Wednesday, August 01, 2012

AL PRIMER AÑO DE “LA GRAN TRASFORMACIÓN”

Los candidatos a la presidencia que proponen un cambio de lo realmente existente (hablar de organizaciones políticas en nuestro país es una exageración), o bien proponen reformas o bien cambios radicales, pero llegados al poder hacen lo contrario a lo prometido.

Sucedió con Fujimori y su política de no shock y no despido de estatales; con Toledo y su cambio responsable; con García y su anti-TLC; y, ahora último, con Ollanta Humala y su promesa de “la gran transformación” reducida posteriormente a una más modesta “hoja de ruta”.

En otras palabras, los candidatos radicales llegados al poder “se suavizan” y se acomodan al statu quo existente, dejando de lado las promesas iniciales de cambio.

La pregunta es ¿a qué se debe?

Existen diferentes tentativas de respuesta. Algunos afirman que se trataría de “un secuestro” de los recién ungidos presidentes por parte de los poderes fácticos, de las “fuerzas vivas” que controlan el timón del manejo económico. Los que sostienen esta tesis dicen que las pruebas del “secuestro” se encuentran en la continuidad de la política económica, la inamovilidad de cargos claves como Ministro de Economía o Presidente del BCR por parte de actores con ideología y prédica de “libre mercado”, así como el no reformar el capítulo constitucional referente a los principios económicos de clara raigambre “neoliberal”. Algo de razón no les falta. Es muy fácil para, por ejemplo, un presidente del directorio de una AFP contactarse con el recién electo presidente. Muchas veces viven en el mismo barrio, frecuentan el mismo club social o las mismas amistades, por lo que “la llegada” al presidente se produce sin muchas complicaciones y al ritmo de un tranquilo almuerzo. Pero esta hipótesis es insuficiente para explicar el dramático cambio.

Otros, más cínicos, sostienen que el candidato a presidente de un país como el Perú debe necesariamente “engañar” al pueblo para alcanzar la presidencia de la república porque, caso contrario, no lo lograría. Como argumento irrefutable de su afirmación exhiben el ejemplo del estrepitoso fracaso de Mario Vargas Llosa para llegar a la presidencia en las elecciones de 1990 precisamente por decir la verdad, pese a los innumerables recursos de todo tipo que tuvo a su favor. Ser sincero con el pueblo le costó el sillón de Pizarro. Consecuentemente, se justifica “enamorar” a las masas con promesas que son imposibles de cumplir de ganar el poder; caso contrario, el candidato perdería toda esperanza de conseguir la presidencia.

En esta justificación por el engaño existe una concepción negativa del ciudadano medio peruano (conformista, facilón, mediocre, emotivo, intelectualmente infradotado y deseoso que todo le llegue del poder sin esfuerzo alguno) reflejado en el neologismo “electarado”. De esa manera se explica que Humala haya tenido un discurso radical de candidato y otro muy distinto de presidente, dado que debía cautivar a un electorado bastante primario y con necesidades inmediatas que satisfacer.

Si bien esta tesis se basa en un hecho cierto (el poco desarrollo material de la ciudadanía en el Perú), implica también maquiavélicamente que el fin justifica los medios, dejando el cuestionamiento moral o del deber ser del político reservado a la especulación filosófica. Obvio que de allí a esgrimir “la razón de estado” para todo acto u orden presidencial –incluyendo las reñidas con la ley- existe apenas un paso. (Los que se basan únicamente en este enfoque explicativo plantean como “antídoto” al engaño que se incluya como una causal de vacancia presidencial en la Constitución Política el incumplimiento de las promesas electorales. Debo confesarlo que a veces me parece que razón no les falta).

Y hay una tercera posición que me parece es la más coherente. Se encuentra relacionada con lo que el candidato ungido como presidente puede hacer. Esta tesis sostiene que dentro de ciertos parámetros de un gobierno formal democrático, así como de los recursos internos o externos disponibles (no solo los económicos, sino también los sociales, humanos y tecnológicos, amen del grado de eficacia de un estado para llegar a todo el país), lo que puede hacer un presidente de la república en países como el Perú es bastante limitado. No es el hombre más poderoso del país, ni remotamente. De allí que -siguiendo con esta tesis- si por ejemplo el radical presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos, alguna vez llegara a la presidencia de la república, lo más probable es que continúe con la línea de Ollanta Humala: prometer una cosa y hacer algo distinto, conservando el statu quo. Una de dos: o se acomoda a las condiciones que existen o renuncia al cargo.

Son los límites al cambio que representa todo voluntarismo político especialmente en países heterogéneos y fragmentados como el Perú. Con mayor razón si el presidente no cuenta con un sólido partido político y cuadros técnicos solventes que lo respalden. Le sucedió al voluntarioso García en su primer fallido mandato (el único presidente en los últimos 25 años que contaba con un partido que lo respaldase), a Fujimori en el 90, a Toledo en el 2001 y ahora último a Humala.

Por otra parte, y muy al margen de las personas o rostros, están las propuestas de gobierno viables que puedan reemplazar a las ya existentes.

Desaparecido el modelo de “socialismo realmente existente”, así como el de las economías estatales y centralmente planificadas (no menciono a los “socialismos petroleros” a lo Chávez ya que es un modelo primario exportador sin futuro), lo que quedó fue la llamada economía de mercado, donde el estado tiene un rol bastante secundario, tímido y subsidiario. Ese modelo –o sistema para ser más preciso- funciona en casi todo Occidente, e incluso en países como China o Vietnam con regímenes de partido único. Esto ha dado como resultado que ciertos diseños a largo plazo como el estado de bienestar en Europa o los subsidios previsionales se vean seriamente afectados. En cierta forma, la globalización de la economía de mercado, así como las crisis sistémicas que viene acarreando, afectan a las esferas social y política de las naciones, así como a las interpretaciones ideológicas que quieren explicar o “resolver” los problemas de la hora actual.

Asimismo, “el modelo” nos guste o no, funciona. Es cierto que no es perfecto y que necesita cambios que deben venir desde el estado (v. gr. reducir la desigualdad social que genera). Pero, es viable. Tiene una lógica y una razón de ser. Y una mala noticia de refilón: no existe otro que lo pueda sustituir, por lo menos históricamente no ha nacido todavía. Los sistemas económicos no nacen en laboratorios ni en la imaginación de algún economista, sino en la misma realidad.

En cambio, los que ciegamente buscan “bajarse” el modelo económico, no tienen una alternativa viable para reemplazarlo. Es lo que sucede con los que se oponen a la explotación minera en Cajamarca. El “Conga no va” es solo un grito de protesta, existencial, desgarrado, dramático, pero grito al fin; mas no existe un modelo de viabilidad alternativo de la magnitud del “Conga sí va”. Y, el vacío de propuestas es claro cuando los antimineros piden al estado mejoras para la región pero no ofrecen los medios económicos que hagan posible esas mejoras. En buen romance, ¿cómo se financian los programas sociales si ya no habrá ingresos por la explotación minera?

En cierta manera esas contradicciones irresueltas dan razón a aquellos que sostienen que la lucha es entre un progresismo que implica mayor occidentalización del país –con todo lo bueno y malo que ello acarrea- y un conservadurismo de aquellos que optan por las formas arcaicas y agraristas, intocables, dado que los recursos naturales son “bienes de Dios”; curiosamente en una línea de creacionismo muy cercano al de los republicanos derechistas de Estados Unidos. Dentro de esa disyuntiva es muy difícil plantear una propuesta de crecimiento con inclusión.

