Wednesday, April 16, 2008

LA INFLACIÓN Y LAS TASAS DE INTERÉS

Así como las decisiones políticas afectan a la economía, cómo anda el mundo económico también repercute en los asuntos de la polis y en lo que haga o deje de hacer el gobierno y la oposición.
Un hecho bastante sensible para la mayoría de ciudadanos es el alza de los precios de los productos de primera necesidad. Inmediatamente las miradas se dirigen al gobierno, buscando un responsable de lo que está pasando, y el gobierno se siente culpable, a pesar que gran parte es “inflación importada” que escapa a nuestro control (la inflación mundial está relacionado con la subida del precio del barril de petróleo y los llamados biocombustibles, combustibles cuya materia prima son productos de consumo humano –maíz, caña de azúcar-).

Pero, como el padre, a quien los hijos le reclaman por comida a pesar que el pobre esté desempleado, igual, algo tiene que hacer “papá gobierno”, más si tiene antecedentes de infidelidad como en el primer mandato, cuando fue el directo responsable de la hiperinflación 1988-90. De allí que a hurtadillas y antes que amanezca esté comenzando a repartir alimentos en los sectores menos favorecidos.

Es curioso, pero un gobierno que se dice socialdemócrata siente vergüenza que le endilguen el epíteto de “populista” y medio avergonzado, como para que no lo vean o piensen repite actos del pasado, reparte bolsas de alimentos a la complicidad de la noche y con la ayuda de camiones portatropas del ejército. Todo “a media luz” como dice la letra del conocido tango*. De repente –pienso yo- será por que nuestro presidente ha sido elegido hombre del año por una conocida revista estadounidense de temas financieros y, con el nuevo nombramiento, “se ve feo” dicte medidas populistas como repartir alimentos entre los pobres, a la usanza de su primer gobierno, cuando se decía “anti-imperialista”.

*****

Un fantasma recorre el mundo: es el fantasma de la inflación que sacude a países ricos y países pobres por igual. Venezuela, el paradigma del “socialismo del siglo XXI””, la tiene; Chile, el país “que inició el modelo”, también; y, el Perú no podía ser la excepción.

¿Qué puede hacer el gobierno frente al panorama externo? Francamente poco.
El problema está en que si no hace nada, la economía devorará a la política. Es decir a las aspiraciones presidenciales de “pasar a la historia” (que lo veo difícil, el Larousse le dedicará de aquí a veinte años apenas dos líneas en su enciclopedia, y si no estás en el Larousse no eres nadie). Pero más grave que las veleidades del presidente por pasar a la historia es que la inflación se desboque, pase a los dos dígitos y nos devore a nosotros. Eso sí es para no dormir y tener dólares o euros bajo tú colchón, porqué los bancos de repente cierran sus puertas. Y allí sí el presidente mejor se prepara como para que el Larousse no le dedique ni un renglón de su prestigiosa enciclopedia.

El problema es que si se “dispara” la inflación afecta la gobernabilidad y azuza a la oposición que usa el fácil y eficaz expediente de echarle la culpa al gobierno de la subida de precios. Gana rédito político y el gobierno se encuentra jaqueado, frente a lo cual tratará desesperadamente de “bajar los precios”, comenzará a subsidiar alimentos directa o indirectamente y se iniciarán las protestas populares contra “el costo de vida” (sobretodo si se recorta el presupuesto en gastos sociales), y si es un gobierno con poca “muñeca política” usará el recurso de la represión contra quien proteste, con lo que la situación se empeora.

Frente a ese panorama, el gobierno tiene a la mano una salida también “represiva” en materia económica: control de precios. Pero, lo malo es que el control de precios a largo plazo conlleva más perjuicios que beneficios, generando carestía y especulación (se encuentran los productos en el mercado negro a un precio más alto) y el gobierno tiene que intervenir más y más. La experiencia la tuvimos en el primer gobierno de García y los que pasan los treinta años recuerdan los tristes resultados. Y los que no pintan canas todavía pueden mirar en el espejo del caso venezolano de control de precios que ha traído solo más inflación y carestía de los productos básicos (por cierto, la izquierda local y regional no dice mucho de este “logro” del socialismo del siglo XXI). Por desgracia, debemos otorgar la razón a los monetaristas (y eso que lo dice un keynesiano como quien escribe): No existe otra salida que una férrea disciplina fiscal y “enfriar” la economía elevando las tasas de interés y los niveles de encaje bancario, a fin de aquietar la demanda y el crédito de consumo que se ha disparado a niveles astronómicos.

Otra opción es la “disuasiva y concertada”. En estos casos, el gobierno baja aranceles (impuestos) a fin que el precio final al consumidor no suba. El estado sacrifica ingresos a fin de beneficiar al público. Otra medida es subsidiando la gasolina mediante un fondo, a fin que en el precio final tampoco pase al consumidor, en vista que la gasolina es un componente base en la estructura de muchos precios. Ambas medidas ya las ha ejecutado el gobierno. Pero como en nuestro país las empresas importadoras de alimentos son pocas, se produce el fenómeno denominado oligopolio (pocas empresas que controlan la oferta de productos básicos), teniendo el gobierno igualmente tres salidas: interviene las empresas oligopólicas, crea empresas estatales a fin de establecer una cadena paralela de producción-distribución de alimentos (bastante improbable por los “candados” constitucionales que existen) o concerta con los grupos oligopólicos. Hablando en forma realista y sensata, el gobierno tiene como más viable la última salida. Concertar con los grupos oligopólicos dominantes. Así no nos guste. Basta que negocie con el grupo Romero para lograr un efecto positivo. No es lo ideal, pero es la salida pragmática más rápida y eficaz, y cuando se trata de inflación no nos podemos andar con rodeos ni probando recetas. Además que al presidente, desde su incorporación como socio del club Regatas, le será más fácil “la llegada” a los líderes de los grupos empresariales. Suficiente con una conversación el fin de semana cuando se encuentren en el club. De repente nuestro presidente, en su infinita sabiduría y previendo lo que se venía, se hizo miembro del selecto club solo por eso; quien sabe, intrincados son los renglones de Dios.

La inflación es controlable. Dudo que lleguemos a los niveles de los años 88-90 como anunció un ex presidente a fin de ganar rédito político; pero, si llega a los dos dígitos se debe tomar medidas más severas, incluyendo la siempre desagradable intervención directa del estado en el mercado en forma temporal.

Y, por mientras, ¿qué hacemos con el dólar?
Igual que con los alimentos, el origen del problema es más externo que interno. Los avatares del pobre billete verde más están relacionados con los problemas económicos y financieros en la principal economía del mundo que por cuestiones internas. Los problemas financieros originados por las “hipotecas basura” son tan graves en Estados Unidos y Europa que incluso los bancos centrales han tenido que rescatar bancos privados para que no se produzca una crisis en cadena de todo el sistema bancario (nuestros neoliberales criollos callan en siete idiomas las intervenciones de la FED y el Banco de Inglaterra para “salvar” bancos privados). La crisis va a continuar y algunos pronostican una fuerte recesión a la vista, lo que “de taquito” nos traerá problemas a nosotros. Habrá menos demanda de afuera y se necesitará buscar otros mercados para nuestros productos, aparte del norteamericano y el europeo (de allí la reciente gira de AGP a China y “la franelada” reciente en el asunto del Tíbet), debiendo acostumbrarnos a un dólar bajo por largo tiempo y unas tasas de interés que encarecerán el crédito, y mientras tanto “aguantar” el impacto de la recesión hasta que pase, aunque no nos afectará demasiado gracias al “colchón” de reservas internacionales que tenemos (algo así como nuestros ahorros para las épocas de “vacas flacas”). Esta vez el resfrío de los grandes no nos producirá neumonía, pero sí una bronquitis si descuidamos la disciplina fiscal (Friedman de nuevo), y no colocamos nuestros productos en otros mercados, incluyendo los mercados “chiquitos”, que por ser pequeños no hay que desdeñarlos. Total, plata es plata.

Mientras tanto estimado lector(a) consuma moderadamente, no se endeude demasiado, no abuse de sus tarjetas de crédito y consuma más de lo nuestro: la rica papa, el rico camote, el rico cuy y la rica quinua, amén de una política definida en cuanto a los biocombustibles que están encareciendo los alimentos importados (trigo, maíz, soya). A la larga es un suicidio la generación de energía en base a alimentos básicos. Y no lo dicen los comunistas, ni los socialistas, ni “los perros del hortelano”. Lo dice un capitalista convicto y confeso como el presidente de la trasnacional Nestlé. Vamos a tener escasez de alimentos en el mundo que aunado a la escasez de agua por el calentamiento global, generará problemas no solo de hambruna, sino de gobernabilidad en democracia y conflictos entre las naciones en el mediano y largo plazo. Espero no verlo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

*Este artículo fue escrito cuando la prensa puso al descubierto que el gobierno, ayudado con los camiones del ejército, estaba repartiendo bolsas de alimentos a altas horas de la madrugada. El gobierno adujo que era porque a esa hora encontraba a los moradores. Descubierto el reparto, no le quedó más remedio que oficializar el subsidio directo a los sectores menos favorecidos.

Wednesday, April 09, 2008

DÍA DEL ABOGADO

Voy a aprovechar la fecha para acometer algunas reflexiones sobre como anda mi oficio. Seré aguafiestas de mi propia celebración.

Generalmente en las ceremonias rituales por nuestro día tendemos a considerar como muy noble y abnegada nuestra actividad, y a nuestro ejercicio poco menos que un sacerdocio laico abocado a la justicia. Nos “golpeamos el pecho”, miramos por sobre el hombro a las demás profesiones y nos sentimos con ciertos privilegios que no poseen el común de los mortales. Si bien esa mirada narcisista nos hace sentir bien (es como mirarse al espejo y decirse que bello soy); sin embargo, externamente no nos ven así. Y la culpa no la tienen los otros. Nuestra profesión, posiblemente, es una de las más desprestigiadas junto al periodismo, a la docencia pública, al oficio de político –que casi siempre son abogados- y de juez –que siempre son abogados-, lo que está directamente relacionado con la poca confianza que inspira un “doctor”, sujeto visto como un tipo aprovechador, taimado y carente de escrúpulos. Esta percepción negativa tiene como origen la mala práctica profesional que se ha generalizado en las distintas instancias y que no es sancionada debidamente ni por los colegios profesionales ni por los órganos jurisdiccionales cuando un letrado interpone recursos temerarios, “fabrica pruebas” o miente descaradamente en el proceso.

Esa conducta no es sancionada por los jueces, pese a que en más de un caso las evidencias saltan a la vista. Será que se cumple trágicamente el dicho que “otorongo no come otorongo” o que los lobbies de antaño –conformado por abogados- han regresado de nuevo, presionando a los magistrados a fin de obtener sentencias favorables para sus patrocinados. Tanto el Poder Judicial como los propios Colegios profesionales tienen una gran responsabilidad al respecto. Mientras solo existan “apercibimientos” para mejorar la conducta del letrado incurso en faltas, apenas será un saludo a la bandera justificativo que algo se hace.

Como estatus o símbolo de ascenso social la abogacía hace mucho tiempo dejó de serlo. Más estimable y cotizable es el oficio de vedette, chófer de combi, cantante de cumbia o futbolista. La desvalorización de la profesión guarda correspondencia con la masificación de la carrera. La proliferación de facultades de derecho en todo el país, la creación de “filiales” y los “cursos a distancia” para obtener el título profesional han generado dos problemas evidentes: una excesiva oferta de abogados mal preparados y una lucrativa veta de muchas universidades sin invertir demasiado.

El primer problema (la excesiva oferta de letrados mal preparados) ha traído como consecuencia la pauperización de la profesión, la poca o nula preparación de los abogados que egresan en los últimos años, abogados que incluso están ingresando al Ministerio Público y al Poder Judicial careciendo de una base jurídica sólida (algo así como que un médico comience a operar con la sola preparación de cursos por internet), y los dedicados a patrocinar causas las pierden clamorosamente –después de haber jurado a su cliente que iban a ganar el caso-, que ante su incapacidad deciden “coimear” a fin de obtener una sentencia favorable. La mediocridad de la profesión es notoria. Algunos “doctores” no pueden redactar un simple escrito sin tener a la vista “un modelito” o plantilla que los guíe, menos redactar decentemente una demanda. Muchos colegas confunden en forma evidente los tipos de procesos, plazos e interposición de recursos, que llegan a reclamarle al juez o presentar una queja ante el órgano de control –la ignorancia es atrevida- cuando les declaran improcedente algún pedido. Y algunos abogados (y jueces también) invocan leyes derogadas, no dándose siquiera la molestia de revisar las normas publicadas en el diario oficial.

