Sunday, November 02, 2025

¿PUEDEN COLAPSAR LAS DEMOCRACIAS?

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Hasta hace algunos años se decía que una nación que alcanzaba cierto umbral de ingresos per cápita tenía una democracia eterna. Creo que ahora, frente al auge de gobiernos autoritarios, ya no existe tanto optimismo.

 

En principio, que el ingreso per cápita no era suficiente para calificar la solidez de una democracia. Era una visión bastante economicista. También se necesitaba contar con la solidez de las instituciones, reglas de juego claras y estables, y que el gobierno en democracia sepa y pueda solucionar los problemas más urgentes que el país le demanda. Difícilmente una democracia sobrevive sin contar con la firmeza de un marco institucional. El caso más emblemático es Venezuela. Gracias al petróleo, su población tuvo un envidiable ingreso per cápita en la región, pero ello no la salvó del caudillismo chavista, efecto de las enormes desigualdades sociales, la corrupción de la élite gobernante, desgobierno y negociados que existió en los dos partidos (Copei y Acción Democrática) que, no hay que olvidarlo, en democracia se alternaban en el poder y se repartían las prebendas. La corrupción también puede hacer colapsar a las democracias.

 

Cuando se pensó en el ingreso per cápita, se tuvo en cuenta a los países desarrollados y sus más que centenarias democracias, pero se obviaba que tienen sólidas instituciones que pueden resistir los embates autoritarios que se presenten. Además, que estábamos en unos años donde parecía que el cuento del “fin de la historia”, suerte de happy end eterno, era cierto. Tras el derrumbe de la Unión Soviética tendríamos por siempre y para siempre democracia y economía de mercado (y que hacía recordar al paraíso en la tierra, la sociedad sin clases y sin injusticias, del que hablaban los socialistas en otro sentido). El consenso de Washington tenía la receta para salir del subdesarrollo y entremos felices los países de América Latina y de Europa del Este al club de las naciones prósperas. Como dice el título de una conocida canción Happy Together.

 

La situación es muy diferente cuarenta años después. Proliferan los autoritarismos por distintos lados. La gente ya no es muy optimista con la democracia y prefiere mano dura de un gobierno que ponga fin a las bandas criminales organizadas que asolan la región y solucione los problemas más urgentes. No importa si en el camino quedan tirados en el piso algunos derechos fundamentales.

 

*****

 

Se tiende a mirar hacia un lado en cuanto a los autoritarismos. Por lo general se ve a gobiernos de derecha, de lenguaje agresivo, y que han aparecido en Europa, Estados Unidos y América Latina. Se les tilda como “fascistas” y se les señala como los causantes del fin o el inicio del fin de la democracia.

 

Precisemos conceptos.

 

Los fascismos del siglo XX obedecieron a un período histórico y a causas muy concretas. La revolución rusa, el temor de la burguesía a que se expanda hacia occidente, la crisis económica de 1929, son hechos que dieron paso a gobiernos fascistas, de carácter corporativista, financiados por esa misma burguesía temerosa que se instale el comunismo en Europa. El fascismo es un efecto de fenómenos complejos que se desarrollaron en un marco histórico determinado. No nace por generación espontánea.

 

Estas condiciones históricas objetivas y concretas en la actualidad no se dan. No existe ningún evento de la magnitud que fue la revolución rusa ni la humanidad ha salido de una sangrienta guerra mundial. Lo que tenemos en Occidente son gobiernos autoritarios de ultraderecha, muchos con un lenguaje agresivo y xenofóbico, y reminiscencias de un pasado nacional glorioso. Son populistas de derecha (o nacionalpopulistas en la terminología de Roger Eatwell y Matthew Goodwin). Voy a citar lo que dije en ese artículo:

 

En principio, los nacionalpopulistas no son fascistas. Si bien se usa el término para descalificar a un rival de derecha, en Europa principalmente, el fascismo como sistema político amalgama dentro del estado y el partido en el poder a todas las clases sociales, en un gobierno corporativo que tiene a un líder carismático en la cúspide, que debe transar con los sectores sociales y económicos que representa. El fascismo no admite el cuestionamiento a su sistema ni a su líder, por lo que la libertad de expresión se encuentra seriamente reducida, aparte que son violados sistemáticamente derechos fundamentales, incluyendo el derecho a la vida, tal como sucedió durante el nazismo.