En fin, es una lucha entre lo urbano-occidental contra lo agrario-feudal, una pugna entre el progresismo y el pasatismo, entre una apuesta por el futuro versus un pasado idealizado en una suerte de miltoniano “paraíso perdido”.

En ese contexto, bastante complicado y con matices (al cual se debe agregar el discurso ambiental), aparecen los líderes con ambiciones políticas. Pocos logran llegar a ser candidatos a la presidencia de la república, poquísimos a ser presidentes. Posiblemente Humala cierre un ciclo de este tipo de candidatos. Pero, creo que fue sincero en su discurso, sobretodo el Humala radical, el de la primera hora, creyó en lo que decía (por lo menos se le veía bastante convencido en los videos), mas llegado a la presidencia la óptica del asunto cambia.

Quizás ese “choque con la realidad” hizo modificar sus ideas, a tal punto que el Humala presidente en su mensaje ante el Congreso empezando el segundo año de “la gran trasformación” fue un mensaje anodino y, peor aún, poco convincente. Más parecía el discurso de un gerente ante el directorio de una empresa exponiendo las cifras de la compañía que el de un presidente que trasmita convencimiento en lo que dice. Es el trágico sino de muchos presidentes izquierdistas en la región.

Como comentaba con una colega, ardorosa defensora del Humala de la gran trasformación, su futuro será muy parecido al de Alejandro Toledo (ironías del destino: nunca se ha cumplido con tanta precisión el adagio “Dios los cría…”), otro outsider que emergió a la política gracias a un gesto de “rebelión” (uno con “la marcha de los cuatro suyos”, el otro con el “locumbazo”): su administración terminará entre escándalos y escandaletes –incluso familiares-, desprestigiada, con poca aprobación y muchos trásfugas que se irán conforme el barco nacionalista se vaya hundiendo. Por lo menos en el caso de Humala no tiene el agravante de hijos sin reconocer, aventuras escabrosas en hostales de dudosa reputación e infinitos litros de buen whisky. Por lo menos en eso se salva para la historia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, July 20, 2012

LAS INSTITUCIONES EN DEMOCRACIA, LOS REVOCADORES DE SUSANA VILLARAN, EL RENIEC O DE COMO “LA CHACRA” YA NO LA MANEJA UNICAMENTE LA DERECHA

Debo precisar que no soy simpatizante ni de los revocadores ni de la revocatoria contra Susana Villarán (para mayores señas se encuentra mi artículo en este blog “Sobre la revocatoria: el caso Susana Villarán”). Es más, en el caso se hubiese producido el proceso de revocatoria, hubiera votado en contra, no porque crea que doña Susana es una “excelente alcaldesa” (ni remotamente), sino porque los perjuicios para la ciudad serían peores que la revocatoria misma, la que no es “muy santa” ni prístina que digamos y tiene a más de un lobo disfrazado de demócrata. Pero, vayamos al proceso y al trágico sino de los revocadores impuesto por el Reniec.

En un sistema democrático idóneo, las instituciones deben ser no solo eficientes y al servicio del ciudadano, sino imparciales, lejos de todo interés partidario o de los poderes fácticos. Lo contrario, es lo que usualmente se conoce como el manejar la cosa pública al estilo de “una chacra”. Es decir, convertir la institución en una parcela donde los funcionarios hacen y deshacen a su libre arbitrio e intereses particulares o partidarios. Es utilizar los organismos del estado para fines propios, de beneficio personal, para favorecer a terceros o, peor aún, como instrumento de venganza o de “contención” política (v. gr.: la famosa megacomisión de los colegios emblemáticos).

Claro que llegar a ese nivel de imparcialidad y eficiencia administrativa requiere tiempo, especialización y mucha voluntad y consenso político, de lo cual nosotros estamos bastante lejos. Pero hacia eso debemos ir.

Por ello lo sucedido a los revocadores y sus planillones en la Reniec linda con lo kafkiano: el propio órgano electoral señaló mediante un documento que tenían plazo hasta el 6 de Julio para presentar las firmas que faltaban (a fin que el proceso de revocatoria se diera el próximo año), pero –siguiendo al órgano electoral- declara que cometió “un error de digitación” y que, oh sorpresa, no era el 6 sino el 5 de Julio la fecha máxima de presentación, por lo que los planillones entregados carecen de valor y todo vuelve a “fojas cero”.

El incidente me hizo recordar esas leguleyadas que uno ve con frecuencia en el Poder Judicial, donde para ciertos jueces la noche puede ser mañana y la mañana noche, y todo lo contrario (todo depende “del mejor postor”). Solo que esta vez los protagonistas no fueron jueces venales, sino funcionarios del Reniec muy cercanos y simpatizantes de la alcaldesa de Lima y a Fuerza Social. En otras palabras, en el incidente fueron juez y parte. Como que la cosa no fue muy imparcial.

Curiosamente, a pesar de ser gente de izquierda y “progresista” la que se encuentra en medio de este desaguisado, comete los mismos vicios que los otros, los de derecha “bruta y achorada”. Los extremos se juntan y los viejos vicios de nuestra cultura se repiten solo que cambiando de actores, sean de izquierda o de derecha.

Esperemos se corrija el entuerto, no por el bien de los revocadores (estos con el dinero que manejan fácilmente el próximo año consiguen de nuevo las firmas), sino de la institucionalidad democrática. Si persiste “el error” y los revocadores por joder acuden a todas las instancias administrativas y judiciales internas y luego las de fuera, la que se va a resentir es la escasa fragilidad institucional que manejamos. Se vería que “la chacra” ya no la maneja únicamente la derecha, sino también la izquierda, la que ha tenido un rápido “expertise” en estos menjunjes institucionales.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, July 13, 2012

EL PRI REGRESA AL PODER

Existe un viejo dicho que en política no hay muertos. En cierta forma se cumple con el regreso del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de México.

Si bien el PRI no estuvo del todo apartado del poder, dado que conservó en estos doce años varias gobernaciones, municipios y representantes en los congresos estatales y el federal, el hecho está más bien relacionado con el regreso al sillón presidencial, el cargo más ostentoso e importante en México, lo que ha causado inquietud por sus viejas prácticas y mañas adquiridas en setenta años ininterrumpidos de ejercicio cuasi solitario del poder.

En principio habría que preguntarse por qué regresó luego de doce años “de andar en el desierto”.

Por lo general el regreso de viejas figuras o viejos partidos obedece al desgaste del partido en el poder y que las nuevas opciones no convencen del todo.

El desgaste del partido en el gobierno, el PAN, luego de doce años en la presidencia, tiene como causa principal la violencia que ha traído la guerra contra el narcotráfico con 60,000 muertos (casi la misma cantidad “oficial” de muertos que tuvimos nosotros en la época más dura del terrorismo), así como el aumento en la brecha entre pobres y ricos lo que a su vez origina desigualdad social. En otras palabras, en la estrategia de “guerra interna” los costos son muy altos y los resultados casi nulos; mientras que con las recetas de “libre mercado” las diferencias sociales se han agudizado.

Matices más, matices menos, el fracaso del PAN obedece a esos dos factores. Existen otros como la corrupción eterna en México o la abierta declaración del ex presidente panista Vicente Fox a favor de Enrique Peña Nieto, el candidato opositor a su agrupación política; pero principalmente los dos factores antes señalados fueron decisivos para que la diosa Fortuna diera la espalda al partido que arrebató al PRI la presidencia en el año 2000. Aparte de ello, en México la solidez institucional de los partidos políticos es superior a la peruana, donde agonizan en una muerte lenta o a plazos.