El segundo problema (proliferación de facultades de derecho) obedece a que la carrera no requiere demasiada inversión. Es de las carreras conocidas como “de tiza y saliva”, por lo que no solamente aumentaron las facultades de derecho a escala geométrica en los últimos veinticinco años, sino que las universidades comenzaron a actuar con “filiales” fuera de la jurisdicción de su sede principal, operando algunas en casi todo el país, u ofreciendo “cursos a distancia” para obtener el título profesional (como una conocida universidad que hasta orgullosa trasmite spots publicitarios de sus cursos por correspondencia).
Ese fenómeno trajo la pauperización y masificación de la profesión, lo que conllevó a su vez a la mala calidad en la enseñanza y preparación del futuro letrado. Pero, el problema no es solo de las “facultades-fábrica” –como simplistamente mi decano arguye-, sino es un problema más complejo, que incluye responsabilidades de los organismos que autorizaron la creación de estas nuevas facultades, vale decir responsabilidad del estado, y también de los colegios profesionales que admiten en el gremio abogados mediocres sin la mínima preparación (siempre y cuando paguen su derecho de ingreso).

Y no se diga que los gremios de abogados no pueden hacer nada. Para muestra un botón: los colegios profesionales pueden publicar el currículo actualizado de sus agremiados. Estudios, especialización, publicaciones, casos ganados (y perdidos también). ¿Porqué no lo hacen?, ¿porqué no publican la relación de abogados sancionados, si es que los hay?
Y, si usted no encuentra nada de eso en la web del colegio profesional donde está inscrito su abogado defensor, puede salir de la duda con un fácil recurso para darse cuenta si quien tiene delante es un buen abogado, con experiencia en el tema consultado, o se trata de un “especialista en todo” y con un título obtenido dudosamente: la tarifa por los servicios prestados. Difícilmente un buen abogado cobrará barato por sus servicios, porqué posee el know-how para resolver adecuadamente el asunto legal puesto en sus manos. Haciendo un símil es como decir hay médicos y médicos. Un médico con amplia experiencia en operaciones al corazón no cobrará “un sencillo” por sus servicios. Y recuerde también el viejo dicho: “lo barato sale caro”. He conocido casos de litigantes que por ahorrarse unos soles vieron naufragar el juicio promovido por uno de estos letrados poco escrupulosos o incluso perder su única propiedad luego de un largo proceso en el que invirtieron todos sus ahorros y desvelos.

Para solucionar el problema no bastaría con “cerrar” las facultades de derecho por diez o quince años como se ha sugerido con las facultades de educación. En principio que traería problemas legales, incluso de índole constitucional. Pero sí se puede concertar, fijar “cuotas de ingreso” entre las propias facultades. Requiere buena fe y no mirar la profesión como un negocio de los dueños de las universidades.
También requiere que el Estado –vía sus organismos competentes- regule la carrera y la admisión a esta, fijando estándares mínimos de calidad y una fiscalización activa de las universidades a fin de constatar si cumplen o no con los requisitos de una adecuada preparación para sus alumnos.
También es necesario que los colegios profesionales sancionen más severamente al abogado que tiene mala praxis profesional y se llegue a la cancelación del título en los casos más graves o cuando el abogado tenga una conducta maliciosa reiterada.
Y se requiere mayor participación de los organismos jurisdiccionales a fin de sancionar a los abogados maliciosos con prácticas “tinterillescas”. No les debe “temblar la mano” a los jueces, temerosos del chantaje con una queja ante el órgano de control si llama la atención a un abogado con praxis contraria a la ética. Sino caemos en un eterno ciclo vicioso de ocultamiento y lavada de manos.
Y también que se tome evaluaciones periódicas a todos los letrados a fin de determinar su capacidad para el desempeño profesional. Estoy seguro que muchos no pasarían el examen y se encontrarían como los profesores del magisterio público en la última prueba: más del noventa por ciento desaprobados.

En fin, requiere mayor presencia y papel activo del estado, de sus órganos jurisdiccionales, de los propios colegios profesionales y de nosotros mismos, que limpiando el estiércol y barro que cubre nuestra profesión pueda decirse con orgullo y sin las frases huecas y retóricas de ahora que ser abogado es la más noble y bella profesión.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, April 01, 2008

DIVORCIO ADMINISTRATIVO

El proyecto de ley que permite el divorcio por mutuo acuerdo –separación convencional- a través de los municipios y las notarías ha traído –como era de prever- bastante polvareda, a pesar que no se trata de un divorcio express como el que sí existe en España (impropiamente el periodismo no especializado de estas tierras le motejó un calificativo que no le corresponde). El proyecto apenas amplía la competencia de los divorcios por separación convencional a que pueda ser visto también en la administración pública (las municipalidades) o bajo la competencia de un notario, y siempre y cuando los cónyuges se encuentren de acuerdo con la tenencia de los hijos menores, el régimen de alimentos y de visitas, y la liquidación de la sociedad de gananciales. Esa modalidad de divorcio administrativo se da en otros países debido a que los cónyuges que desean divorciarse están de acuerdo en todo, así que no existe controversia, por lo que el proceso puede llevarse en sede administrativa.

Sin embargo, las voces de ciertos sectores de la Iglesia y hasta del propio decano del Colegio de Abogados de Lima se han opuesto. Comprendo la posición de mi decano, debido a que tiene que defender a su gremio (los abogados) y la puesta en ejecución del divorcio administrativo nos quitaría clientes, lo cual es cierto. Es una actitud gremialista y comprensible desde ese punto de vista. Eso sí, el costo será mayor que en el Poder Judicial, por lo menos en el caso de los notarios. Será más rápido, libre de huelgas, pero para quien pueda pagar. En cuanto a los Municipios, si bien no existe personal capacitado –salvo uno que otro municipio- se podría entrenar a abogados con experiencia en derecho familiar; pero también se debe resolver cuánto cobrarán los gobiernos locales en “derechos de trámite”. Se les puede pasar la mano. Los Municipios siempre están a la caza de ingresos y esté podría ser un filón muy importante. Sería bueno que en la propia ley se señale que el costo en los Municipios no podrá ser mayor al costo regular en la vía judicial, sino la ley apenas beneficiaría a los que posean mayores ingresos.

En cuanto a la oposición de la Iglesia es tradicional. Se opone secularmente a todo lo que signifique la disolución del vínculo matrimonial y por ende de lo que conocemos como familia tradicional, no tomando en cuenta que cuando una familia está fracturada seriamente no existe solución posible. Peor es que los hijos vean las peleas constantes de los padres o que uno le saca la vuelta al otro (y a veces los dos al mismo tiempo). Espectáculo deprimente para un menor y que repercute en toda su vida.

Es cierto que las facilidades (bastante relativas en nuestra legislación) para divorciarse ha permitido que crezca la tasa de divorcios en comparación a otras épocas cuando la institución del divorcio no existía o estaba sumamente restringida o condenada socialmente; pero oponiéndose a la medida del divorcio administrativo nada se consigue, salvo que la tasa de separaciones de hecho y hogares irregulares (convivencias de todo tipo) siga en aumento. Se confunde las causas con los efectos. La culpa de la crisis de la familia no es de la legislación divorcista sino de la misma institución familiar. Es crisis de instituciones no de legislación.

La crisis de la familia y la institución legal que le ha dado soporte por largos siglos es inoperativa en esta época. La culpa no la tienen las leyes, estas apenas tratan de dar salidas a las parejas frente a la crisis.
La crisis es más seria, más profunda y está dando lugar poco a poco a una nueva forma de entender a la familia, nueva forma que el derecho debe encauzar como las 'Living apart together' (que parece producir buenos resultados), las familias con parejas del mismo sexo, las familias reconstituidas y el divorcio express, el cual es más radical que esta tímida medida de divorcio administrativo, pero saludable en cuanto avance en nuestra anquilosada legislación en materia familiar. Esperemos que los legisladores y el presidente de la república estén a la altura de las circunstancias y no se dejen presionar por los sectores más retrógrados de nuestra todavía en algunos aspectos conservadora y pacata sociedad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, March 24, 2008

PROFESORES JALADOS EN EXAMEN

Entre los docentes de cualquier nivel existe una regla según la cual si salen desaprobados unos cuantos alumnos la responsabilidad es enteramente del propio educando, a su dejadez, falta de atención, de esmero en sus deberes escolares, etc; pero si salen desaprobados casi todos los alumnos de un profesor, la culpa es del docente, algo pasa que “no llega” al alumno.
La regla se basa en las probabilidades. Es casi improbable que a un profesor le toque un aula con alumnos enteramente deficientes, con escaso nivel de retención y poco proclives a esforzarse en los estudios; entonces la responsabilidad es del docente, del método que está empleando o de la forma para comunicarse con el educando. Igual se puede decir cuando en una prueba el nivel de desaprobados es total o casi total. Algo pasa con la forma en que está evaluando al educando.

Justamente, cuando me inicie en estas lides de la docencia, al poco de obtener mi título de abogado, un headhunter me reclutó como capacitador para la formación de los futuros vendedores de las AFP’s. El sistema privado de pensiones estaba comenzando a implementarse en nuestro país pese a las resistencias que existían por aquellos años –inicios de los noventa-. Quien escribe tenía a su cargo la capacitación legal de la fuerza de ventas de una conocida AFP que debía convencer al trabajador a trasladarse al sistema privado. Me llamó la atención que ese Ingeniero Industrial metido a reclutador de personal me convocase (me había presentado a una clase modelo, dejando mi currículo sin muchas esperanzas) debido a que mi experiencia docente en aquella época era casi nula -y no ingresé por tarjeta o recomendación-, así que un día, aprovechando un encuentro informal le pregunté para salir de la duda porqué me había escogido. “Tienes llegada al alumno. Y a veces más importa la llegada al alumno que poseer un océano de conocimientos y no poderlos trasmitir. De qué sirve un profesor así, por más diplomas y pergaminos que pueda tener”. Esa fue su respuesta concluyente y la razón que haya persistido tantos años en una actividad que me gusta, que la he ejercido en lugares tan disímiles –algunas veces ad honorem y “por amor al arte”- y que he observado es difícil de percibir desde fuera cuando se trata de considerar a un buen docente.

Un examen, por ejemplo. Si el docente sale desaprobado, la primera conclusión que se deduce es que se trata de un mal profesor. Entonces las personas, en coro, dirán que efectivamente por eso anda tan mal la educación, que los profesores no saben ni lo que enseñan, que solo se dedican a hacer huelgas y pedir aumentos sin hacer nada, y todo lo demás.

Pero, creo es una conclusión un tanto apresurada. En primer lugar porqué depende qué tipo de examen se haya tomado.
Para nadie dedicado a la docencia es un secreto que se puede hacer un examen extremadamente difícil donde el nivel de desaprobados sea superior al ochenta por ciento, y que ese examen necesariamente no reflejará la capacidad o suficiencia del examinado. Y en el caso concreto de la última evaluación a los profesores, al ser un examen de solo conocimientos y aptitudes difícilmente reflejará si es un buen o mal profesor, a lo sumo que tiene buena memoria para las respuestas.

Es lo que sucedió también cuando el Consejo Nacional de la Magistratura comenzó a tomar las primeras pruebas para el nombramiento de jueces y fiscales luego del fin de la autocracia fujimorista. Casi no existían magistrados nombrados, muchos eran suplentes o provisionales y gran parte estaban comprometidos con la Mafia que gobernó el Perú en los noventa, así que las pruebas iniciales que tomaba masivamente el Consejo de la Magistratura eran de conocimientos, los que tenían buena memoria aprobaban y pasaban a una entrevista personal, los que no se acordaban, por ejemplo, cuál era la causal de divorcio señalada en el artículo 333, inciso 8, del Código Civil, salían desaprobados (claro, estoy exagerando el ejemplo, pero las pruebas eran netamente memorísticas). La pregunta era: ¿se estaba escogiendo así a los mejores abogados para ser jueces? Evidentemente que no.
Si bien es la manera más rápida y fácil de eliminación, quedando fuera el noventa por ciento de examinados y efectuando la selección para el nombramiento de la pequeña porción restante; pero el problema es que los mejores abogados, como los mejores docentes, no son memoristas, y los resultados los vimos algunos años después cuando se colaron algunas “perlitas” en los nombramientos definitivos, así que el Consejo tuvo que cambiar el contenido de sus pruebas y no darle tanta importancia a la memorización de conocimientos, habida cuenta que el futuro magistrado al resolver un caso trabajará con un criterio de conciencia y un grado de racionalización, conforme al marco legal existente, para lo cual tendrá a la mano sus Códigos y demás leyes que no necesita memorizar.

