El viejo dicho “la mujer del César no solo debe ser honrada, sino también debe parecerlo” cobra actualidad con los últimos nombramientos en el gobierno de Ollanta Humala.
Tan importante como precisar y aclarar qué plan de gobierno utilizará en los próximos cinco años (dado que tiene por lo menos dos totalmente distintos), es determinar los funcionarios y asesores designados para la buena marcha del estado.
Lo ideal es una designación acorde con el puesto a desempeñar: Meritocracia pura. Pero, lo usual es la designación por cercanía, presión, favores o identificación partidaria. Lo malo de esta última forma de elección es que no siempre los mejores ocupan los puestos clave en la administración pública, sino todo lo contrario y varios, incluso, con pasado un tanto tormentoso.
El recién iniciado gobierno del comandante Humala no fue la excepción y acaba de estrenarse con nombramientos bastante extraños, que dejan amplio espacio para las conjeturas. Vamos a mencionar solo “tres perlitas”.
La “primera perla” fue la designación del coronel (r) Adrían Villafuerte como asesor en temas militares del presidente Humala. El hecho es que el coronel Villafuerte fue secretario personal del general César Saucedo, uno de los más conspicuos generales montesinistas en los años 90. Suerte de “eminencia gris” en la sombra, sería “el hombre bisagra” entre el presidente y el ejército, poder fáctico en el cual a todas luces Humala se estaría apoyando para gobernar, como lo demuestra el nombramiento del también coronel (r) Luis Pereyra Briceño como jefe del INDECI, cuyos méritos consistirían en “desaparecer” el legajo personal del presidente en lo referente a las acusaciones por violación de derechos humanos en el caso Madre Mía, hecho que se le atribuye a Pereyra Briceño. A ello se debe sumar el nombramiento como Jefe de Inteligencia de otro ex militar, así como la designación en las carteras de Interior y Defensa de otros dos ex militares, pese a que el por entonces candidato Humala juró, Biblia en mano (en la especie de “misa laica” que se celebró en la Casona de San Marcos), que esas carteras la ocuparían civiles.
Luego tenemos el nombramiento de Ricardo Soberón como jefe de Devida, una suerte de “zar antidrogas”. Lo curioso es que Soberón se opone a la erradicación de los cultivos de hojas de coca, lo que ha manifestado en repetidas oportunidades, habiendo sido también asesor de dirigentes cocaleros como la controvertida ex congresista Nancy Obregón.
Para muestra uno de los encendidos discursos de Soberón antes de ser designado en tan importante cargo, dirigiéndose a los dirigentes cocaleros:
“Si Ollanta me confía un cargo, esperaré la propuesta de los cocaleros, cuya madurez es notable, para sacarlos adelante y para que la Conpaccp [Confederación Nacional de Productores Agropecuarios de las Cuencas Cocaleras del Perú] sea grande. Deseo suerte en la redacción de las propuestas para el Gobierno. Yo los apoyaré desde cualquier campo”.
Evidentemente que una persona con una ideología “pro cocalera” no calza en un organismo que debe luchar precisamente contra la erradicación de la hoja de coca, ni tampoco se condice con la política trazada en este aspecto por Humala en su primer discurso como presidente en ejercicio donde se comprometió a “una guerra frontal” contra las drogas. Trazando una metáfora, es como si se designara en el portafolio de economía a un derrochador nato de recursos, o en salud alguien que por motivos religiosos se opone a las trasfusiones de sangre.
Y la “tercera perlita” de la semana fue la designación del abogado Eduardo Roy Gates nada menos que como asesor jurídico del presidente de la república. Uno se preguntará quién es Roy Gates. Es un joven abogado, penalista para mayores señas, bastante ambicioso, que en su corta trayectoria (tiene pocos años de ejercicio profesional) ha patrocinado a controvertidos personajes como César Cataño por blanqueo de activos, al clan Sánchez Paredes igualmente por blanqueo de activos, y a Miguel Sánchez Alayo también por blanqueo de activos, así como al celebérrimo Rómulo León por el delito de corrupción y, oh sorpresa, patrocinó al presidente Ollanta Humala en el caso Madre Mía.
El abogado Roy Gates fue quien mayormente tuvo en sus manos el caso donde se le imputa a Humala violación de derechos humanos cometidos bajo el seudónimo de “Capitán Carlos”, cediendo la posta hacia el final al abogado Omar Chehade, actual segundo vicepresidente.
Ahora bien, uno trata de no ser suspicaz y dice de repente el abogado Roy Gates tiene otros méritos profesionales que le permitan ocupar encargo de tan alto nivel, donde no se requiere tanto un abogado penalista, por más eficaz que pueda ser en su campo de ejercicio, sino un jurista con trayectoria y conocedor sobretodo del derecho constitucional y administrativo. Sin embargo, la trayectoria profesional del abogado Roy Gates se limita al patrocinio de tan ilustres personajes y, por supuesto, incluyendo en la lista de sus clientes al por entonces candidato Ollanta Humala. No conocemos de él ninguna obra jurídica publicada, ni tampoco ningún aporte sustancial que haya efectuado digamos a, por ejemplo, la reforma del estado o, por lo menos, algún enjundioso estudio de la problemática de la administración pública en el Perú; salvo que sea mérito personal ser hijo de otro abogado penalista, el conocidísimo abogado y maestro universitario Luis Roy Freyre. Pero, más allá de esos hechos su curriculum vitae es bastante pobre para el puesto nombrado, que si bien es de confianza, requiere un profesional con una mayor experiencia jurídica y, por añadidura, de un profesional que, sin perjuicio del derecho a la legítima defensa que todos tenemos, no haya defendido a personajes tan controversiales como los antes mencionados, pasando inmediatamente a defender luego los intereses del estado. Dibujando otra metáfora y sin herir la honra ni la susceptibilidad de nadie, es como si a “la mami” de un burdel se le confía luego la administración de un colegio de núbiles niñas. Como que la “madama” no es la persona apropiada para ese puesto, por más que tenga experiencia en lo otro.
Uno de los lemas de la campaña de Ollanta Humala fue la honestidad y la trasparencia. Es bueno tanto para él como para la gobernabilidad del país que siendo presidente en ejercicio la practique en todo momento y a todo nivel, incluyendo los nombramientos de funcionarios y asesores, más si estos son de confianza absoluta del presidente. Recuerde señor Humala la famosa sentencia latina. Los que votaron a favor de usted y en general todos los peruanos (dado que es el presidente de la república) esperan un comportamiento en ese sentido. Por el bien del país, ojalá no defraude y luego, para justificar los desaguisados cometidos, diga que todo es culpa de la derecha y del imperialismo yanqui y sus lacayos, cuando ustedes son los primeros que se disparan al pie.
P.D.: Cuando este artículo se encontraba listo para ser publicado, nos enteramos que la señorita Tania Quispe ha sido designada nada menos que como Jefa de la SUNAT. El hecho es que la Srta. Quispe es prima de la Sra. Nadine Heredia, la esposa del presidente de la república. Claro, se dirá que no existe incompatibilidad legal dado que la designada no es familiar directo ni cercano del presidente Humala. Pero, sin poner en duda los méritos personales y profesionales de la Srta. Quispe, “colocar familiares” en puestos claves de la administración pública, a pesar que el vínculo familiar es lejano, no es lo más recomendable desde el punto de vista ético. Se argumentará que en estos casos la ética no importa, y parece que es así.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, August 09, 2011
Tuesday, August 02, 2011
HUMALA: SU PRIMER MENSAJE A LA NACIÓN
Podemos analizar el primer discurso oficial de Ollanta Humala como presidente en ejercicio de dos maneras. La primera interpretando literalmente lo que dijo: así tenemos aparentemente un discurso gris, con guiños a distintos sectores políticos (una suerte de “sancochado” homenaje a distintos hombres ilustres del pasado), reiterando las promesas de campaña y el planteamiento de la “Hoja de ruta”. La verdad que para todo lo prometido le va a faltar tiempo (excede el plazo de un mandato presidencial) y dinero (la caja fiscal “volaría” de implementarse todo de una sola vez). Quizás por ello reiteró constantemente que los cambios de “la gran trasformación” serían progresivos. En resumidas cuentas, su primer mensaje a la Nación osciló entre el crecimiento económico y la distribución e inclusión social. La fórmula no es sencilla, dado que la distribución no debe afectar al crecimiento, y el crecimiento no debe ser excluyente de la inclusión. Es difícil, pero no imposible. Suponemos que los detalles de la ejecución de los programas sociales los delimitará el primer ministro cuando se presente al Congreso.
En esta lectura “prima facie” supuestamente el modelo económico continuará, aunque tendremos algunos matices de intervención estatal en materia económica, así como una serie de cambios a nivel del marco jurídico, incluyendo a la Constitución vigente.
La segunda lectura del discurso de Humala se puede hacer por contraste de “lo que no dijo”, lo que insinuó apenas, lo mantuvo en sombras o lo manejó en el terreno de la ambigüedad. Esta lectura es mucho más significativa.
Es notable que dentro de lo que no dijo, no hizo mención expresa de dos temas quizás más importantes que una eventual reforma constitucional: la educación escolar y la ciencia y la tecnología. En educación escolar fue extremadamente parco. Salvo lo de las ocho horas de clases no hizo mención expresa ni a la carrera pública magisterial, ni a las reformas necesarias en materia educativa. Educación estuvo en las sombras del discurso. Mal síntoma para un presidente que de candidato preconizó “la inclusión social” obviar una de las maneras por excelencia de conseguirla. Tampoco hizo mención a la investigación, ciencia y tecnología. Si queremos entrar de lleno al siglo XXI es imprescindible fomentar, sobretodo en los jóvenes, estas disciplinas. En ciencia y tecnología se justifica plenamente la creación de un Ministerio, no tanto por la burocracia, que siempre es inevitable en el estado, sino porque con estatus de ministerio se podrán concretar mejor las políticas en este sector. Es necesaria en estos momentos la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Omisión en el discurso, otro mal síntoma, pese a que también fue una de las tantas promesas de su campaña.
Otro aspecto que apenas insinuó, pero sumamente relevante, fue la reforma constitucional. Más allá del juramento por “los principios” de la Constitución de 1979 no aludió al tema, pese a que el juramento hacía presagiar una de sus más caras ambiciones: el cambio constitucional. Ambición que no está encarpetada ni “dormida” como parece, sino que goza de buena salud.
Creo que no fue un error el mencionar a la carta del 79 en su juramento. Ni únicamente un “guiño” a la platea o solo un mensaje provocador a la oposición para que “pise el palito”. Creo que fue un “globo de ensayo” para medir las repercusiones de un eventual cambio constitucional que va a comenzar por el rol subsidiario del estado en materia económica. Será “la piedra de toque” que justifique una serie de reformas a “la constitución neoliberal y delincuencial” y, de ser posible, hasta un cambio total de la carta política como lo anunció un representante del ala radical de Gana Perú, incluyendo probablemente “de contrabando” la reelección inmediata del presidente, al estilo de “las constituciones chavistas”.
No sería extraño que en las próximas semanas la bancada de Gana Perú comience a presentar iniciativas de reforma constitucional. La intensidad de esas reformas legislativas y el sentido que tomen dependerá de la correlación de fuerzas tanto al interior de Gana Perú, como de este con las demás fuerzas políticas y los poderes fácticos, incluyendo a los aliados que estuvieron al lado de Humala desde la primera hora.
Tampoco creo que fue un “lapsus” la mención en su discurso a la “Economía Nacional de Mercado” como se encuentra establecida en su primer plan de gobierno, el estatista e interventor del mercado y la sociedad. Más bien abre “una puerta” para posibles cambios que se verían reflejados en la eventual reforma constitucional.
También los aliados en la campaña demostrarán su poder, como es el caso de los cocaleros. Si ha prometido una “guerra frontal” contra las drogas y su legalización y ello se trasforma en voluntad política y hechos concretos, tendrá aliados que se convertirán en enemigos. Igual sucederá con los profesores del SUTEP y Patria Roja, actualmente a su lado y que han votado mayoritariamente por él y su promesa del “ingreso automático” (sin evaluaciones) a la Carrera Pública Magisterial. Si continúa manteniendo los requisitos para el ingreso a la Carrera Pública Magisterial los tendrá en contra; quizás por eso no ha hecho mención a la CPM en su discurso inaugural y ha preferido soslayarlo, dejando la tarea a su ministra de educación.
Tomar distancias de los aliados y actuar contra sus intereses requiere mucha muñeca política y, además, sustituirlos por otros de igual o superior fuerza. Es lo que va a suceder tarde o temprano al tener una cantidad variopinta y con intereses contrapuestos de “compañeros de ruta”. Igual sucede con los movimientos populares y regionales que votaron por él. Qué pasaría si, por ejemplo, decide como jefe de estado poner freno al contrabando en Puno. Cómo reaccionarían sus hasta ahora incondicionales votantes puneños si toma una decisión política contra sus intereses.
O, en materia económica, si decide, supongamos, subsidiar indiscriminadamente precios o, peor aún, controlarlos. Por ejemplo, qué sucedería si establece subsidiar el balón de GLP para que llegue al consumidor a doce soles, “cumpliendo” así una promesa de campaña. O decretar una tarifa de “precios básicos” si la inflación se le escapa de las manos. Por si acaso, los ciudadanos ya hemos vivido esas experiencias en gobiernos anteriores y no fueron nada gratas.
Habrá que estar atentos a lo que se viene. Más son las dudas que las certezas traídas con el primer mensaje presidencial. Si bien tenemos un Humala aparentemente moderado, de centro izquierda, que respetará el modelo económico que tanto denostó en la campaña; no podemos por eso “bajar la guardia” creyendo que la vocación totalitaria o fascista haya desaparecido. Como decíamos en anterior artículo, esta es apenas la presentación en sociedad del presidente en ejercicio, el tanteo del terreno, lo cual requiere extrema cautela por parte de él.
¿Qué pasará después? Dependerá mucho de cómo se maneje esa correlación de fuerzas tanto al interior de GP (entre el sector moderado y el sector radical), como frente a los demás partidos y principalmente el comportamiento de su voluble aliado político, Perú Posible, así como los poderes económicos y los compañeros de ruta que estuvieron desde la primera hora a su lado, jugando un papel importante la prensa independiente y la sociedad organizada. Las variables no están cerradas, ni son definitivas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En esta lectura “prima facie” supuestamente el modelo económico continuará, aunque tendremos algunos matices de intervención estatal en materia económica, así como una serie de cambios a nivel del marco jurídico, incluyendo a la Constitución vigente.
La segunda lectura del discurso de Humala se puede hacer por contraste de “lo que no dijo”, lo que insinuó apenas, lo mantuvo en sombras o lo manejó en el terreno de la ambigüedad. Esta lectura es mucho más significativa.
Es notable que dentro de lo que no dijo, no hizo mención expresa de dos temas quizás más importantes que una eventual reforma constitucional: la educación escolar y la ciencia y la tecnología. En educación escolar fue extremadamente parco. Salvo lo de las ocho horas de clases no hizo mención expresa ni a la carrera pública magisterial, ni a las reformas necesarias en materia educativa. Educación estuvo en las sombras del discurso. Mal síntoma para un presidente que de candidato preconizó “la inclusión social” obviar una de las maneras por excelencia de conseguirla. Tampoco hizo mención a la investigación, ciencia y tecnología. Si queremos entrar de lleno al siglo XXI es imprescindible fomentar, sobretodo en los jóvenes, estas disciplinas. En ciencia y tecnología se justifica plenamente la creación de un Ministerio, no tanto por la burocracia, que siempre es inevitable en el estado, sino porque con estatus de ministerio se podrán concretar mejor las políticas en este sector. Es necesaria en estos momentos la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Omisión en el discurso, otro mal síntoma, pese a que también fue una de las tantas promesas de su campaña.
Otro aspecto que apenas insinuó, pero sumamente relevante, fue la reforma constitucional. Más allá del juramento por “los principios” de la Constitución de 1979 no aludió al tema, pese a que el juramento hacía presagiar una de sus más caras ambiciones: el cambio constitucional. Ambición que no está encarpetada ni “dormida” como parece, sino que goza de buena salud.
Creo que no fue un error el mencionar a la carta del 79 en su juramento. Ni únicamente un “guiño” a la platea o solo un mensaje provocador a la oposición para que “pise el palito”. Creo que fue un “globo de ensayo” para medir las repercusiones de un eventual cambio constitucional que va a comenzar por el rol subsidiario del estado en materia económica. Será “la piedra de toque” que justifique una serie de reformas a “la constitución neoliberal y delincuencial” y, de ser posible, hasta un cambio total de la carta política como lo anunció un representante del ala radical de Gana Perú, incluyendo probablemente “de contrabando” la reelección inmediata del presidente, al estilo de “las constituciones chavistas”.
No sería extraño que en las próximas semanas la bancada de Gana Perú comience a presentar iniciativas de reforma constitucional. La intensidad de esas reformas legislativas y el sentido que tomen dependerá de la correlación de fuerzas tanto al interior de Gana Perú, como de este con las demás fuerzas políticas y los poderes fácticos, incluyendo a los aliados que estuvieron al lado de Humala desde la primera hora.
Tampoco creo que fue un “lapsus” la mención en su discurso a la “Economía Nacional de Mercado” como se encuentra establecida en su primer plan de gobierno, el estatista e interventor del mercado y la sociedad. Más bien abre “una puerta” para posibles cambios que se verían reflejados en la eventual reforma constitucional.
También los aliados en la campaña demostrarán su poder, como es el caso de los cocaleros. Si ha prometido una “guerra frontal” contra las drogas y su legalización y ello se trasforma en voluntad política y hechos concretos, tendrá aliados que se convertirán en enemigos. Igual sucederá con los profesores del SUTEP y Patria Roja, actualmente a su lado y que han votado mayoritariamente por él y su promesa del “ingreso automático” (sin evaluaciones) a la Carrera Pública Magisterial. Si continúa manteniendo los requisitos para el ingreso a la Carrera Pública Magisterial los tendrá en contra; quizás por eso no ha hecho mención a la CPM en su discurso inaugural y ha preferido soslayarlo, dejando la tarea a su ministra de educación.
Tomar distancias de los aliados y actuar contra sus intereses requiere mucha muñeca política y, además, sustituirlos por otros de igual o superior fuerza. Es lo que va a suceder tarde o temprano al tener una cantidad variopinta y con intereses contrapuestos de “compañeros de ruta”. Igual sucede con los movimientos populares y regionales que votaron por él. Qué pasaría si, por ejemplo, decide como jefe de estado poner freno al contrabando en Puno. Cómo reaccionarían sus hasta ahora incondicionales votantes puneños si toma una decisión política contra sus intereses.
O, en materia económica, si decide, supongamos, subsidiar indiscriminadamente precios o, peor aún, controlarlos. Por ejemplo, qué sucedería si establece subsidiar el balón de GLP para que llegue al consumidor a doce soles, “cumpliendo” así una promesa de campaña. O decretar una tarifa de “precios básicos” si la inflación se le escapa de las manos. Por si acaso, los ciudadanos ya hemos vivido esas experiencias en gobiernos anteriores y no fueron nada gratas.
Habrá que estar atentos a lo que se viene. Más son las dudas que las certezas traídas con el primer mensaje presidencial. Si bien tenemos un Humala aparentemente moderado, de centro izquierda, que respetará el modelo económico que tanto denostó en la campaña; no podemos por eso “bajar la guardia” creyendo que la vocación totalitaria o fascista haya desaparecido. Como decíamos en anterior artículo, esta es apenas la presentación en sociedad del presidente en ejercicio, el tanteo del terreno, lo cual requiere extrema cautela por parte de él.
¿Qué pasará después? Dependerá mucho de cómo se maneje esa correlación de fuerzas tanto al interior de GP (entre el sector moderado y el sector radical), como frente a los demás partidos y principalmente el comportamiento de su voluble aliado político, Perú Posible, así como los poderes económicos y los compañeros de ruta que estuvieron desde la primera hora a su lado, jugando un papel importante la prensa independiente y la sociedad organizada. Las variables no están cerradas, ni son definitivas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, July 06, 2011
HUMALA: ENTRE LA TENTACIÓN AUTORITARIA Y LA DEMOCRACIA SOCIAL
Ollanta Humala se debate entre esos dos extremos: la tentación autoritaria o la gobernabilidad al estilo socialdemócrata. O, si se quiere, gobernar teniendo a la mano su plan de gobierno inicial, estatista e intervencionista en la sociedad, o ejecutar su “Hoja de ruta”, más liberal y social. No creo se hayan decantado ninguna de las dos tendencias ni al interior de su agrupación política ni menos en lo más íntimo de su fuero personal. Están allí, latentes.
Por el momento parece, solo parece, que la tendencia socialdemócrata está imponiéndose. Pero estamos apenas en la presentación en sociedad del presidente electo, donde tiene que lucir lo “más progre” que pueda. Todavía no enfrenta los graves desafíos que se le vienen. Ni sabemos cómo reaccionará ante estos.
Quiero creer que primará la tendencia socialdemócrata. Pero, frente a las innumerables promesas que ha desparramado en todos estos meses de campaña, así como a las expectativas generadas, le va a ser difícil contener a sus huestes con migajas o con lecciones de disciplina fiscal. Ya vimos lo que sucedió con la promesa del gas a doce soles. Y ese incidente es apenas “la punta del iceberg” de un cúmulo de promesas de todo tipo.
También se encuentra latente el peligro de la tentación reeleccionista. Qué hacer si el sector radical de su organización política, aquel que le importa un comino la institucionalidad democrática, propone una “asamblea constituyente” y se tira abajo todo el sistema jurídico, con reelección indefinida de por medio. Es una tentación a la que el propio Humala puede echar mano “por razones de interés nacional”. Ya no hablemos de la modificación del régimen económico constitucional para que existan de nuevo empresas públicas, monopolio estatal, reserva de actividades económicas a favor del estado, control de precios; todo, claro, por “los pobres del Perú”.