Podemos decir que en la designación de Peña Nieto, y más allá de “la compra de votos” denunciada por el segundo en discordia, López Obrador, se aplicó el viejo adagio “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Aunque el retorno a la presidencia supondrá el temor inconciente del retorno de estos malos hábitos y una presumible nueva eternización en el poder.

Personalmente no lo creo. Las circunstancias y condiciones que rodean el triunfo de Peña son otras. Enrique Peña gana con un discurso ambiguo y amplio más una imagen carismática. Fue “un lavado de cara” del PRI, algo similar –salvando las distancias- a la que ocurrió con la candidatura de Alan García para la presidencia en 1985: discurso amplio e inclusivo, promesas electorales genéricas, candidato carismático y toques efectistas de publicidad, respaldado por un sólido partido y los medios de comunicación.

El candidato era idóneo para este “reencauche político”. Otra cosa distinta es el ejercicio de la presidencia en México, casi siempre marcada por signos autoritarios (el presidente elegía a su sucesor más o menos a la usanza romana, era el conocido “tapado”). Sobre lo que sucederá solo caben conjeturas, pero lo más probable es una continuación “en piloto automático” de las políticas de su antecesor, quizás con algunos cambios de estilo, pero sin alterar la esencia. Igual en el modelo de mercado, de repente hasta se atreva a privatizar o por lo menos invitar a capitales privados en coparticipación a fin de modernizar la todopoderosa PEMEX; claro, si cuenta con el respaldo de su partido y los sindicatos. En la lucha contra el narcotráfico, continuará con la política represiva o quizás baje la intensidad, si es cierto que muchos de sus compañeros priistas están metidos en profundas alianzas con narcos locales. De la corrupción ni que se diga, ese es un mal endémico de la sociedad y el estado mexicano. “La mordida” es el ejercicio nacional.

En fin, quizás no será mucho lo que cambie, para bien o para mal, y de repente de acá a seis años vuelva a abandonar el poder el viejo partido institucional. Por lo menos eso se espera para que el relevo oxigene el sistema democrático.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, July 06, 2012

PROFETAS DEL ODIO

La reciente irrupción violenta de miembros del Movadef (partido de fachada de Sendero Luminoso) en la presentación del libro “Profetas del odio” del sociólogo Gonzalo Portocarrero a fin de “polemizar” con el autor del texto dice mucho de los escasos modales democráticos de las huestes de Abimael Guzmán y que las viejas prácticas autoritarias siguen vigentes en Sendero.

La estrategia fue similar a la usada en la época de la “guerra popular”: irrumpir bruscamente en un lugar donde no han sido invitados a fin de lanzar arengas a favor del partido o –en ese entonces- del “presidente Gonzalo”.

No se trató de polemizar con el autor del libro usando argumentos, que hubiese sido lo razonable y “democrático”, sino de utilizar la presentación como espacio de propaganda partidaria. La estrategia es muy usual en los partidos totalitarios, sea el nazismo, el fascismo, el comunismo o sus derivaciones contemporáneas. No se trata de buscar razones que se opongan a otras razones distintas, sino de “imponer” a la fuerza el punto de vista.

No creo que con esa estrategia busquen una “inclusión democrática”. Habría que ser poco perspicaz para suponer que esas prácticas autoritarias van a ganar adeptos en los sectores democráticos mayoritarios que les permita salir del entrampamiento ideológico y político en que se encuentran.

Da la impresión que más bien buscan “consolidar el gueto” o “el frente interno” y ganar a la causa jóvenes con tendencias radicales y que crean a pie juntillas en “la guerra popular” iniciada en 1980. Gestos así tienden a unir a los “verdaderos partidarios”, como en el pasado el martirologio unió a los primeros cristianos e hizo crecer su número, o en el APRA auroral cuando la persecución a sus líderes y seguidores unió más al pueblo aprista en torno a la figura de Víctor Raúl.

Unir en torno al partido y al “presidente Gonzalo” a aquellos creyentes fervientes a pie juntillas en las acciones terroristas como expresión de la “guerra interna” a fin de liberar al país del oprobio de las taras coloniales y conducirlo al socialismo bajo “el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui” (con el perdón de José Carlos Mariátegui).

Como apunta Gonzalo Portocarrero, el odio y la violencia fueron consustanciales al senderismo. Quizás al inicio tuvieron un fin altruista, cuando muchos jóvenes con ideales entregaron sus vidas entre 1980-1992 por un Perú más justo y equitativo, pero al final la violencia los devoró y de ser un instrumento pasó a ser un fin en si misma. Sucede cuando la violencia y el odio se salen de los cauces de control como en Camboya con Pol Pot o en la cruenta guerra étnica en la antigua Yugoslavia. Al final se elimina a todo aquel considerado distinto y por lo tanto “enemigo”: sea distinto por ideas, creencias religiosas, raza, etnia, color de piel, género, forma de vida o clase social.

No fue tan descabellada la incursión senderista de aquella noche de la presentación del libro de Portocarrero, ni tampoco fue propaganda inútil. Quizás en estos momentos algún joven con inquietudes de justicia social y hastiado de la política criolla, haya sido motivado a abrazar el “sendero luminoso” trazado por un grupo de fanáticos a la cabeza de un “presidente” que purga penitenciaría en la base naval del Callao.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, June 19, 2012

LOS LÍMITES DEL NEOLIBERALISMO: A PROPÓSITO DEL CÓNCLAVE LIBERAL EN LIMA

Pasó medio desapercibido el Foro Liberal de Marzo pasado celebrado en la Universidad de Lima, ello a pesar de la nutrida presencia de “ex presidentes constitucionales”.

Es cierto que el número de ex presidentes cuyo mandato fue por elección popular es bastante amplio y de todo tipo en América Latina. En treinta años y con elecciones limpias o más o menos limpias en la región, la lista de ex presidentes constitucionales pasados al retiro temporal o definitivo tiende a engrosar. De todo tipo o sesgo político, casi siempre tienen como ocupación el escribir artículos (las más de las veces políticamente correctos y bastante “aburridos”) en distintos periódicos de habla hispana y sobretodo el dictar conferencias invitados aquí y allá. Es una forma bastante elegante y cómoda de “mantenerse vigente” y al mismo tiempo ganarse la vida mientras se espera la reelección (en los casos que las leyes de sus países lo permitan) o en otros de ser su definitivo pane lucrando.

La verdad, el cónclave liberal mereció mayor difusión de los medios. Si no fuese por algunos comentarios bastante hostiles a la reunión que, sin querer queriendo, le hicieron un poco de publicidad, este pasaba totalmente inadvertido; pese al anuncio, semanas previas al evento, a página entera en el decano de la prensa nacional. Ni la presencia de Mario Vargas Llosa atrajo la atención mediática necesaria.

Tampoco estuvieron los que debieron estar, y hubo otros cuya presencia hizo recordar algunos actos de su gobierno poco democráticos, limpios o legales. Como que la representación liberal no estuvo bien seleccionada y más parecían émulos de la tristemente célebre DBA local (derecha bruta y achorada). Hasta alguien comentó, no sin razón, que en esa mesa estaría muy cómodo un conocido director de un diario de derecha local, sino fuese porque está peleado con el hijo de don Mario y por eso no lo invitaron.

Pero, ¿por qué no prende la ideología y prédica liberal en países como Perú?