Algo similar pasó con esta prueba a los maestros. Y no lo digo basado en la simple presunción, sino en la opinión de especialistas en materia educativa que han opinado negativamente sobre la prueba tomada. No importa que haya sido una institución de “prestigio” quien la diseñó. El problema se repetirá si lo hace alguna otra institución, si la forma en que se toma el examen sigue igual de defectuosa, porqué de esa forma no están entrando a la carrera magisterial los mejores o aquellos con vocación definida por la docencia, sino los mediocres, aquellos que basan su rendimiento en la memorización de conocimientos.

Como alguien dijo una vez el saber enseñar es un arte, donde entran no solo criterios objetivos, sino también subjetivos, intuitivos, por lo que si se trata de evaluar a un docente no basta una prueba de conocimientos, sino por lo menos una clase modelo para conocer la “llegada” de ese profesor al alumno y la experiencia previa que haya tenido. Un docente no se forma de la noche a la mañana, es un proceso lento, difícil, donde se conjuga experiencia con capacitación, y más que todo vocación por enseñar. Como en todo trabajo, al docente le debe gustar lo que hace, y la verdad que no siempre se produce esa feliz conjunción.

Por eso los principales reclutadores de docentes en institutos y universidades serias comprenden en la prueba a un aspirante a profesor no solo los conocimientos, sino la clase modelo, para saber justamente la “llegada” del maestro, su capacidad didáctica. Más que presentar sillabus, plan de trabajo y otros papeles que pueden engrosar su currículo, la clase demostrativa es vital, a lo que va acompañado el test sicológico. ¿Sabemos realmente cuántos profesores con tendencias pedófilas, autoritarias o desequilibrados emocionalmente existen?

Y esta prueba tomada era para nombrar y contratar profesores. Así que el asunto no era nada fácil. Precisamente los nombramientos como parte del sistema administrativo estatal debe ser reelaborado. Hasta donde tengo entendido los nombramientos de docentes –como los de la carrera pública- son casi perpetuos, salvo que cometa una falta grave o renuncie se queda de por vida o hasta que le llegue la edad de jubilarse; existiendo así un error de apreciación. Los nombramientos no pueden significar perpetuidad en el cargo. Los nombramientos –como sucede con los jueces y fiscales- deben estar sujetos periódicamente a una ratificación, previa evaluación integral del docente y conforme a las reglas del debido proceso (derecho a ser escuchado, a defenderse, a saber los motivos de su no ratificación, etc.). La ratificación de los nombrados es vital para que “no se duerman en sus cargos” y más bien se capaciten constantemente, superen los problemas que tienen a nivel de docencia o metodología, y se evalúe caso por caso las denuncias que pesan en contra del docente (casos de violación, tocamientos indebidos, venta de notas, cometimiento de arbitrariedades, etc.), nombrando comisiones técnicas evaluadoras ad hoc (no de sesgo político), con entrevista personal incluida, sea para contratar, nombrar, ascender o ratificar en el cargo, facilitando también, con la modificación de la legislación estatal, la remoción de los profesores incompetentes y una flexibilización en las causales de cese.

Es cierto que gran parte de la responsabilidad por la mediocridad de la educación peruana la tiene el Sutep, pero no es el único responsable. Los sucesivos gobiernos que no hicieron nada para corregir los problemas tienen también parte de culpa, así como la politización en el ingreso al magisterio. Si no se tenía el carné del partido de gobierno o si no era miembro de Patria Roja –que manipula el Sutep- difícilmente el aspirante a docente ingresaba al magisterio. El APRA puede dar razón de los miles de profesores mediocres –pero con carné- que entraron en el primer gobierno de Alan García.

El problema también está relacionado con la precaria formación del futuro docente. Es tarde para descubrir que existen facultades e institutos que “fabrican” docentes con títulos a nombre de la nación como si se tratase de salchichas, y es que ese problema no sólo ocurre en las facultades de educación, sino también en las facultades de derecho, administración, contabilidad y otras profesiones conocidas como “de tiza y saliva”. Cerrar facultades de educación por diez o quince años no es la única solución, también es necesario que los organismos competentes realicen una fiscalización efectiva de estas “facultades-fábrica” y constatar si cumplen o no con los requisitos mínimos de una adecuada preparación. Si el Estado otorga los títulos (“a nombre de la Nación”), el mismo Estado debe fiscalizar activamente que se cumplan las normas mínimas de una buena enseñanza, con los apercibimientos para aquellas instituciones que incumplan las normas técnicas correspondientes, sino vamos a seguir lamentándonos con los mismos resultados que estamos viendo ahora.

Calificar a un buen docente es tarea ardua, harto difícil en vista que entran factores objetivos y subjetivos, por eso las evaluaciones que se reducen a un simple examen escrito producen resultados incompletos y muchas veces equivocados como ha sucedido con el último examen tomado.
El problema no es sencillo de resolver, quizás demore décadas en percibir los cambios positivos, pero debemos comenzar, en vista que la educación es clave para el desarrollo de un pueblo y tal como está la educación peruana (en todos sus niveles) el paciente se encuentra en cuidados intensivos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, March 18, 2008

LAS CASAS DEL ALBA Y LAURA BOZZO

Empezaré por el segundo tema. Debo decir previamente que –como en el tema de las casas del ALBA- no he simpatizado ni simpatizo con la controvertida animadora. Pero, he notado una acre y furibunda tendencia a que su programa sea levantado del aire, lo que equivale a una censura o por lo menos a una condena moral.

Literalmente el programa de Laura Bozzo es una basura, pero de allí a censurarlo pasamos a convertirnos en los torquemadas modernos, en aquellos portavoces de la verdad absoluta e indiscutible, como ha sucedido con algunas figuras mediáticas, cumpliéndose el adagio “del árbol caído todos hacen leña”. Líbrenos Dios de aquellas personas (y eso que lo dice un agnóstico). Ponerse encima del bien y del mal es tan peligroso como los programas de la autotitulada “abogada de los pobres” (la presión mediática es tan fuerte y las evidencias que su programa “inventaba” historias tan obvias, que más temprano que tarde el programa será cancelado). Aunque más que pedir la cancelación debemos recordar que su programa nació en un contexto muy específico: el gobierno autocrático de Alberto Fujimori que necesitaba de sicosociales como los ofrecidos por la Sra. Bozzo. Sus vínculos con Fujimori y Montesinos jamás los negó y más bien se sentía orgullosa de ellos. Laura Bozzo –como el programa de Magaly Medina- son el resabio de una época oscura en la historia del Perú, cuándo nos quisieron vender el cuento de los tigres de Sudamérica mientras el ingeniero con su asesor medraban del erario público. Y si el programa de LB prácticamente ya cayó –el rating que tiene es bastante bajo-; en cambio Magaly TV si será más difícil que caiga, se ha reciclado, se ha insertado dentro del sistema y también no produce demasiados anticuerpos como el de la Bozzo, salvo los perjudicados por los “ampays”, pero sobretodo tiene rating y eso cuenta más que su génesis en la década pasada; aparte que nunca se ha podido encontrar pruebas de la vinculación de la popular “Urraca” con los mandos del poder de ese entonces como sí sucede con su compañera de canal.

Precisamente, es sintomático que tres personajes que crecieron en la era del fujimorismo como Laura Bozzo, Magaly Medina y Nicolás Lúcar, se encuentren parapetados en el mismo canal –el canal 9-. Da la impresión que existieran intereses subterráneos bastante oscuros que dan licencia y respaldo a esas tres figuras mediáticas de una de las épocas más nefastas de nuestra historia republicana.

LAS CASAS DEL ALBA
Voy a contar una anécdota que me ocurrió hace algunos meses.
Los que han leído mis crónicas y artículos sabrán que de joven milité en las canteras de la izquierda marxista, participando incluso activamente en el movimiento de Izquierda Unida. Siempre en la base, ad honorem y sin pedir un cargo a cambio. Era más idealismo que sentido pragmático de la política, como el de muchos de los jóvenes de mi generación. Hace más de veinte años –antes que cayera el muro de Berlín- me aparté de las corrientes marxistas y si se trata de poner etiquetas me considero ahora un socialdemócrata liberal que no se arrepiente ni hace mea culpa ni abjura de su etapa juvenil; no obstante, tengo amigos que todavía pertenecen a esa vieja izquierda y son consecuentes con sus ideales sea por principios o por intereses crematísticos más subalternos. Me invitaron a una reunión donde el objetivo era fundar una nueva casa del ALBA. Luego de los discursos del caso sobre “el socialismo del siglo XXI”, Hugo Chávez, Fidel y toda la iconografía izquierdista y con una borrachera que hacía más apasionada y vehemente la retórica, uno de los participantes aseguró tener “contactos” muy cercanos con funcionarios venezolanos y con la embajada acá en Lima, así que “el billete” estaba asegurado. Y no eran meras fanfarronadas de borracho, conociendo como lo conozco a este amigo se que sus contactos eran bastante ciertos. Como que tiempo después fundó su casa de la “amistad peruano-venezolana”.

Sí, las casas del ALBA tienen financiamiento venezolano. Eso es evidente.

Pero, al igual que el caso de la Bozzo, ¿se podrá desterrar esas casas con una comisión investigadora del Congreso, o siquiera se podrá hablar de “contrabando ideológico”?

En principio no existe el “contrabando ideológico”. Una persona o una asociación pueden tener una ideología, abiertamente o disfrazada, pero que está presente en su modo de obrar o de expresarse. Y, también porqué las ideas se deben combatir con ideas. Si una asociación tiene, por ejemplo, ideas sobre el socialismo, la democracia o incluso en materia de religión como que Cristo vino de un planeta remotísimo en un OVNI para darnos sus más avanzadas enseñanzas, a nadie se le va a ocurrir cerrar esa asociación, ni menos acusarla de “contrabando ideológico” en desmedro de la iglesia católica, sino que se deberá refutar esas afirmaciones con ideas. Si alguien cree que el modelo chavista es el del socialismo del siglo XXI, bueno habrá que refutar con ideas y no cerrando las asociaciones o nombrando “comisiones investigadoras”. Aparte que eso del “contrabando ideológico” tiene un tufillo virreinal, a naftalina, a fascismo puro para decirlo sin medias tintas. Con esa misma lógica, el actual ministro de defensa (que sueña con ser presidente) si hubiese vivido en la época del virreinato habría acusado de “contrabando ideológico” a las ideas liberales de la independencia y la revolución americana.

Sé que mis colegas leguleyos me dirán que de acuerdo a ley se pueden formar comisiones investigadoras en el Congreso, así como de oficio el Ministerio Público puede iniciar también una investigación. Y tienen razón. Nadie dice lo contrario. Pero, las consecuencias políticas serán más dañinas para el sistema y la democracia, ya que lo único que traerán esas comisiones será darle publicidad gratuita a las casas del ALBA y que se consideren como “perseguidos políticos”. Un cierre –solo un cierre- de una casa del ALBA le daría más publicidad a estas asociaciones que todo lo que han hecho hasta ahora –que no es poco-, y el remedio sería peor que la enfermedad. Cuando se toma una medida de esta naturaleza, el costo político debe ser sopesado cuidadosamente y darle la lucha en ese campo más que en el formal-legal.

No estamos en la época de las persecuciones, el partido en el gobierno lo debe saber mejor que ninguno, al ser ellos perseguidos por largos años justo por esa derecha cavernaria que le sopla al oído despropósitos con un tufillo bastante oloroso a Sánchez Cerro y al Perú del año de la barbarie.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, March 10, 2008

THRILLER EN SUS 25 AÑOS

Quizás pocos discos como Thriller hayan jalonado toda una época. Más allá de la discusión si fue o no comercial el lanzamiento (que en los hechos lo fue), importa la era que marcó al compás de los zombies del video clip. Esos monstruos que parecían salir de la mente afiebrada de George Romero son perdurables.