Cómo reaccionará Humala ante una eventual crisis o cómo se sostendrá en el poder en estos largos cinco años. No tiene un partido disciplinado como el APRA, el suyo es más bien un todo inorgánico y variopinto, donde las partes y sus intereses particulares se imponen al proyecto nacional. ¿En qué poder fáctico se apoyará? ¿En los grandes empresarios y en sus compañeros de armas del ejército, algo similar a lo efectuado por Fujimori en los noventa? Tarde o temprano (si todavía no lo hizo) tendrá que elegir apoyarse en uno o más de esos poderes fácticos.
Y cómo vamos en comercio y política exterior: ¿respetará los tratados de libre comercio? Parece que no le importan mucho y va a apostar por una “integración regional” con el MERCOSUR. ¿Significará, en los hechos, que el Perú abandonaría “el arco del Pacífico” integrado por Colombia, nuestro país y Chile? Después de todo lo que nos ha costado, esperemos que no, así como que su “bolivianarismo” no trascienda de poses retóricas para “estar bien” con sus amigos del ALBA y el MERCOSUR.
Ya no hablemos del temido recorte –sea sutil o no- de libertades políticas, de expresión, información, circulación de ideas y crítica. Libertades “burguesas” para algunos, incómodas para los gobernantes, pero necesarias si queremos una sociedad sana y contestataria.
Quizás lo más sensato es que Perú Posible sea co-gobierno con Humala, ello “suavizará” las tendencias autoritarias; aunque parece que “el sano y sagrado” no quiere exponerse a una alianza formal mirando el 2016. Todavía “está dolido” por la derrota como manifiesta personalmente; pero ello no impide que vaya haciendo cálculos fríos de acá a cinco años.
En Humala más son las incógnitas que los lados claros. Quizás ni él mismo los tiene todavía muy claros y definidos. El 28 de Julio, cuando asuma la presidencia, habrá que leer entre líneas su discurso. Mucho de lo que haga o no haga, o la forma en que lo haga, se verá reflejado en ese discurso. Tomando prestada una metáfora de Hugo Neira, son “tiempos nublados” los que se ciernen sobre nuestro país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Por el momento parece, solo parece, que la tendencia socialdemócrata está imponiéndose. Pero estamos apenas en la presentación en sociedad del presidente electo, donde tiene que lucir lo “más progre” que pueda. Todavía no enfrenta los graves desafíos que se le vienen. Ni sabemos cómo reaccionará ante estos.
Quiero creer que primará la tendencia socialdemócrata. Pero, frente a las innumerables promesas que ha desparramado en todos estos meses de campaña, así como a las expectativas generadas, le va a ser difícil contener a sus huestes con migajas o con lecciones de disciplina fiscal. Ya vimos lo que sucedió con la promesa del gas a doce soles. Y ese incidente es apenas “la punta del iceberg” de un cúmulo de promesas de todo tipo.
También se encuentra latente el peligro de la tentación reeleccionista. Qué hacer si el sector radical de su organización política, aquel que le importa un comino la institucionalidad democrática, propone una “asamblea constituyente” y se tira abajo todo el sistema jurídico, con reelección indefinida de por medio. Es una tentación a la que el propio Humala puede echar mano “por razones de interés nacional”. Ya no hablemos de la modificación del régimen económico constitucional para que existan de nuevo empresas públicas, monopolio estatal, reserva de actividades económicas a favor del estado, control de precios; todo, claro, por “los pobres del Perú”.
Cómo reaccionará Humala ante una eventual crisis o cómo se sostendrá en el poder en estos largos cinco años. No tiene un partido disciplinado como el APRA, el suyo es más bien un todo inorgánico y variopinto, donde las partes y sus intereses particulares se imponen al proyecto nacional. ¿En qué poder fáctico se apoyará? ¿En los grandes empresarios y en sus compañeros de armas del ejército, algo similar a lo efectuado por Fujimori en los noventa? Tarde o temprano (si todavía no lo hizo) tendrá que elegir apoyarse en uno o más de esos poderes fácticos.
Y cómo vamos en comercio y política exterior: ¿respetará los tratados de libre comercio? Parece que no le importan mucho y va a apostar por una “integración regional” con el MERCOSUR. ¿Significará, en los hechos, que el Perú abandonaría “el arco del Pacífico” integrado por Colombia, nuestro país y Chile? Después de todo lo que nos ha costado, esperemos que no, así como que su “bolivianarismo” no trascienda de poses retóricas para “estar bien” con sus amigos del ALBA y el MERCOSUR.
Ya no hablemos del temido recorte –sea sutil o no- de libertades políticas, de expresión, información, circulación de ideas y crítica. Libertades “burguesas” para algunos, incómodas para los gobernantes, pero necesarias si queremos una sociedad sana y contestataria.
Quizás lo más sensato es que Perú Posible sea co-gobierno con Humala, ello “suavizará” las tendencias autoritarias; aunque parece que “el sano y sagrado” no quiere exponerse a una alianza formal mirando el 2016. Todavía “está dolido” por la derrota como manifiesta personalmente; pero ello no impide que vaya haciendo cálculos fríos de acá a cinco años.
En Humala más son las incógnitas que los lados claros. Quizás ni él mismo los tiene todavía muy claros y definidos. El 28 de Julio, cuando asuma la presidencia, habrá que leer entre líneas su discurso. Mucho de lo que haga o no haga, o la forma en que lo haga, se verá reflejado en ese discurso. Tomando prestada una metáfora de Hugo Neira, son “tiempos nublados” los que se ciernen sobre nuestro país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
HUMALA: ENTRE LA TENTACIÓN AUTORITARIA Y LA DEMOCRACIA SOCIAL
Ollanta Humala se debate entre esos dos extremos: la tentación autoritaria o la gobernabilidad al estilo socialdemócrata. O, si se quiere, gobernar teniendo a la mano su plan de gobierno inicial, estatista e intervencionista en la sociedad, o ejecutar su “Hoja de ruta”, más liberal y social. No creo se hayan decantado ninguna de las dos tendencias ni al interior de su agrupación política ni menos en lo más íntimo de su fuero personal. Están allí, latentes.
Por el momento parece, solo parece, que la tendencia socialdemócrata está imponiéndose. Pero estamos apenas en la presentación en sociedad del presidente electo, donde tiene que lucir lo “más progre” que pueda. Todavía no enfrenta los graves desafíos que se le vienen. Ni sabemos cómo reaccionará ante estos.
Quiero creer que primará la tendencia socialdemócrata. Pero, frente a las innumerables promesas que ha desparramado en todos estos meses de campaña, así como a las expectativas generadas, le va a ser difícil contener a sus huestes con migajas o con lecciones de disciplina fiscal. Ya vimos lo que sucedió con la promesa del gas a doce soles. Y ese incidente es apenas “la punta del iceberg” de un cúmulo de promesas de todo tipo.
También se encuentra latente el peligro de la tentación reeleccionista. Qué hacer si el sector radical de su organización política, aquel que le importa un comino la institucionalidad democrática, propone una “asamblea constituyente” y se tira abajo todo el sistema jurídico, con reelección indefinida de por medio. Es una tentación a la que el propio Humala puede echar mano “por razones de interés nacional”. Ya no hablemos de la modificación del régimen económico constitucional para que existan de nuevo empresas públicas, monopolio estatal, reserva de actividades económicas a favor del estado, control de precios; todo, claro, por “los pobres del Perú”.
Cómo reaccionará Humala ante una eventual crisis o cómo se sostendrá en el poder en estos largos cinco años. No tiene un partido disciplinado como el APRA, el suyo es más bien un todo inorgánico y variopinto, donde las partes y sus intereses particulares se imponen al proyecto nacional. ¿En qué poder fáctico se apoyará? ¿En los grandes empresarios y en sus compañeros de armas del ejército, algo similar a lo efectuado por Fujimori en los noventa? Tarde o temprano (si todavía no lo hizo) tendrá que elegir apoyarse en uno o más de esos poderes fácticos.
Y cómo vamos en comercio y política exterior: ¿respetará los tratados de libre comercio? Parece que no le importan mucho y va a apostar por una “integración regional” con el MERCOSUR. ¿Significará, en los hechos, que el Perú abandonaría “el arco del Pacífico” integrado por Colombia, nuestro país y Chile? Después de todo lo que nos ha costado, esperemos que no, así como que su “bolivianarismo” no trascienda de poses retóricas para “estar bien” con sus amigos del ALBA y el MERCOSUR.
Ya no hablemos del temido recorte –sea sutil o no- de libertades políticas, de expresión, información, circulación de ideas y crítica. Libertades “burguesas” para algunos, incómodas para los gobernantes, pero necesarias si queremos una sociedad sana y contestataria.
Quizás lo más sensato es que Perú Posible sea co-gobierno con Humala, ello “suavizará” las tendencias autoritarias; aunque parece que “el sano y sagrado” no quiere exponerse a una alianza formal mirando el 2016. Todavía “está dolido” por la derrota como manifiesta personalmente; pero ello no impide que vaya haciendo cálculos fríos de acá a cinco años.
En Humala más son las incógnitas que los lados claros. Quizás ni él mismo los tiene todavía muy claros y definidos. El 28 de Julio, cuando asuma la presidencia, habrá que leer entre líneas su discurso. Mucho de lo que haga o no haga, o la forma en que lo haga, se verá reflejado en ese discurso. Tomando prestada una metáfora de Hugo Neira, son “tiempos nublados” los que se ciernen sobre nuestro país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Por el momento parece, solo parece, que la tendencia socialdemócrata está imponiéndose. Pero estamos apenas en la presentación en sociedad del presidente electo, donde tiene que lucir lo “más progre” que pueda. Todavía no enfrenta los graves desafíos que se le vienen. Ni sabemos cómo reaccionará ante estos.
Quiero creer que primará la tendencia socialdemócrata. Pero, frente a las innumerables promesas que ha desparramado en todos estos meses de campaña, así como a las expectativas generadas, le va a ser difícil contener a sus huestes con migajas o con lecciones de disciplina fiscal. Ya vimos lo que sucedió con la promesa del gas a doce soles. Y ese incidente es apenas “la punta del iceberg” de un cúmulo de promesas de todo tipo.
También se encuentra latente el peligro de la tentación reeleccionista. Qué hacer si el sector radical de su organización política, aquel que le importa un comino la institucionalidad democrática, propone una “asamblea constituyente” y se tira abajo todo el sistema jurídico, con reelección indefinida de por medio. Es una tentación a la que el propio Humala puede echar mano “por razones de interés nacional”. Ya no hablemos de la modificación del régimen económico constitucional para que existan de nuevo empresas públicas, monopolio estatal, reserva de actividades económicas a favor del estado, control de precios; todo, claro, por “los pobres del Perú”.
Cómo reaccionará Humala ante una eventual crisis o cómo se sostendrá en el poder en estos largos cinco años. No tiene un partido disciplinado como el APRA, el suyo es más bien un todo inorgánico y variopinto, donde las partes y sus intereses particulares se imponen al proyecto nacional. ¿En qué poder fáctico se apoyará? ¿En los grandes empresarios y en sus compañeros de armas del ejército, algo similar a lo efectuado por Fujimori en los noventa? Tarde o temprano (si todavía no lo hizo) tendrá que elegir apoyarse en uno o más de esos poderes fácticos.
Y cómo vamos en comercio y política exterior: ¿respetará los tratados de libre comercio? Parece que no le importan mucho y va a apostar por una “integración regional” con el MERCOSUR. ¿Significará, en los hechos, que el Perú abandonaría “el arco del Pacífico” integrado por Colombia, nuestro país y Chile? Después de todo lo que nos ha costado, esperemos que no, así como que su “bolivianarismo” no trascienda de poses retóricas para “estar bien” con sus amigos del ALBA y el MERCOSUR.
Ya no hablemos del temido recorte –sea sutil o no- de libertades políticas, de expresión, información, circulación de ideas y crítica. Libertades “burguesas” para algunos, incómodas para los gobernantes, pero necesarias si queremos una sociedad sana y contestataria.
Quizás lo más sensato es que Perú Posible sea co-gobierno con Humala, ello “suavizará” las tendencias autoritarias; aunque parece que “el sano y sagrado” no quiere exponerse a una alianza formal mirando el 2016. Todavía “está dolido” por la derrota como manifiesta personalmente; pero ello no impide que vaya haciendo cálculos fríos de acá a cinco años.
En Humala más son las incógnitas que los lados claros. Quizás ni él mismo los tiene todavía muy claros y definidos. El 28 de Julio, cuando asuma la presidencia, habrá que leer entre líneas su discurso. Mucho de lo que haga o no haga, o la forma en que lo haga, se verá reflejado en ese discurso. Tomando prestada una metáfora de Hugo Neira, son “tiempos nublados” los que se ciernen sobre nuestro país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, June 01, 2011
EL MAL MENOR
Los argumentos que apoyan o que se oponen tanto a la candidatura de Ollanta Humala como de Keiko Fujimori son subjetivos y expresan más bien el estado emocional o la preferencia (o antipatía) del proponente que una realidad objetiva.
Generalmente ha sido la “intelligentsia” peruana (bueno, es un decir) y los “columnistas de opinión” quienes hasta la saciedad han esgrimido argumentos ad hominem (dirigidos a favor o en contra de la persona) sea para favorecer a su candidato o candidata por el que late su corazoncito o para denostar al adversario. Que “el comandante” ha dado pruebas de sinceridad; que ha jurado, Biblia en mano, no cambiar la Constitución Política ni perpetuarse en el poder; que no manejará a su antojo los medios de comunicación; que ha cambiado cuatro veces su “plan de gobierno” hasta volverlo totalmente inocuo; que no pretende parecerse a Chávez, sino a Lula. O viceversa: que es “un lobo disfrazado con piel de cordero”; que llegado al poder manejará al país como a su chacra; que confiscará los ahorros de todos los peruanos para cumplir sus promesas demagógicas; que se perpetuará en el poder y, corriendo a paso ligero, suscribirá al ALBA y a la órbita chavista en un santiamén, abandonando los TLCs que tanto esfuerzo nos ha costado a todos los peruanos.
Puede ser; pero igual podríamos decir de Keiko. Que su “arrepentimiento” no es sincero; que instalada en el poder tendríamos una reedición corregida y aumentada de “la dictadura” del padre y volveríamos a la cleptocracia de aquellos aciagos años; que este, obviamente, saldría libre en un abrir y cerrar de ojos, iniciándose una “cacería de brujas” contra quienes lo condenaron, como veladamente lo sugirió la congresista Martha Chávez al amenazar al juez San Martín; que se “comprarían” editoriales y medios de comunicación al “ritmo del Chino” para acallar todo intento de oposición.
Curiosamente quienes esgrimen este tipo de “argumentos genéticos”, mismo clon, en detrimento de la candidatura de la Fujimori, suponen que los hijos son iguales a los padres, como dos gotas de agua, obviando que lo mismo se podría decir de Humala: padre autoritario, con tendencias comunistas y estatistas; hermano desequilibrado emocional (por decirlo suavemente) que purga condena por graves delitos y que espera el hermano sea elegido presidente para que lo libere; madre aparentemente pasiva pero con férreo control sobre la familia. Si nos atenemos a los “argumentos genéticos”, Humala tendría un cocktail mental en su cabeza que lo haría pasible de atar con camisa de fuerza e internamiento urgente en el Hospital Larco Herrera.
A lo largo de estas semanas hemos presenciado el intento de distintos escribas de querer convencernos de una posición u otra. Racionalizando sus temores o querencias, algunos con más habilidad que otros, se han dirigido “al gran electorado del centro”, a aquellos que no votamos por ninguna de las dos candidaturas de extremo que quedaron en lid, a fin de convencernos de su posición. Incluso alguien escribió una suerte de “diez mandamientos” de por qué votaría a favor o en contra de este o de aquella. Algunas veces fue cómico leer las “opiniones” de los gacetilleros en cuestión; en otras, tragicómico, como aquel “defensor de los derechos humanos” y dueño de una ONG que no se le ocurrió mejor idea para defender a Humala del “affaire” Madre Mía que expresar con desparpajo que “habían sido unos cuantos muertos”. Algo similar a lo que, semanas después, un vocero del fujimorismo expresó cuando se le inquirió de las muertes en su haber del gobierno de los años 90 y no tuvo mejor idea que comparar número de muertos con los gobiernos anteriores: “nosotros matamos menos”. ¿Dónde quedó toda la protección a los derechos humanos y el principio que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del estado?
Mención aparte merece “el apoyo crítico” de Mario Vargas Llosa a la candidatura de Ollanta Humala. Me hizo recordar cuando Jean Paul Sartre, en los últimos años de su vida, defendió ardorosamente a un grupúsculo maoísta encima de un tonel. Creo que Mario se parece mucho más a su maestro de lo que él supone; además que por más premio Nobel y escritor consagrado que sea, tiene todo el derecho del mundo a equivocarse. Humano es. Y no se, para ser sincero y con todo el respeto que me merece, me pregunto hasta qué punto la derrota de 1990 está influyendo en su decisión. ¿No habrá racionalizado esa derrota buscando argumentos lógicos? Dejo la pregunta a sus biógrafos.
La verdad que los dos candidatos tienen “rabo de paja”. Sus sombras o claroscuros son más de temer que la de los otros que quedaron fuera. Por eso el rechazo, el temor y la suspicacia notable que generan sus candidaturas en el electorado de centro, aquel que inclinará el fiel de la balanza este 5 de Junio a favor de alguno de los dos. Por más que juren y perjuren no se les cree. Ni haciendo “misas laicas” uno o pidiendo perdón por los “excesos” del padre la otra.
Personalmente estoy en ese centro cuyo candidato perdió en la primera vuelta. No soy partidario del voto en blanco o viciado. Francamente creo que sería como “la política del avestruz”. Si algo aprendí en mi juventud militante de izquierda es que en el quehacer político se tiene que ser necesariamente pragmático. En una decisión electoral no pueden interferir nuestros sentimientos, gustos o antipatías, menos nuestros valores o principios éticos. Suena crudo y cínico. Y lo es. Pero, por desgracia, tenemos que aceptar una realidad que no nos gusta, que es la de optar por una de las dos candidaturas que quedaron. Y, por añadidura, con pasados nada claros, sino todo lo contrario. Asumir esa realidad. Y solo una vez asumida, optar por lo que consideremos “el mal menor”.
Nos podemos equivocar al hacer la elección. Es posible. Pero tan importante como elegir el “mal menor” es lo que vendrá después. Sea quien sea el ganador, fiscalizarlo al milímetro, hasta el mínimo respiro. Hasta lo que desayuna, almuerza y cena. Fiscalización tanto desde la escena oficial del Congreso (que en esto tienen una gran corresponsabilidad los tres perdedores, al no unirse en una candidatura única y dar riendo suelta a sus apetitos personales), como desde la sociedad, desde el puesto más modesto donde estemos ubicados. La oposición comienza el mismo 6 de Junio, al día siguiente de enterarnos quien es el nuevo inquilino de Palacio, justamente para que el inquilino no se sienta dueño. No podemos bajar la guardia en los próximos cinco años. Tenemos que permanecer en alerta constante. Así será más difícil para cualquiera de los dos sacar del closet su “vocación autoritaria”. Uno, con su delirante programa estatista, de chauvinismo trasnochado, maquillado apenas con retoques sucesivos; la otra, que vayamos por la senda del neoliberalismo “puro y duro” barnizado con populismo asistencialista, como en la época de su padre. Dependerá de nosotros.
Por eso, amable lector, vaya pálido pero sereno este 5 de Junio a sufragar y vote por una opción, pero con mucha cautela, imagine que no otorga ningún “cheque en blanco” con su voto. Suerte y, a pesar que soy agnóstico, diré “que Dios nos acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Generalmente ha sido la “intelligentsia” peruana (bueno, es un decir) y los “columnistas de opinión” quienes hasta la saciedad han esgrimido argumentos ad hominem (dirigidos a favor o en contra de la persona) sea para favorecer a su candidato o candidata por el que late su corazoncito o para denostar al adversario. Que “el comandante” ha dado pruebas de sinceridad; que ha jurado, Biblia en mano, no cambiar la Constitución Política ni perpetuarse en el poder; que no manejará a su antojo los medios de comunicación; que ha cambiado cuatro veces su “plan de gobierno” hasta volverlo totalmente inocuo; que no pretende parecerse a Chávez, sino a Lula. O viceversa: que es “un lobo disfrazado con piel de cordero”; que llegado al poder manejará al país como a su chacra; que confiscará los ahorros de todos los peruanos para cumplir sus promesas demagógicas; que se perpetuará en el poder y, corriendo a paso ligero, suscribirá al ALBA y a la órbita chavista en un santiamén, abandonando los TLCs que tanto esfuerzo nos ha costado a todos los peruanos.
Puede ser; pero igual podríamos decir de Keiko. Que su “arrepentimiento” no es sincero; que instalada en el poder tendríamos una reedición corregida y aumentada de “la dictadura” del padre y volveríamos a la cleptocracia de aquellos aciagos años; que este, obviamente, saldría libre en un abrir y cerrar de ojos, iniciándose una “cacería de brujas” contra quienes lo condenaron, como veladamente lo sugirió la congresista Martha Chávez al amenazar al juez San Martín; que se “comprarían” editoriales y medios de comunicación al “ritmo del Chino” para acallar todo intento de oposición.