Más allá del intento del propio MVLL en el FREDEMO, no se ha vuelto a reeditar con el ímpetu necesario una renovación política y programática del liberalismo en el Perú. Es un hecho que “sus recetas” fueron asimiladas por todos los gobiernos peruanos sin excepción desde los 90 en adelante. Igual sucedió en otros países del continente. Curiosamente las recetas fueron aplicadas con mayor fruición por aquellos que siendo candidatos se reclamaban en una posición de izquierda, marcadamente estatista e intervencionista, terminando por asumir el programa liberal de privatizaciones, reducción del estado, déficit cero, entre otros puntos de la agenda que causaban tanto recelo hace apenas veinte años atrás. Fujimori, Toledo, García y ahora último Humala, todos sin excepción, siguen el modelo económico liberal, pese a que en su momento se autoproclamaron de izquierda o centro izquierda y lo repudiaron abiertamente.

Quizás a los liberales criollos les ha sucedido lo mismo que a los apristas: su programa inicial fue asumido por sus más férreos opositores. Al APRA le pasó con los militares, bajo el gobierno de Velasco, que se inspiró en el programa contenido en el auroral El antiimperialismo y el APRA como fuente doctrinaria y política de las nacionalizaciones de aquellos años y su prédica antiimperialista. A los liberales les ha ocurrido algo similar. Otros, llegados al poder y que no causaban tanta resistencia en el electorado, han aplicado su programa.

Admítase o no el país está creciendo con el modelo (lo cual dista obviamente de creer ciegamente en él). Pero ese reconocimiento ideológico no se ha trasformado en rédito político a favor de la causa liberal. Quizás la razón esté en que “la receta” ha pasado a ser parte del sentido común político, aplicada indistintamente por partidos y personalidades de tendencias bastante disímiles. Por otra parte no ha existido un movimiento político auténticamente liberal que le de sustento fáctico a la ideología. Como anotamos líneas arriba, el último intento serio fue el Movimiento Libertad y ya sabemos cómo terminó luego de la derrota electoral de 1990: algunos de sus principales cuadros, sin rubor en la cara, pasaron a servir al gobierno de Fujimori post golpe de estado y otros prefirieron la discreta autoexclusión de la praxis política, incluyendo al líder natural del movimiento, MVLL.

Sería bueno para la política local que exista un partido explícitamente liberal. Falta mayor debate y presencia de los liberales en el Perú, así como la “salida del closet” de algunos que habiendo sido entusiastas colaboradores primero del Movimiento Libertad y luego del fujimorismo en los años noventa, hoy actúan en forma encubierta bajo la fachada de “caviares de derecha”, mientras su corazoncito late por el liberalismo. Y una cosa más importante: que ese partido liberal “huela a cholo”. Que sea un partido de masas, no de cuatro grandes empresarios jugando a la política. Esa fue una de las razones por las que fracasó el FREDEMO: olía mucho a Club Nacional y a perfumes caros de Paris. Sino pregúntenle al APRA por qué caló tanto en el peruano del siglo XX, así como los fujimoristas (nos guste o no) en el presente siglo. Y, otro detalle no menos importante: no confundan el engendro del neoliberalismo con el noble liberalismo. Este último es mucho más grande y generoso que el otro.

Está bien criticar los monopolios del estado o el populismo manirroto que deja más pobre al país; pero no se olviden también de criticar los “acuerdos” entre empresas privadas a fin de concertar precios o que gran culpa por esta última crisis se debe a la irresponsabilidad de los grandes bancos y al “populismo” del estado por salvarlos de la bancarrota asumiendo sus pasivos y sacrificando el estado de bienestar de la mayoría de sus ciudadanos.

En países como el nuestro no es que exista demasiado estado, sino que el existente es ineficiente (salvo honrosas excepciones) y no llega a todos los ciudadanos, sobretodo si pertenecen a los sectores sociales con menos poder económico o político. Por eso para los poderes fácticos es fácil cooptarlo y seguir manteniendo el statu quo; aspecto en el cual no reparan los neoliberales criollos al momento de efectuar sus duras críticas contra el estado.

No podemos decir, parafraseando de nuevo al viejo partido de Alfonso Ugarte, que “solo el liberalismo salvará al Perú”, pero sí oxigenaría la política con un debate estimulante, más allá de las aguas estancadas de la actualidad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, June 01, 2012

PAROS ANTIMINEROS, DE NUEVO

Los paros antimineros ya no son la excepción, son la regla, a tal punto que en el reciente, en la provincia de Espinar, el gobierno ha decretado el estado de emergencia, con la suspensión de ciertas garantías constitucionales, síntoma evidente que la situación era inmanejable para el estado.

Es cierto que en los organizadores de los paros –y de la mano de ciertas ONGs ambientalistas- subyace una ideología decididamente contraria a la gran minería, de un no rotundo, así se demuestre que no produce daño significativo al medio ambiente. El caso emblemático es Conga. Haya o no haya estudio de impacto ambiental Conga no iba a ejecutarse. Y no se trata solamente de simple cálculo político de los actores en escena, algunos actuando de buena fe, los más burdamente (con intenciones muy evidentes) y otros demostrando mejor “habilidad escénica”. No es solamente ello, sino la ideología que subyace al “no a la gran minería”.

En este aspecto los grupos de izquierda detrás de la oposición a los grandes proyectos mineros apuestan por una suerte de Edén sustentado en la agricultura, el turismo ecológico y “los grupos primitivos” como base de un “desarrollo equilibrado”. La vuelta a un supuesto pasado idealizado, antes de la llegada de los primeros occidentales a América. El “mito fundacional” exacerbado por creencias no fundamentadas que ese pasado fue más justo y equitativo que el actual presente; consiguientemente la gran minería que ha sido la fuente de todas nuestras desgracias debe ser erradicada del país “por siempre y para siempre”.

Hemos regresado al arquetipo idílico de los utopistas del XIX. Si Marx los viera, se mataría de la risa.

Por eso, estos grupos de izquierda no hacen mención para nada a la explotación de la pequeña minería, informal, artesanal y muchas veces ilegal. Para estos grupos son “pobrecitos”, suerte de lumpen proletariado o proletariado informal que no encuentra otra forma de supervivencia. Su visión y justificación se encuentra arraigada en algunas lecturas de manuales marxistas de los años 30, combinado con una mala aplicación de ciertas doctrinas sociales de la Iglesia Católica que apuestan por los más pobres y desposeídos. Por ello nunca escucharemos o leeremos alguna crítica de estos grupos contra la depredación del ambiente que realizan los mineros informales, la evasión tributaria, la explotación sexual de menores y la comercialización de drogas que se practica en este perverso circuito minero.

El otro lado del problema se encuentra en el gobierno y el estado. Todos los gobiernos, incluyendo el de Humala, han apoyado la gran minería por razones prácticas: la renta minera permite solventar ampliamente los gastos del estado, incluyendo los gastos sociales de la presente administración (Beca 18, pensión 65, Cuna más, etc.); pero sin contar hasta la fecha con un proyecto de desarrollo nacional sustentable a largo plazo en la renta minera, lo cual implicaría una reforma política, legal, administrativa y económica que ningún gobierno hasta el momento ha querido encarar seriamente.

Además, los sucesivos gobiernos se apoyan en la gran minería porque es fácil de monitorear y fiscalizar ya que se trata de unas cuantas empresas fácilmente ubicables, formales; y, por lo general, cuidan más del ambiente y practican lo que se denomina “responsabilidad social”. Grados más, grados menos (siempre hay una “oveja negra” por allí) prefieren ser bien vistas por la comunidad y tratar de arreglar las diferencias que se presentan. La magnitud de las inversiones que realizan les impide oponerse ciegamente a los petitorios humanos y ambientales que las comunidades aledañas o el estado les exigen… siempre y cuando estos sean racionalmente “manejables”.