Pero, también podemos hacer una “lectura” del contexto social en consonancia con las imágenes de los zombies que vemos desfilar. Estamos al inicio de la década de los ochenta, cuando el gobierno de Ronald Reagan inicia un proceso de reformas conservadoras dando inicio a los llamados “neocon”, los neoconservadores, que en reacción al liberalismo y rompimiento de tabúes que vivió Norteamérica entre las décadas de los sesenta y setenta, buscan restablecer los valores tradicionales de corte puritano, mientras que en el campo económico comienzan a desmantelar el estado de bienestar, rebajar impuestos favoreciendo a los más ricos, y cortando muchos subsidios estatales. Esa ola conservadora puede interpretarse como “el regreso de los muertos vivientes”, al igual que los zombies que vemos en Thriller.

Sin querer, el arte puede captar el sentido de una época. Esas obras son las que más perduran y sobreviven a los millares de informes o libros que trataron de comprender un período histórico determinado. Thriller, sin proponérselo, capto el horror de un período de reacción, de vuelta a un pasado retrógrada, a semejanza de esos zombies que bailan al ritmo del gran Jacko.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Thursday, March 06, 2008

COLOMBIA Y LAS FARC

Irónicamente los tres países involucrados en el incidente de las FARC pertenecieron al sueño bolivariano de la “gran Colombia” y entre ellos comparten no solo una misma bandera, sino un intenso intercambio comercial y sus ciudadanos transitan más o menos en forma fluida. Es como si entre nosotros, al gobierno peruano o al gobierno boliviano, se le ocurriera cerrar la frontera y movilizar algunos contingentes armados a la zona sur: sería inconcebible.

Si bien no creo “la sangre llegue al río” y más allá de las bravuconadas de Hugo Chávez (que interesadamente se ha metido al lío) o los desgarres de vestiduras de Rafael Correa o las denuncias presentadas ante la OEA, el estado de las cosas volverá a la calma en los próximos días; pero, es útil sacar algunas reflexiones políticas al respecto, que saltan por evidentes, pero que han sido confirmadas gracias al “affaire” fronterizo.

En primer lugar que Hugo Chávez ha pactado expresa o tácitamente convenios de reciprocidad en caso de agresión con los gobiernos que le son afines: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Gracias a la afinidad que guardan con el “proyecto bolivariano” estamos ante un eje financiado por Caracas y cuya finalidad es expandir proyectos similares en otras áreas de la región.

Asimismo, Hugo Chávez necesitaba un conflicto regional de esa magnitud a fin de cohesionar políticamente el frente interno. Luego de salir mal parado en el referéndum promovido en Diciembre pasado, necesitaba un hecho que le permita mantener su liderazgo sin cuestionamiento, y un pretexto regional es un buen motivo. No hay nada que mueva más a la unión de un pueblo que la posible agresión de un enemigo común; aunque si exagera le puede salir muy caro, debido a que los ciudadanos venezolanos no se van a “comprar” un pleito ajeno.

De igual modo, Álvaro Uribe en el frente interno colombiano necesitaba una acción audaz y efectiva que le permita obtener réditos políticos. Se habla insistentemente de una segunda reelección o por lo menos de un sucesor cercano a él. Qué mejor que demostrando, como en sus primeros años, “mano dura” contra las FARC, eliminando al segundo en la línea de mando, no importa si al precio de ocasionar un incidente internacional. El “efecto político” es más importante que el militar, ya que es poco probable que la eliminación del número dos afecte seriamente a las FARC. Y de paso, “elimina” las posibilidades de una negociación para la liberación de los rehenes, principalmente de Ingrid Betancourt, la única que podría competir con él por la presidencia, en caso de ser liberada. Cautiva Betancourt no tendría un oponente de peso, sea que intente Uribe un tercer mandato o ponga algún sucesor cercano.

Otra lección que se puede obtener es que el conflicto colombiano no puede circunscribirse solo a ese país, al haberse irradiado el mismo a los países vecinos de la región, donde incluso las FARC cuentan con las simpatías de algunos gobiernos; demostrando el incidente que cuando se trata de acciones contra grupos terroristas y/o guerrilleros no existen fronteras ni nacionalidades. Tanto de los insurgentes como de las fuerzas del orden, similar a lo que sucede en otras partes del mundo, donde el problema focalizado inicialmente en un solo lugar, “se irradia” a los otros países, sea por contar con simpatías ideológicas o políticas, o porque la persecución a los grupos armadas debe efectuarse violando la soberanía nacional de los países que los acogen.

Pero el incidente no solo traería la presencia de Chávez en un eventual conflicto armado, sino la intervención directa o por lo menos acompañado en una fuerza “multinacional” de los Estados Unidos. Uribe es un aliado que no se puede dar el lujo de perder y si existe beligerancia del vecino de al lado, Chávez puede salir perdiendo, por eso no creo que más allá de las bravuconadas del “bolivariano” o de algún incidente aislado en la frontera, las cosas no lleguen a mayores.

En el contexto geopolítico sudamericano existen claramente dos grupos de países con fines y estructuras económicas distintas: los de la costa del pacífico conformado por Chile, Perú y Colombia, con economías abiertas, TLC firmados en el caso de los dos primeros y uno por firmarse en el caso del tercero, con estados de derecho que van funcionando o intentando funcionar adecuadamente, y vigilancia –matizada seriamente en el caso colombiano- de los derechos humanos acompañado de libertades políticas; y los conformados por Venezuela, Ecuador, Bolivia y con la simpatía de Argentina -país que ya perdió la hegemonía de antaño-, donde se “vive” un “socialismo del siglo XXI”, economías controlistas, aversión a los tratados con los Estados Unidos, y privilegio de una retórica nacionalista, aunque en los hechos las desigualdades de clase y problemas de carestía recaigan sobre los sectores menos favorecidos. Y, en el medio, Brasil, actuando como una suerte de árbitro y afianzando un liderazgo regional. En ese nuevo contexto, la Comunidad Andina de Naciones ha quedado sino sepultada por lo menos relegada en importancia y difícilmente se recuperará en los próximos años, por lo menos no en esta nueva coyuntura.

Es en este nuevo contexto geopolítico que se produce el incidente de las FARC en territorio ecuatoriano. De haber sido distinto, más allá de las disculpas protocolares y de recordar que somos países “hermanos” no habría sucedido nada más; pero el contexto y los actores de la actual hora han buscado de uno u otro lado sacar ventajas de un incidente que más allá de la violación flagrante de la soberanía de un país no debió crecer a la dimensión que estamos presenciando. En el affaire suscitado no hay santos ni demonios, no hay buenos o malos como se quiere hacer aparecer interesadamente, solo actores políticos tratando de obtener la mayor ventaja que el incidente pueda dar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, March 03, 2008

POR TELÉFONO NO: PROSTITUTAS SIN CELULAR

La estupidez humana no tiene fronteras ni distingue nacionalidades. A veces pensaba que nosotros (en el tercer mundo o como se dice ahora eufemísticamente “países emergentes”) éramos los abanderados de proyectos descabellados como el del comentario, pero veo que no.

En el Reino Unido no se les ha ocurrido mejor manera de combatir la prostitución que bloqueando los números telefónicos de las prostitutas que anuncian sus servicios en los periódicos de la ”city”. Se parece en algo al proyecto que no prosperó de un congresista aprista que prohibía los anuncios de comercio sexual en los periódicos. Cualquiera podría pensar que él ha asesorado al actual gobierno británico (ver en este blog el artículo Sexo censurado). Pero no, la iniciativa es propia del gobierno laborista que como sucede con todos los gobiernos del mundo ante el desborde de un problema social busca la solución que parece más expeditiva y rápida gracias a que el Estado tiene los medios coercitivos para hacerla cumplir: la prohibición.
La prohibición parece lo más sencillo, pero más allá de las buenas intenciones no pasa de un gesto para lavar las buenas conciencias y sobretodo decir a los electores que el gobierno “hace algo” con respecto al tema.

Sin embargo, la solución no es tan fácil, en vista que frente a una medida de esa naturaleza, la oferta sexual buscará los medios de promocionarse por otros medios a fin de satisfacer la demanda. El ingenio se agudiza frente a la necesidad. Si son bloqueados los teléfonos de los servicios sexuales, se encontrará otras formas de publicitarlo o, como ya se ha aventurado, las prostitutas volverán a las calles con el riesgo que ello implica tanto para el cliente como para la trabajadora sexual.

La prostitución es tan antigua como el mundo. Nadie, ni siquiera los grupos religiosos fundamentalistas han podido erradicarla. Los esfuerzos siempre devienen en un rotundo fracaso. Más que prohibir o considerar delito el pago por servicios sexuales (otra aberración de alguna mente afiebrada en el gobierno de Londres) la prostitución se debe regular, establecer parámetros de calidad del servicio, lugares donde se brinda y -porqué no- hasta el pago de impuestos. Sería más provechoso tanto para los potenciales usuarios como para el propio Estado y por supuesto para las propias trabajadoras del sexo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, February 25, 2008

SOCIOLOGÍA DEL AMOR: EN TORNO A EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA

Existe un principio en las adaptaciones cinematográficas que casi siempre se cumple: de una buena novela es muy difícil obtener una buena película (más bien la película suele resultar mala); e inversamente proporcional, de una mala novela o de un cuento o relato corto es posible obtener una buena película (a lo que agregamos siempre y cuando se cuente con un buen guionista y un buen director).

Es que las comparaciones entre libro y filme resultan inevitables. Más cuando se tiene conocimiento de la obra literaria. Además, una buena novela es muy difícil llevarla a la pantalla por lo complejo y difícil que resulta resumir más de quinientas páginas, quedando naturalmente distorsionada; aparte que ambos –libro y filme- tienen lenguajes diferentes, por lo que si algo funciona bien en uno, no necesariamente será igual en el otro. Por eso es imposible adaptar magistralmente a la pantalla El Quijote de la Mancha, En busca del tiempo perdido o Conversación en la Catedral. Menos el Ulises o Cien años de soledad.

Hay excepciones a esa regla, como la adaptación de Muerte en Venecia de Luchino Visconti (que es una novela corta de Thomas Mann) donde ambos –libro y filme- son de excelente factura, o El Gatopardo (Visconti de nuevo). Pero son eso, excepciones.

En cambio, un cuento o relato corto puede trasformarse en un buen guión, “creciendo” en magnitud e importancia, así como en complejidad de los personajes, y si a eso se añade una buena dirección de actores, tenemos muchas veces una obra maestra. Igual sucede con las malas novelas, las que pueden ser enriquecidas con una buena adaptación y dándoles un alcance que el texto literario jamás lo tuvo. Un ejemplo claro: El padrino. La novela no es gran cosa, pero en manos de Francis Ford Coppola llegó a niveles de tragedia griega (“es imposible que escapemos a nuestro destino”).

Así que los lamentos de los lectores de “El amor en los tiempos del cólera” salen sobrando por obvios. No solo por tratarse de una superproducción al estilo de Hollywood, donde ha prevalecido lo azucarado de la historia, sino también porqué el director no ayuda mucho a hacer “despegar” una trama que se mantiene a vuelo rasante en las más de dos horas de proyección. Es que Mike Newell (quien cuenta en su haber una entrega de Harry Potter y la insulsa La sonrisa de la Monalisa) no era el apropiado. Pasó lo mismo que al elegir al director de Soy leyenda. Eso ocurre cuando los productores quieren ahorrarse unos “milloncitos” y optan por contratar a un director “más barato” o que no cuente con la independencia necesaria para efectuar los cambios que sean ineludibles (un “yes, sir”), pensando que el reparto, “el ambiente de época”, las canciones de Shakira o la deliciosa fotografía son suficientes.

En lo que si discrepo con cierta crítica es en la culpa que se le quiere achacar también al “cast” internacional. Se ha dicho que es un reparto internacionalizado, globalizado, tenemos actores españoles, italianos, colombianos y otras menudencias que dan como resultado “un arroz con mango”. Claro, los amantes de la novela (entre los que me cuento) hubieran preferido una versión en “castellano caribe” que en un estándar inglés subtitulado. Y tienen razón. Pero, la argumentación de una falta de autenticidad local de los actores no resiste un análisis serio. Sería como alegar que carecerían de autenticidad las actuaciones de Shakespeare y estaba descalificado por ser inglés para interpretar en la época isabelina personajes de la Grecia clásica, de la antigua Roma o de la Italia medieval. El reparto internacional y el uso del inglés en los diálogos no es motivo para descalificar un filme, siguiendo esa misma lógica los chinos sólo podrían interpretar a personajes chinos, los franceses sólo a franceses y así hasta agotar las nacionalidades. El actor profesional puede interpretar distintos papeles (si usamos ese razonamiento, Javier Bardem estaría descalificado para interpretar a un serial killer en No country for old men), no solo referidos a su lugar de origen o idioma, y el tener un reparto internacional bien llevado hace la obra más interesante.
Los protagónicos cumplen, unos más que otros, pero cumplen y bien. Los defectos del filme van por otro lado (más está relacionado con “ensamblar” todas estas piezas y darle un aliento de conjunto a la historia). Quizás cuando algún día se realice la “versión caribeña” de El amor en los tiempos de cólera, tendremos una con los giros idiomáticos propios (que dicho sea de paso, la novela más se presta a miniserie que a película).