Curiosamente quienes esgrimen este tipo de “argumentos genéticos”, mismo clon, en detrimento de la candidatura de la Fujimori, suponen que los hijos son iguales a los padres, como dos gotas de agua, obviando que lo mismo se podría decir de Humala: padre autoritario, con tendencias comunistas y estatistas; hermano desequilibrado emocional (por decirlo suavemente) que purga condena por graves delitos y que espera el hermano sea elegido presidente para que lo libere; madre aparentemente pasiva pero con férreo control sobre la familia. Si nos atenemos a los “argumentos genéticos”, Humala tendría un cocktail mental en su cabeza que lo haría pasible de atar con camisa de fuerza e internamiento urgente en el Hospital Larco Herrera.
A lo largo de estas semanas hemos presenciado el intento de distintos escribas de querer convencernos de una posición u otra. Racionalizando sus temores o querencias, algunos con más habilidad que otros, se han dirigido “al gran electorado del centro”, a aquellos que no votamos por ninguna de las dos candidaturas de extremo que quedaron en lid, a fin de convencernos de su posición. Incluso alguien escribió una suerte de “diez mandamientos” de por qué votaría a favor o en contra de este o de aquella. Algunas veces fue cómico leer las “opiniones” de los gacetilleros en cuestión; en otras, tragicómico, como aquel “defensor de los derechos humanos” y dueño de una ONG que no se le ocurrió mejor idea para defender a Humala del “affaire” Madre Mía que expresar con desparpajo que “habían sido unos cuantos muertos”. Algo similar a lo que, semanas después, un vocero del fujimorismo expresó cuando se le inquirió de las muertes en su haber del gobierno de los años 90 y no tuvo mejor idea que comparar número de muertos con los gobiernos anteriores: “nosotros matamos menos”. ¿Dónde quedó toda la protección a los derechos humanos y el principio que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del estado?
Mención aparte merece “el apoyo crítico” de Mario Vargas Llosa a la candidatura de Ollanta Humala. Me hizo recordar cuando Jean Paul Sartre, en los últimos años de su vida, defendió ardorosamente a un grupúsculo maoísta encima de un tonel. Creo que Mario se parece mucho más a su maestro de lo que él supone; además que por más premio Nobel y escritor consagrado que sea, tiene todo el derecho del mundo a equivocarse. Humano es. Y no se, para ser sincero y con todo el respeto que me merece, me pregunto hasta qué punto la derrota de 1990 está influyendo en su decisión. ¿No habrá racionalizado esa derrota buscando argumentos lógicos? Dejo la pregunta a sus biógrafos.
La verdad que los dos candidatos tienen “rabo de paja”. Sus sombras o claroscuros son más de temer que la de los otros que quedaron fuera. Por eso el rechazo, el temor y la suspicacia notable que generan sus candidaturas en el electorado de centro, aquel que inclinará el fiel de la balanza este 5 de Junio a favor de alguno de los dos. Por más que juren y perjuren no se les cree. Ni haciendo “misas laicas” uno o pidiendo perdón por los “excesos” del padre la otra.
Personalmente estoy en ese centro cuyo candidato perdió en la primera vuelta. No soy partidario del voto en blanco o viciado. Francamente creo que sería como “la política del avestruz”. Si algo aprendí en mi juventud militante de izquierda es que en el quehacer político se tiene que ser necesariamente pragmático. En una decisión electoral no pueden interferir nuestros sentimientos, gustos o antipatías, menos nuestros valores o principios éticos. Suena crudo y cínico. Y lo es. Pero, por desgracia, tenemos que aceptar una realidad que no nos gusta, que es la de optar por una de las dos candidaturas que quedaron. Y, por añadidura, con pasados nada claros, sino todo lo contrario. Asumir esa realidad. Y solo una vez asumida, optar por lo que consideremos “el mal menor”.
Nos podemos equivocar al hacer la elección. Es posible. Pero tan importante como elegir el “mal menor” es lo que vendrá después. Sea quien sea el ganador, fiscalizarlo al milímetro, hasta el mínimo respiro. Hasta lo que desayuna, almuerza y cena. Fiscalización tanto desde la escena oficial del Congreso (que en esto tienen una gran corresponsabilidad los tres perdedores, al no unirse en una candidatura única y dar riendo suelta a sus apetitos personales), como desde la sociedad, desde el puesto más modesto donde estemos ubicados. La oposición comienza el mismo 6 de Junio, al día siguiente de enterarnos quien es el nuevo inquilino de Palacio, justamente para que el inquilino no se sienta dueño. No podemos bajar la guardia en los próximos cinco años. Tenemos que permanecer en alerta constante. Así será más difícil para cualquiera de los dos sacar del closet su “vocación autoritaria”. Uno, con su delirante programa estatista, de chauvinismo trasnochado, maquillado apenas con retoques sucesivos; la otra, que vayamos por la senda del neoliberalismo “puro y duro” barnizado con populismo asistencialista, como en la época de su padre. Dependerá de nosotros.
Por eso, amable lector, vaya pálido pero sereno este 5 de Junio a sufragar y vote por una opción, pero con mucha cautela, imagine que no otorga ningún “cheque en blanco” con su voto. Suerte y, a pesar que soy agnóstico, diré “que Dios nos acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, May 27, 2011
ESCÁNDALOS EN EL PODER
Si lo acaecido al ex jefe del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, o al ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, el primero denunciado por acoso sexual e intento de violación a una camarera, el otro de tener un hijo extramatrimonial con su empleada doméstica, hubiese sucedido en un país de cultura latina, no les significaría el fin de sus carreras públicas. Pero, para su desgracia, ocurrió en Estados Unidos de Norteamérica, donde la cultura puritana subsiste en un sustrato bastante profundo de su idiosincrasia. A Strauss-Kahn le ha costado la posibilidad de acceder a la presidencia de Francia como candidato nada menos que por el Partido Socialista; a Schwarzenegger la cancelación de un suculento contrato para realizar Terminator 5, la película que le dio tanta fama y dinero.
Ello nos puede llevar a la falsa conclusión que los norteamericanos son más puristas y protectores de la moral que nosotros, los latinos, mas bien flexibles y pragmáticos en “ciencias morales”. Porque, de haber sucedido los hechos en la propia Francia o en Italia –ya no hablemos de América Latina-, la repercusión no pasaría de una discreta segunda noticia o, a lo sumo, unos cuantos titulares periodísticos y después a otra cosa. Jamás privación de libertad como la padeció por varios días el propio Strauss-Kahn antes de pagar una fianza por un millón de dólares. Y el tener un hijo extramatrimonial no es motivo de escándalo por estos lares. En Perú, por ejemplo, los dos últimos presidentes, Alejandro Toledo y Alan García, los han tenido y no pasó nada. Incluso, Alan García lo presenta en las ceremonias oficiales, donde el pequeñín se luce a vista y paciencia de diplomáticos, ministros, generales y hasta de autoridades eclesiásticas. No es motivo de escándalo ni de horror.
Ya vimos como el propio Silvio Berlusconi, en Italia, se ha salvado de ser procesado políticamente por tener relaciones sexuales y orgías con menores de edad dignas de los antiguos emperadores romanos. Muchos de sus enemigos pensaban que el escándalo descubierto era su fin político y no pasó nada, más allá de algunos titulares.
Vuelvo a la pregunta inicial: ¿es que los latinos somos más desprejuiciados que los norteamericanos en asuntos de sexo y alcoba?
Existe un dicho de nuestras abuelitas que puede dar respuesta a estas reflexiones: “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo”. Creo que más bien funciona entre los norteamericanos lo que se denomina una “falsa moral”. Un puritanismo que se ha reducido solo a la forma. Ya no es el puritanismo primigenio de los fundadores de lo que sería después los Estados Unidos de América, puritanismo traído por los colonos que en el siglo XVII buscaban una tierra donde practicar en libertad su religión, uno de cuyos principales pilares era la moral sexual, sino se trata de un “puritanismo formal”, es decir de mantener las formas, la apariencia, librándose del escándalo. Con tal que nadie lo sepa puedes hacer con tu vida lo que quieras: ser homosexual, bisexual, transexual, drogadicto, pederasta, acosador, fetichista, onanista, exhibicionista; pero si te descubren y eres personaje público, te fregaste. No solo te cae encima “el peso de la ley”, sino que vives un ostracismo peor al de tener lepra en otras épocas.
Es un elemento que está muy enraizado en su psique, en su forma de ser y que se “respira” en la cultura yanqui, sobretodo cuando se trata de personajes públicos. Recordemos lo que le sucedió a Bill Clinton con el escándalo Lewinski que casi le cuesta la presidencia. (Y reparemos que Clinton ni siquiera la acosó, sino que la becaria de la Casa Blanca consintió en “los tocamientos indebidos” y en el sexo oral). Los norteamericanos –sobretodo la familia típica, blanca, protestante y conservadora: el WASP clásico- quiere que sus personajes públicos –políticos, presentadores de televisión, artistas- sean un “ejemplo modélico” de comportamiento hacia fuera: familia unida y feliz, de clase media, con valores tradicionales, creyente, que asiste a oficios religiosos, etc.; lo que haga “puertas adentro” no es de su incumbencia, “derecho a la privacidad” que le dicen … siempre y cuando no sea “descubierto”.
Si “se sale del libreto” es castigado. No solo se trata de las sanciones que aparejan las normas jurídicas (como en el caso de Strauss-Kahn), sino sobretodo la coactividad de las normas morales y sociales, como le sucedió a Schwarzenegger, cuyo “mea culpa” del reconocimiento de un hijo fuera del matrimonio le costó la cancelación de un extraordinario acuerdo comercial para regresar al cine.
Al ser tan distintos los sustratos culturales de los latinos y los norteamericanos, los hechos son vistos, evaluados y sancionados de distinta manera en ambas culturas. De haber sucedido en estas tierras la revelación de Schwarzenegger del hijo fuera del matrimonio habría sido publicidad extra para su anunciado retorno al cine, su cotización como actor subiría, las entrevistas de la “proeza” cubrirían todos los medios; y al “eléctrico” Strauss-Kahn le habría servido para promocionar algún producto afrodisíaco o entrevistado para que confiese el secreto de su vitalidad sexual y, por supuesto, gracias a la publicidad del caso obtendría provecho para consolidar su carrera política hacia la presidencia, jamás para liquidarla. Se equivocó de lugar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Ello nos puede llevar a la falsa conclusión que los norteamericanos son más puristas y protectores de la moral que nosotros, los latinos, mas bien flexibles y pragmáticos en “ciencias morales”. Porque, de haber sucedido los hechos en la propia Francia o en Italia –ya no hablemos de América Latina-, la repercusión no pasaría de una discreta segunda noticia o, a lo sumo, unos cuantos titulares periodísticos y después a otra cosa. Jamás privación de libertad como la padeció por varios días el propio Strauss-Kahn antes de pagar una fianza por un millón de dólares. Y el tener un hijo extramatrimonial no es motivo de escándalo por estos lares. En Perú, por ejemplo, los dos últimos presidentes, Alejandro Toledo y Alan García, los han tenido y no pasó nada. Incluso, Alan García lo presenta en las ceremonias oficiales, donde el pequeñín se luce a vista y paciencia de diplomáticos, ministros, generales y hasta de autoridades eclesiásticas. No es motivo de escándalo ni de horror.
Ya vimos como el propio Silvio Berlusconi, en Italia, se ha salvado de ser procesado políticamente por tener relaciones sexuales y orgías con menores de edad dignas de los antiguos emperadores romanos. Muchos de sus enemigos pensaban que el escándalo descubierto era su fin político y no pasó nada, más allá de algunos titulares.
Vuelvo a la pregunta inicial: ¿es que los latinos somos más desprejuiciados que los norteamericanos en asuntos de sexo y alcoba?
Existe un dicho de nuestras abuelitas que puede dar respuesta a estas reflexiones: “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo”. Creo que más bien funciona entre los norteamericanos lo que se denomina una “falsa moral”. Un puritanismo que se ha reducido solo a la forma. Ya no es el puritanismo primigenio de los fundadores de lo que sería después los Estados Unidos de América, puritanismo traído por los colonos que en el siglo XVII buscaban una tierra donde practicar en libertad su religión, uno de cuyos principales pilares era la moral sexual, sino se trata de un “puritanismo formal”, es decir de mantener las formas, la apariencia, librándose del escándalo. Con tal que nadie lo sepa puedes hacer con tu vida lo que quieras: ser homosexual, bisexual, transexual, drogadicto, pederasta, acosador, fetichista, onanista, exhibicionista; pero si te descubren y eres personaje público, te fregaste. No solo te cae encima “el peso de la ley”, sino que vives un ostracismo peor al de tener lepra en otras épocas.
Es un elemento que está muy enraizado en su psique, en su forma de ser y que se “respira” en la cultura yanqui, sobretodo cuando se trata de personajes públicos. Recordemos lo que le sucedió a Bill Clinton con el escándalo Lewinski que casi le cuesta la presidencia. (Y reparemos que Clinton ni siquiera la acosó, sino que la becaria de la Casa Blanca consintió en “los tocamientos indebidos” y en el sexo oral). Los norteamericanos –sobretodo la familia típica, blanca, protestante y conservadora: el WASP clásico- quiere que sus personajes públicos –políticos, presentadores de televisión, artistas- sean un “ejemplo modélico” de comportamiento hacia fuera: familia unida y feliz, de clase media, con valores tradicionales, creyente, que asiste a oficios religiosos, etc.; lo que haga “puertas adentro” no es de su incumbencia, “derecho a la privacidad” que le dicen … siempre y cuando no sea “descubierto”.
Si “se sale del libreto” es castigado. No solo se trata de las sanciones que aparejan las normas jurídicas (como en el caso de Strauss-Kahn), sino sobretodo la coactividad de las normas morales y sociales, como le sucedió a Schwarzenegger, cuyo “mea culpa” del reconocimiento de un hijo fuera del matrimonio le costó la cancelación de un extraordinario acuerdo comercial para regresar al cine.
Al ser tan distintos los sustratos culturales de los latinos y los norteamericanos, los hechos son vistos, evaluados y sancionados de distinta manera en ambas culturas. De haber sucedido en estas tierras la revelación de Schwarzenegger del hijo fuera del matrimonio habría sido publicidad extra para su anunciado retorno al cine, su cotización como actor subiría, las entrevistas de la “proeza” cubrirían todos los medios; y al “eléctrico” Strauss-Kahn le habría servido para promocionar algún producto afrodisíaco o entrevistado para que confiese el secreto de su vitalidad sexual y, por supuesto, gracias a la publicidad del caso obtendría provecho para consolidar su carrera política hacia la presidencia, jamás para liquidarla. Se equivocó de lugar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, May 11, 2011
DEMOCRACIA DIRECTA: EL REFERENDO EN ECUADOR
La consulta en Ecuador el pasado 7 de Mayo trae a colación de nuevo una institución de la democracia directa: el referendo o consulta al ciudadano sobre uno o varios aspectos jurídico-políticos.
¿Es malo el referendo en si?
Creo que con la institución del referendo sucede lo mismo que con una institución de la constitución económica de nuestro país, como son los contratos ley: se tiende a satanizar a la institución confundiéndola con el uso que se le conceda.
El referendo permite consultar directamente al ciudadano sobre ciertos aspectos puntuales. Su utilización requiere preguntas claras y concisas, de preferencia una o muy pocas. Por ejemplo, se le podría consultar directamente al ciudadano sobre temas controversiales como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la legalización absoluta del aborto. Solo por citar dos temas que son polémicos.
Es bueno, en el sentido que recoge el “sentir del pueblo” a fin de “traducirlo” en una norma jurídica, sin necesidad de pasar por los intermediarios usuales como son los políticos, los “expertos en el tema” o los representantes de los “poderes fácticos”, uno de ellos, el jefe local de la iglesia católica.
De allí que muchos estudiosos de la política hayan insistido en incorporar instituciones de democracia directa como el referendo en los sistemas políticos, lo cual es positivo.
Pero, hay dos cosas que pueden “opacar” la institución. El primero que el referendo, simple consulta, se trasforme en aprobación o desaprobación del gobierno o del jefe de estado. Puede suceder, sea porque el propio jefe de estado así lo propicia un tanto para ganar legitimidad (“aprueban mi consulta o renuncio”), o porque la propia oposición así lo plantea (“vote contra el gobierno”); convirtiéndose consecuentemente el referendo en un “sí” o un “no”, a favor o en contra del gobierno de turno.
El segundo problema es el abuso del referendo o la distorsión del mismo. Es decir el uso para otros fines o para encubrir, bajo un velo de simple consulta, mecanismos que pondrían en riesgo libertades democráticas. Es lo que sucede sobretodo en las “democracias autoritarias”.
Y es lo que al parecer habría sucedido en Ecuador. Bajo una serie de preguntas, algunas “políticamente correctas”, como prohibir el sacrificio público de animales, se habrían enmascarado otras que pondrían en riesgo las libertades de información y expresión. Preguntas complejas, medio difíciles de responder, que el ciudadano resuelve simplificando como una aprobación o desaprobación al gobierno. (Preliminarmente parece que no le ha ido del todo bien al presidente Correa en su consulta ciudadana).
En consecuencia el referendo ecuatoriano habría adolecido de dos graves vicios: el primero la excesiva cantidad de preguntas para una consulta y el otro la complejidad de muchas de estas. Ambos vicios atentan contra una transparencia y simplicidad que debe tener la propia institución, convirtiéndose así en un mecanismo de utilización política.
Una característica de los “gobiernos plebiscitarios” es el sometimiento constante a “consultas populares”, sobretodo en coyunturas que les son propicias, a fin de ganar más poder y arrinconar a los opositores (sean políticos, periodistas o intelectuales: las tres clases de especimenes que ningún gobierno autoritario soporta), cosa que de esa manera ganan legitimidad en vista que “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Nosotros, los peruanos, ya lo sufrimos en carne propia en los años noventa. (Y dependiendo como nos vaya en la segunda vuelta del 5 de Junio, tenemos un candidato que, al parecer, sería bastante proclive a usarlo).
No es la institución del referendo lo que está mal, sino su uso.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
¿Es malo el referendo en si?
Creo que con la institución del referendo sucede lo mismo que con una institución de la constitución económica de nuestro país, como son los contratos ley: se tiende a satanizar a la institución confundiéndola con el uso que se le conceda.
El referendo permite consultar directamente al ciudadano sobre ciertos aspectos puntuales. Su utilización requiere preguntas claras y concisas, de preferencia una o muy pocas. Por ejemplo, se le podría consultar directamente al ciudadano sobre temas controversiales como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la legalización absoluta del aborto. Solo por citar dos temas que son polémicos.
Es bueno, en el sentido que recoge el “sentir del pueblo” a fin de “traducirlo” en una norma jurídica, sin necesidad de pasar por los intermediarios usuales como son los políticos, los “expertos en el tema” o los representantes de los “poderes fácticos”, uno de ellos, el jefe local de la iglesia católica.
De allí que muchos estudiosos de la política hayan insistido en incorporar instituciones de democracia directa como el referendo en los sistemas políticos, lo cual es positivo.
Pero, hay dos cosas que pueden “opacar” la institución. El primero que el referendo, simple consulta, se trasforme en aprobación o desaprobación del gobierno o del jefe de estado. Puede suceder, sea porque el propio jefe de estado así lo propicia un tanto para ganar legitimidad (“aprueban mi consulta o renuncio”), o porque la propia oposición así lo plantea (“vote contra el gobierno”); convirtiéndose consecuentemente el referendo en un “sí” o un “no”, a favor o en contra del gobierno de turno.
El segundo problema es el abuso del referendo o la distorsión del mismo. Es decir el uso para otros fines o para encubrir, bajo un velo de simple consulta, mecanismos que pondrían en riesgo libertades democráticas. Es lo que sucede sobretodo en las “democracias autoritarias”.
Y es lo que al parecer habría sucedido en Ecuador. Bajo una serie de preguntas, algunas “políticamente correctas”, como prohibir el sacrificio público de animales, se habrían enmascarado otras que pondrían en riesgo las libertades de información y expresión. Preguntas complejas, medio difíciles de responder, que el ciudadano resuelve simplificando como una aprobación o desaprobación al gobierno. (Preliminarmente parece que no le ha ido del todo bien al presidente Correa en su consulta ciudadana).
En consecuencia el referendo ecuatoriano habría adolecido de dos graves vicios: el primero la excesiva cantidad de preguntas para una consulta y el otro la complejidad de muchas de estas. Ambos vicios atentan contra una transparencia y simplicidad que debe tener la propia institución, convirtiéndose así en un mecanismo de utilización política.
Una característica de los “gobiernos plebiscitarios” es el sometimiento constante a “consultas populares”, sobretodo en coyunturas que les son propicias, a fin de ganar más poder y arrinconar a los opositores (sean políticos, periodistas o intelectuales: las tres clases de especimenes que ningún gobierno autoritario soporta), cosa que de esa manera ganan legitimidad en vista que “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Nosotros, los peruanos, ya lo sufrimos en carne propia en los años noventa. (Y dependiendo como nos vaya en la segunda vuelta del 5 de Junio, tenemos un candidato que, al parecer, sería bastante proclive a usarlo).
No es la institución del referendo lo que está mal, sino su uso.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, May 04, 2011
OSAMA HA MUERTO
La noticia eclipsó la beatificación de Juan Pablo II, celebrada apenas un día antes. “Osama ha muerto” fue la expresión que recorrió el mundo la noche del domingo, acompañado de la euforia vivida por los norteamericanos en la “zona cero”, embriagados de felicidad con lo ocurrido (algunos lo compararon con la celebración producida en las calles de Nueva York con el anuncio del fin de la II Guerra Mundial); aunque claro no es muy cristiano regocijarse con la muerte del prójimo, como lo señaló el Vaticano, por más que se entienda la exaltación del momento y lo que sucedió diez años atrás en esas mismas calles.