Es cierto que a veces en las negociaciones algunas mineras “patean el tablero” o demuestran “insensibilidad social” hacia la comunidad, generándose rechazo de los lugareños y los subsecuentes “paros antimineros”. En otras ocasiones, la población es azuzada por demagogos que buscan posicionarse en su región o a nivel nacional, y así obtener un provecho político o económico; donde toda posición intermedia conciliadora es engullida por los extremos radicales. Entre representantes mineros con escasa perspectiva, dirigencias antimineras demagógicas e ideologizadas y un estado ausente, es fácil presumir como el conflicto va creciendo hasta el estruendoso estallido.

Desconozco si el estado cuente con una oficina permanente y equipos de negociación efectivos con amplias facultades para resolver los conflictos antes que estallen, resolverlos cuando todavía son embrión y las cosas no se han salido de contexto (de nuevo Espinar, de nuevo Conga). No se trata solo que vaya un ministro a firmar un acta (que luego será incumplida) cuando la pradera ya se incendió, sino de tener voluntad política para actuar antes que los hechos salgan de control. Caso contrario, van a servir políticamente en “bandeja de plata” a los grupos de izquierda que buscan “regresar al Edén agrícola pre colonial”. (De nuevo, Marx de enterarse, se reiría a mandíbula abierta de ellos, no sin antes lanzarles uno de sus típicos sarcasmos).

Si estos grupos de oposición tomaran conciencia como otros países han logrado desarrollar y crecer utilizando la renta minera, sabrían que es posible desarrollo, cuidado del ambiente y explotación minera, algo que al parecer ha entendido el presidente Humala, en contraposición al incendiario candidato Humala.

Asimismo, parte de los beneficios que reporta la renta minera deben ir directamente a los vecinos aledaños a la mina. No los podemos tratar como infantes incapaces. Incluso si el estado quiere tener la conciencia tranquila y ser responsable con el dinero que entregue directamente, esa entrega puede estar condicionada a ciertos requisitos previos como escolaridad de los menores, cuidado de la mujer y el anciano, programas de empleabilidad inmediata, etc.

El problema es complejo por los intereses contrapuestos que existen en torno a la gran minería y los bolsones de pobreza existentes alrededor de las minas a explotar. Por parte de los grupos antimineros existe el objetivo de “tirar la cuerda” hasta que esta se rompa, acompañado de un estado ausente y poco eficaz para resolver los conflictos. Lo ideal sería que comunidad, empresa minera y estado negocien y cedan en algo para que todos ganen. Es la forma madura de enfrentar los problemas. Lamentablemente esa actitud se percibe bastante lejana y más bien priman los berrinches infantiles, actitud con la que todos pierden; incluso esos pobres que dicen defender los que se oponen a los grandes proyectos mineros.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, May 18, 2012

¿NEONAZIS EN EUROPA?

Si bien la historia suele repetirse, no necesariamente los hechos tienen que ser idénticos, pero sí con algunos elementos similares. Es lo que sucede en Europa con el ascenso al poder en Grecia de grupos neonazis como Amanecer Dorado, con un inquietante diez por ciento conseguido en las últimas elecciones parlamentarias y exhibiendo un símbolo muy similar a la cruz gamada del III Reich.

Hasta el nombrecito tiene un “tufo” a nuestro vernáculo Sendero Luminoso y, como este, con un dogma a prueba de balas, con militantes totalmente ideologizados (o idiotizados) con una “doctrina” que justifica propuestas como tender un cerco de minas antipersonales sobre la frontera del país helénico para impedir el ingreso de los inmigrantes o expulsar “a patadas” a los que ya están adentro. Y no lo dicen en broma los muchachos de Amanecer Dorado, sino muy en serio.

¿Pero este y otros elementos como el clima de xenofobia que se respira en Europa pueden dar pie para creer que estamos ante un resurgimiento del nazismo?

Creo que no. O para ser más preciso, todavía no.

Aunque el marco tiene algunos elementos en común con lo vivido en los años treinta del siglo pasado, como crisis económica, desempleo y echar la culpa de todo ello a “los extranjeros”, no por eso podemos hablar todavía de un “resurgimiento” nazi en Europa. Para que suceda tendría que prender la chispa en países más grandes y fuertes que Grecia, como serían Alemania o Francia.

Precisamente, en Francia hay una “alerta amarilla” con el nada despreciable tercer lugar que obtuvo en las últimas elecciones presidenciales la “neofascista” Marina Le Pen. Lo peligroso, “la alerta roja”, sería que de acá a cinco años, en las siguientes elecciones presidenciales, Marina Le Pen pase al “balotage”, como al parecer fue su estrategia al no apoyar a Sarkozy en la pasada segunda vuelta, permitiendo así que ganen los socialistas, se desgasten estos en el poder con las reformas de austeridad que van a tener que ejecutar y ella coseche la insatisfacción gala para las próximas presidenciales.

En ese momento sí habría que preocuparse del fascismo en Europa. O si en países medianos como España o Italia gana la “derecha dura”. Ya no Rajoy o “il cavaliere”, sino los otros, los que proponen, como los neonazis griegos, eliminar a los extranjeros como fuente de todo mal y empoderar a “la raza pura” como solución a los problemas que les aqueja: el nacionalismo chato y maloliente que en épocas de crisis vende muy bien como cebo de culebra.

Pero, la política va asociada a la economía. Ese panorama un tanto sombrío podría materializarse de persistir Alemania con las recetas de “austeridad” propuestas para los países con déficit fiscal.

En América Latina ya pasamos por esas “recetas” en las décadas de los ochenta y noventa y no trajeron mucho beneficio que digamos. La verdad que austeridad sin crecimiento traerá más crisis y más desempleo, y consiguientemente, mayor malestar social, que será canalizado astutamente por los grupos neonazis en Francia, España o Grecia, por mencionar solo a tres de los veintisiete estados de la Unión Europea.

Alemania ha optado porque los socios con problemas paguen la factura solitos, factura que ha tenido que ver con las deudas de los bancos en el descalabro financiero iniciado el 2008. Al proceder así “quema” a los gobiernos, los desgasta rápidamente. Pasó con los socialistas en España y pasará con el actual gobierno de los “populares” (PP). Le sucedió a Sarkozy en Francia, tildado –como decimos nosotros- de “chulillo” de la Merkel (y les pasará a los socialistas galos si siguen la receta). En Inglaterra la coalición conservadora-liberal, dedicada con fruición a recortar el gasto social, ha recibido el peor castigo en las elecciones para alcaldes, quedando en tercer lugar. Como decimos por estos lares, “no sacaron ni para el té”. En Grecia la coalición socialista-conservadora no ha podido hacer gobierno, en vista que los partidos menores ponen ciertos condicionamientos “para no quemarse”, como no seguir ciegamente las recetas de austeridad y recorte fiscal del Banco Central Europeo, bajo pena que Amanecer Dorado siga creciendo en las intenciones de voto.

A ello se suma que los países de la UE tienen moneda única, el euro (salvo Inglaterra y algunos otros que persistieron en su propia moneda), por lo que los países con problemas no pueden devaluar para favorecer su tipo de cambio y fomentar sus exportaciones, viéndose bastante limitados para poder reactivar su economía, así como por los acuerdos unionistas, principalmente con el Banco Central Europeo manejado por los alemanes, y que somete a severas condiciones cualquier ayuda financiera.