Otro error de apreciación está relacionado con la crítica al tratamiento de la sensibilidad de la época; olvidándose que la historia ocurre entre los siglos XIX e inicios del XX cuando ni remotamente estaba enraizada la revolución sexual en las sociedades occidentales que permitió liberar los tabúes y prejuicios de antaño. Más bien la película acierta en lo que podríamos denominar una “sociología del amor”. El romanticismo como grado excelso del amor de pareja, con el apasionamiento y los sentimientos desbordados como parte de la cultura de una clase media ilustrada, nutrida sobretodo de los autores franceses que influenciaron notablemente a más de una generación, donde la comunicación de los amantes era generalmente por medio epistolar, medio idóneo para cortejar a la amada (el internet y el chat se encontraban en los pre-sueños de la humanidad) y lo más audaz consistía en tocarle la mano a la novia al salir de la misa. Esa atmósfera está muy bien tratada en el filme y no es nada cursi, a pesar de parecerlo a los ojos contemporáneos. Difícilmente podemos juzgar una sensibilidad de épocas pasadas con los parámetros de la nuestra, debido a que se corre el riesgo de cometer un error de perspectiva.

Para terminar, la escena con la cual me quedo: la de Angie Cepeda como la viuda que aprovechando la trifulca de los estruendos de la guerra civil en la calle, aprovecha para acostarse con el meditabundo y triste Florentino Ariza. Es una escena natural, fresca como la Cepeda misma cuando interpretó a La Brasileña en Pantaleón y las visitadoras. Sólo por ella vale quedarse en la butaca por más de dos horas (aunque en mi caso personal, la compañía con quien aprecie el filme fue más grata que la película misma).
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, February 18, 2008

EL TERCIO SUPERIOR Y CUZCO INSURGENTE

A veces se juntan varios temas en menos de una semana, lo cual demuestra que no somos un país nada aburrido y sí uno todavía algo folclórico como lo ha demostrado la reacción de nuestros hermanos cusqueños ante la ley de promoción de inversión privada en sitios históricos (que de “privatizadora” no tenía nada). No todos claro; pero existen grupos políticos que usan la misma estrategia de hace treinta, cuarenta años atrás, como si el Perú y sus gentes no hubiesen cambiado nada, con un esquema conceptual propio de los años setenta. No se quejen después que en las urnas queden huérfanos de apoyo. Los electores no son tan tontos como piensan y si ven que están matando a la gallina de los huevos de oro (el turismo), mejor le quitan el cuchillo a quien perpetra el crimen, que quedar huérfanos de ingresos, que de eso viven. La política puede matar a la economía si es usada irresponsablemente.
En fin, cuando algún día no pase nada y ni siquiera sepamos quién es el presidente de la república o de una región, cuando la población joven sea minoría y hayamos perdido el “alma” de ser peruanos para ser unos tipos fríos emocionalmente e indiferentes ante el prójimo, que planificamos nuestras vacaciones con dos años de anticipación y más puntuales que un suizo, estaremos dentro del grupo de las democracias maduras y aburridas, donde ya no pasa nada, con un nivel per capita elevado y camino a la extinción como sociedad. Felizmente esa época yo no la veré.

EL TERCIO SUPERIOR
Ha traído cola la propuesta del ejecutivo de contratar solo a profesores pertenecientes al tercio superior y no era para menos. La propuesta parece sensata. Contratar a los mejores egresados, es decir los ubicados en el llamado “tercio superior” de las universidades e institutos no está mal. Pero, la pregunta que nadie se hace por obvia es si los alumnos ubicados en dicho tercio son realmente los mejores como profesionales.
El presidente de la república dudo que haya estado en el tercio superior de estudiante. Según dicen los que lo conocieron de joven más se dedicaba al canto y la guitarra, y a dar discursos hasta a los mosquitos de la universidad que a estudiar aplicadamente los códigos y la jurisprudencia; y sin embargo como político es muy bueno (aunque los maledicientes dirán que por los resultados de su primer gobierno más bien debió estar en el tercio inferior). En todo caso, hubiera sido un buen cantante del “tercio superior”. ¿Cuántos ministros de su gabinete pertenecieron de estudiantes al tercio superior? Dudo que muchos. No hablemos ya de los congresistas, quizás más de uno pertenezca al “tercio inferior”. Pero, el asunto es más complejo que simples tercios.

La medición del tercio superior (puede ser también el quinto superior, el décimo superior, etc.) es por el promedio de notas que tiene el alumno en su desempeño estudiantil. Pero, ¿las notas reflejan realmente la capacidad de un alumno y el potencial como futuro profesional? Los que se dedican a la docencia saben que no. Las notas no reflejan que el alumno sea a futuro un buen o mal profesional o las capacidades intrínsecas para la profesión que ha abrazado, lo único que reflejan es que es un alumno aplicado, “chanconcito”, cumplidor con sus deberes y que incluso a veces puede obtener buenas notas por medios no muy santos. Y cuidado con la satanización que una parte de la opinión mediática hace. El fenómeno no se da solo en las universidades de “medio pelo” o en las nacionales como desdeñosamente se ha repetido más de una vez –curiosamente por comentaristas que estudiaron en una universidad nacional-, sino también en las autodenominadas universidades “de prestigio”. En todas partes se cuecen habas.

Así es. Las notas no dicen mucho sobre si ese alumno será un buen profesional a futuro. Conozco varios colegas que en la universidad no pasaban de regular y son excelentes profesionales; y otros que de estudiantes eran los primeros en la clase y no han pasado de una práctica mediocre. Los factores que determinarán si ese estudiante será un buen o mal profesional son más variados que las simples notas.

Esta vez tengo que darle la razón al Sutep. El gremio magisterial no es santo de mi devoción (los que lo duden pueden leer mi artículo Profesores no quieren que los ebaluen), es responsable de gran parte de culpa en la mediocridad de la calidad de enseñanza pública; pero hay que reconocer que acierta cuando señala que la norma es discriminadora.
Discriminar, según el DRAE, es excluir o dar un trato de inferioridad a una persona o un colectivo de personas. La discriminación puede ser objetiva, como es el caso de obedecer al sexo, raza, edad, idioma, etc. Es subjetiva cuando excluye en razón del pensamiento, credo religioso u opción sexual. En los concursos laborales cuando existe una barrera desde la convocatoria misma (pertenecer al tercio superior en el presente caso) se está discriminando o excluyendo desde el comienzo a un grupo de profesionales que no se encuentran en ese rango. Entonces, la otra pregunta es, si el Estado es el primero en discriminar, no habría entonces necesidad de que el propio Estado conceda la licenciatura “a nombre de la Nación” a los excluidos del tercio, ya que de nada les valdría el título otorgado, salvo para colgarlo en la pared de su casa. Mejor que les den solo a los del tercio de arriba. Y así con todas las demás profesiones. Si no lograste estar en el tercio o no estudiaste en una universidad “de prestigio”, piña, dedícate a otra cosa. Para qué gastar tinta, cartón y dinero. Ese es el mensaje implícito, no cerremos los ojos.

Pero, el problema no es tan sencillo. Cuando se trata de medir las cualidades de un profesional estamos en el campo de la “meritocracia”, pero para que exista debe ser el concurso abierto, objetivo y no discriminador; vale decir abierto a todos y estableciendo puntajes de acuerdo a su trayectoria profesional, incluyendo los estudios, notas obtenidas, etc. Ejemplo: aquel que tiene tesis publicadas o trabajos de investigación tendrá más puntaje que otro que carece de ello. O, si ya cuenta con experiencia docente, de igual manera. Pero, per se, los concursos deben ser abiertos y selectivos en el filtro que las bases del concurso y los puntajes impongan, y siempre con criterio objetivo de ponderación.

Como han opinado varios especialistas, el estar ubicado en el tercio superior debe ser apenas un “plus” para un concurso público de docentes y no el requisito sine qua non para ser contratado por el Estado, y estar enmarcado dentro de un Plan Nacional de Educación. Estamos ante otra medida aislada del gobierno, como la tan promocionada una computadora por niño. Esperemos esta vez recapacite y de marcha atrás, y deje de lado medidas efectistas que sirven políticamente solo para ganar puntos en la aceptación general –que, en aprobación, del tercio inferior no pasa hace muchos meses- y no para reformar de veras la educación, que eso es lo que falta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, February 11, 2008

QUE DIOS LO ACOMPAÑE

La primera vez que me dirigieron esta frase a modo de despedida fue en un supermercado. Pagué por mis compras y como siempre, por cortesía, me despido de la cajera con un “gracias” y esta me retrucó con un “Que Dios lo acompañe”.

Como soy agnóstico, me sentí raro con un despido donde está de por medio un ser divino. Sonreí por dentro (no por burla, al ser respetuoso de cualquier creencia, sino por las ironías de la vida que implicaba aquella frase) y me fui. Algunos días después, al entrevistarme con una especialista legal por el asunto de un expediente, me despedí con el consabido “Hasta luego doctora” y la especialista –bastante joven para ser beatona- me volvió a responder con un “Que Dios lo acompañe”. Dos veces en menos de una semana, pensé. Si, como los antiguos romanos, creyera en los augurios, creería que este es uno.

Es cierto que existen bastantes personas que son creyentes en alguna divinidad o pertenecen a alguna iglesia en particular. Muchos de mis amigos lo son. Generalmente católicos o evangélicos. Para algunos es un pasaporte para la impunidad (jüergean, “trampean” y toman hasta caer al suelo y al día siguiente van a misa a “limpiar” sus pecados), para otros –con más convicción y seriedad en su fe- es un modo de vida, practicando y respetando los valores tradicionales de su credo. Dentro de ese último grupo creo están aquellas dos personas que sin conocerme se despidieron de mí con un “Que Dios lo acompañe”.

Es cierto también que dentro de las instituciones públicas –las privadas no tanto- la presencia de íconos religiosos en lugares visibles es una constante. En el amplio hall del primer piso del Edificio Alzamora Váldez, cerca a los ascensores que dirigen a los innumerables juzgados de los pisos superiores, se encuentra la imagen de una virgen dentro de una urna. He visto que los litigantes le rezan antes de subir a conocer la suerte de sus expedientes. Algunos incluso le ponen velitas. En los despachos de los jueces, como un elemento más del decorado, se encuentra un enorme crucifijo donde se debe jurar –apoyando la mano derecha sobre una Biblia- antes de rendir una confesión supuestamente garantizando que se dirá la verdad, en vista que el juramento no es ante cualquiera, sino ante el Altísimo y el libro sagrado de los cristianos. Igual sucede en el Congreso. Del Ejecutivo ni se diga. Cada vez que puede le besa el anillo al Arzobispo de Lima, carga las andas del Señor de los Milagros en Octubre y en el Tedeum por el aniversario de la patria es el primero en la fila. En el Ministerio Público me cuentan que en la época de la Fiscal de la Nación Blanca Nélida Colán, su obsecuencia al fujimorismo no era óbice para mandar hacer “misas de sanación” y la señora era (y es) bastante devota. Siempre me he preguntado como puede tener coherencia dentro de la conciencia, un credo religioso acompañado de una práctica profesional inmoral.

El punto es que sin importar tanto nuestro actuar diario, las creencias van por otro lado, en algunos casos más sinceras que en otros. Algunas veces por “razones de estado” y en otras porqué en este mundo incierto creer en un ser divino y misericordioso es lo más seguro. Por eso creo no me sorprenderá más si la próxima vez al despedirme de un funcionario público o de un trabajador me replique con un “Que Dios lo acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, January 28, 2008

EL PORNO Y YO

Mi primera relación con el porno fue en secundaria. Tendría unos quince o dieciséis años cuando un compañero de clase trajo una revista extranjera que contenía fotografías bastante explícitas. El texto no lo entendíamos, pero las fotos daban cuenta muy evidente y sin tapujos del sexo oral que una mujer le practicaba a un hombre. Era la primera vez que veíamos imágenes de hombres y mujeres desnudos teniendo sexo. En aquella época –inicios de los setenta, cuando los militares gobernaban el país- solo se encontraba material porno que entraba de contrabando, o por medio de amigos en alguna embajada, o –la vía más directa- con generales dentro de nuestra familia.

