que todavía existen.

 

La condición indiscriminada de ingreso en algunas universidades privadas, el considerar al estudiante como un “cliente”, la escasa rigurosidad para aprobar la malla curricular y los cursos obligatorios, la poca exigencia académica y facilidad para obtener el título profesional (hacer la tesis se ha convertido en un formalismo) ha permitido que pasen por la universidad muchos jóvenes que no se encuentran adecuadamente calificados para seguir una carrera universitaria, devaluando los títulos profesionales, otrora símbolo de prestigio personal. Por cierto, el problema del ingreso masivo afecta tanto a universidades de la región, como de países europeos de ascendencia latina (Portugal, España, Francia, Italia).

 

En la PEA tenemos más jóvenes que personas de mediana edad; por lo que la cantidad de demandantes de un puesto de trabajo y que recién se inician en la vida laboral son más que los puestos ofertados (lo cual se puede ver en las largas filas de aspirantes a un empleo), deprimiendo aún más los salarios y posibilitar que el empleador coloque mayores exigencias en las condiciones laborales. De allí el fenómeno de la sobreeducación que comentamos en el anterior artículo: jóvenes que, ante la dura competencia, cuentan con una o dos maestrías, diplomados y algunos hasta un doctorado y, no obstante ello, no consiguen un trabajo adecuado a su nivel de estudios o, de conseguirlo, es por debajo de las expectativas salariales, lo cual se enlaza con el otro aspecto a considerar: el bono demográfico.

 

 El bono demográfico (jóvenes aptos para la vida laboral) de nuestro país, tan idealizado años atrás para impulsar el desarrollo, ha sido totalmente tergiversado y solo permitió sobreexplotar a los jóvenes que recién comienzan a trabajar. Súmenle a ello los millón y medio de migrantes extranjeros en nuestro país, dispuestos a trabajar incluso por una remuneración inferior al mínimo y con más horas que las establecidas por ley, por lo que la demanda laboral se ha saturado y “abaratado” enormemente y, por ende, se han deprimido mucho más las remuneraciones. En este panorama, los organismos reguladores de las condiciones de empleabilidad, tipo Sunafil, son inoperantes o sencillamente no se dan abasto a atender tantas denuncias imposibles de fiscalizar.

 

Tampoco el poner exagerado énfasis en informática, el idioma inglés o las llamadas “habilidades blandas”, le abrirá al estudiante las puertas de la excelencia académica y la oportunidad laboral. Hay cientos de miles que se encuentran estudiando las mismas habilidades. A ello sumemos la informalidad, 60% de los jóvenes se encuentran en situación de informalidad, sin ningún derecho ni protección social contra enfermedades o accidentes de trabajo. Mientras el PBI crezca a un ritmo menor al de jóvenes matriculados en alguna universidad (3% vs 5.7% en la actualidad), la situación es difícil que cambie. La solución no son más leyes, sino inversión privada que genere puestos de trabajo, inversión que ha disminuido dramáticamente por la inestabilidad política sufrida en el país en los últimos años. (Una paradoja es, por ejemplo, que muchos de los que se oponen a la inversión privada minera están quitando oportunidades a sus propios hijos, restando menos empleo que podría crearse para las futuras generaciones, puestos de trabajo que se irán a otros países).

 

Terminamos con otro estribillo de El baile de los que sobran que resume muy bien la situación desesperanzada de miles de jóvenes:

Nos dijeron cuando chicos

Jueguen a estudiar

Los hombres son hermanos

Y juntos deben trabajar

Oías los consejos, los ojos en el profesor

Había tanto sol sobre las cabezas

Y no fue tan verdad, porque esos juegos, al final

Terminaron para otros con laureles y futuros

Y dejaron a mis amigos pateando piedras.