A nosotros, los peruanos, nos hace recordar la captura de Abimael Guzmán hace ya casi veinte años. No lo podíamos creer cuando lo vimos por televisión, custodiado por su compañera que no permitía que lo toquen. Ambos fueron capturados luego de una paciente y dedicada labor de inteligencia, atando cabos, estudiando pistas, hasta llegar a localizarlos. Y en ambos casos la captura fue en un barrio residencial. Tanto Abimael Guzmán como Osama Bin Laden decidieron instalarse en un “barrio pituco”, quizás los dos creyeron que ese sería el último lugar en que sus captores pensarían ubicarlos.
En el caso de Abimael su captura significó el comienzo del fin de Sendero Luminoso; en el caso de Osama está por verse. Parece que Al Qaeda no es una organización piramidal como SL y se ha diversificado en células autónomas. Con Sendero era un terrorismo local, de “acciones nacionales” y “presupuesto limitado”, con el objetivo de conseguir la “dictadura del proletariado” en un solo país; con Al Qaeda hablamos de un “terrorismo globalizado”, facilitado por el internet, las comunicaciones electrónicas y cuantiosas financiaciones internacionales.
Lo cual nos lleva a preguntarnos que habría pasado si el “camarada Gonzalo” empieza sus acciones no en 1980 sino en el año 2000, con internet a la mano y posibilidades de contactar con redes terroristas mundiales como la poderosa Al Qaeda. Claro, es simple especulación, pero de haberse producido una “alianza estratégica” entre ambas la derrota de Sendero habría sido más difícil. De repente Abimael se equivocó de tiempo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
A nosotros, los peruanos, nos hace recordar la captura de Abimael Guzmán hace ya casi veinte años. No lo podíamos creer cuando lo vimos por televisión, custodiado por su compañera que no permitía que lo toquen. Ambos fueron capturados luego de una paciente y dedicada labor de inteligencia, atando cabos, estudiando pistas, hasta llegar a localizarlos. Y en ambos casos la captura fue en un barrio residencial. Tanto Abimael Guzmán como Osama Bin Laden decidieron instalarse en un “barrio pituco”, quizás los dos creyeron que ese sería el último lugar en que sus captores pensarían ubicarlos.
En el caso de Abimael su captura significó el comienzo del fin de Sendero Luminoso; en el caso de Osama está por verse. Parece que Al Qaeda no es una organización piramidal como SL y se ha diversificado en células autónomas. Con Sendero era un terrorismo local, de “acciones nacionales” y “presupuesto limitado”, con el objetivo de conseguir la “dictadura del proletariado” en un solo país; con Al Qaeda hablamos de un “terrorismo globalizado”, facilitado por el internet, las comunicaciones electrónicas y cuantiosas financiaciones internacionales.
Lo cual nos lleva a preguntarnos que habría pasado si el “camarada Gonzalo” empieza sus acciones no en 1980 sino en el año 2000, con internet a la mano y posibilidades de contactar con redes terroristas mundiales como la poderosa Al Qaeda. Claro, es simple especulación, pero de haberse producido una “alianza estratégica” entre ambas la derrota de Sendero habría sido más difícil. De repente Abimael se equivocó de tiempo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, April 27, 2011
UNA BODA
No soy mucho de asistir a bodas; pero esta vez sí valía la pena estar presente. Un cliente y amigo contraía matrimonio por tercera vez; su esposa por segunda ocasión, y ambos pasaban los setenta años de edad. Luego de algunos avatares formalizaban una unión que en los hechos llevaba ya algún tiempo.
La novia, como toda novia, se presentó radiante, entallada en un vestido crema. Entre los asistentes estuvo una de sus hijas, ya cercana a los cuarenta, así como uno de sus nietos, un joven de dieciocho años. Familia numerosa la de la novia, de la cual fue apenas una pequeña delegación, con la que compartí la mesa de los invitados. De parte del novio, un coronel del ejército en retiro, compañeros de promoción con sus esposas (todos los hijos del coronel, ya maduritos también, se encuentran en el extranjero desde hace muchos años).
Fue una ceremonia sencilla pero cálida. Como es natural, la novia, luego del usual “los declaro marido y mujer”, se emocionó y echó unos lagrimones de contenta acompañada de las hermanas. Los novios bailaron el clásico “Danubio azul” y a continuación vino el almuerzo acompañado de abundante vino.
En ese matrimonio yo jugué un rol importante. Podría decir, con cierta soberbia, que gracias a mi se casaban. A ambos los divorcié de sus anteriores parejas. Matrimonios que ya no andaban bien, que el tiempo y la rutina los había corroído, que más eran los disgustos, los sinsabores y las peleas, que la armonía. Divorciada ella y cuasi divorciado él (estaba en trámite su divorcio), pasaron a convivir juntos; pero en un medio social como Lima, eso de ver a tú madre convivir con otro hombre que no es tú padre, como que todavía es muy moderno para aceptarlo socialmente, hasta por hijos que superan la barrera de los cuarenta; y, a mi amigo, el pobre coronel, no le quedó más remedio que volverse a casar.
Supongo que será el último matrimonio de mi cliente y amigo. No creo necesite mis servicios nuevamente. Como buen cáncer (mi signo también) es un poco temperamental y cascarrabias, pero buena persona. Que sean felices para siempre.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
La novia, como toda novia, se presentó radiante, entallada en un vestido crema. Entre los asistentes estuvo una de sus hijas, ya cercana a los cuarenta, así como uno de sus nietos, un joven de dieciocho años. Familia numerosa la de la novia, de la cual fue apenas una pequeña delegación, con la que compartí la mesa de los invitados. De parte del novio, un coronel del ejército en retiro, compañeros de promoción con sus esposas (todos los hijos del coronel, ya maduritos también, se encuentran en el extranjero desde hace muchos años).
Fue una ceremonia sencilla pero cálida. Como es natural, la novia, luego del usual “los declaro marido y mujer”, se emocionó y echó unos lagrimones de contenta acompañada de las hermanas. Los novios bailaron el clásico “Danubio azul” y a continuación vino el almuerzo acompañado de abundante vino.
En ese matrimonio yo jugué un rol importante. Podría decir, con cierta soberbia, que gracias a mi se casaban. A ambos los divorcié de sus anteriores parejas. Matrimonios que ya no andaban bien, que el tiempo y la rutina los había corroído, que más eran los disgustos, los sinsabores y las peleas, que la armonía. Divorciada ella y cuasi divorciado él (estaba en trámite su divorcio), pasaron a convivir juntos; pero en un medio social como Lima, eso de ver a tú madre convivir con otro hombre que no es tú padre, como que todavía es muy moderno para aceptarlo socialmente, hasta por hijos que superan la barrera de los cuarenta; y, a mi amigo, el pobre coronel, no le quedó más remedio que volverse a casar.
Supongo que será el último matrimonio de mi cliente y amigo. No creo necesite mis servicios nuevamente. Como buen cáncer (mi signo también) es un poco temperamental y cascarrabias, pero buena persona. Que sean felices para siempre.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, April 13, 2011
COMO CADA CINCO AÑOS
Cuando parecía que nuestras elecciones eran tan previsibles y aburridas como en Suiza, en las últimas semanas el panorama electoral se volcó hacia los ubicados en los últimos puestos. Creo que los peruanos tenemos inclinación por las emociones fuertes y en estas elecciones generales no podíamos dejar de darnos el gusto. Así las preferencias de la fortuna deambularon de uno a otro candidato, hasta recaer en los que menos posibilidades tenían. La diosa Fortuna da favores y los quita de la manera más inesperada.
No obstante ello, la primera conclusión a la que podemos llegar es una de Perogrullo: Faltan partidos políticos. No los membretes que arropan a un caudillo y desaparecen con este, sino sólidas instituciones que impidan esa dispersión del voto como la acaecida entre las tres opciones más similares (Alejandro Toledo, Luis Castañeda y Pedro Pablo Kuczynski). Pero, los egos y el caudillismo, así como la falta de un partido que los aglutine institucionalmente, imposibilitó la presentación de una sola candidatura, fragmentándose el voto del centro y posibilitando el ingreso a la “segunda vuelta” de las “opciones extremistas”: el nacionalismo izquierdista de Ollanta Humala, cuya “reconversión moderada” no termina de convencer; y, por la derecha, el neoliberalismo económico “puro y duro” de Keiko Fujimori y el pasado de corrupción que arrastra del padre.
Otra constatación de Perogrullo es que son los sectores C,D y E los que definen una elección. Curiosamente son los sectores que menos les interesa las libertades y formas democráticas y sí satisfacer sus necesidades básicas sin importar el tipo de gobierno (al estómago no le interesa mucho el tipo de gobierno en que se encuentre). Son los que votaron por Keiko recordando las obras de su padre y los que votaron por Humala y sus promesas de justicia social. (“Pensión 65”, entre otras promesas, impactó justamente en dichos sectores que no cuentan con una jubilación asegurada, ni menos un trabajo digno).
Lo que nos lleva a otra conclusión: ese 30% que votó a favor de Humala no es que quiera un “cambio radical” del modelo económico como interesadamente manifiestan los áulicos del comandante, sino mejoras sustanciales en su forma de vida. No es que desee fervientemente el “modelo chavista”, el “modelo velasquista” o el de economía social de mercado (ideológicamente les importa un carajo las diferencias entre uno y otro), sino que su vida mejore y sea igual a la de aquellos que compran en el Mega o en Plaza San Miguel. Parafraseando a Deng Xiaoping, no les importa de qué color sea el gato, con tal que cace a los ratones. Y ese es también el gran peligro cuando se trata de aprovechar la necesidad de las personas con menos recursos y oportunidades: que celebren el recorte de libertades políticas y perpetuaciones en el poder bajo el cobijo de una aparente bonanza de asistencialismo y precios subsidiados. Ese libreto Humala, Chávez y compañía lo conocen muy bien.
Otra “verdad de Perogrullo” fue que los últimos dos gobiernos “democráticos” no han podido satisfacer las necesidades de inclusión social y de igualdad material de los menos favorecidos; o, por lo menos, no al ritmo que dichos sectores exigen. Y esa insatisfacción de demandas sociales trae como “castigo” al partido de gobierno el trasformarlo de mayoría en minoría en el siguiente período gubernamental. Le sucedió a Perú Posible en el 2006 y ahora fue el turno del Partido Aprista que se convierte en una bancada “pigmea” en el período 2011-2016. (Pero, “pigmeo y todo” creo que jugará un papel importante y hasta crucial en este período difícil que se nos viene).
Justamente, el partido aprista, el “partido del pueblo”, ha sufrido una de sus peores derrotas electorales, creo que ni en la época más difícil del fujimorismo obtuvieron tan magros resultados, responsabilidad que recae sobretodo en sus dirigentes nacionales –comenzando por Alan García- que siendo gobierno viraron el barco aprista hacia posiciones francamente conservadoras, manteniendo el statu quo y no intentaron un gobierno más inclusivo socialmente, de corte socialdemócrata, que respetando la ortodoxia monetaria se abriese más hacia los sectores menos favorecidos de la sociedad. Han pagado un precio bastante alto por esa indiferencia social, amén de las luchas internas de la dirigencia aprista, que fueron bastante notorias en los últimos meses. Honestamente (y a pesar que en estos momentos decirlo no da rédito político), me parece que el precio ha sido sumamente excesivo. Cuando se realice el balance desapasionado de estos cinco años, va a contar con varios logros en su haber, pero que la ciudadanía en estos momentos no distingue como algo “inmediato” o “material”. (Salvando las distancias, algo parecido le está pasando a Susana Villarán en la alcaldía de Lima).
Ahora la diosa Fortuna ha “premiado” a la bancada fujimorista con una apreciable mayoría relativa, muy cerca de la obtenida por los humalistas. Bancada disciplinada la primera de las nombradas, que en los cinco años anteriores demostró cohesión. Como dijo un politólogo extranjero sobre el fujiimorismo, es lo que más se parece a un partido político, de allí que no haya tenido trásfugas como en las otras agrupaciones políticas. (La otra bancada disciplinada es naturalmente la aprista).
Nos guste o no, y más allá de nuestros deseos u opciones políticas, existe alrededor de un veinte por ciento que profesa fe en el fujimorismo o mejor dicho en el asistencialismo de los años 90. Que no les importa un gobierno autocrático, de “mano dura”, con tal que “haga obras”. Algo parecido sucede con los votantes de Humala.
Igualmente, nos guste o no, a partir del 28 de Julio de 2011 se deberá barajar la idea de un indulto o amnistía (la forma legal puede ser variada) a favor del ex presidente Alberto Fujimori. El mismo contexto político va a posibilitar que arrecie con fuerza la idea, más si su hija, Keiko, llega a la presidencia. (Que tiene más opciones –o menos “anticuerpos”- que su rival Humala; aunque creo la final va a estar bien reñida, va a ser “de infarto”, con dos candidatos que van a tratar de copar y “conquistar” el centro político que dejaron los otros tres perdedores).
Mención aparte merece la candidatura de PPK que “subió como la espuma” en pocas semanas. Nadie –ni el suscrito- daba alguna opción a su candidatura. Pero, contó con buena estrategia de marketing: el PPKuy, los brazaletes, los mítines políticos que parecían conciertos musicales, hasta “el tocamiento” de los genitales por “espontáneos” posibilitaron que crezca electoralmente, sobretodo entre los jóvenes, que lo veían como un “tío bacán” o simpático, estrategia muy parecida a la que usó Susana Villarán en las municipales (Villarán, como candidata –aunque luego lo desmintió-, habló de legalizar la marihuana y se ganó el apelativo entre los jóvenes de “la tía bacán”). PPK dejó el aire circunspecto de funcionario internacional para convertirse en un “gringo acriollado” y a veces hasta “achorado”.
Los marketeros políticos deben tomar nota de ese nuevo estilo de hacer política. Estilo que es el fin de los grandes debates ideológicos -muchas veces sesudos y filosóficos-, pero “aburridos” para muchos ciudadanos de hoy, y su reemplazo por el espectáculo mediático y visual. Solo falta que en las próximas elecciones el futuro candidato ofrezca sus promesas “calato”, bailando una tecnocumbia flanqueado de dos vedettes que se contonean como licuadoras humanas.
Un detalle más: dentro de las prohibiciones anacrónicas que deberían revisarse en época electoral está la de difundir encuestas una semana antes del sufragio. Quizás la medida era efectiva cuando no existía el internet; pero ahora que se pueden consultar no solo en la red, sino en periódicos extranjeros serios que daban cuenta de las últimas encuestas en Perú faltando apenas pocas horas para el sufragio (personalmente consulté el sábado las que aparecieron en diarios chilenos on line y el orden de los favoritos era el mismo que tuvimos el domingo por la noche), la medida deviene en anacrónica y poco efectiva. El JNE debería revisarla o por lo menos permitir la publicidad de encuestas hasta 72 o 48 horas antes del sufragio. Dudo que su publicidad influya decididamente en el voto, a no ser que el Jurado Electoral comparta “la timba” que vivimos en elegir ese día al ganador y por eso prefiera que los ciudadanos no sepan quien va “puntero”. (Dicho sea, hasta hubo distintas apuestas para determinar quién ganaba).
En fin, en el Perú no nos aburrimos en época electoral (la verdad que nunca nos aburrimos, siempre pasa algo nuevo en nuestro país). No somos Suiza, ni siquiera Chile o Uruguay con su envidiable institucionalidad política. Cada cinco años nos jugamos “a la ruleta” nuestro futuro como nación, dando ya no un pasito, sino zancadas arriesgadas hacia el abismo. Creo que más que politólogos, necesitamos sicoanalistas que nos interpreten. Y, como nos sucedió en el 2006, en esta segunda vuelta tendremos que elegir al que consideremos el mal menor, aunque esta vez nos tome más esfuerzo y resolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
No obstante ello, la primera conclusión a la que podemos llegar es una de Perogrullo: Faltan partidos políticos. No los membretes que arropan a un caudillo y desaparecen con este, sino sólidas instituciones que impidan esa dispersión del voto como la acaecida entre las tres opciones más similares (Alejandro Toledo, Luis Castañeda y Pedro Pablo Kuczynski). Pero, los egos y el caudillismo, así como la falta de un partido que los aglutine institucionalmente, imposibilitó la presentación de una sola candidatura, fragmentándose el voto del centro y posibilitando el ingreso a la “segunda vuelta” de las “opciones extremistas”: el nacionalismo izquierdista de Ollanta Humala, cuya “reconversión moderada” no termina de convencer; y, por la derecha, el neoliberalismo económico “puro y duro” de Keiko Fujimori y el pasado de corrupción que arrastra del padre.
Otra constatación de Perogrullo es que son los sectores C,D y E los que definen una elección. Curiosamente son los sectores que menos les interesa las libertades y formas democráticas y sí satisfacer sus necesidades básicas sin importar el tipo de gobierno (al estómago no le interesa mucho el tipo de gobierno en que se encuentre). Son los que votaron por Keiko recordando las obras de su padre y los que votaron por Humala y sus promesas de justicia social. (“Pensión 65”, entre otras promesas, impactó justamente en dichos sectores que no cuentan con una jubilación asegurada, ni menos un trabajo digno).
Lo que nos lleva a otra conclusión: ese 30% que votó a favor de Humala no es que quiera un “cambio radical” del modelo económico como interesadamente manifiestan los áulicos del comandante, sino mejoras sustanciales en su forma de vida. No es que desee fervientemente el “modelo chavista”, el “modelo velasquista” o el de economía social de mercado (ideológicamente les importa un carajo las diferencias entre uno y otro), sino que su vida mejore y sea igual a la de aquellos que compran en el Mega o en Plaza San Miguel. Parafraseando a Deng Xiaoping, no les importa de qué color sea el gato, con tal que cace a los ratones. Y ese es también el gran peligro cuando se trata de aprovechar la necesidad de las personas con menos recursos y oportunidades: que celebren el recorte de libertades políticas y perpetuaciones en el poder bajo el cobijo de una aparente bonanza de asistencialismo y precios subsidiados. Ese libreto Humala, Chávez y compañía lo conocen muy bien.
Otra “verdad de Perogrullo” fue que los últimos dos gobiernos “democráticos” no han podido satisfacer las necesidades de inclusión social y de igualdad material de los menos favorecidos; o, por lo menos, no al ritmo que dichos sectores exigen. Y esa insatisfacción de demandas sociales trae como “castigo” al partido de gobierno el trasformarlo de mayoría en minoría en el siguiente período gubernamental. Le sucedió a Perú Posible en el 2006 y ahora fue el turno del Partido Aprista que se convierte en una bancada “pigmea” en el período 2011-2016. (Pero, “pigmeo y todo” creo que jugará un papel importante y hasta crucial en este período difícil que se nos viene).
Justamente, el partido aprista, el “partido del pueblo”, ha sufrido una de sus peores derrotas electorales, creo que ni en la época más difícil del fujimorismo obtuvieron tan magros resultados, responsabilidad que recae sobretodo en sus dirigentes nacionales –comenzando por Alan García- que siendo gobierno viraron el barco aprista hacia posiciones francamente conservadoras, manteniendo el statu quo y no intentaron un gobierno más inclusivo socialmente, de corte socialdemócrata, que respetando la ortodoxia monetaria se abriese más hacia los sectores menos favorecidos de la sociedad. Han pagado un precio bastante alto por esa indiferencia social, amén de las luchas internas de la dirigencia aprista, que fueron bastante notorias en los últimos meses. Honestamente (y a pesar que en estos momentos decirlo no da rédito político), me parece que el precio ha sido sumamente excesivo. Cuando se realice el balance desapasionado de estos cinco años, va a contar con varios logros en su haber, pero que la ciudadanía en estos momentos no distingue como algo “inmediato” o “material”. (Salvando las distancias, algo parecido le está pasando a Susana Villarán en la alcaldía de Lima).
Ahora la diosa Fortuna ha “premiado” a la bancada fujimorista con una apreciable mayoría relativa, muy cerca de la obtenida por los humalistas. Bancada disciplinada la primera de las nombradas, que en los cinco años anteriores demostró cohesión. Como dijo un politólogo extranjero sobre el fujiimorismo, es lo que más se parece a un partido político, de allí que no haya tenido trásfugas como en las otras agrupaciones políticas. (La otra bancada disciplinada es naturalmente la aprista).
Nos guste o no, y más allá de nuestros deseos u opciones políticas, existe alrededor de un veinte por ciento que profesa fe en el fujimorismo o mejor dicho en el asistencialismo de los años 90. Que no les importa un gobierno autocrático, de “mano dura”, con tal que “haga obras”. Algo parecido sucede con los votantes de Humala.
Igualmente, nos guste o no, a partir del 28 de Julio de 2011 se deberá barajar la idea de un indulto o amnistía (la forma legal puede ser variada) a favor del ex presidente Alberto Fujimori. El mismo contexto político va a posibilitar que arrecie con fuerza la idea, más si su hija, Keiko, llega a la presidencia. (Que tiene más opciones –o menos “anticuerpos”- que su rival Humala; aunque creo la final va a estar bien reñida, va a ser “de infarto”, con dos candidatos que van a tratar de copar y “conquistar” el centro político que dejaron los otros tres perdedores).
Mención aparte merece la candidatura de PPK que “subió como la espuma” en pocas semanas. Nadie –ni el suscrito- daba alguna opción a su candidatura. Pero, contó con buena estrategia de marketing: el PPKuy, los brazaletes, los mítines políticos que parecían conciertos musicales, hasta “el tocamiento” de los genitales por “espontáneos” posibilitaron que crezca electoralmente, sobretodo entre los jóvenes, que lo veían como un “tío bacán” o simpático, estrategia muy parecida a la que usó Susana Villarán en las municipales (Villarán, como candidata –aunque luego lo desmintió-, habló de legalizar la marihuana y se ganó el apelativo entre los jóvenes de “la tía bacán”). PPK dejó el aire circunspecto de funcionario internacional para convertirse en un “gringo acriollado” y a veces hasta “achorado”.