También hay mucho de mito y propaganda ideológica neoliberal con respecto al déficit fiscal de los estados europeos. No es tan cierto que estos cargaban con un gran déficit antes del estallido de la crisis financiera de 2008, sino que fue a raíz de esta y para salvar a los principales bancos en problemas, que los estados se endeudan a niveles inmanejables. La prédica neoliberal interesada en desmontar el estado de bienestar solo enfoca una arista del problema pero no todo en su conjunto, lo cual puede ser un “boomerang” que le retorne con mayor fuerza si los grupos neonazis crecen exponencialmente, eliminando toda oposición, incluyendo la neoliberal.

Por eso, la “solución” al resurgimiento de la intolerancia en Europa no es solo política. No se trata de perorar sobre las bondades de la democracia estando con el estómago vacío, con enormes cifras de desempleo o desmontando el estado de bienestar. Más bien el crecimiento y el volver a poner en marcha el circuito virtuoso de la economía podrá alejar “el fantasma” del nazismo en el viejo continente.

Sería una soberbia ironía de la historia que gracias a las tozudas políticas de austeridad dictadas por Alemania, indirectamente fomente el auge de grupos neonazis en la Europa unitaria. Algo similar pasó con el ascenso al poder de Hitler en los años treinta: en gran parte fue gracias a las humillantes condiciones que los aliados impusieron al derrotado estado prusiano al terminar la Gran Guerra. Tan humillantes que fomentó el nacionalismo alemán que precipitó el holocausto y la segunda contienda mundial.

Ojalá la sensatez se imponga.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, May 04, 2012

EL ÁRBOL DE LA PRETENSIÓN: SOBRE LA ÚLTIMA PELÍCULA DE TERRENCE MALICK



Terrence Malick (1943) es un caso peculiar en el cine. Graduado en Filosofía, por cuestión cronológica y empática pertenece a la generación hippie. En 1973 estrena su primer largo, Malas tierras, donde, en embrión, se puede apreciar la relación entre el hombre y la naturaleza, importante en su cinematografía. Luego, en 1978, entrega Días de gloria, filme de espectacular lirismo. Después vendrá un silencio de veinte años hasta La delgada línea roja en 1998. En 2005 se estrenó El nuevo mundo, su visión personal del pacto fundacional que daría nacimiento a los Estados Unidos de Norteamérica y, ahora último, El árbol de la vida, al parecer su obra más ambiciosa. Actualmente tiene dos proyectos en post producción y otros dos en pre. Parece que el mutismo de antaño ha cedido el paso a una incontinencia fílmica, lo que necesariamente no quiere decir que todo lo visto sea de calidad pareja.

El cine de Malick se caracteriza por un intenso lirismo sustentado en una cuidadosa fotografía y una banda sonora no menos exquisita. Sus imágenes son plásticas, hermosas y dicen mucho de su filosofía personal, expresada en un panteísmo basado en el júbilo a la naturaleza y una reflexión honda de sus personajes sobre su existencia, ayudados por una voz en off que expresa sus conflictos y malestares, lo que sienten por dentro, así como “el choque” entre el hombre y su entorno natural, lo cual evidencia que sociedad y civilización se desprenden en los orígenes de “un tronco común primigenio” como es la naturaleza-Dios, de la cual procedemos todos los seres. Era evidente en La delgada línea roja, donde los hombres que se aprestan al combate cavilan sobre sus pesares y angustias en medio de la floresta tupida en el océano Pacífico.

En El árbol de la vida, Malick ha querido llevar estos principios a extremos radicales, suprimiendo casi toda historia en las dos horas veinte de proyección y entregándonos sus ideas a través de las imágenes y las cavilaciones del personaje interpretado por Sean Penn. Ya el título alude al árbol del bien y el mal bíblico. No en vano la película comienza con un versículo del Libro de Job, lo cual nos hace presagiar que vamos a visualizar una obra con pretensiones “filosófico-metafísicas”, incluyendo dinosaurios en el camino.

Para ser sincero, El árbol de la vida no convence. Pretenciosa, retórica, reiterativa, grandilocuente, suerte de sinfonía poética, el filme pretende ser “la obra cumbre de la metafísica visual”. Da la impresión que Malick actúa en forma conciente de estar realizando “la obra maestra”, todo acompañado con un telón musical estridente que satura los sentidos y así tener la impresión de omnipotencia que irradia lo visto.

El autor cae en un preciosismo manierista que se emparenta muy de cerca con el “cine arty”, aquel que narra una historia con toques pretenciosos, aburridos y pesados. Con una gravedad y solemnidad como que estamos ante “un hecho de gran trascendencia”. Esta vez para explicar el devenir del hombre y su relación con el cosmos y la naturaleza, Malick nos retrotrae al origen del universo, los dinosaurios y con citas bíblicas por añadidura para hacerlo más solemne todavía. Todo para contarnos las cavilaciones, desencuentros y encuentros de Sean Penn niño y luego adulto.

Justamente este actor encarnó hace algunos años atrás una película igual de insufrible, 21 gramos (2003), de Alejandro González Iñárritu, sólo que allí trataba sobre la muerte y Malick más bien trata sobre la vida y sus azarosos avatares.

Soy conciente que criticar a Terrence Malick no es “políticamente correcto”. Suerte de vaca sagrada de cierta “crítica intelectual” que aplaude orgiásticamente todo lo que lleve su rúbrica (la explicación de esta crítica al por qué la gente sale desconcertada de las salas de cine luego de ver la película es que se trata de un “filme exigente”), lo consideran como “el autor” por excelencia, por lo que no es raro leer justificaciones a favor del monstruo parido.

Película pretenciosa y poco convincente, apostando doble contra sencillo, estoy seguro que de aquí a treinta o cuarenta años será tan olvidable y descartable como las miles de películas que se estrenaron en el presente año. Esperemos que su siguiente trabajo nos traiga al Malick que tanto apreciamos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


EL ÁRBOL DE LA VIDA [The Tree of Life]
Dir. y guión: Terrence Malick
c/ Brad Pitt (Mr. O'Brien), Sean Penn (Jack), Jessica Chastain (Mrs. O'Brien)
EEUU/2011/Drama***/Estrenos

Friday, April 20, 2012

FICCIÓN Y REALIDAD: TITANIC A LOS CIEN AÑOS

¿Por qué la cinta Titanic es vista en todo el mundo, encantando al espectador común con su historia?

Para la explicación del fenómeno no basta con argumentar que fue un “blockbuster” concebido para arrasar la taquilla. Si bien la premisa es cierta (la película nació para recaudar la mayor cantidad de dinero en el mundo) es insuficiente para explicar las razones de su éxito, lo que ha motivado que en el centenario del hundimiento del célebre barco se reestrene en 3D.

Creo que la respuesta se encuentra en la historia.

Es una historia tantas veces contada en la literatura y el cine, pero no por eso deja de estremecer y encantar. Es una historia de amor y por añadidura de un amor imposible y censurado por la condición social opuesta de los amantes. ¿A quién no le encanta ver o leer esas historias? Habría que no tener corazón para no dejarse encandilar por las peripecias de amor de Jack y Rose.

La “gracia” de la hasta ahora última versión del famoso navío fue la historia de un corto pero intenso amor que perdurará a través del tiempo como el de otras parejas de las artes y letras (su romance dura apenas unas horas hasta el hundimiento del barco). Ese fue “el gancho” que hizo atractiva esta versión del Titanic. Una historia de amor ficticio (en la vida real no existieron los personajes de Jack y Rose), pero “creíble” gracias al telón de fondo histórico, de hechos que sí ocurrieron en la vida real. Es lo que Mario Vargas Llosa denomina “la verdad de las mentiras”, la “magia” del narrador para hacer verosímiles hechos ficticios.