La dictadura de aquel entonces, cuidando nuestra salud sexual, había prohibido todo tipo de revistas, películas o libros que atentaran contra “la moral y las buenas costumbres”; incluso habían sido prohibidas películas como “El último tango en Paris”, a pesar que vista a la distancia no pasaba de un juego entre inocente y medio malévolo de un viejito (Marlon Brando) rejuveneciendo con la joven y voluptuosa María Schneider, una chiquilla con los senos bien duritos y ávida de tener experiencias nuevas no concedidas por su novio, más preocupado en hacer películas que en atender como es debido a la prometida; todo en plena época de la revolución sexual (la famosa “escena de la mantequilla” que tanta alharaca causó en Lima cuando fue su estreno, ahora no pasa de una practica bastante común). Hasta “El decamerón” de Pier Paolo Pasolini fue prohibido. Había conseguido su pase a exhibición de la temible censura de la época –especie de Stasi peruana-, pero el día de su estreno, faltando pocos minutos para su proyección en el mítico cine Roma con sala colmada hasta el último asiento, llega un camión del ejército repleto de soldados con armas al ristre y un teniente al mando, rodean el cine como si fuera una madriguera de terroristas e incautan la película “por órdenes superiores”. Los espectadores que estábamos en el Roma –había logrado “colarme” a una película apta para mayores- tuvimos, entre resignados y molestos, que abandonar la sala.

Se estaba educando al “ciudadano revolucionario del mañana” –a fin de ser “iguales”, todos los escolares ya usábamos un horrible uniforme plomo rata-, así que no se podía permitir mal formar nuestras tiernas mentes, a pesar de ser vox populi que muchos generales, gobernantes de los destinos del Perú, veían en funciones privadas lo que al común de los mortales nos estaba vedado. Sin embargo, nunca faltaban esas revistas extranjeras, como la llevada aquella vez por mi compañero de clase, y que originó en algunos alumnos desarreglos nerviosos por un exceso de masturbaciones diarias (“el vicio solitario” como decían nuestros abuelitos).

Los tenedores de un proyector privado –el Beta, ni el VHS, menos el DVD, asomaban todavía- se agenciaban algunas peliculitas porno venidas subrepticiamente por la frontera; pero, generalmente se debía hacer malabares para conseguirlas, tener contactos y el precio era caro. Curiosamente, la prohibición del gobierno militar originó todo un mercado negro del cine porno, convenciéndome en carne propia y a temprana edad que las prohibiciones al final traen más perjuicios que beneficios, y que la libertad es mejor en todo sentido, hasta para apreciar una película pornográfica.

Aquellos que no podíamos pagar los altos precios de las publicaciones o filmes del mercado negro, teníamos que contentarnos con una actriz argentina que exhibía sus atributos en cintas con nombres tan sugestivos como “Carne”, “Lujuria tropical” o “La tentación desnuda”, dirigida siempre por su esposo Armando Bó. Isabel Sarli causó muchos sueños húmedos entre los jóvenes de la época.

La verdad que las películas de la Sarli eran más el título que el contenido, casi siempre tonto, un poco ingenuo y a veces medio truculento; pero al no existir más oferta, los adolescentes iban con asiduidad monacal a las salas de barrio donde proyectaban sus filmes. Debemos recordar que los muchachos de entonces éramos bastante ingenuos y casi casi estábamos descubriendo el sexo a los catorce y quince años, muy diferente a los chicos de ahora que tempranamente descubren los arcanos que rodean al acto sexual por el internet y la televisión (recuerdo hace un tiempo una amiga de mi generación se escandalizó por las películas triple X que pasaban en el hostal donde estábamos, sin saber que sus hijos muy posiblemente ya habían visto y revisto las mismas películas por el internet, la tv o el dvd).

*****

En el cercado de Lima –Jirón Chota si no recuerdo mal - existía una salita de cine llamada “Rívoli” que se llenaba totalmente de escolares para ver a la Sarli semi desnuda o en poses sugestivas. Como actriz no era gran cosa, pero aprovechaba su gran recurso corporal, esperando con ansias los muchachos de entonces ver que le desgarren la ropa y se insinúen las protuberancias de sus grandes senos o de sus poderosas ancas. Como cinéfilo “convicto y confeso” que ya era por aquellos años, creo a sus películas no les daba más de un tres en una escala del uno al diez.

Por cierto, las películas de la Sarli estaban dentro del llamado “soft core” o porno blando, permitido por la censura del gobierno militar a diferencia del “hard core” o porno duro, con sexo explícito y mostración de genitales, hallado únicamente en el mercado negro.

El cine “Rívoli” quedaba a pocas cuadras del colegio donde estudiaba (un colegio de varones púberes viviendo angustiados por el sexo), así que los días viernes, terminadas las clases a las dos de la tarde, y apenas sonaba la campana, nos íbamos en dirección al Jirón Chota. Felizmente el administrador era bastante tolerante y las películas aptas para mayores de 21 –la mayoridad en aquellos años- permitía el ingreso a jóvenes de dieciséis, quince, o a veces de menos edad. Allí presencié mi primera película porno o la que supuse era una película porno. Mis compañeros ya me habían comentado del “Rívoli”, que “sí dejaba pasar” a menores, así que un viernes, terminando las clases, me animé y fui solo. Ya en aquella época me había fijado ciertas reglas de disciplina para ver un filme y una era ir sin compañía a fin de no sufrir interrupciones durante la función y poder apreciar mejor la proyección (aunque, en honor a la verdad, esa regla ha tenido a lo largo de su aplicación excepciones ocasionales cuando la compañía ha sido agradable).

Entré a la sala sin saber nada del filme. Era una comedia sobre un muchacho que por la edad siente las urgencias del sexo y en uno de esos enredos tiene relaciones sexuales con su propia madre, que lo “estrena” en las artes amatorias, comenzando así su vida sexual, contado todo en un tono risueño y desenfadado, sin dramatismo alguno. Se titulaba “Soplo al corazón”, que de porno no tenía nada, y era del gran realizador francés Louis Malle, de quien vería años después algunas de las películas que guardo con más aprecio en mi memoria.

Sucedía que cines como el “Rívoli” proyectaban cualquier película con escenas de sexo o de “calateo” que llamase la atención del público objetivo concurrente a la sala (escolares deseosos de ver cópulas y mujeres desnudas en el écran). Así, por ejemplo, proyectaron también “Edipo Rey” de Pier Paolo Pasolini, que tampoco era un porno y, dicho sea de paso, a esa edad no entendí muy bien. (Me reencontraría con Pasolini algunos años después, ya un poco más grande y con más películas vistas en mí haber, iría entendiendo poco a poco su cine, conservando en el corazón con mucho cariño su “trilogía de la vida”).

Algunos años después, ya casi al final de la dictadura, ingresaron las películas del “flaco” Olmedo y el “gordo” Porcel. El gobierno militar estaba más preocupado en reprimir las protestas populares y en buscar una salida decorosa a una situación política cada vez más insostenible, así que Porcel y Olmedo invadieron las salas limeñas para hacer olvidar a la gente las subidas de precio de los productos de primera necesidad, ocasionadas por los “paquetazos” (“sinceramiento de precios” en la jerga financiera-burocrática) de un ministro de economía que con los años se convertiría en “gurú” de las finanzas y funcionario internacional gracias a sus constantes cambios conforme el vaivén del viento en la política local.

Un público ansioso colmaría los cines donde se estrenaban “Los caballeros de la cama redonda”, “Los doctores las prefieren desnudas” o “Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo”. Conocimos también a las “vedettes” argentinas: altas, bien proporcionadas, “carne blanca” como decíamos (Tula Rodríguez demoraría algunos años en ser “sex symbol”). Susana Giménez y Moria Casan ocasionaron los sueños perplejos de más de un peruano. Aunque en justicia, las películas de la dupla Olmedo-Porcel estaban en el género de la picaresca que en el porno blando propiamente, aunque en época de escasez bien valían las tortas…

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En aquellos años mis gustos cinéfilos se habían vuelto más exigentes y virado hacia las “películas de autor”, descubriendo a cineastas como Kubrick, Bergman, Kurosawa, Fellini, Antonioni, Anderson o aquella generación de jóvenes realizadores representantes de una visión distinta del cine norteamericano, y que marcaron mi cinefilia, como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian de Palma, Peter Bogdanovich, Woody Allen, entre otros renovadores del Hollywood clásico.
Gracias a la revolución sexual que vivió Norteamérica en los sesenta y a los cambios en la mentalidad y sociedad que acaecieron por esos años –influenciados por la guerra de Vietnam-, el Código de conducta moral Hays -censurador de imágenes o palabras atentatorios contra “el pudor” y que reinó en la industria del cine por más de treinta años- quedó abolido. Ahora se permitían las malas palabras, la jerga, la violencia desmesurada, el acto sexual y los desnudos totales en las producciones, sin que el orden político o los grupos puritanos pudiesen hacer nada. Esa libertad y nuevos aires permitieron la renovación del cine norteamericano, bastante aletargado y que sufría de un proceso esclerótico creativo muy similar al visto ahora en las producciones hollywoodenses.

Era un asiduo concurrente a los “cine clubs”, y en especial a uno ubicado en la Av. Arica, el famoso auditorio Don Bosco, administrado por unos muchachos uruguayos que habían huido de las sangrientas dictaduras que asolaron los países del cono sur en la convulsa década de los setenta.
Salía con el trasero adolorido –las sillas eran de madera- pero contento de haber visto una buena película. Me convertí en un asiduo concurrente de la salita del Don Bosco, muchas veces faltaba a clases en la universidad para no perderme alguno de los filmes proyectados; incluso tenía un abono mensual para concurrir cuantas veces quisiera. Aquellos años, con toda seguridad, fueron los más felices de mi vida. De esa época data también una corta relación con una muchacha uruguaya. Médica de profesión, algo mayor que yo, de izquierda como yo, creía en un mundo más justo y mejor como yo, huía de la dictadura y de las desapariciones de opositores políticos en el Uruguay de Bordaberry, y cargaba con la angustia y culpa de haber dejado al esposo allá, del cual no tenía noticias.
Gracias a M… mi cinefilia creció y comencé a valorar más el cine europeo, y en especial a la “nouvelle vague” francesa. De su mano aprendí varias cosas esenciales en la vida, así como a valorar un cine distinto al norteamericano. Siempre estaré en deuda con ella; pero, esa es otra historia que quizás algún día me anime a contar.

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Si España tuvo su movida terminado el franquismo, nosotros también tuvimos nuestra “movida limeña”. Con el advenimiento de la democracia se terminó la censura y los peruanos pudimos ver por fin la “trilogía de la vida” de Pier Paolo Pasolini o “El último tango en París” con lleno de salas por semanas enteras (por cierto, esta última la acabo de ver hace poco en dvd y contiene escenas bastante aburridas, donde uno, literalmente, se cae de sueño). Llegaba también la actriz holandesa Sylvia Kristel y su trilogía sobre Emmanuelle -que algunos años después la completó con una más-, inaugurando en nuestro medio el llamado “porno de lujo”, películas porno de presupuesto elevado, en el histórico cine “Colón” que exhibiría algunos memorables en la época. Otra de la misma tendencia fue “Historia de O”, que a pesar de contener escenas explícitas de sexo anal (o como diría el Dr. Marco Aurelio Denegri peneano-rectal), vista a la distancia de los años como que ha envejecido, la película es medio tiesa, acartonada. También ingresó el célebre Tinto Brass con “Calígula” en la categoría del “porno histórico”, cuya exhibición causó revuelo en todo el mundo y más en una ciudad como Lima, sacudiéndose lentamente de la pacatería. La película fue condenada por cierta prensa beatona (cuenta la leyenda que ante el escándalo suscitado por el estreno, algunos de los participantes en el filme pidieron que sus nombres fueran retirados de los créditos). En nuestro país fue el cine Roma de nuevo quien tuvo el monopolio del filme y la gente daba literalmente vueltas alrededor de la manzana a fin de conseguir un boleto. Esta vez, felizmente, no se presentó ningún teniente con “orden superior” que incautara la cinta, así que la pudimos ver tranquilamente, apreciando a un gesticulante Malcolm McDowell como Calígula, pero sobretodo a una actriz que daría luego mucho que hablar en el futuro por su buen desempeño actoral: Helen Mirren.