Los marketeros políticos deben tomar nota de ese nuevo estilo de hacer política. Estilo que es el fin de los grandes debates ideológicos -muchas veces sesudos y filosóficos-, pero “aburridos” para muchos ciudadanos de hoy, y su reemplazo por el espectáculo mediático y visual. Solo falta que en las próximas elecciones el futuro candidato ofrezca sus promesas “calato”, bailando una tecnocumbia flanqueado de dos vedettes que se contonean como licuadoras humanas.
Un detalle más: dentro de las prohibiciones anacrónicas que deberían revisarse en época electoral está la de difundir encuestas una semana antes del sufragio. Quizás la medida era efectiva cuando no existía el internet; pero ahora que se pueden consultar no solo en la red, sino en periódicos extranjeros serios que daban cuenta de las últimas encuestas en Perú faltando apenas pocas horas para el sufragio (personalmente consulté el sábado las que aparecieron en diarios chilenos on line y el orden de los favoritos era el mismo que tuvimos el domingo por la noche), la medida deviene en anacrónica y poco efectiva. El JNE debería revisarla o por lo menos permitir la publicidad de encuestas hasta 72 o 48 horas antes del sufragio. Dudo que su publicidad influya decididamente en el voto, a no ser que el Jurado Electoral comparta “la timba” que vivimos en elegir ese día al ganador y por eso prefiera que los ciudadanos no sepan quien va “puntero”. (Dicho sea, hasta hubo distintas apuestas para determinar quién ganaba).
En fin, en el Perú no nos aburrimos en época electoral (la verdad que nunca nos aburrimos, siempre pasa algo nuevo en nuestro país). No somos Suiza, ni siquiera Chile o Uruguay con su envidiable institucionalidad política. Cada cinco años nos jugamos “a la ruleta” nuestro futuro como nación, dando ya no un pasito, sino zancadas arriesgadas hacia el abismo. Creo que más que politólogos, necesitamos sicoanalistas que nos interpreten. Y, como nos sucedió en el 2006, en esta segunda vuelta tendremos que elegir al que consideremos el mal menor, aunque esta vez nos tome más esfuerzo y resolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, April 06, 2011
EL SUEÑO DEL CELTA
I
Terminada la lectura de la última novela de Mario Vargas Llosa, nos da la sensación de salir de un torbellino existencial que geográficamente abarca lugares tan disímiles como Londres, el Congo, la Amazonía o Irlanda. La travesía de un hombre considerado como el defensor contemporáneo de los derechos humanos, contra la servidumbre y la opresión de negros e indios, esclavizados por la voracidad del capitalismo por el caucho a inicios del siglo XX.
Pero, El sueño del celta no es solo una puesta al día de la alegoría del mal, como fue en su tiempo El corazón en las tinieblas de Joseph Conrad –con la cual guarda muchos puntos de contacto-, sino que pretende ser una visión poliédrica, de distintas aristas, de una época relativamente cercana a nosotros y, a la vez, una confesión sincera de los “demonios” de MVLL, ofreciendo ese panorama narrativo en dualidades o contradicciones.
De un hombre que es idealista, que cree de todo corazón en la acción civilizadora del capitalismo, para luego darse cuenta que la realidad es mucho más cruel que sus ideales. De allí su defensa irreductible de los nativos. Una suerte de mea culpa, de expiación de los pecados y errores cometidos en su juventud.
Pero este hombre no tiene una sola dimensión. Sus contradicciones se reflejan también en su existencia: el homosexualismo que lo condena a la marginalidad y al oprobio de la sociedad de su tiempo, convirtiéndolo en un ser solitario y marginal, no integrado al statu quo de su época y, por otra parte, el misticismo al cual lo lleva su fe católica oculta, mientras externamente practica la religión anglicana. Su conducta sexual lo condena a los abismos de la naturaleza humana, mientras que su fe trata de salvarlo. Son los dos lados de la misma moneda. Esa tensa lucha entre el espíritu y la carne marcará su vida hasta el final.
II
La novela tiene también una carga ideológica importante: la acción del capitalismo en las colonias, en la periferia, encarnado en la Peruvian Amazon Company, la empresa cauchera de Julio Arana, la antítesis de Casement en todo sentido.
La dualidad se hace presente en la acción “civilizadora” del capitalismo. Sin el empuje de estos aventureros que solo buscan enriquecerse explotando el caucho de la selva peruana o del Congo, la amazonía y sus pobladores seguirían en el atraso, en “la época de piedra”, como constantemente repiten en la novela distintos personajes, a modo de justificación de la explotación perpetrada. Es la ideología de la acción “civilizadora y evangelizadora” del colonialismo, justificatoria de los desmanes acometidos. Es el “bienestar” que trae el capitalista a la sociedad por más que no se lo proponga, como lo sostenía Adam Smith hace más de doscientos años. Lo que conlleva como correlato la visión dual de sociedades modernas y sociedades primitivas, entre progreso y atraso, visión del propio MVLL. (En su obra La utopía arcaica se aprecia mucho mejor la dicotomía que hace de “sociedades modernas y sociedades atrasadas”, optando personalmente por las primeras).
Un claro ejemplo es la acción del aventurero inglés Henry Morton Stanley, que fue el ejecutor del proyecto de colonización del Congo, construyendo la infraestructura necesaria y los enclaves de explotación del caucho y de los negros reclutados forzosamente para su extracción; pero, paradojas del destino, también una cabeza de playa en el continente africano de lo que se conoce como “civilización occidental”. Su motivación era enriquecerse, pero en ese afán de lucro abrió a Occidente todo un continente ignoto, elaborando mapas, trazando caminos y vías férreas que literalmente “modernizan” todo un continente que se mantiene “en el atraso”.
También es muy ilustrativo de esa “idea fuerza” el párrafo final del capítulo que da cuenta del fin de la empresa de Arana, condenado por el informe de Casement al hacerse pública la esclavitud de los indígenas a su servicio. Trasluce no solo la maldad y la codicia de esos aventureros, sino como al poco tiempo de la huida de estos, literalmente, la selva “se traga” todo atisbo de empresa y, por extensión, de civilización o de “modernidad” que pudo existir. El mal conlleva al bien y viceversa. En este caso es la acción “civilizatoria” del capital, que penetra en los lugares más recónditos e inexplorados, llevando consigo “los valores” de Occidente.
Esta visión de “modernidad” se encuentra en contraste con la de “multiculturalidad” practicada por aquellos que defienden el mito del “buen salvaje” y que estos deben vivir en un hábitat natural, tal como sus ancestros, “no contaminado” por la civilización capitalista, lo que deviene a su vez en el rechazo de proyectos de inversión, principalmente mineros, en territorios considerados “vírgenes”. (El filme Avatar es un buen ejemplo de esta posición “ecologista”).
No obstante, ese afán de lucro en lugares donde no existe la ley y la justicia, arrasa con los derechos de los más débiles y los convierte en cuasi esclavos, por lo que es necesario un balance en la ley y el orden, el derecho, a fin de evitar los excesos de estos aventureros inescrupulosos. Desde ese punto de vista, la tesis de la acción civilizadora del capitalismo queda mal parada en la novela. El “capitalismo salvaje” o “las fuerzas del mercado” no necesariamente traen el bienestar que se vive en la metrópoli, menos democracia y justicia social. Tesis que dista mucho de las ideas del neoliberalismo usual.
III
La dualidad o ambivalencia también se hace presente en la acción del personaje principal. Viajero impenitente desde su juventud, Casement simboliza los extremos: la del hombre cosmopolita, “ciudadano del mundo” y, a la vez, practicante de un nacionalismo fanatizado. Roger es delineado no como el patriota irlandés reconocido históricamente, sino como el individuo que, en la última etapa de su existencia, vive al extremo las ideas nacionalistas, clara condena al nacionalismo como ideología retardataria de los pueblos, posición harto conocida de MVLL.
Precisamente la visión de Casement con respecto a la independencia de Irlanda lo lleva, conjuntamente con otros compatriotas suyos, a tomar las armas en 1916 (acto del cual se arrepentiría luego) en una aventura descabellada por la libertad, buscando como aliado a Alemania, entonces en guerra con Inglaterra, lo que trajo más desolación y oprobio al país de los celtas, deviniendo el sueño en pesadilla. Aunque, como sostiene uno de los sacerdotes que lo asiste espiritualmente en sus últimas horas, no todo es en vano. Algo bueno aflora de todo mal. De nuevo la dualidad.
Al final emerge un mensaje subliminal de entendimiento con el otro, representado en los diálogos entre el Sheriff y Casement. Al conocerlo en la prisión, el Sheriff lo trata y ve con hostilidad, como el traidor al país que tan generoso fue con él y el “sodomita” estigmatizado por la prensa durante el juicio que se le siguió por traición a la patria (otra forma de nacionalismo) para luego, poco a poco, cambiar de actitud al sentir este compasión en el desahogo del Sheriff por la pérdida de su único hijo en la Gran Guerra, siendo un paciente oyente de ese hombre sufriente: empatía, cualidad sobresaliente en Roger. Los capítulos de las conversaciones entre Casement y el Sheriff tienen un aire de representación teatral, de diálogos de dos seres solitarios y desgarrados por el dolor que, en las antípodas de sus creencias y visión del mundo, encuentran un entendimiento mutuo. Son las mejores páginas de la novela. MVLL parece decirnos que el entendimiento pasa por la comprensión del otro (posición que ha mantenido el autor, por ejemplo, en el conflicto árabe-israelí).
IV
La actitud de Casement es la de un hombre que vive la vida a su manera, practicante de un intenso individualismo (como muchos de los personajes de la fase “liberal” de MVLL), buscando darle un sentido a las acciones que realiza, pasando por distintas etapas existenciales: creyente iluso en las bondades del capitalismo, defensor de las minorías aborígenes explotadas por el colonialismo, patriota y nacionalista irlandés, activo ejercitante de una sexualidad condenable en su época y la búsqueda de Dios en la etapa final de su vida. Vivirá al extremo cada una de esas etapas, un ser apasionado como pocos y militante de un individualismo exacerbado que lo convierte en trasgresor de su mundo, desafiando los estereotipos comunes a “la tribu” (ser un burgués, tener familia, una posición holgada, practicar la religión anglicana, etc.), siendo sus acciones actos de rebeldía, de desafío contra un mundo con el que no está conforme. Demás está decir que esta posición es bastante conocida en nuestro escritor.
A veces da la impresión de estar frente a una novela de no ficción o “falso reportaje”, donde un periodista va detallando, libre de todo apasionamiento, con exactitud y minuciosidad cronológica y geográfica lo acaecido al personaje. Por momentos esas descripciones no son muy convincentes, tienden a ser monótonas, igual que el perfil de Roger Casement, un tanto maniqueo y a veces “forzado” por la posición ideológica del autor. No obstante esos reparos y sin ser una de sus obras maestras, El sueño del celta es una buena novela, de las mejores que ha escrito MVLL en los últimos años, demostrando una vez más que cuando se trata del tema de la libertad contra el poder despótico su “pathos" lo lleva a alturas impresionantes que no se encuentran en otras novelas suyas por más intentos que arremeta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Terminada la lectura de la última novela de Mario Vargas Llosa, nos da la sensación de salir de un torbellino existencial que geográficamente abarca lugares tan disímiles como Londres, el Congo, la Amazonía o Irlanda. La travesía de un hombre considerado como el defensor contemporáneo de los derechos humanos, contra la servidumbre y la opresión de negros e indios, esclavizados por la voracidad del capitalismo por el caucho a inicios del siglo XX.
Pero, El sueño del celta no es solo una puesta al día de la alegoría del mal, como fue en su tiempo El corazón en las tinieblas de Joseph Conrad –con la cual guarda muchos puntos de contacto-, sino que pretende ser una visión poliédrica, de distintas aristas, de una época relativamente cercana a nosotros y, a la vez, una confesión sincera de los “demonios” de MVLL, ofreciendo ese panorama narrativo en dualidades o contradicciones.
De un hombre que es idealista, que cree de todo corazón en la acción civilizadora del capitalismo, para luego darse cuenta que la realidad es mucho más cruel que sus ideales. De allí su defensa irreductible de los nativos. Una suerte de mea culpa, de expiación de los pecados y errores cometidos en su juventud.
Pero este hombre no tiene una sola dimensión. Sus contradicciones se reflejan también en su existencia: el homosexualismo que lo condena a la marginalidad y al oprobio de la sociedad de su tiempo, convirtiéndolo en un ser solitario y marginal, no integrado al statu quo de su época y, por otra parte, el misticismo al cual lo lleva su fe católica oculta, mientras externamente practica la religión anglicana. Su conducta sexual lo condena a los abismos de la naturaleza humana, mientras que su fe trata de salvarlo. Son los dos lados de la misma moneda. Esa tensa lucha entre el espíritu y la carne marcará su vida hasta el final.
II
La novela tiene también una carga ideológica importante: la acción del capitalismo en las colonias, en la periferia, encarnado en la Peruvian Amazon Company, la empresa cauchera de Julio Arana, la antítesis de Casement en todo sentido.
La dualidad se hace presente en la acción “civilizadora” del capitalismo. Sin el empuje de estos aventureros que solo buscan enriquecerse explotando el caucho de la selva peruana o del Congo, la amazonía y sus pobladores seguirían en el atraso, en “la época de piedra”, como constantemente repiten en la novela distintos personajes, a modo de justificación de la explotación perpetrada. Es la ideología de la acción “civilizadora y evangelizadora” del colonialismo, justificatoria de los desmanes acometidos. Es el “bienestar” que trae el capitalista a la sociedad por más que no se lo proponga, como lo sostenía Adam Smith hace más de doscientos años. Lo que conlleva como correlato la visión dual de sociedades modernas y sociedades primitivas, entre progreso y atraso, visión del propio MVLL. (En su obra La utopía arcaica se aprecia mucho mejor la dicotomía que hace de “sociedades modernas y sociedades atrasadas”, optando personalmente por las primeras).
Un claro ejemplo es la acción del aventurero inglés Henry Morton Stanley, que fue el ejecutor del proyecto de colonización del Congo, construyendo la infraestructura necesaria y los enclaves de explotación del caucho y de los negros reclutados forzosamente para su extracción; pero, paradojas del destino, también una cabeza de playa en el continente africano de lo que se conoce como “civilización occidental”. Su motivación era enriquecerse, pero en ese afán de lucro abrió a Occidente todo un continente ignoto, elaborando mapas, trazando caminos y vías férreas que literalmente “modernizan” todo un continente que se mantiene “en el atraso”.
También es muy ilustrativo de esa “idea fuerza” el párrafo final del capítulo que da cuenta del fin de la empresa de Arana, condenado por el informe de Casement al hacerse pública la esclavitud de los indígenas a su servicio. Trasluce no solo la maldad y la codicia de esos aventureros, sino como al poco tiempo de la huida de estos, literalmente, la selva “se traga” todo atisbo de empresa y, por extensión, de civilización o de “modernidad” que pudo existir. El mal conlleva al bien y viceversa. En este caso es la acción “civilizatoria” del capital, que penetra en los lugares más recónditos e inexplorados, llevando consigo “los valores” de Occidente.
Esta visión de “modernidad” se encuentra en contraste con la de “multiculturalidad” practicada por aquellos que defienden el mito del “buen salvaje” y que estos deben vivir en un hábitat natural, tal como sus ancestros, “no contaminado” por la civilización capitalista, lo que deviene a su vez en el rechazo de proyectos de inversión, principalmente mineros, en territorios considerados “vírgenes”. (El filme Avatar es un buen ejemplo de esta posición “ecologista”).
No obstante, ese afán de lucro en lugares donde no existe la ley y la justicia, arrasa con los derechos de los más débiles y los convierte en cuasi esclavos, por lo que es necesario un balance en la ley y el orden, el derecho, a fin de evitar los excesos de estos aventureros inescrupulosos. Desde ese punto de vista, la tesis de la acción civilizadora del capitalismo queda mal parada en la novela. El “capitalismo salvaje” o “las fuerzas del mercado” no necesariamente traen el bienestar que se vive en la metrópoli, menos democracia y justicia social. Tesis que dista mucho de las ideas del neoliberalismo usual.
III
La dualidad o ambivalencia también se hace presente en la acción del personaje principal. Viajero impenitente desde su juventud, Casement simboliza los extremos: la del hombre cosmopolita, “ciudadano del mundo” y, a la vez, practicante de un nacionalismo fanatizado. Roger es delineado no como el patriota irlandés reconocido históricamente, sino como el individuo que, en la última etapa de su existencia, vive al extremo las ideas nacionalistas, clara condena al nacionalismo como ideología retardataria de los pueblos, posición harto conocida de MVLL.
Precisamente la visión de Casement con respecto a la independencia de Irlanda lo lleva, conjuntamente con otros compatriotas suyos, a tomar las armas en 1916 (acto del cual se arrepentiría luego) en una aventura descabellada por la libertad, buscando como aliado a Alemania, entonces en guerra con Inglaterra, lo que trajo más desolación y oprobio al país de los celtas, deviniendo el sueño en pesadilla. Aunque, como sostiene uno de los sacerdotes que lo asiste espiritualmente en sus últimas horas, no todo es en vano. Algo bueno aflora de todo mal. De nuevo la dualidad.
Al final emerge un mensaje subliminal de entendimiento con el otro, representado en los diálogos entre el Sheriff y Casement. Al conocerlo en la prisión, el Sheriff lo trata y ve con hostilidad, como el traidor al país que tan generoso fue con él y el “sodomita” estigmatizado por la prensa durante el juicio que se le siguió por traición a la patria (otra forma de nacionalismo) para luego, poco a poco, cambiar de actitud al sentir este compasión en el desahogo del Sheriff por la pérdida de su único hijo en la Gran Guerra, siendo un paciente oyente de ese hombre sufriente: empatía, cualidad sobresaliente en Roger. Los capítulos de las conversaciones entre Casement y el Sheriff tienen un aire de representación teatral, de diálogos de dos seres solitarios y desgarrados por el dolor que, en las antípodas de sus creencias y visión del mundo, encuentran un entendimiento mutuo. Son las mejores páginas de la novela. MVLL parece decirnos que el entendimiento pasa por la comprensión del otro (posición que ha mantenido el autor, por ejemplo, en el conflicto árabe-israelí).
IV
La actitud de Casement es la de un hombre que vive la vida a su manera, practicante de un intenso individualismo (como muchos de los personajes de la fase “liberal” de MVLL), buscando darle un sentido a las acciones que realiza, pasando por distintas etapas existenciales: creyente iluso en las bondades del capitalismo, defensor de las minorías aborígenes explotadas por el colonialismo, patriota y nacionalista irlandés, activo ejercitante de una sexualidad condenable en su época y la búsqueda de Dios en la etapa final de su vida. Vivirá al extremo cada una de esas etapas, un ser apasionado como pocos y militante de un individualismo exacerbado que lo convierte en trasgresor de su mundo, desafiando los estereotipos comunes a “la tribu” (ser un burgués, tener familia, una posición holgada, practicar la religión anglicana, etc.), siendo sus acciones actos de rebeldía, de desafío contra un mundo con el que no está conforme. Demás está decir que esta posición es bastante conocida en nuestro escritor.
A veces da la impresión de estar frente a una novela de no ficción o “falso reportaje”, donde un periodista va detallando, libre de todo apasionamiento, con exactitud y minuciosidad cronológica y geográfica lo acaecido al personaje. Por momentos esas descripciones no son muy convincentes, tienden a ser monótonas, igual que el perfil de Roger Casement, un tanto maniqueo y a veces “forzado” por la posición ideológica del autor. No obstante esos reparos y sin ser una de sus obras maestras, El sueño del celta es una buena novela, de las mejores que ha escrito MVLL en los últimos años, demostrando una vez más que cuando se trata del tema de la libertad contra el poder despótico su “pathos" lo lleva a alturas impresionantes que no se encuentran en otras novelas suyas por más intentos que arremeta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, March 23, 2011
¿Y, A CÓMO LA CAUTELAR?
Cuando entró en vigencia el actual Código Procesal Civil saludamos como una feliz iniciativa el proceso cautelar, con un marco bastante flexible a fin que el magistrado dicte medidas provisionales de todo tipo, incluso hasta con la facultad de inventarlas.
Lo que nadie previó fue que nuestros magistrados tuviesen tan buena imaginación para decretar medidas cautelares a gusto del cliente. Casos conocidos como la cautelar que otorgaba la administración judicial “temporal” del canal cinco al controvertido gestor de medios Genaro Delgado Parker y, para colmo de la exquisitez jurídica, decretada por un juez de un distrito judicial donde ni por asomo funcionaban las instalaciones de la conocida televisora. Ya no hablemos de aquellas cautelares que posibilitaron (y posibilitan) la importación de vehículos usados, o que operen a vista y paciencia de las autoridades bingos y tragamonedas sin autorización. Es que una medida cautelar sirve para cualquier fin. Y los peruanos, debemos reconocerlo, tenemos mucha imaginación.
Por eso, hace pocas semanas, el Consejo de Ministros ha propuesto un proyecto de ley para modificar dos artículos del Código Procesal Constitucional: el 15 y el 51 (inspirados directamente en nuestro querido Código Procesal Civil). El primero se refiere a la “patente de corso” que tiene el juez para expedir cualquier tipo de medida cautelar que se le ocurra. En cambio, el artículo 51 alude a la famoso competencia judicial, que permite, por ejemplo, a un sujeto domiciliado en Lima interponer una demanda en algún pueblito remoto de, digamos, Puno, donde nadie lo conoce (con el perdón de los puneños).