Por ello, en el Titanic de James Cameron lo más interesante es la trama sentimental que se desarrolla en la primera mitad. El hundimiento del barco es coyuntural (es la parte espectacular, “el show de la filmación”) y sirve solo para dar impulso a los avatares de los amantes, de un amor imposible que va más allá de la muerte. Efectos digitales, espectacularidad, se encuentran puestos al servicio de la historia de la joven pareja. (La escena final, suerte de sueño de Rose anciana, revela el deseo anhelado y frustrado de ella: el reconocimiento por parte de la sociedad, de su mundo aristocrático, del amor de su vida, deseo que queda en apenas un sueño).

Precisamente al ser una historia de amor imposible y trágico le da un aliento inmortal. Distinto hubiese sido el significado con el “final feliz” de los amantes. Estaríamos ante un amor anodino más. En cambio, en Titanic existe un aliento trágico: uno de los amantes muere y el otro toma la posta para seguir con “la filosofía de vida” del que no sobrevivió al hundimiento del trasatlántico. De eso trata las más de tres horas del filme que, gracias a esa forma de contar los hechos, no aburre, manteniendo más bien en vilo al espectador.

Titanic “arrasó” con los Oscar de aquel año. Un joven Leonardo DiCaprio consolidó su carrera gracias al filme, consiguiendo en otros, posteriores, “destitanizarse” en papeles memorables, principalmente de la mano de Martin Scorsese con el que ha mantenido una sólida asociación.

Titanic sin ser “una gran película” (el guión está repleto de clichés bastante convencionales), es de esas que cautivan al espectador, porque todos en nuestro fuero interno deseamos vivir historias como las de Jack y Rose, que las compensamos en la ficción de la pantalla o la lectura.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


FICCIÓN Y REALIDAD: TITANIC A LOS CIEN AÑOS
Dir. y guión: James Cameron
c/ Leonardo DiCaprio (Jack Dawson), Kate Winslet (Rose DeWitt Bukater), Billy Zane (Caledon 'Cal' Hockley), Kathy Bates (Molly Brown), Frances Fisher (Ruth Dewitt Bukater)
EEUU/1997/Drama***/Dvd/Películas del ayer

Saturday, April 14, 2012

A CUARENTA AÑOS DE EL PADRINO

Este año también cumplió cuarenta años de su estreno El padrino (1972), co-escrita y dirigida por el entonces joven director Francis Ford Coppola, uno de los puntales de la renovación del cine norteamericano en los años setenta.

Es historia conocida lo difícil que fue el proceso de pre-producción. Un joven realizador que no tenía demasiado poder en los grandes estudios de Hollywood se enfrasca en una película sobre la mafia y el crimen organizado, el de la familia Corleone. Decide para los protagónicos tener a Marlon Brando encarnando a don Vito Corleone, un actor que estaba “vetado” en los estudios por tener fama de conflictivo; y, en el otro papel de importancia, a un desconocido joven actor que daría mucho que hablar, Al Pacino, quien representó a Michael, el hijo y continuador de la dinastía.

Como cuenta el propio Coppola fue difícil convencer a los ejecutivos de la Paramount la inclusión de estos dos actores en el reparto principal. Parece que el modesto sueldo que percibieron fue el argumento contundente para que la productora los acepte. (Brando solo cobró cincuenta mil dólares por el papel, “un sencillo”; aunque lo salvó las regalías que obtuvo el filme a lo largo de los años).

Pero, “el gran valor añadido” de la cinta fue que no se trataba de “una película más” acerca del mundo de la Mafia, sino que Coppola la elevó sobre el común de los filmes del género al otorgarle un aliento trágico que envolvía el destino de los personajes. Existe “una predestimación de los dioses” más allá de la voluntad o el camino que decidan tomar. El caso más trágico es el del propio Michael Corleone, quien en un inicio se niega a tomar parte en los negocios de la familia y termina de jefe al morir su padre, ser asesinado su temperamental hermano mayor Sonny, y ante la debilidad de carácter de su hermano intermedio, Fredo.

En igual sentido, lo que se quiere proteger, termina siendo destruido. El caso más patente es el de la propia familia, la cual se busca proteger a toda costa (todo el esfuerzo de los Corleone se encamina a ello), siendo destruida o disgregada. Sonny asesinado, Fredo exiliado y luego ordenado asesinar por su propio hermano Michael, la familia de este último separada por los turbios negocios que no comparte su esposa Kay. (A la lista se debe añadir el asesinato de la primera y efímera esposa siciliana de Michael, el asesinato de su joven hija en la tercera parte de la saga, así como los intentos de asesinato de Vito y Michael Corleone).

Pero, también habla del poder y de los medios para consolidarse o llegar a él. Se percibe un aliento shakespiriano presente como en las célebres obras del bardo inglés. Esa consolidación en el poder es por medio de la violencia, pero usando sobretodo la inteligencia y la astucia. El más astuto o el más hábil es el que gana la partida, no el que tiene la fuerza bruta (las escenas violentas y de acción son escasas en el filme y se encuentran adecuadamente dosificadas). Las tres partes de El padrino se abren con un acontecimiento importante que congrega a la familia y “anuda” la trama, terminando con una serie de asesinatos que la resuelven.

Similar uso tienen las traiciones. El traidor casi siempre es del grupo íntimo de la familia, sea como el caso de Fredo por “ganarse unos dólares” por su cuenta o de los lugartenientes o parientes políticos de los Corleone. La traición, al ser descubierta, se paga con la vida. Se la considera como “el peor de los pecados”, al decir del Dante.

Fue interesante también el tratamiento de la Mafia. No fue presentada en su aspecto más violento u oscuro, sino que los jefes mafiosos son definidos como ciudadanos comunes y corrientes, “hombres de negocios” felizmente casados y con una familia de la cual se sienten responsables. Como ya se apuntó, tanto Vito como su hijo Michael, hacen lo que deben hacer por mantener a salvo a su familia. Desde ese punto de vista, existe una “justificación moral” de sus acciones, ganándose de esa manera la simpatía del público. (Se especula que este “lavado de cara” de la Mafia obedeció a las presiones que recibieron tanto Coppola como Puzo del crimen organizado, en vista que ambos son descendientes de italianos).

El padrino le otorgaría fama y fortuna temprana a Francis Ford Coppola. Y, a pesar que después “renegó” de su popular trilogía, lo cierto es que cimentó su carrera para proyectos futuros, uno de ellos la segunda parte (1974) que, excepción a la regla, sería mejor que la primera y catapultaría a otro joven y desconocido actor: Robert de Niro, encarnando al joven Vito Corleone. Años después se incorporó al díptico una irregular tercera parte (1990) que, según se dice, Coppola se animó a realizar más por cuestiones de dinero (sus proyectos anteriores no habían reportado la expectativa económica deseada) que por engrandecer su filmografía. Es opinión casi unánime que esa tercera parte es prescindible.

En cuanto a Brando, gracias a El padrino pudo relanzar su carrera en los años setenta en papeles memorables de filmes como El último tango en París, The Missouri Breaks o Apocalipsis ahora. Ni hablar del despegue que significó los roles para las carreras actorales de los jóvenes Al Pacino o Robert de Niro.

Asociado con la célebre melodía de Nino Rota, tarareada al infinito en todo el mundo, El padrino demostró una vez más que una obra concebida solo para ganar dinero (la Paramount buscaba desesperadamente un filme que la saque de la difícil situación económica en que se encontraba), trascurrido el tiempo puede ser apreciada tan fresca y vigente, como lo fue el día de su estreno, lo que sucede solo con los clásicos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, April 04, 2012

5 ABRIL, 1992

Con el gobierno de Fujimori ha sucedido lo mismo que con el gobierno de Pinochet en Chile: nos guste o no su herencia ha continuado más allá de su mandato y más allá de su existencia física, incluyendo el modelo económico y la constitución política que impusieron.