Otra que también causó revuelo fue “El imperio de los sentidos”, y si bien no es un porno stricto sensu, causó estupefacción en la Lima de inicios de los ochenta por la exhibición explícita de coitos y genitales (por ejemplo, se muestra una “fellatio” en primer plano), por lo que algunos comentaristas escasos de luces aventuraron en calificarla como pornográfica. Nagisa Oshima, su realizador, había ido audazmente hacia la frontera bastante indefinida entre el porno y el erotismo. El resultado fue una obra de arte que pervive en el tiempo, no obstante que a algunos espectadores les “chocó” el final donde la protagonista amputa el pene de su amante y, sujetándolo entre sus manos, deambula errática y medio ida entre las tropas japonesas.

Empezando el segundo gobierno de Belaunde se abolió la censura, entró en vigencia la Constitución Política de 1979, una de las más avanzadas de la época, y cayó la temible Stasi peruana, así que el porno duro entró a las salas limeñas libre de todo impedimento y por la puerta grande. No obstante, el Arquitecto restaurador, a fin de evitar que “la moral y las buenas costumbres” no se vieran rebalsadas, reglamentó que el “hard core” se proyectara a partir de la medianoche. Supuestamente la medida era disuasiva –a fin de evitar la concurrencia de demasiados parroquianos-, de tintes moralizantes y hasta religiosos, por no decir cucufatos, pero lo que generó fue todo un mercado a partir de las doce de la noche, como si se tratara de un embrujo mágico. No solo una buena cantidad de espectadores ansiosos por la proyección se congregaban, cual aquelarre, un poco antes de la medianoche –generalmente hombres solitarios que esperaban en el hall del cine se abra la boletería-, sino también los tradicionales vendedores de sánguches y emolientes, de chocolates, chicles y cigarrillos, así como las “chicas de la noche” que esperaban desfogar a los apremiados espectadores al salir de la función, y que a veces, con la complicidad de los boleteros, ingresaban a la sala en plena proyección a ofrecer sus servicios, con lo que presenciábamos un doble espectáculo: el de la pantalla y el de las chicas practicando una “fellatio” en la misma butaca a un parroquiano apurado o cargando con este al baño. Así que las noches en Lima, luego de los “toques de queda” en las postrimerías del gobierno militar, comenzaron a ser más movidas y entretenidas. Por cierto, descubrimos también que las “chicas malas” no eran tan malas como las habían pintado, y sí más bien bastante interesantes, haciéndome amigo y parroquiano seguro de una de ellas, con la cual mantuve una relación compleja de “cliente- amigo cariñoso-confidente” por varios años.
Recuerdo una película de ese entonces. No tengo muy preciso el título (además para llamar la atención aquí les etiquetaban títulos insinuantes como Las noches húmedas, Sexo sádico, Los “anales” de Patricia, entre otros más o menos llamativos), pero era una comedia porno bastante entretenida. Tenía argumento y trataba de un tipo que se las ingeniaba para tener sexo con las mujeres haciéndose pasar por médico. Su sobrenombre no podía ser más evidente: “Doctor sexo”.

Pero, junto a las “chicas de la noche”, aparecieron también los primeros travestis para caballeros con gustos más exquisitos. Fuerte competencia para las primeras, al existir hombres buscadores de algo más “exótico” que una mujer para tener sexo, además el SIDA todavía no aparecía en el horizonte, así que las relaciones eran “piel a piel” y por la entrada que mejor guste o plazca. Algunos años después, los travestis se convertirían en lugar común de la oferta sexual que ofrece Lima de noche y ciertas avenidas de la ciudad son parte de su escenario habitual. Ya no llaman la atención ni mueven a escándalo como hace veinticinco años atrás.

Sin embargo, el ingreso del beta primero y el VHS después, desplazó el placer de ver una película porno de las salas a la tranquilidad del hogar, contribuyendo a ello las deficiencias técnicas en las proyecciones que a veces llegaban a un écran oscuro o totalmente borroso justo cuando estaba en lo mejor la “acción”. Otras veces sucedía que los “rollos” del filme venían alterados. Era un sistema de chasquis en motocicleta que trajinaban con los rollos de un cine a otro, originando a veces la confusión en la continuación de estos, así, en ciertas ocasiones, el final de la película venía primero y el inicio al final. Era una forma medio surrealista de apreciar un filme, hasta parecía cine de vanguardia que rompía los moldes clásicos de la narración.

También contribuyó al eclipse de toda esta época el terrorismo. Los chicos de Sendero decidieron seguir el precepto de Mao “del campo a la ciudad” y no se les ocurrió mejor manera que colocar coches-bomba a diestra y siniestra, causando apagones, volando edificios y practicando su “asesinato selectivo”. Uno, al levantarse, no sabía si al terminar la jornada regresaría vivo o entero a su casa, optando los limeños por quedarse en sus casitas y salir lo menos posible. Era la estocada final a las salas de cine antiguas y que se convertirían poco a poco en iglesias evangélicas -previo exorcismo de los demonios de la carne que pululaban en los otrora cines porno-, o en actividades más mundanas como salas de bingo y la esperanza de abrazar la fortuna con una moneda.

En lo personal, en esos años, mis intereses cinéfilos se habían vuelto cada vez más exigentes, y si una película no satisfacía mis gustos me aburría y sentía una pérdida de tiempo irreparable, por lo que el porno no me llamaba la atención: ver una sucesión de escenas de solo sexo sin una historia interesante que las enlace me resultaba mortalmente aburrido. Aparte que la etapa de la curiosidad juvenil de solo mirar como un voyeur había dado paso hacía mucho tiempo a la de practicar lo visto, más entretenido y emocionante que la ficción.

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Si bien no compro películas porno, tengo un amigo que es un gran coleccionista y de vez en cuando, al visitarlo, le “gorreo” alguna de su enorme catálogo. Existen de todas las nacionalidades: españolas, argentinas, italianas y por supuesto norteamericanas. El porno peruano no se ha quedado atrás y, entre otros medios, se vende por internet. Hace poco me topé con una página peruana que daba cuenta de una chiquilla teniendo sexo con dos hombres a la vez: uno por delante, otro por atrás. Por cierto, los “actores” peruanos físicamente ni por asomo se parecían a los europeos o norteamericanos: musculosos(as), practicantes del fisicoculturismo. La “protagonista” estaba bastante flaca y le colgaban las tetillas, mientras los “actores” daban la impresión de no ver la olla hace muchos días por lo flacos y desnutridos. Ni que se diga de las deficiencias técnicas en iluminación o fotografía, para no hablar ya del encuadre. Digamos que era un porno del tercer mundo. Como dice el viejo adagio “no es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato”. Aunque si nos atenemos al principio de realidad, los cuerpos esqueléticos o gorditos y no tan adónicos reflejan mucho mejor la verdad de todos nosotros: imperfectos, deformes y muchas veces hasta risibles. Barriguitas o barrigotas, piernas chuecas, rollitos en la cintura más que evidentes, senos y nalgas flácidos, órganos masculinos de la finura y tamaño de un alfiler, son parte del imaginario común en cualquier parte del mundo. No crean todo lo visto en la pantalla: ni todas las mujeres son tan exuberantes como las actrices porno, ni los hombres tan dotados y con cuerpos musculosos como los “actores”. Eso es solo ficción. La vida real está plagada de aquellas imágenes de cuerpos contrahechos como las mostradas en aquel porno nacional.

No todas las películas pornográficas son pesadas e insostenibles a nivel argumentativo. Hace un tiempo mi amigo me prestó una titulada “Anal planet”. Era una comedia porno de ciencia ficción, donde un grupo de astronautas van deambulando por las galaxias, llegando a un planeta donde se ha inventado un casco para tener sexo virtual, hasta estallar este por demasiados coitos (el “professor”, inventor del casco, muere repitiendo to much sex, to much sex). Es graciosa, ligera y tiene historia entre escenas de sexo y sexo. Me gustó tanto que me la quedé de recuerdo y de vez en cuando la veo. Mi amigo no la va a extrañar entre centenares de películas de su enorme colección.

Algo similar me pasó con otro porno de “ambiente histórico”. Inscrita en la vertiente de la picaresca, trata sobre una chica de pueblo que en el siglo XVIII (la época no es muy precisa en el filme) va ascendiendo de condición social gracias a sus encantos y a cómo los emplea con los ricos con quienes se encuentra, llevando por título el nombre de la protagonista: “Tatiana”. Hasta donde tengo conocimiento se hicieron tres partes, lo que da a entender el personaje fue bastante popular en los años noventa, cuando se produjo el filme.

Ahora, gracias al dvd, por unos cuantos soles podemos ver tranquilamente una película porno en nuestra casa, y si se tiene pantalla ancha, home theatre y surround para apreciar en forma envolvente los gemidos, tanto mejor. Existen muchas tiendas especializadas en la venta de dvd’s porno, así que el negocio anda muy bien, contando con oferta de filmes no solo para heterosexuales, sino también dirigido a segmentos especializados del público (lo que en marketing denominan “nichos de mercado”), así tenemos porno para homosexuales, lesbianas, she-male, pederastas, sado-masoquistas, onanistas, zoofílicos, fetichistas y quizás hasta para necrófilos; y, en las pocas salas de cine que todavía lo proyectan ahora entran mujeres, acompañadas de su pareja o en grupo, no siendo más un coto exclusivo del hombre. La emoción de lo prohibido de antaño ha cedido el paso a la cotidianeidad insípida del ahora.

El porno se ha institucionalizado, se ha asimilado al sistema, se ha “democratizado”. En esta época el sexo ya no es un tabú, y el porno ya no es un artículo prohibido que uno miraba a hurtadillas de los padres o los maestros, como aquella revista que entre fascinados y con angustia por ser descubiertos veíamos unos adolescentes treinta años atrás. Ahora es tan común y tan fácil de conseguir para un joven como comprar un paquete de cigarrillos o una botella de ron, y creo que por eso el porno ya perdió su encanto.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, January 21, 2008

EL COLEGIO DE ABOGADOS DE LIMA

Si bien los gremios tienen un origen medieval, jugaron un papel importante en la articulación de la sociedad urbana y contribuyeron a dotar de una especial fisonomía a la vida de las ciudades. Fueron un ente aglutinador por oficios importantísimo en las futuras urbes, conforme estas cobraron mayor importancia en el desarrollo del capitalismo.

En esta evolución de las asociaciones por oficios, comienzan a cobrar relevancia los gremios de abogados conforme adquieren notoriedad, sea en un estado burgués como fue en los países que siguieron la reforma luterana, o en uno de rasgos coloniales e índole feudal como la España imperial de la contrarreforma. Así, los abogados agremiados irían consolidándose y ganando participación en la sociedad donde se encontraban insertados, teniendo como finalidad inicial el apoyo solidario mediante una caja de auxilios mutuos para casos de enfermedad o muerte; la defensa cautiva de la profesión (de no estar agremiado no se puede ejercer la abogacía); y, establecimiento de un “tarifario” por los servicios prestados a fin de evitar “competencias desleales” entre los miembros de la Orden.

En particular, el Colegio de Abogados de Lima –CAL-, ha tenido una participación destacada en la sociedad peruana. Fundado en 1804, es el colegio profesional más antiguo del país. Estuvo a la vanguardia de la constitucionalidad y el estado de derecho en los momentos difíciles, cuando la autocracia de Fujimori, en los noventa, quiso acallar toda opinión contraria a sus intentos reeleccionistas. Nos hostilizaron y cerraron muchas puertas –incluso, literalmente, hasta llegaron a tapiar la puerta de acceso a la sede del CAL en Palacio de Justicia, signo de la intolerancia que se respiraba en la época-, a varios colegas opositores se les hizo un seguimiento –“reglaje”- o interceptaban sus llamadas telefónicas; pero el Colegio jamás se “fujimorizó”, a pesar de los intentos de un grupo de colegas de darle un sesgo adulador hacia el autócrata y su asesor, hasta hace poco miembro de la Orden, Vladimiro Montesinos.

Sin embargo, da la impresión que el brillo y la prosapia de antaño son parte de un lustre ido y que, como esas viejas familias de rancio abolengo, más bien atraviesa un período de decadencia que quizás sea irrevocable. Tiene prestigio, pero su participación activa en la sociedad es casi nula. Se parece a esas universidades que viven de la época en que eran el faro de la intelectualidad y paradigma de la educación, siendo apenas pálido resplandor de tiempos mejores.