 

Son populistas [los actuales gobiernos de ultraderecha] en el sentido que buscan ganarse las simpatías del elector, incluso con medidas que colisionan contra el estado de derecho y la propia democracia. Captan muy bien lo que la sociedad quiere en un momento determinado, sobre todo en tiempos de crisis (orden, seguridad, empleo); de allí que plantean medidas como trabajo para los nacionales, expulsión de los migrantes, aranceles a productos extranjeros, protección de la industria nacional, reducción del estado, etc. Un populista carismático establecerá un fuerte vínculo con quienes representa. Se erigirá como su protector o, mejor aún, salvador en momentos críticos.

(El nacionalpopulismo, En: https://laescenacontemporanea.blogspot.com/2025/07/el-nacionalpopulismo.html)

 

Son populistas de ultraderecha que, como los populistas de ultraizquierda, ponen a prueba la democracia todos los días. Si estamos ante una democracia con instituciones sólidas, es muy difícil que puedan saltarse las vallas de pesos y contrapesos. Igual lógica aplica a los populistas de ultraizquierda: si encuentran un terreno propicio se saltarán las instituciones democráticas y el gobierno degenera en dictadura. De nuevo los casos de Venezuela y Nicaragua son bastante emblemáticos. Difícilmente vamos a ver un populista de derecha saltándose las tradicionales instituciones británicas o en los propios Estados Unidos, por más que un presidente quiera perpetuarse en el poder sin contrapeso alguno.

 

Como señala el escritor y periodista mexicano Héctor de Mauleón, todo populismo tiene como características: 1.- Señalar un enemigo común; 2.- Autoproclamarse como “representantes del pueblo”; 3.- Silenciar a los medios de oposición incómodos; 4.- Controlar todos los poderes del estado; 5.- Cambiar la constitución para perpetuarse en el poder.

 

Todo populismo autoritario, de izquierda o derecha, tiene esas características.

 

Curiosamente este populismo autoritario que sobre todo se veía en países de Latinoamérica, ahora se observa también en Estados Unidos, Europa, Rusia e India, y está generando la crisis de la democracia representativa y del sistema político tal como lo conocemos.

 

Para no repetir la célebre sentencia de Marx (la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa), Mark Twain dijo algo parecido: La historia no se repite, pero a menudo rima. Antes de calificar a movimientos populistas de ultraderecha como fascistas, es preferible hacer un análisis desapasionado y sin anteojeras de ningún tipo.

 

La tensión más bien va entre un capitalismo democrático seriamente erosionado y que había funcionado, con sus matices, en por lo menos los últimos doscientos años, y un emergente capitalismo autoritario, como el que proviene de Oriente.

 

El peligro viene de los países que no tienen antecedentes de sólida institucionalidad democrática. China la primera. Cada vez tiene más poder económico y eso se traduce en poder político. Tiene un sistema económico capitalista, pero en lo político no tiene una democracia representativa. Al gobierno chino no le interesa un pepino la democracia ni los derechos humanos. De allí que no le quite el sueño hacer negocios ni alianzas políticas con gobiernos autoritarios. No quiero pensar lo que sucederá en el mundo cuando sea el hegemón indiscutible. Allí sí prepárense los alharaquientos del fin de la democracia para tomárselo en serio.

 

China de la mano con Rusia, Corea del Norte, Irán y otros países del mismo talante autoritario suman poder económico, militar y político que puede cambiar las condiciones del mundo de aquí a algunos años. En ese momento, la democracia y los derechos humanos será un bonito recuerdo del pasado y muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras por “gobiernos fascistas en Occidente”, pronto van a tener uno de verdad. Los pensamientos, miedos e ideas se materializan en hechos.

 

La disyuntiva actual ya no es entre capitalismo o socialismo, sino entre un capitalismo democrático o un capitalismo autoritario. Por ver el árbol algunos no ven el bosque.

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