Supongamos que usted, cauteloso lector, va perdiendo una licitación con el estado. Se busca un juez “amigable” del interior del país, donde no llega nunca la fiscalización de la OCMA, ni se conoce qué significa, y el magistrado sin escuchar siquiera a la otra parte, cual diligente sastre, emite en el término de un suspiro una medida cautelar a su medida y gusto, ordenando paralizar la licitación y que a usted le adjudiquen la buena pro, no faltaba más. Así de sencillo, pero ojo, usted debe tener “billete” en efectivo, contante y sonante, nada de cheques o bonos, que en este negocio las cosas son a la antigua, sin tarjetas de crédito ni internet.
En fin, esperemos que algo se haga al respecto y sobretodo para muchos anónimos litigantes que no son escuchados o se ven de buenas a primeras con un juez que con cautelar en la mano los desaloja de su propia casa, como que ha pasado. Que así está la justicia de cara, oiga usted.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Lo que nadie previó fue que nuestros magistrados tuviesen tan buena imaginación para decretar medidas cautelares a gusto del cliente. Casos conocidos como la cautelar que otorgaba la administración judicial “temporal” del canal cinco al controvertido gestor de medios Genaro Delgado Parker y, para colmo de la exquisitez jurídica, decretada por un juez de un distrito judicial donde ni por asomo funcionaban las instalaciones de la conocida televisora. Ya no hablemos de aquellas cautelares que posibilitaron (y posibilitan) la importación de vehículos usados, o que operen a vista y paciencia de las autoridades bingos y tragamonedas sin autorización. Es que una medida cautelar sirve para cualquier fin. Y los peruanos, debemos reconocerlo, tenemos mucha imaginación.
Por eso, hace pocas semanas, el Consejo de Ministros ha propuesto un proyecto de ley para modificar dos artículos del Código Procesal Constitucional: el 15 y el 51 (inspirados directamente en nuestro querido Código Procesal Civil). El primero se refiere a la “patente de corso” que tiene el juez para expedir cualquier tipo de medida cautelar que se le ocurra. En cambio, el artículo 51 alude a la famoso competencia judicial, que permite, por ejemplo, a un sujeto domiciliado en Lima interponer una demanda en algún pueblito remoto de, digamos, Puno, donde nadie lo conoce (con el perdón de los puneños).
Supongamos que usted, cauteloso lector, va perdiendo una licitación con el estado. Se busca un juez “amigable” del interior del país, donde no llega nunca la fiscalización de la OCMA, ni se conoce qué significa, y el magistrado sin escuchar siquiera a la otra parte, cual diligente sastre, emite en el término de un suspiro una medida cautelar a su medida y gusto, ordenando paralizar la licitación y que a usted le adjudiquen la buena pro, no faltaba más. Así de sencillo, pero ojo, usted debe tener “billete” en efectivo, contante y sonante, nada de cheques o bonos, que en este negocio las cosas son a la antigua, sin tarjetas de crédito ni internet.
En fin, esperemos que algo se haga al respecto y sobretodo para muchos anónimos litigantes que no son escuchados o se ven de buenas a primeras con un juez que con cautelar en la mano los desaloja de su propia casa, como que ha pasado. Que así está la justicia de cara, oiga usted.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, March 16, 2011
LAS INDEPENDENCIAS
Cuál fue la razón por la que jóvenes aristócratas se alzaran en armas contra el Rey de España y luchasen contra viento y marea por la independencia y, consiguientemente, contra sus propios intereses de clase.
Es una de las preguntas que se plantea Hugo Neira en el estimulante libro Las independencias, doce ensayos, publicado bajo el sello de la Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Ensayos que abordan no solo la política, sino también la economía y sobretodo la cultura que nos legó la península ibérica; cultura que se mantiene intacta en nuestro modo de ser, con sus aspectos positivos y negativos, como la corrupción, por ejemplo.
No era extraño en la Colonia el recibir dádivas por el favor del poder real. La corrupción no es nueva en nuestro medio, lo que sucede ahora es que se vuelve más visible gracias a la tecnología. Antes no dejaba rastro, ahora una grabación de audio o de video nos informa de algún negociado poco santo.
Tampoco era raro que el ser abogado fuese la forma idónea de movilidad social, a diferencia del estímulo que recibió la ciencia en los países de la reforma luterana. España –eje importantísimo de la contrarreforma- fomentó más la escolástica y su primo hermano, el derecho, como medio de mantener el statu quo. No buscó en la ciencia de Galileo o de Darwin las respuestas a nuestro mundo, menos fomentó un “espíritu capitalista” al estilo de Francia e Inglaterra. Por ello no es raro tampoco que seamos una “república de letrados” y casi nulos en los adelantos en ciencia y tecnología. Esa “tara”, junto con otras, la heredamos de la Colonia.
El libro también nos da luces cómo nace el caudillo en nuestro continente, figura emblemática tanto del mundo militar como del civil. El caudillo reemplazó la falta de instituciones o la debilidad de estas. Sin su visto bueno no se podía comprar ni una caja de lápices. Y lo vemos hasta ahora, cuando en cualquier partido político o en cualquier empresa no se hace nada sin la autorización del “jefe”.
Ese verticalismo y falta de consenso democrático es también parte de la cultura española que nos vino con la conquista (amén que durante el período incaico existió un despotismo despiadado, rasgo cultural que igualmente hemos heredado). Visto en retrospectiva no fue raro que los sueños de los libertadores se estrellaran contra la cruda realidad de elites criollas que no querían cambios, sino solo usufructuar los beneficios que antaño eran monopolio de los españoles. De allí que el indio estuviera segregado, apenas una cara anónima, y su explotación haya sido más salvaje durante la república.
No tuvimos nación, si entendemos por nación a grupos sociales con rasgos homogéneos; apenas estamentos herméticos, sin posibilidades de inclusión y movilidad social. Ello explica porqué los indios no sintieron como propio el proyecto de independencia e incluso lucharon a favor del rey de España. No era “traición a la patria”, sino intuición que las cosas con los criollos no iban a mejorar, sino todo lo contrario.
El siglo XIX fue el siglo de las integraciones nacionales perdidas y de poder constituirnos como una nación orgánica, y en el XX estallaron violentamente los reclamos de las mayorías silenciadas, dando origen a los partidos de representación popular que van a enarbolar las banderas de reivindicación del indio, el campesino y las clases medias que se van formando en las principales ciudades.
Nuestra historia no comienza en 1821, sino mucho antes. Y si bien nosotros somos parte de Occidente, también somos tributarios de un pasado milenario que todavía nos avergüenza por complejo de inferioridad; pero, así no lo queramos reconocer, es parte nuestra.
Uno de los tantos méritos del libro de Hugo Neira reside en la importancia que concede a la cultura como formadora de la –digamos- “conciencia nacional”, para bien o para mal, dejando de lado los análisis meramente económicos que, por reduccionistas, no explican cabalmente ciertos procesos sociales y políticos de nuestra accidentada y contradictoria vida republicana. Neira parece decirnos que no todo fue culpa del “imperio”, gran culpa la hemos tenido nosotros o, mejor dicho, nuestro legado cultural.
A nosotros nos faltó una revolución mexicana que desatara los nudos del pasado. En cierta forma lo fue la revolución de los militares en 1968, inconclusa pero que dio nacimiento al nuevo Perú, arrastrando consigo lastres seculares, pero adquiriendo también nuevos bríos de lo mejor que tiene. Continuamos siendo, como decía Basadre, un país entre promesa y posibilidad. Ese Perú con agenda pendiente para el bicentenario.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Las independencias: Doce Ensayos
Autor: Hugo Neira
Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2010, 237pp.
Es una de las preguntas que se plantea Hugo Neira en el estimulante libro Las independencias, doce ensayos, publicado bajo el sello de la Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Ensayos que abordan no solo la política, sino también la economía y sobretodo la cultura que nos legó la península ibérica; cultura que se mantiene intacta en nuestro modo de ser, con sus aspectos positivos y negativos, como la corrupción, por ejemplo.
No era extraño en la Colonia el recibir dádivas por el favor del poder real. La corrupción no es nueva en nuestro medio, lo que sucede ahora es que se vuelve más visible gracias a la tecnología. Antes no dejaba rastro, ahora una grabación de audio o de video nos informa de algún negociado poco santo.
Tampoco era raro que el ser abogado fuese la forma idónea de movilidad social, a diferencia del estímulo que recibió la ciencia en los países de la reforma luterana. España –eje importantísimo de la contrarreforma- fomentó más la escolástica y su primo hermano, el derecho, como medio de mantener el statu quo. No buscó en la ciencia de Galileo o de Darwin las respuestas a nuestro mundo, menos fomentó un “espíritu capitalista” al estilo de Francia e Inglaterra. Por ello no es raro tampoco que seamos una “república de letrados” y casi nulos en los adelantos en ciencia y tecnología. Esa “tara”, junto con otras, la heredamos de la Colonia.
El libro también nos da luces cómo nace el caudillo en nuestro continente, figura emblemática tanto del mundo militar como del civil. El caudillo reemplazó la falta de instituciones o la debilidad de estas. Sin su visto bueno no se podía comprar ni una caja de lápices. Y lo vemos hasta ahora, cuando en cualquier partido político o en cualquier empresa no se hace nada sin la autorización del “jefe”.
Ese verticalismo y falta de consenso democrático es también parte de la cultura española que nos vino con la conquista (amén que durante el período incaico existió un despotismo despiadado, rasgo cultural que igualmente hemos heredado). Visto en retrospectiva no fue raro que los sueños de los libertadores se estrellaran contra la cruda realidad de elites criollas que no querían cambios, sino solo usufructuar los beneficios que antaño eran monopolio de los españoles. De allí que el indio estuviera segregado, apenas una cara anónima, y su explotación haya sido más salvaje durante la república.
No tuvimos nación, si entendemos por nación a grupos sociales con rasgos homogéneos; apenas estamentos herméticos, sin posibilidades de inclusión y movilidad social. Ello explica porqué los indios no sintieron como propio el proyecto de independencia e incluso lucharon a favor del rey de España. No era “traición a la patria”, sino intuición que las cosas con los criollos no iban a mejorar, sino todo lo contrario.
El siglo XIX fue el siglo de las integraciones nacionales perdidas y de poder constituirnos como una nación orgánica, y en el XX estallaron violentamente los reclamos de las mayorías silenciadas, dando origen a los partidos de representación popular que van a enarbolar las banderas de reivindicación del indio, el campesino y las clases medias que se van formando en las principales ciudades.
Nuestra historia no comienza en 1821, sino mucho antes. Y si bien nosotros somos parte de Occidente, también somos tributarios de un pasado milenario que todavía nos avergüenza por complejo de inferioridad; pero, así no lo queramos reconocer, es parte nuestra.
Uno de los tantos méritos del libro de Hugo Neira reside en la importancia que concede a la cultura como formadora de la –digamos- “conciencia nacional”, para bien o para mal, dejando de lado los análisis meramente económicos que, por reduccionistas, no explican cabalmente ciertos procesos sociales y políticos de nuestra accidentada y contradictoria vida republicana. Neira parece decirnos que no todo fue culpa del “imperio”, gran culpa la hemos tenido nosotros o, mejor dicho, nuestro legado cultural.
A nosotros nos faltó una revolución mexicana que desatara los nudos del pasado. En cierta forma lo fue la revolución de los militares en 1968, inconclusa pero que dio nacimiento al nuevo Perú, arrastrando consigo lastres seculares, pero adquiriendo también nuevos bríos de lo mejor que tiene. Continuamos siendo, como decía Basadre, un país entre promesa y posibilidad. Ese Perú con agenda pendiente para el bicentenario.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Las independencias: Doce Ensayos
Autor: Hugo Neira
Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2010, 237pp.
Wednesday, March 09, 2011
EL BESO CONTRA LA HOMOFOBIA
Más allá de la violenta acometida policial contra homosexuales y lesbianas que el 12 de Febrero pasado manifestaron su reclamo por la igualdad de derechos besándose en público, nada menos que a los pies de la Catedral de Lima, está el hecho en si, inimaginable apenas diez años atrás.
Era impensable que a inicios del presente siglo una minoría sexual proteste audazmente frente al símbolo de la institución tutelar (la Iglesia) de la heterosexualidad como medio sacralizado para la reproducción humana y, consiguientemente, en contra del placer y el sexo “contranatura”.
De allí la reacción violenta de “los custodios del orden”. Las minorías gays y lesbianas estaban “atacando” frontalmente el símbolo sagrado mayor de los valores tradicionales y del orden establecido en familia y sexualidad. Complementariamente la Catedral de Lima es –simbólicamente- “la casa” del Cardenal y Arzobispo de la ciudad, Monseñor Cipriani, conocido por sus posiciones harto conservadoras, por lo que un “beso homo” a los pies del atrio es casi una blasfemia y un insulto al propio Monseñor. Distinto hubiese sido de producirse el beso protestante en, digamos, el parque de Miraflores o la Alameda de los Descalzos. Quizás no hubiese causado tanta turbación.
Pero algo está cambiando en esta Lima pacata y conservadora. Estamos como despercudiéndonos de varios lastres generacionales, principalmente entre los jóvenes. La sexualidad se está viendo como algo más natural, incluso aquella entre dos personas del mismo sexo. Síntoma es que a la semana siguiente del incidente los colectivos gays se besaron tranquilamente a los pies de la Catedral y nada pasó; aparte del “cargamontón” contra un conocido locutor deportivo que tuvo la mala ocurrencia de proferir expresiones claramente homofóbicas cuando la tensión por la golpiza se encontraba en su punto más alto.
Fue “el chivo expiatorio” de lo acaecido o, como decimos criollamente los limeños, “el punto”. Se efectuaron “plantones de protesta” delante de la radio donde trabaja, se pidió su renuncia al medio o, por lo menos, que se retracte públicamente de lo dicho, con disculpas incluidas. Cuidado que nos volvamos intolerantes en sentido contrario y el tema se convierta en intocable y “políticamente correcto”. Como diría Kenji: “tampoco, tampoco”.
Otro síntoma de estos “nuevos aires”, es la propuesta legislativa del “patrimonio compartido” del congresista Carlos Bruce (convertido en el principal adalid de las minorías sexuales en el Congreso), indicando que el tema ha dejado las catacumbas para ventilarse como cosa pública, digna de un reconocimiento legal.
Antes las parejas del mismo sexo vivían su sexualidad a escondidas, con vergüenza y culpa, hoy la cantidad de parejas homosexuales que conviven a vista y paciencia de los demás ha aumentado. Ahora es más común tener de vecinos a una “pareja homo” de lo que era en la época de nuestros padres. Y es un hecho no “esnob” ni exclusivo de los segmentos A y B, sino que se manifiesta en todos los estratos sociales.
Creo que todavía falta mucho camino por recorrer para el reconocimiento de derechos plenos a las minorías sexuales, pero el avance es vertiginoso y lo más probable es que, tarde o temprano, deberemos modificar nuestra legislación a fin de permitir el matrimonio civil entre personas del mismo sexo, así como una igualdad en los demás derechos consustanciales a los heterosexuales. Nos guste o no, vaya contra nuestras ideas y creencias o sintonice con estas, tengamos posiciones a favor o en contra.
Pero los derechos, como lo demuestra la historia, se consiguen luchando, arrancándoselos al poder constituido. En ese sentido, las minorías sexuales van por buen camino.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Era impensable que a inicios del presente siglo una minoría sexual proteste audazmente frente al símbolo de la institución tutelar (la Iglesia) de la heterosexualidad como medio sacralizado para la reproducción humana y, consiguientemente, en contra del placer y el sexo “contranatura”.
De allí la reacción violenta de “los custodios del orden”. Las minorías gays y lesbianas estaban “atacando” frontalmente el símbolo sagrado mayor de los valores tradicionales y del orden establecido en familia y sexualidad. Complementariamente la Catedral de Lima es –simbólicamente- “la casa” del Cardenal y Arzobispo de la ciudad, Monseñor Cipriani, conocido por sus posiciones harto conservadoras, por lo que un “beso homo” a los pies del atrio es casi una blasfemia y un insulto al propio Monseñor. Distinto hubiese sido de producirse el beso protestante en, digamos, el parque de Miraflores o la Alameda de los Descalzos. Quizás no hubiese causado tanta turbación.
Pero algo está cambiando en esta Lima pacata y conservadora. Estamos como despercudiéndonos de varios lastres generacionales, principalmente entre los jóvenes. La sexualidad se está viendo como algo más natural, incluso aquella entre dos personas del mismo sexo. Síntoma es que a la semana siguiente del incidente los colectivos gays se besaron tranquilamente a los pies de la Catedral y nada pasó; aparte del “cargamontón” contra un conocido locutor deportivo que tuvo la mala ocurrencia de proferir expresiones claramente homofóbicas cuando la tensión por la golpiza se encontraba en su punto más alto.
Fue “el chivo expiatorio” de lo acaecido o, como decimos criollamente los limeños, “el punto”. Se efectuaron “plantones de protesta” delante de la radio donde trabaja, se pidió su renuncia al medio o, por lo menos, que se retracte públicamente de lo dicho, con disculpas incluidas. Cuidado que nos volvamos intolerantes en sentido contrario y el tema se convierta en intocable y “políticamente correcto”. Como diría Kenji: “tampoco, tampoco”.
Otro síntoma de estos “nuevos aires”, es la propuesta legislativa del “patrimonio compartido” del congresista Carlos Bruce (convertido en el principal adalid de las minorías sexuales en el Congreso), indicando que el tema ha dejado las catacumbas para ventilarse como cosa pública, digna de un reconocimiento legal.
Antes las parejas del mismo sexo vivían su sexualidad a escondidas, con vergüenza y culpa, hoy la cantidad de parejas homosexuales que conviven a vista y paciencia de los demás ha aumentado. Ahora es más común tener de vecinos a una “pareja homo” de lo que era en la época de nuestros padres. Y es un hecho no “esnob” ni exclusivo de los segmentos A y B, sino que se manifiesta en todos los estratos sociales.
Creo que todavía falta mucho camino por recorrer para el reconocimiento de derechos plenos a las minorías sexuales, pero el avance es vertiginoso y lo más probable es que, tarde o temprano, deberemos modificar nuestra legislación a fin de permitir el matrimonio civil entre personas del mismo sexo, así como una igualdad en los demás derechos consustanciales a los heterosexuales. Nos guste o no, vaya contra nuestras ideas y creencias o sintonice con estas, tengamos posiciones a favor o en contra.
Pero los derechos, como lo demuestra la historia, se consiguen luchando, arrancándoselos al poder constituido. En ese sentido, las minorías sexuales van por buen camino.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Thursday, March 03, 2011
DE NUEVO LA CONSTITUCIÓN (A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO DE NICOLÁS LYNCH)
Es uno de los temas recurrentes cada vez que se avecinan elecciones generales. “Cambiar la constitución” como panacea para resolver todos nuestros problemas.
Esta vez le tocó el turno a Nicolás Lynch, respetado sociólogo que candidatea por la lista de Ollanta Humala para el Congreso. Lynch fue ministro de educación en el gobierno de Toledo. Una gestión opaca, aunque se debe reconocer que tuvo la hidalguía de opinar críticamente respecto al Sutep, como uno de los principales lastres de la educación peruana. Pero, como “constitucionalista” deja mucho que desear. Veamos algunos sustentos de su pedido de “cambiar la constitución” publicado en el diario La República el 15 de Febrero de 2011 (Nueva Constitución). Por cierto, y como de todo hay en la viña del Señor, no pertenezco ni remotamente a “las fuerzas de derecha” que alude el profesor Lynch en su artículo (y que, por extensión, moteja así a todos los que no comulguen con su ahora reconvertido credo nacionalista), ni mucho menos soy “un agente de la CIA y del imperialismo yanqui”.
Aclarado el asunto, pasemos a revisar el artículo (lo que está en cursiva pertenece al profesor Lynch):
1. Hay dos tipos de constituciones sobre el planeta, aquellas que son un acuerdo de paz entre los ciudadanos y pueblos de un país y otras que aparecen como una declaratoria de guerra de alguna minoría sobre la inmensa mayoría de la nación. Este último es el caso del documento de 1993 impuesto por la dictadura de Fujimori y Montesinos sobre el pueblo peruano.
Solo en el papel las constituciones son “acuerdos de paz entre los ciudadanos”. Es más bien un idilio que ha sido descrito muy bonito por algunos autores, pero no es algo que exista “químicamente puro” en el mundo real. La célebre tesis del “contrato social” que dará nacimiento a la constitución política como plasmación del pacto entre los ciudadanos, es más una teoría que busca explicar el nacimiento jurídico de las naciones y una justificación ideológica del sistema legal imperante. Todas las constituciones escritas obedecen a un sesgo de clase o de ideología. Sino, profesor Lynch, pregunte por la constitución cubana o la china. Ninguna de las dos nació de “un acuerdo de paz entre los ciudadanos y pueblos”, sino fue todo lo contrario.
2. Esta supuesta Constitución está viciada de origen porque fue producto de un golpe de Estado, elaborada por un régimen autoritario para quedarse y finalmente “aprobada” en un referéndum fraudulento.
Las últimas tres Constituciones que hemos tenido han sido producto de “un golpe de Estado”. La de 1933 cuando salíamos del gobierno de Sanchez Cerro y se cerraban las puertas de la legalidad a los partidos populares como el APRA; la de 1979 que procuraba el tránsito del gobierno militar a la democracia; y, la de 1993 que resolvió el impasse del “autogolpe” de Fujimori del año anterior (1992).
Es que las Constituciones como su apellido las califica son “políticas” y, nos guste o no, muchas veces resuelven situaciones políticas coyunturales. Si lee un poco de historia constitucional profesor Lynch, se dará cuenta que la “abundancia de constituciones” (trece hasta el momento, si no me equivoco) han obedecido a situaciones políticas coyunturales. Es lo que sucedió con nuestras últimas tres cartas políticas, incluyendo “el documento del 93” como despectivamente califica a la carta de aquel año (aunque no es original en la autoría del epíteto).