Uno de los problemas que atraviesa el Colegio es su excesiva cantidad de agremiados. En estos momentos estamos cerca a los cincuenta mil inscritos, ya no nos conocemos y solo nos congregamos cuando tenemos elecciones. El “boom” de agremiados ha obedecido a la sobredemanda de aspirantes a letrados existente en nuestro país y su subsecuente sobreoferta de escuelas de derecho. Para nadie es un secreto la alta rentabilidad de una universidad si cuenta con una escuela que “fabrique” abogados: no requiere demasiada inversión –como, por ejemplo, la carrera de ingeniería de sistemas- y genera ganancias inmediatas. Son esas carreras conocidas como “de tiza y saliva”. Es así que el crecimiento del CAL debido a esta sobredemanda de abogados necesitados de colegiarse no corresponde a la estructura orgánica actual, ni a los fines primigenios, previstos cuando el número de inscritos era mucho menor, las escuelas de derecho se contaban con los dedos de una mano y cuando todos, prácticamente, se conocían entre si, como en la Lima de los años cincuenta.

Asimismo, la percepción que la sociedad tiene hacia nosotros es negativa. Los abogados y jueces somos vistos como personas poco confiables: taimados, deshonestos, y que a la menor oportunidad traicionaremos a nuestro patrocinado de ser litigantes o le extraeremos de su bolsillo alguna “coima” si somos magistrados. Debemos ser sinceros: en la sociedad no nos quieren.

Tampoco todos los agremiados son iguales u homogéneos, sino todo lo contrario. Provenimos de distintas generaciones, de diferentes universidades, nuestra formación académica es bastante dispareja entre unos y otros, nuestro origen social es igualmente disímil, así como el ejercicio de la profesión: tenemos desde los “abogados exitosos”, asesores de grandes empresas trasnacionales, casi siempre de universidades privadas exclusivas, hasta aquellos que apenas tienen para sobrevivir, los llamados “abogados ambulantes” que ofrecen sus servicios en los pasillos del Palacio de Justicia, por no mencionar a los desempleados, aquellos dedicados a otros menesteres, menos el de su profesión.

Es lamentable y dramático ese panorama, y la verdad las sucesivas juntas directivas del Colegio no han hecho nada, absolutamente nada, para remediar la penosa situación en que se encuentran sumidos muchos colegas. Han preferido ver hacia otro lado o hacia sus intereses personales, antes que el de los agremiados.

También está el hecho que el Colegio no ha sabido imbricarse con la sociedad. Estamos totalmente desfasados de esta. El Perú, y Lima, han cambiado radicalmente en cincuenta años, sin embargo el CAL sigue siendo una institución conservadora, sin pensamiento crítico, rodeado de ritualismos decimonónicos, como en la época que el Perú era gobernado por unas cuantas familias. No se ha modernizado, ni ha sabido entender a la sociedad donde se encuentra inmerso, convirtiéndose en un islote que nadie comprende ni ha nadie le interesa.

Otro aspecto digno de resaltar es porqué llegar a ser Decano o siquiera pertenecer a una Junta Directiva del Colegio causa tanta aprehensión entre ciertos colegas que realizan campañas ostentosas y caras a fin de acceder al sillón principal del CAL.
Como cualidades personales, el aspirante a decano debe ser un abogado preferentemente con méritos académicos o intelectuales reconocidos, es decir, un tipo versado en materia jurídica, que ha escrito libros, ha ejercido la docencia universitaria o ha sido un juez honesto y probo (difícil de encontrar en estos días, según la apreciación generalizada). Un jurisconsulto respetado en el medio. Por ello, antaño las campañas eran generalmente austeras, entre nosotros, contando con la colaboración de los alumnos del candidato repartiendo volantes en las puertas del Palacio de Justicia o de las dependencias judiciales; pero ahora apreciamos campañas por los medios masivos de comunicación, usando la radio, los periódicos, llamando a la casa u oficina del abogado para pedir su voto, invitando a agasajos de “cierre de campaña” (en lo personal, en la última, me invitaron a uno de los candidatos, que no asistí), haciendo promesas que saben muy bien no podrán cumplir, regalando libros, llaveros, lapiceros, calendarios, etcétera, etcétera. Más parece la campaña de un candidato a presidente o congresista que a un gremio profesional.
Dicho sea de paso, sería bueno que como aquellos, los candidatos al decanato también rindan cuentas de los gastos de campaña y el origen de su financiamiento: Somos abogados, debemos ser los primeros en dar el ejemplo de transparencia.

La pregunta que emerge, sin necesidad de mucha malicia, es de dónde proviene tanto dinero para dichos gastos, y porqué el interés en ser decano si el cargo es ad honorem.

Y, en ello, cabe el prestigio del CAL. El CAL será una institución decimonónica y con olor a naftalina pero, como esas viejas familias de apellido compuesto y escasa fortuna, todavía conserva un aura de cierta gloria pasada. Quien acceda al decanato consolida sus ambiciones profesionales (bastante legítimas) ampliando su cartera de clientes o el poder dentro de la universidad donde se desempeña, teniendo la posibilidad de contactarse con personajes políticos que le permitan ingresar a la vida pública o la oportunidad de acceder a algún cargo “de importancia”; además de conceder puestos de confianza remunerados dentro de la institución a quienes lo apoyaron en las elecciones. Como denunció un ex decano, el CAL se ha convertido en una “fábrica de empleos”, obedeciendo el decano entrante más a los intereses de quienes le ayudaron en la campaña que a los agremiados propiamente, de quienes casi siempre se olvida una vez finalizada la justa electoral. En eso se parece mucho a los candidatos al Congreso que llegan a ocupar una curul en la Plaza de la Inquisición.

Con honestidad y pena debemos reconocer que el CAL dejó de ser la gran institución que fue en el pasado. Es un gremio más y punto, que tiene su sustento en la defensa cautiva requerida por los abogados para ejercer su oficio. Sugiero que se vaya trabajando la propuesta de no existir la obligatoriedad de inscribirse en un colegio profesional, en cualquier colegio profesional, para ejercer una carrera liberal. El sentido de la obligatoriedad se comprendía en los gremios medievales que así defendían los intereses de sus agremiados frente a la “competencia”, pero en esta época de globalización, internacionalización de los servicios y aperturas de mercados, carece de sentido y solo debería ser voluntaria la inscripción en un gremio profesional. De reunir los requisitos establecidos en la ley, el ejercicio de la profesión debe ser enteramente libre. Daríamos un cambio revolucionario a la tónica de los colegios y estoy seguro que más de uno se desanimaría a candidatear al ansiado sillón de decano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, January 14, 2008

SECESIÓN EN BOLIVIA

La creación artificial del estado boliviano por Simón Bolívar obedeció a una estrategia geopolítica: se debía contrarrestar el poderío del otrora poderoso virreinato del Perú desmembrando parte de su territorio, a fin que nunca más se levanten las ambiciones coloniales. Para cumplirlo pensó como político, superponiendo los intereses de la Gran Colombia y su proyecto de una sola América a los intereses peruanos, quienes –especialmente los criollos- habían demostrado una “tibieza” en la gesta emancipadora. Así Bolivia nació como un estado artificial, carente de pasado, desmembrado de sus antiguas raíces. No es casual que los distintos gobiernos mayormente hayan sido militares, y la precariedad en sostenerse parte de su endeble institucionalidad política, casi siempre obedeciendo a los grupos de poder económico y a mantener las prebendas de una oligarquía, que como la peruana, fue incapaz de transformarse en clase dirigente.
El golpe de gracia fue la guerra del Pacífico, cuando Bolivia pierde su mar y se convierte en un país mediterráneo. Si para nosotros la guerra fue un trauma, para los bolivianos fue una amputación sin anestesia. Como nación nunca más se levantó.

Al cuadro descrito se debe agregar las diferencias étnicas y regionales principalmente entre dos grupos muy distintos: los cambas y los collas (existen otros grupos étnicos, pero los en pugna son principalmente estos dos). Los primeros, habitantes de la selva boliviana; los segundos, del altiplano. Esas diferencias étnicas y regionales se han visto agravadas por el recurso del gas, encontrado en territorio camba. Los cuatro departamentos reclamantes de autonomía (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) concentran las dos terceras partes de la riqueza nacional. Es decir, la separación aspirada es más económica que política, queriendo administrar los cambas sus propios recursos naturales, aunque el detonante haya sido la Constitución boliviana que Evo Morales (colla) pretende imponer al margen de los otros grupos políticos, constitución similar al modelo “refundacional” de su mentor, Hugo Chávez.

Es cierto que las ambiciones autonómicas de los cruceños (principal motor del separatismo) obedece a su relego del poder central. Mientras convivieron y usufructuaron del mismo las tensiones étnicas y regionales se mantuvieron controladas y la vocación autonomista no se manifestó tan abiertamente. Es con el gobierno de Evo Morales y sus medidas de tintes socializantes que los departamentos del oriente boliviano marcan distancias del poder central, en una relación bastante tensa con el ejecutivo.

Es probable que Evo halla querido explorar caminos de solución antes que de imposición, en el tiempo de residente en Palacio Quemado ha demostrado “muñeca política”, superior a la de Chávez, pero el proyecto “refundacional” de su grupo político y las necesidades de no quedarse rezagado frente a otros líderes collas más radicales que él (como Felipe Quispe, “El Mallku”) ha precipitado un desenlace “forzoso” abriendo el camino a la secesión. Los cambas saben muy bien que el gas es su arma tanto para negociar políticamente con Evo Morales, como para solicitar su reconocimiento oficial de estado autónomo ante la comunidad internacional (principalmente de sus vecinos Brasil, Argentina y Chile, todos ellos necesitados del gas boliviano). Si Evo opta por la solución militar (o los separatistas al golpe de estado), la guerra fratricida se desata con consecuencias políticas para la región. Si negocia (lo más probable, considerando su actuar político) y se ponen de acuerdo en una suerte de “estados autónomos” dentro del estado boliviano es probable que la secesión no se produzca, aunque continúe como una alternativa latente. Lo primero, en todo caso será la lucha política mediante los sucesivos referendos que se producirán durante el año 2008: el de revocatoria del mandato presidencial, el de aprobación de la Constitución “refundacional” promovida por el partido en el gobierno, o de los estatutos autonómicos promovidos por los separatistas. De no encontrar ambos bandos una solución política negociada, la salida violenta tendrá más probabilidades, lo cual se puede agravar con la intervención directa de Hugo Chávez y los “bolivarianos”, como tantas veces ha amenazado.

A nosotros también nos afectaría una eventual separación violenta en Bolivia. De producirse la secesión sangrienta, muchos collas se instalarán en el altiplano peruano, refugiados a los que será difícil cerrar la frontera, bastante porosa entre ambos países, aparte que no sería humanitario. Lo positivo es la venida de muchos inversionistas bolivianos a nuestro país, atraídos por su estabilidad económica, seguridad jurídica y los tratados comerciales que estamos suscribiendo. Es la ventaja comparativa en un escenario de guerra. (Ya algunos empresarios altiplánicos, ante el fin inminente del ATPDEA para Bolivia y las medidas políticas de Evo Morales, están haciendo maletas para “cruzar el lago”).

En caso de una conflagración interna, por la cercanía de nuestro territorio, puede conllevar un encarecimiento de precios por escasez y especulación de alimentos, desajustando los índices macroeconómicos; amén del proselitismo político a favor de Evo Morales y contra “la derecha oligárquica” que soliviantarán las casas del ALBA afincadas al sur del país. Pero, sobretodo, lo más preocupante es la puesta al día del discurso recurrente de la creación de un estado aymara con las poblaciones étnicas a ambos lados de la frontera: tienen un mismo origen, lengua, costumbres, tradiciones y no se sienten extraños frente a la división política que los criollos hicieron de un territorio milenario. La idea no es tan descabellada, y en estos tiempos de escisiones territoriales para la creación de nuevos estados, bastante factible.

Ojalá no se produzca una guerra fratricida para solucionar un problema económico y político, lo ideal sería resolverlo por la autodeterminación de los pueblos (referéndum, y seamos realistas, incluso también si alguna vez los aymaras peruanos deciden unirse libremente a los aymaras bolivianos para crear un nuevo estado), pero no siempre es posible, y allí está el ejemplo de Yugoslavia, que, salvando las distancias, tiene mucho de la historia de Bolivia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es