En cuanto que la Constitución del 93 fue aprobada en un “referéndum fraudulento”, es una tesis bastante manoseada que hasta la fecha no ha sido respaldada con pruebas concretas. En derecho, estimado profesor, quien alega algo tiene que probarlo, no basta con decirlo. Lo cierto es que el gobierno de Fujimori en aquellos años gozaba de una amplia base de popularidad que atravesaba prácticamente todos los estratos sociales, popularidad que la utilizó para aprobar “su” Constitución.
3. Esta Constitución refuerza el poder de la minoría dominante cuando recorta los derechos sociales, especialmente los derechos del trabajo, minimiza el papel del Estado poniéndolo al servicio de los ricos, debilita al Legislativo con el unicameralismo, da lugar al capitalismo salvaje como único modelo posible en la economía y establece un desorden tal en el tema de la descentralización que hace a la misma inviable. Por ello es que da lugar a un orden democrático precario, imposible de consolidar en sus parámetros y obliga a que las mayorías, impedidas de expresarse a plenitud en estas condiciones, recurran a la protesta callejera, ya no solo como excepción sino como norma, para plantear sus demandas. Puesto en la disyuntiva de cambiar la Constitución o reprimir al pueblo, este régimen opta por lo segundo, siguiendo la lógica de la declaratoria de guerra y criminalizando la protesta.
Vamos por partes.
El régimen económico de la Constitución del 93 se inspiró en el neoliberalismo de aquellos años, de todo furor del llamado “consenso de Washington”. Es cierto que en la filosofía que sustenta el apartado económico predominó la iniciativa privada, el “dejar hacer, dejar pasar” de los fisiócratas del XVIII y se minimizó el rol del Estado. Eso es cierto e indiscutible, pero nada garantiza que aumentando los derechos sociales en una nueva carta y ampliando la intervención del Estado consigamos un “estado de bienestar” que nos asegurará un mejor futuro para todos los peruanos.
Por desgracia, estimado profesor Lynch, las constituciones, ni ninguna norma legal, garantizan eso. Solo los factores reales, principalmente los de producción, y una mejor distribución de la riqueza por parte del estado, son los que van a garantizar un mejor nivel de vida para la inmensa mayoría. Y esos dos factores se pueden conseguir muy bien sin cambiar una sola letra de la actual carta política (lo que no quita que debamos reformar ciertos aspectos de la constitución vigente, como lo expongo en la parte final de mi réplica). Podemos tener la ley más bella, lírica y perfecta del mundo pero si no se cumple, la realidad será inmensamente deprimente. Y viceversa. Podemos tener una ley imperfecta, pero con voluntad política podemos mejorar su alcance.
4. Sobre el unicameralismo y que las mayorías no se ven representadas políticamente por lo que deben salir a las calles a expresar su descontento, dado que el régimen (qué malo¡) “no cambia la constitución” (sic). Creo que es un poco exagerado y bastante iluso, estimado profesor Lynch.
En primer lugar, ningún gobierno puede cambiar la constitución a su antojo, salvo que sea el de Chávez o sus comparsas Evo y Correa. Deténgase un poquito a leer “el documento” que en su portada dice Constitución Política. En la parte final encontrará usted el procedimiento que existe para la reforma constitucional. Podrá darse cuenta que los gobiernos (o el poder ejecutivo para ser más preciso) no pueden modificarla, dado que eso es tarea exclusiva del poder legislativo, al cual usted candidatea.
Pasando a los sistemas legislativos, una cosa es el números de cámaras, que puede ser Unicameral, Bicameral o hasta Tricameral (como lo fue en una de nuestras primeras constituciones), y otra muy distinta la falta de representación política y las protestas sociales. Con la Carta del 79 teníamos dos cámaras e igualmente protestas sociales. En aquella época teníamos regiones –bajo otro esquema- y también protestas. Una cosa no tiene que ver con la otra. Podemos tener una sola cámara y representar muy bien políticamente a todos los estratos sociales, o tener dos y no representarlo en absoluto. Creer que si adoptamos el régimen bicameral, cambiamos el modelo de regionalización (que dicho sea de paso hace falta urgentemente) o los principios del régimen económico de la constitución, vamos a solucionar los males sociales es bastante ingenuo, por decirlo elegantemente.
Como ya lo han advertido serios especialistas en el tema, el problema está en la deficiente representatividad política. No solo por el número de congresistas, sino por el tamaño de los distritos electorales. Por ejemplo, en el caso de Lima, tenemos 36 congresistas (que también representan a los votantes en el extranjero); pero así y todo no representan adecuadamente al electorado de dicha circunscripción. El asunto está no tanto en aumentar el número de congresistas o de cámaras legislativas, sino más bien en “achicar” los distritos electorales e implementar el uninominalismo. Que un representante al congreso sea candidato por un pequeño distrito electoral, conocido por sus electores y responda ante ellos. Así va a ser más fácil escoger entre un candidato por cada lista congresal que a 36 de un macro distrito que al final no representan a nadie. Este camino es más viable que aumentar el número de cámaras legislativas.
Por otra parte, las protestas sociales no solo se producen dentro del “capitalismo salvaje”, sino también dentro de un sistema totalitario como el de Cuba o Libia. Sino, profesor Lynch, pregunte por las huelgas de hambre que muchos disidentes cubanos han tenido que hacer para ser escuchados y que incluso a uno de ellos, como fue Orlando Zapata Tamayo, le costó la vida.
5. Es indudable por ello que el debate para lograr una nueva Constitución tiene la mayor importancia, porque esta será una de las piedras angulares para iniciar la gran transformación del país que nos dé [sic] una verdadera democracia.
Con esa exhortación concluye su artículo. Lo malo es que no plantea sus propuestas concretas. “Cambiar la constitución” en abstracto no expresa mucho. Cambiar qué cosas y hacia dónde. Qué opinión tiene usted, por ejemplo, del “modelo chavista” (inspirado en el de Fujimori) de constitución política, con reelecciones indefinidas y vaciamiento de las instituciones. O, por poner otro ejemplo, acerca de las libertades de expresión e información tan pisoteadas en Venezuela o Cuba. ¿Es el modelo que propone? Sería bueno, estimado profesor, que realice un deslinde y no nos venda “gato por liebre”.
Un consejo final: En vez de efectuar planteamientos tan burdos y maniqueos, si su interés, de llegar al Congreso, es una reforma constitucional en serio (lo cual es plausible, dicho sea de paso), debería empezar revisando el trabajo de la Comisión Pease que sobre el tema ya existe, bastante sólido y coherente, amén de otros trabajos que sin caer en su burdo maniqueísmo de “buenos y malos” tienen propuestas alternativas serias de cambios constitucionales. Haga el esfuerzo de informarse mejor, siquiera un poquito.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Esta vez le tocó el turno a Nicolás Lynch, respetado sociólogo que candidatea por la lista de Ollanta Humala para el Congreso. Lynch fue ministro de educación en el gobierno de Toledo. Una gestión opaca, aunque se debe reconocer que tuvo la hidalguía de opinar críticamente respecto al Sutep, como uno de los principales lastres de la educación peruana. Pero, como “constitucionalista” deja mucho que desear. Veamos algunos sustentos de su pedido de “cambiar la constitución” publicado en el diario La República el 15 de Febrero de 2011 (Nueva Constitución). Por cierto, y como de todo hay en la viña del Señor, no pertenezco ni remotamente a “las fuerzas de derecha” que alude el profesor Lynch en su artículo (y que, por extensión, moteja así a todos los que no comulguen con su ahora reconvertido credo nacionalista), ni mucho menos soy “un agente de la CIA y del imperialismo yanqui”.
Aclarado el asunto, pasemos a revisar el artículo (lo que está en cursiva pertenece al profesor Lynch):
1. Hay dos tipos de constituciones sobre el planeta, aquellas que son un acuerdo de paz entre los ciudadanos y pueblos de un país y otras que aparecen como una declaratoria de guerra de alguna minoría sobre la inmensa mayoría de la nación. Este último es el caso del documento de 1993 impuesto por la dictadura de Fujimori y Montesinos sobre el pueblo peruano.
Solo en el papel las constituciones son “acuerdos de paz entre los ciudadanos”. Es más bien un idilio que ha sido descrito muy bonito por algunos autores, pero no es algo que exista “químicamente puro” en el mundo real. La célebre tesis del “contrato social” que dará nacimiento a la constitución política como plasmación del pacto entre los ciudadanos, es más una teoría que busca explicar el nacimiento jurídico de las naciones y una justificación ideológica del sistema legal imperante. Todas las constituciones escritas obedecen a un sesgo de clase o de ideología. Sino, profesor Lynch, pregunte por la constitución cubana o la china. Ninguna de las dos nació de “un acuerdo de paz entre los ciudadanos y pueblos”, sino fue todo lo contrario.
2. Esta supuesta Constitución está viciada de origen porque fue producto de un golpe de Estado, elaborada por un régimen autoritario para quedarse y finalmente “aprobada” en un referéndum fraudulento.
Las últimas tres Constituciones que hemos tenido han sido producto de “un golpe de Estado”. La de 1933 cuando salíamos del gobierno de Sanchez Cerro y se cerraban las puertas de la legalidad a los partidos populares como el APRA; la de 1979 que procuraba el tránsito del gobierno militar a la democracia; y, la de 1993 que resolvió el impasse del “autogolpe” de Fujimori del año anterior (1992).
Es que las Constituciones como su apellido las califica son “políticas” y, nos guste o no, muchas veces resuelven situaciones políticas coyunturales. Si lee un poco de historia constitucional profesor Lynch, se dará cuenta que la “abundancia de constituciones” (trece hasta el momento, si no me equivoco) han obedecido a situaciones políticas coyunturales. Es lo que sucedió con nuestras últimas tres cartas políticas, incluyendo “el documento del 93” como despectivamente califica a la carta de aquel año (aunque no es original en la autoría del epíteto).
En cuanto que la Constitución del 93 fue aprobada en un “referéndum fraudulento”, es una tesis bastante manoseada que hasta la fecha no ha sido respaldada con pruebas concretas. En derecho, estimado profesor, quien alega algo tiene que probarlo, no basta con decirlo. Lo cierto es que el gobierno de Fujimori en aquellos años gozaba de una amplia base de popularidad que atravesaba prácticamente todos los estratos sociales, popularidad que la utilizó para aprobar “su” Constitución.
3. Esta Constitución refuerza el poder de la minoría dominante cuando recorta los derechos sociales, especialmente los derechos del trabajo, minimiza el papel del Estado poniéndolo al servicio de los ricos, debilita al Legislativo con el unicameralismo, da lugar al capitalismo salvaje como único modelo posible en la economía y establece un desorden tal en el tema de la descentralización que hace a la misma inviable. Por ello es que da lugar a un orden democrático precario, imposible de consolidar en sus parámetros y obliga a que las mayorías, impedidas de expresarse a plenitud en estas condiciones, recurran a la protesta callejera, ya no solo como excepción sino como norma, para plantear sus demandas. Puesto en la disyuntiva de cambiar la Constitución o reprimir al pueblo, este régimen opta por lo segundo, siguiendo la lógica de la declaratoria de guerra y criminalizando la protesta.
Vamos por partes.
El régimen económico de la Constitución del 93 se inspiró en el neoliberalismo de aquellos años, de todo furor del llamado “consenso de Washington”. Es cierto que en la filosofía que sustenta el apartado económico predominó la iniciativa privada, el “dejar hacer, dejar pasar” de los fisiócratas del XVIII y se minimizó el rol del Estado. Eso es cierto e indiscutible, pero nada garantiza que aumentando los derechos sociales en una nueva carta y ampliando la intervención del Estado consigamos un “estado de bienestar” que nos asegurará un mejor futuro para todos los peruanos.
Por desgracia, estimado profesor Lynch, las constituciones, ni ninguna norma legal, garantizan eso. Solo los factores reales, principalmente los de producción, y una mejor distribución de la riqueza por parte del estado, son los que van a garantizar un mejor nivel de vida para la inmensa mayoría. Y esos dos factores se pueden conseguir muy bien sin cambiar una sola letra de la actual carta política (lo que no quita que debamos reformar ciertos aspectos de la constitución vigente, como lo expongo en la parte final de mi réplica). Podemos tener la ley más bella, lírica y perfecta del mundo pero si no se cumple, la realidad será inmensamente deprimente. Y viceversa. Podemos tener una ley imperfecta, pero con voluntad política podemos mejorar su alcance.
4. Sobre el unicameralismo y que las mayorías no se ven representadas políticamente por lo que deben salir a las calles a expresar su descontento, dado que el régimen (qué malo¡) “no cambia la constitución” (sic). Creo que es un poco exagerado y bastante iluso, estimado profesor Lynch.
En primer lugar, ningún gobierno puede cambiar la constitución a su antojo, salvo que sea el de Chávez o sus comparsas Evo y Correa. Deténgase un poquito a leer “el documento” que en su portada dice Constitución Política. En la parte final encontrará usted el procedimiento que existe para la reforma constitucional. Podrá darse cuenta que los gobiernos (o el poder ejecutivo para ser más preciso) no pueden modificarla, dado que eso es tarea exclusiva del poder legislativo, al cual usted candidatea.
Pasando a los sistemas legislativos, una cosa es el números de cámaras, que puede ser Unicameral, Bicameral o hasta Tricameral (como lo fue en una de nuestras primeras constituciones), y otra muy distinta la falta de representación política y las protestas sociales. Con la Carta del 79 teníamos dos cámaras e igualmente protestas sociales. En aquella época teníamos regiones –bajo otro esquema- y también protestas. Una cosa no tiene que ver con la otra. Podemos tener una sola cámara y representar muy bien políticamente a todos los estratos sociales, o tener dos y no representarlo en absoluto. Creer que si adoptamos el régimen bicameral, cambiamos el modelo de regionalización (que dicho sea de paso hace falta urgentemente) o los principios del régimen económico de la constitución, vamos a solucionar los males sociales es bastante ingenuo, por decirlo elegantemente.
Como ya lo han advertido serios especialistas en el tema, el problema está en la deficiente representatividad política. No solo por el número de congresistas, sino por el tamaño de los distritos electorales. Por ejemplo, en el caso de Lima, tenemos 36 congresistas (que también representan a los votantes en el extranjero); pero así y todo no representan adecuadamente al electorado de dicha circunscripción. El asunto está no tanto en aumentar el número de congresistas o de cámaras legislativas, sino más bien en “achicar” los distritos electorales e implementar el uninominalismo. Que un representante al congreso sea candidato por un pequeño distrito electoral, conocido por sus electores y responda ante ellos. Así va a ser más fácil escoger entre un candidato por cada lista congresal que a 36 de un macro distrito que al final no representan a nadie. Este camino es más viable que aumentar el número de cámaras legislativas.
Por otra parte, las protestas sociales no solo se producen dentro del “capitalismo salvaje”, sino también dentro de un sistema totalitario como el de Cuba o Libia. Sino, profesor Lynch, pregunte por las huelgas de hambre que muchos disidentes cubanos han tenido que hacer para ser escuchados y que incluso a uno de ellos, como fue Orlando Zapata Tamayo, le costó la vida.
5. Es indudable por ello que el debate para lograr una nueva Constitución tiene la mayor importancia, porque esta será una de las piedras angulares para iniciar la gran transformación del país que nos dé [sic] una verdadera democracia.
Con esa exhortación concluye su artículo. Lo malo es que no plantea sus propuestas concretas. “Cambiar la constitución” en abstracto no expresa mucho. Cambiar qué cosas y hacia dónde. Qué opinión tiene usted, por ejemplo, del “modelo chavista” (inspirado en el de Fujimori) de constitución política, con reelecciones indefinidas y vaciamiento de las instituciones. O, por poner otro ejemplo, acerca de las libertades de expresión e información tan pisoteadas en Venezuela o Cuba. ¿Es el modelo que propone? Sería bueno, estimado profesor, que realice un deslinde y no nos venda “gato por liebre”.
Un consejo final: En vez de efectuar planteamientos tan burdos y maniqueos, si su interés, de llegar al Congreso, es una reforma constitucional en serio (lo cual es plausible, dicho sea de paso), debería empezar revisando el trabajo de la Comisión Pease que sobre el tema ya existe, bastante sólido y coherente, amén de otros trabajos que sin caer en su burdo maniqueísmo de “buenos y malos” tienen propuestas alternativas serias de cambios constitucionales. Haga el esfuerzo de informarse mejor, siquiera un poquito.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, February 25, 2011
A veces los seres humanos no ofrendan su vida en vano
Fue lo que sucedió con el joven tunecino Mohamed Bouazizi que se inmoló porque no lo dejaban vender sus frutas a fin de llevar algo para su hogar. Ya vemos como prendió la chispa de su muerte en el Oriente Medio, con dictadores que cayeron estrepitosamente y otros que se tambalean. Igual sucede con Orlando Zapata Tamayo, que recientemente se cumplió un año de su sacrificio por la libertad en Cuba. Con todo lo que está sucediendo en Túnez, Egipto y Libia, como que pasó un tanto inadvertida la remembranza. Cedemos la palabra sobre el significado de la conmemoración a la bloguera cubana Yoani Sánchez.
EJJ
Los policías del camposanto Yoani Sánchez
Los cementerios de aldeas son pintorescos y tristes: tumbas pintadas de cal, con el sol dando todo el día sobre las lozas y unas calles de tierra apisonada por el paso de los dolientes. Son lugares en los que, por lo general, sólo se escucha sollozar. Pero hay un camposanto en el pueblito de Banes que ha albergado insólitos gritos en estos doce meses. Cruces alrededor de las cuales la intolerancia no ha tenido pudor, no ha bajado la voz a la manera que se hace ante una lápida. Desde hace varios días, para colmo, la entrada del lugar está vigilada, como si los vivos pudieran controlar el espacio donde yacen los muertos. Decenas de efectivos de la policía quieren impedir que amigos y conocidos de Orlando Zapata Tamayo vayan a conmemorar el primer aniversario de su muerte.
Quienes ahora mismo patrullan alrededor de la tumba de este albañil saben muy bien que nunca podrán acusarlo –como hicieron con otros– de ser un miembro de la oligarquía que pretendía recuperar sus propiedades. Este mestizo, nacido después del triunfo de la revolución, que no fue autor de una plataforma política ni se alzó en armas contra el gobierno, se ha convertido en un símbolo inquietante para quienes se aferran –ellos sí– a las posesiones materiales que alcanzaron con el poder: las piscinas, los yates, las botellas de whisky, las abultadas cuentas bancarias y las mansiones por todo el territorio nacional. Un hombre criado bajo el adoctrinamiento ideológico se les escapó por la puerta de la muerte y los dejó al otro lado del umbral, más débiles, más fracasados.
A veces, el final de una persona lo coloca para siempre en la historia. Es el caso de Mohamed Bouazizi, el joven tunecino que se prendió fuego frente a un edificio gubernamental porque la policía le había confiscado las frutas que vendía en una plaza. Las consecuencias de su inmolación eran totalmente impredecibles, mucho más el “el efecto dominó” que desencadenó en el mundo árabe. La muerte de un cubano, ocurrida el 23 de febrero de 2010, le ha creado al gobierno una incómoda efeméride en el almanaque. Ahora mismo, cuando Raúl Castro se apresta a celebrar sus tres años al mando de los timones de la nación, muchos se preguntan qué va a ocurrir en Banes, en el pequeño cementerio donde los difuntos están más patrullados que los presos de una cárcel.
Aunque la policía política rodea a muchos, no podrá impedir que durante esta semana –en el interior de las casas– sea más evocado el nombre del difunto Zapata Tamayo que el largo rosario de cargos del General Presidente.
EJJ
Los policías del camposanto Yoani Sánchez
Los cementerios de aldeas son pintorescos y tristes: tumbas pintadas de cal, con el sol dando todo el día sobre las lozas y unas calles de tierra apisonada por el paso de los dolientes. Son lugares en los que, por lo general, sólo se escucha sollozar. Pero hay un camposanto en el pueblito de Banes que ha albergado insólitos gritos en estos doce meses. Cruces alrededor de las cuales la intolerancia no ha tenido pudor, no ha bajado la voz a la manera que se hace ante una lápida. Desde hace varios días, para colmo, la entrada del lugar está vigilada, como si los vivos pudieran controlar el espacio donde yacen los muertos. Decenas de efectivos de la policía quieren impedir que amigos y conocidos de Orlando Zapata Tamayo vayan a conmemorar el primer aniversario de su muerte.
Quienes ahora mismo patrullan alrededor de la tumba de este albañil saben muy bien que nunca podrán acusarlo –como hicieron con otros– de ser un miembro de la oligarquía que pretendía recuperar sus propiedades. Este mestizo, nacido después del triunfo de la revolución, que no fue autor de una plataforma política ni se alzó en armas contra el gobierno, se ha convertido en un símbolo inquietante para quienes se aferran –ellos sí– a las posesiones materiales que alcanzaron con el poder: las piscinas, los yates, las botellas de whisky, las abultadas cuentas bancarias y las mansiones por todo el territorio nacional. Un hombre criado bajo el adoctrinamiento ideológico se les escapó por la puerta de la muerte y los dejó al otro lado del umbral, más débiles, más fracasados.
A veces, el final de una persona lo coloca para siempre en la historia. Es el caso de Mohamed Bouazizi, el joven tunecino que se prendió fuego frente a un edificio gubernamental porque la policía le había confiscado las frutas que vendía en una plaza. Las consecuencias de su inmolación eran totalmente impredecibles, mucho más el “el efecto dominó” que desencadenó en el mundo árabe. La muerte de un cubano, ocurrida el 23 de febrero de 2010, le ha creado al gobierno una incómoda efeméride en el almanaque. Ahora mismo, cuando Raúl Castro se apresta a celebrar sus tres años al mando de los timones de la nación, muchos se preguntan qué va a ocurrir en Banes, en el pequeño cementerio donde los difuntos están más patrullados que los presos de una cárcel.
Aunque la policía política rodea a muchos, no podrá impedir que durante esta semana –en el interior de las casas– sea más evocado el nombre del difunto Zapata Tamayo que el largo rosario de cargos del General Presidente.
Tuesday, February 22, 2011
EGIPTO 2.0
He tomado el título del interesante artículo de la bloguera cubana Yoani Sanchez sobre lo sucedido en el África del norte con gobiernos que parecían inconmovibles y el papel que jugaron y juegan las tecnologías de información, en especial las redes sociales.
En principio que estamos ante países con cierto grado de libertad, cuyos gobiernos y ciudadanos “miran” hacia Occidente. No estamos ante gobiernos teocráticos como el de Irán. Son gobiernos autoritarios pero laicos. Musulmanes pero no fundamentalistas. Ello permitió un marco referente para el desarrollo de las redes sociales que desempeñaron un papel crucial en la comunicación inmediata; hecho inimaginable, por ejemplo, en Cuba, Corea del Norte o Irán, cuyos ciudadanos padecen de desinformación y carencia de todo tipo de libertades.
Pero hay otro hecho importante de resaltar. Como Ariel Segal anota, el proceso de democratización en el Irak post Saddam Husein ha repercutido como ondas sísmicas en el Medio Oriente. Con todas las imperfecciones que se quiera, pero proceso democrático al fin y al cabo. Cuando un ejemplo dice que algo es posible, nada detiene la voluntad humana.
Lo sucedido en Túnez, Egipto, Libia y otros países de la región no creo se pueda comparar en importancia a la caída del muro de Berlín veinte años atrás, como sostienen algunos periodistas y “politólogos”. La repercusión “del muro” fue mayor a nivel planetario. Fue el fin de todo un sistema mundial (el comunista): político, económico y cultural, abriéndose las compuertas hacia todos los rincones del orbe del pensamiento occidental de democracia en lo político y sistema de mercado en lo económico.
A lo sumo lo sucedido en los países del norte de África repercutirá en su propia región. Todavía no sabemos cómo terminará de consolidarse este movimiento por la libertad ni cuánto calará en profundidad en sociedades marcadamente autoritarias. Lo más optimista es que se produzca una “primavera democrática” que permita la alternancia en el poder y libertades para el ciudadano a la manera occidental. Pero, la otra opción es más pesimista: la toma del poder de un nuevo gobierno despótico, sea por las urnas o por la fuerza, sea civil, militar o religioso, cambiándose apenas “mocos por babas”. Ese escenario más lúgubre es también el más probable.
Espero equivocarme y que nazcan cien primaveras más, pero la realidad me dice que las fuerzas en juego van hacia otro lado en una región de mucha inestabilidad y demasiados intereses.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En principio que estamos ante países con cierto grado de libertad, cuyos gobiernos y ciudadanos “miran” hacia Occidente. No estamos ante gobiernos teocráticos como el de Irán. Son gobiernos autoritarios pero laicos. Musulmanes pero no fundamentalistas. Ello permitió un marco referente para el desarrollo de las redes sociales que desempeñaron un papel crucial en la comunicación inmediata; hecho inimaginable, por ejemplo, en Cuba, Corea del Norte o Irán, cuyos ciudadanos padecen de desinformación y carencia de todo tipo de libertades.
Pero hay otro hecho importante de resaltar. Como Ariel Segal anota, el proceso de democratización en el Irak post Saddam Husein ha repercutido como ondas sísmicas en el Medio Oriente. Con todas las imperfecciones que se quiera, pero proceso democrático al fin y al cabo. Cuando un ejemplo dice que algo es posible, nada detiene la voluntad humana.
Lo sucedido en Túnez, Egipto, Libia y otros países de la región no creo se pueda comparar en importancia a la caída del muro de Berlín veinte años atrás, como sostienen algunos periodistas y “politólogos”. La repercusión “del muro” fue mayor a nivel planetario. Fue el fin de todo un sistema mundial (el comunista): político, económico y cultural, abriéndose las compuertas hacia todos los rincones del orbe del pensamiento occidental de democracia en lo político y sistema de mercado en lo económico.
A lo sumo lo sucedido en los países del norte de África repercutirá en su propia región. Todavía no sabemos cómo terminará de consolidarse este movimiento por la libertad ni cuánto calará en profundidad en sociedades marcadamente autoritarias. Lo más optimista es que se produzca una “primavera democrática” que permita la alternancia en el poder y libertades para el ciudadano a la manera occidental. Pero, la otra opción es más pesimista: la toma del poder de un nuevo gobierno despótico, sea por las urnas o por la fuerza, sea civil, militar o religioso, cambiándose apenas “mocos por babas”. Ese escenario más lúgubre es también el más probable.
Espero equivocarme y que nazcan cien primaveras más, pero la realidad me dice que las fuerzas en juego van hacia otro lado en una región de mucha inestabilidad y demasiados intereses.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, February 14, 2011
CUANDO EL AMOR SE ACABA
Para Sandra
A veces, al despertarse, uno de los cónyuges mirará al otro y le parecerá que ha dormido con un extraño. Es como darse cuenta, luego de muchos años, que la persona a tú lado es absolutamente un desconocido para ti, y que ese o esa joven que conociste cuando estudiaban juntos o hacía los primeros pininos en su profesión, ya no existe más. Murió o desapareció en algún vericueto del camino de la vida.
Lo más triste o patético es que te das cuenta cuando es demasiado tarde. Cuando ese extraño(a) una mañana cualquiera te dice que se va o que ya no te quiere. En ese momento se te presentan una serie de pensamientos contradictorios e inconexos y parece que tú cabeza va a estallar. Te asaltan múltiples preguntas que comienzan con un porqué o cómo pasó. Ingenuo(a) quizás piensas que te está jugando una broma pesada. O, peor aún, no quieres dar crédito a tus oídos.
Pero es verdad y lo ves o la ves partir. Como que humanos somos. Algunos lo tomarán de mejor talante, otros pensarán en dejar este valle de lágrimas que se les hace insoportable, y algunos menos, lo conseguirán. Lo cierto es que el amor se acaba. Por distintos motivos, pero se acaba. Y muchas veces ambas partes de la pareja tuvieron la culpa para que ello suceda. En “esta película” no hay un malo o mala y un bueno o buena “químicamente puro”.
A pesar que es un alivio el consuelo de encontrar un(a) “culpable” de las desdichas padecidas, lo cierto es que en la mayoría de los casos ambos son culpables del fin de la unión. Las razones son múltiples y lo más acertado es darles la posibilidad que cada uno tome un camino distinto. Con los riesgos y errores que ello conlleva, así como que el aparato legal –de haber contraído matrimonio civil - les de las facilidades para disolver su vínculo y no al revés, como ocurre en la legislación peruana y algunas similares de la región, pese a los avances que hemos tenido en los últimos años.
Lo peor es tratar de mantener la unión apelando al justificativo del “bienestar familiar”, incluyendo a jueces y fiscales que hacen lo posible e imposible para que la pareja no se divorcie. Es como querer pegar con babas una armazón que se cae en pedazos. Lo más sensato es ayudar a desarmarla con el menor costo posible para las partes, naturalmente protegiendo a los niños, de existir menores de edad de esa unión.
Y si el Estado, y el sistema de justicia en particular, quiere hacer algo por la pareja rota, lo mejor es que ordene, como obligación jurisdiccional, se sometan a terapia sicológica ambos o, en algunas ocasiones, hasta terapia siquiátrica, que muchos la requieren. Eso los va a ayudar a “desintoxicarse” o, por lo menos, no arrastrar el lastre del pasado en una relación futura y ver las cosas en perspectiva. Porque también los hay. Aquellos que vuelven a cometer los mismos errores o, como dice la canción, “vuelven a tropezar con la misma piedra”. Y después se preguntan porqué tienen “tan mala suerte” en el amor.
Pero algo que la práctica profesional me ha demostrado –yo conozco a las parejas cuando su relación se encuentra en el ocaso- es que a uno de ellos o a veces ambos, el(la) “compañero(a) de toda su vida” se les hace un extraño, alguien que ya no conocen, que cambió, con el cual apenas se intercambiaban algunas palabras en la mañana o en la tarde, pero no se sabe más. Expresiones como “parece otro(a)”, “ha cambiado”, “es distinto” son usuales. Algunos supersticiosos(as) hasta piensan que a su pareja le han practicado un maleficio y por eso se encuentra así. “Le han hecho brujería” suelen exclamar. Es un completo extraño(a) con el que se desayuna o cena hasta que tarde o temprano se produce la ruptura definitiva.
Otro hecho es que casi siempre se dan cuenta del fin cuando la relación se encuentra sumamente deteriorada, herida de muerte; pero, para ello, debe haber existido un “punto de quiebre” que da inicio al descenso. Casi nunca se percatan cuándo comenzó. O parafraseando a Zavalita “cuando se jodió la relación”. Hay que ser muy perspicaz para prevenir lo que se viene o, peor aún, no quererlo ver cuando se presenta. “Cerrar los ojos” pensando que es un mal sueño o que la intuición nos ha fallado. Practicar “la política del avestruz”. Pensamos que le puede suceder a cualquiera, pero no a nosotros.
Mi trabajo concluye cuando les entrego una copia certificada del acta matrimonial que escuetamente dice “Se declara disuelto el vínculo matrimonial entre fulano de tal y fulana de tal”. Pero detrás de esas pocas palabras rubricadas por un anónimo funcionario público ha existido todo un drama, a veces una tragedia, y en algunas oportunidades hasta una tragicomedia. Un vía crucis existencial, con detalles insignificantes que año tras año minaron y malograron la relación, pero también de los otros, de aquellos hechos que fueron un golpe mortal como es el descubrir la infidelidad del otro(a). Eso duele en el alma. Creo que pueden perdonar que su pareja sea borracho, toxicómano, hasta homosexual, pero no que sea adúltero(a) y, peor aún, descubrirlo con los propios ojos. Como que se rompe algo dentro, arrastrando vísceras y sangre en el camino, algo que va más allá de la trasgresión del deber de fidelidad del cónyuge infractor.
Al final solo espero que ese hecho importante en su vida que fue la unión con otra persona les sirva de experiencia y, de tener hijos menores de por medio, sean lo suficientemente sensatos para coadyuvar a su bien común. Aunque en muchas ocasiones tengo serias dudas de que ello suceda.
En algunas ocasiones me enseñan fotografías que dan testimonio de un tiempo pasado que fue mejor, cuando todo era felicidad y una de las partes, atrapada por la nostalgia, quiere dar una nueva oportunidad a la relación y hace concesiones inimaginables para “mantenerlo(a) a su lado”. A veces es la propia víctima de una relación tormentosa quien propicia el regreso del victimario, el agredido que le abre las puertas al agresor, lo cual pone en seria duda el equilibrio mental de la supuesta “víctima”.
Generalmente el sacrificio es en vano. Estarán bien unos meses y luego retornan los problemas con fuerza. Cuando la relación está rota o seriamente deteriorada es poco lo que se puede hacer. Lo ideal es que el costo sea el menor posible para las partes, lo cual no siempre se logra, aparte que en ese momento no nos comportamos como seres racionales, sino todo lo contrario.
¿Y luego? Ha rehacer la vida, a recoger los pedazos rotos y comenzar de nuevo. No queda otra. El mundo sigue girando.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
A veces, al despertarse, uno de los cónyuges mirará al otro y le parecerá que ha dormido con un extraño. Es como darse cuenta, luego de muchos años, que la persona a tú lado es absolutamente un desconocido para ti, y que ese o esa joven que conociste cuando estudiaban juntos o hacía los primeros pininos en su profesión, ya no existe más. Murió o desapareció en algún vericueto del camino de la vida.
Lo más triste o patético es que te das cuenta cuando es demasiado tarde. Cuando ese extraño(a) una mañana cualquiera te dice que se va o que ya no te quiere. En ese momento se te presentan una serie de pensamientos contradictorios e inconexos y parece que tú cabeza va a estallar. Te asaltan múltiples preguntas que comienzan con un porqué o cómo pasó. Ingenuo(a) quizás piensas que te está jugando una broma pesada. O, peor aún, no quieres dar crédito a tus oídos.
Pero es verdad y lo ves o la ves partir. Como que humanos somos. Algunos lo tomarán de mejor talante, otros pensarán en dejar este valle de lágrimas que se les hace insoportable, y algunos menos, lo conseguirán. Lo cierto es que el amor se acaba. Por distintos motivos, pero se acaba. Y muchas veces ambas partes de la pareja tuvieron la culpa para que ello suceda. En “esta película” no hay un malo o mala y un bueno o buena “químicamente puro”.
A pesar que es un alivio el consuelo de encontrar un(a) “culpable” de las desdichas padecidas, lo cierto es que en la mayoría de los casos ambos son culpables del fin de la unión. Las razones son múltiples y lo más acertado es darles la posibilidad que cada uno tome un camino distinto. Con los riesgos y errores que ello conlleva, así como que el aparato legal –de haber contraído matrimonio civil - les de las facilidades para disolver su vínculo y no al revés, como ocurre en la legislación peruana y algunas similares de la región, pese a los avances que hemos tenido en los últimos años.
Lo peor es tratar de mantener la unión apelando al justificativo del “bienestar familiar”, incluyendo a jueces y fiscales que hacen lo posible e imposible para que la pareja no se divorcie. Es como querer pegar con babas una armazón que se cae en pedazos. Lo más sensato es ayudar a desarmarla con el menor costo posible para las partes, naturalmente protegiendo a los niños, de existir menores de edad de esa unión.
Y si el Estado, y el sistema de justicia en particular, quiere hacer algo por la pareja rota, lo mejor es que ordene, como obligación jurisdiccional, se sometan a terapia sicológica ambos o, en algunas ocasiones, hasta terapia siquiátrica, que muchos la requieren. Eso los va a ayudar a “desintoxicarse” o, por lo menos, no arrastrar el lastre del pasado en una relación futura y ver las cosas en perspectiva. Porque también los hay. Aquellos que vuelven a cometer los mismos errores o, como dice la canción, “vuelven a tropezar con la misma piedra”. Y después se preguntan porqué tienen “tan mala suerte” en el amor.
Pero algo que la práctica profesional me ha demostrado –yo conozco a las parejas cuando su relación se encuentra en el ocaso- es que a uno de ellos o a veces ambos, el(la) “compañero(a) de toda su vida” se les hace un extraño, alguien que ya no conocen, que cambió, con el cual apenas se intercambiaban algunas palabras en la mañana o en la tarde, pero no se sabe más. Expresiones como “parece otro(a)”, “ha cambiado”, “es distinto” son usuales. Algunos supersticiosos(as) hasta piensan que a su pareja le han practicado un maleficio y por eso se encuentra así. “Le han hecho brujería” suelen exclamar. Es un completo extraño(a) con el que se desayuna o cena hasta que tarde o temprano se produce la ruptura definitiva.
Otro hecho es que casi siempre se dan cuenta del fin cuando la relación se encuentra sumamente deteriorada, herida de muerte; pero, para ello, debe haber existido un “punto de quiebre” que da inicio al descenso. Casi nunca se percatan cuándo comenzó. O parafraseando a Zavalita “cuando se jodió la relación”. Hay que ser muy perspicaz para prevenir lo que se viene o, peor aún, no quererlo ver cuando se presenta. “Cerrar los ojos” pensando que es un mal sueño o que la intuición nos ha fallado. Practicar “la política del avestruz”. Pensamos que le puede suceder a cualquiera, pero no a nosotros.
Mi trabajo concluye cuando les entrego una copia certificada del acta matrimonial que escuetamente dice “Se declara disuelto el vínculo matrimonial entre fulano de tal y fulana de tal”. Pero detrás de esas pocas palabras rubricadas por un anónimo funcionario público ha existido todo un drama, a veces una tragedia, y en algunas oportunidades hasta una tragicomedia. Un vía crucis existencial, con detalles insignificantes que año tras año minaron y malograron la relación, pero también de los otros, de aquellos hechos que fueron un golpe mortal como es el descubrir la infidelidad del otro(a). Eso duele en el alma. Creo que pueden perdonar que su pareja sea borracho, toxicómano, hasta homosexual, pero no que sea adúltero(a) y, peor aún, descubrirlo con los propios ojos. Como que se rompe algo dentro, arrastrando vísceras y sangre en el camino, algo que va más allá de la trasgresión del deber de fidelidad del cónyuge infractor.
Al final solo espero que ese hecho importante en su vida que fue la unión con otra persona les sirva de experiencia y, de tener hijos menores de por medio, sean lo suficientemente sensatos para coadyuvar a su bien común. Aunque en muchas ocasiones tengo serias dudas de que ello suceda.
En algunas ocasiones me enseñan fotografías que dan testimonio de un tiempo pasado que fue mejor, cuando todo era felicidad y una de las partes, atrapada por la nostalgia, quiere dar una nueva oportunidad a la relación y hace concesiones inimaginables para “mantenerlo(a) a su lado”. A veces es la propia víctima de una relación tormentosa quien propicia el regreso del victimario, el agredido que le abre las puertas al agresor, lo cual pone en seria duda el equilibrio mental de la supuesta “víctima”.
Generalmente el sacrificio es en vano. Estarán bien unos meses y luego retornan los problemas con fuerza. Cuando la relación está rota o seriamente deteriorada es poco lo que se puede hacer. Lo ideal es que el costo sea el menor posible para las partes, lo cual no siempre se logra, aparte que en ese momento no nos comportamos como seres racionales, sino todo lo contrario.
¿Y luego? Ha rehacer la vida, a recoger los pedazos rotos y comenzar de nuevo. No queda otra. El mundo sigue girando.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Thursday, February 03, 2011
CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Pareciera que la revolución mexicana pertenece al pasado. Es más, dada la desigual distribución de la riqueza en México y los extremos sociales que se viven en su sociedad, daría la impresión que la revolución, cuyo centenario se acaba de celebrar hace pocos meses, fuese uno más de los tantos fracasos de la experiencia humana. Fracaso costoso, con miles de muertos y una guerra civil de varios años. Sin embargo, como en otras revoluciones, la rusa, por ejemplo, acaecida siete años después, los cambios sociales fueron significativos y repercutieron en gran parte del siglo XX, especialmente en América Latina.
Un siglo marcado por el ascenso de los sectores populares, por los reclamos de las mayorías marginadas, segregadas por las oligarquías criollas dominantes desde la independencia de España a inicios del XIX. La revolución mexicana puso en la agenda temas pendientes irresueltos desde la iniciación de la república. La reforma agraria, tema que sería recurrente en latinoamericana. En la política, la no reelección presidencial, con el grito de “sufragio efectivo, no reelección”, que también sería materia de discusión a lo largo del siglo XX. Y, no menos importante, el ascenso como protagonista social y político de las mayorías. Jurídicamente aportó la Constitución de Querétaro, una de las pioneras en reconocer derechos sociales y económicos. El México posterior a la revolución no volvería a ser el mismo. Tampoco la América Latina de la convulsionada centuria veinte. Ese es el gran mérito de la revolución mexicana, más allá de la “revolución traicionada” o la “revolución congelada” como se estila decir.
Justamente un factor extranacional que delineó el futuro de México fue su cercanía geográfica con los Estados Unidos. En el XIX perdió casi la mitad de su territorio en la guerra con su vecino del norte (el hecho fue más traumatizante que la Guerra con Chile para nosotros, los peruanos) y en el XX este se convirtió en la principal potencia del orbe. Ese hecho marcó profundamente a México, incluyendo la actual ola de violencia, corrupción y falta de valores que atraviesa su sociedad y estado, corroídos por el poder del narcotráfico.
Los cien años de la revolución mexicana nos sirven para reflexionar sobre los costos que significan para una nación los problemas irresueltos, sean sociales, políticos, religiosos, económicos o culturales; y cómo se pueden convertir en una caja de Pandora de incierto pronóstico. Lo vemos actualmente en Túnez y Egipto. Algo de eso le sucedió a México y a su revolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Un siglo marcado por el ascenso de los sectores populares, por los reclamos de las mayorías marginadas, segregadas por las oligarquías criollas dominantes desde la independencia de España a inicios del XIX. La revolución mexicana puso en la agenda temas pendientes irresueltos desde la iniciación de la república. La reforma agraria, tema que sería recurrente en latinoamericana. En la política, la no reelección presidencial, con el grito de “sufragio efectivo, no reelección”, que también sería materia de discusión a lo largo del siglo XX. Y, no menos importante, el ascenso como protagonista social y político de las mayorías. Jurídicamente aportó la Constitución de Querétaro, una de las pioneras en reconocer derechos sociales y económicos. El México posterior a la revolución no volvería a ser el mismo. Tampoco la América Latina de la convulsionada centuria veinte. Ese es el gran mérito de la revolución mexicana, más allá de la “revolución traicionada” o la “revolución congelada” como se estila decir.
Justamente un factor extranacional que delineó el futuro de México fue su cercanía geográfica con los Estados Unidos. En el XIX perdió casi la mitad de su territorio en la guerra con su vecino del norte (el hecho fue más traumatizante que la Guerra con Chile para nosotros, los peruanos) y en el XX este se convirtió en la principal potencia del orbe. Ese hecho marcó profundamente a México, incluyendo la actual ola de violencia, corrupción y falta de valores que atraviesa su sociedad y estado, corroídos por el poder del narcotráfico.
Los cien años de la revolución mexicana nos sirven para reflexionar sobre los costos que significan para una nación los problemas irresueltos, sean sociales, políticos, religiosos, económicos o culturales; y cómo se pueden convertir en una caja de Pandora de incierto pronóstico. Lo vemos actualmente en Túnez y Egipto. Algo de eso le sucedió a México y a su revolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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