Curiosamente ambos terminaron siendo juzgados. Uno por un juez allende las fronteras de su país de origen; el otro al pisar suelo chileno y ser extraditado y juzgado en su propio país. Ambos con personalidades controversiales que generaron y generan polarización: el ciudadano está a favor o en contra de ellos, pero difícilmente mantiene una posición neutral. Y ambos han dejado un legado político: en Chile los pinochetistas reciclados están en el poder, en Perú “los naranjas” casi lo logran.

En el caso peruano un detalle adicional: los votantes a favor del fujimorismo en las elecciones generales del 2011 fueron jóvenes que nacieron después de 1992, que nacieron junto a las reformas de libre mercado de Fujimori, siendo estas, por tanto, parte de su entorno social y, sea por instinto o por lo que sus padres les han contado, desde muy temprana edad: 1) son escépticos con respecto al ejercicio de la política y los políticos y 2) ven como un hecho natural a la economía de mercado.

No creen en “los políticos tradicionales”, lo que no es culpa de ellos, sino de los propios partidos y políticos que no supieron o pudieron estar a la altura de los cambios que se requerían en el país post Fujimori.

En cambio, el ansía de enriquecimiento rápido, el confort y lo que el dinero puede comprar es la nueva ideología de estos jóvenes que nacieron al calor y las contradicciones de las reformas neoliberales de los años noventa.

Volviendo a las coincidencias entre ambos gobernantes, estas no son casualidades del destino, suceden cuando un país se encuentra en una grave crisis sea política, social o económica o, peor aún, todas juntas. En Chile, la anarquía y el desgobierno que se vivió en los últimos años de Unidad Popular “justificó” al gobierno dictatorial que vendría después. En Perú, el terrorismo, la hiperinflación, el desgobierno y latrocinios de fines de los ochenta fueron la justificación necesaria para el gobierno autocrático de Fujimori. Fue “la solución” que encontró la sociedad peruana para resolver sus problemas. De nuevo lo reitero: nos guste o no.

Es posible que para una minoría intelectual de tendencias liberales y democráticas, esa no hubiese sido la solución ideal. Siempre han argumentado que las reformas neoliberales pudieron ejecutarse “en democracia”, con consenso de los actores políticos. Creo que más son buenos deseos o condenas políticas que realidades tangibles. Para una sociedad poco democrática, prejuiciosa, racista y poco integrada como la peruana, “el autogolpe” fue la justificación idónea para la expiación de todos nuestros “pecados”. Y los llamados “políticos tradicionales”, los chivos expiatorios perfectos. El mito del “hombre fuerte” subsiste en el imaginario popular. De allí que el autogolpe del 5 de Abril fue aplaudido mayoritariamente por el ciudadano común. No tuvo resistencias de la sociedad. Y es posible que de repetirse en el futuro tampoco las tenga.

1992 fue el momento oportuno para enrarecer el clima democrático. Fujimori gobernó prácticamente sin oposición por ocho años consecutivos aplicando “la yuca y el bacalao”, sicosociales a la orden, chuponeos y “una corte de geishas” que adulaban al poder (algunos de ellos adecuadamente reciclados luego del año 2000), mientras las privatizaciones y el dinero conseguido por estas en más de una oportunidad tuvieron fines poco trasparentes. Todo acompasado “al ritmo del chino”.

Reitero. El “autogolpe” del 5 de Abril no se habría producido de no existir los elementos que lo hicieron propicio. En otras palabras: la debilidad de los partidos políticos y su escasa representatividad e institucionalidad no fueron el efecto, sino la causa del fujimorismo y de cualquier tendencia totalitaria. No es culpa de este la debilidad (y torpezas) de aquellos.

¿Se podrá repetir a futuro un 5 de Abril? Yo creo que sí. No tenemos las instituciones ni los cimientos democráticos tan sólidos como para detener cualquier intento autocrático. Si, hipotéticamente, el gobierno de Humala se trasforma en un gobierno autocrático pero con “resultados” (beca 18, pensión 65, cuna más, etc.), la gente común y corriente lo apoyará en caso quiera perpetuarse en el poder él o su familia. Ya no mencionemos a los que tienen el verdadero poder, “los que cortan el jamón”, a ellos jamás les ha interesado la democracia y los derechos humanos, con tal que los dejen hacer sus negocios.

Un 5 de Abril está latente en nuestra historia.

Pero, la historia del autogolpe enseña otra lección: los que quieran perpetuarse en el poder más allá de su mandato terminan mal. Le sucedió a Fujimori y décadas atrás a otro estadista controversial: Augusto Leguía. Así, de existir una “vocación totalitaria” en el presente gobierno e intentos de perpetuarse en el poder, mejor lo piensan dos o hasta tres veces antes de acometerlo. Las consecuencias serían nefastas para el país como para aquellos que se enfrasquen en tan insensata aventura.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Thursday, March 29, 2012

SOCIOLOGÍA DE LA MENDICIDAD

Causó alboroto local las declaraciones de Bill Gates sobre quitarle la ayuda no reembolsable al Perú. Se rasgaron vestiduras aquí y allá. Qué cómo es posible que diga eso, yo, que soy usuario de Windows y Office desde sus inicios. Ya no volveré a comprar ningún producto de su empresa. Nunca más. Ni en copia pirata. En fin, vimos una linda escena de la “sociología de la mendicidad”.

¿En qué consiste?

A modo de las películas, se enfoca un lado del asunto, en este caso el más feo o paupérrimo de nuestra realidad. Se hace un “zoom”, un acercamiento, y se agranda la imagen de miseria. De esa manera, se estira la mano y se pide plata a los organismos cooperantes internacionales. Somos pobrecitos, ayúdennos.

Es un gran negocio. Pregúntenles a las ONG locales que viven de esto. Al final se reduce la pobreza, pero la de los integrantes de esas ONG. De allí el grito en el cielo.

La verdad que el crecimiento sostenido de los últimos veinte años (no diez como algunos mezquinos dicen para restarle méritos al fujimorismo) ha permitido aumentar el ingreso per capita (el ingreso promedio por persona). Quizás no llegamos a diez mil dólares como dice don Bill, pero vamos por allí. Hemos crecido, ese es un hecho incuestionable.

Obviamente eso no quiere decir que ya estemos en el umbral del desarrollo o que hayamos “eliminado la pobreza”. Queda un “núcleo duro” extremo que será más difícil de erradicar, concentrado principalmente en el campo. Asimismo está el otro gran problema: el grado de desigualdad entre pobres y ricos. Muy grande, y que corresponde al estado irlo reduciendo con políticas redistributivas y de inclusión social.

Esas tareas titánicas ya no corresponden a la cooperación internacional, sino al Estado y a la sociedad. ¿Cómo hacemos, qué caminos tomamos? No es fácil tampoco, dado que “el abanico de recetas” es bastante amplio y contradictorio.

El punto es que, como decía “Cucho” Haya, “dejemos de mendigar”. Dejemos de estirar la mano en nombre de los pobres, que ningún país para salir de la pobreza fue por la cooperación externa. Todos, sin excepción, se basaron en crecimiento y la necesaria redistribución “de la torta” entre los que tienen más y los que tienen menos.

Un poco de dignidad nunca está demás.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, March 23, 2012

“LA PEPA” CUMPLE DOSCIENTOS AÑOS

Si bien los festejos por el bicentenario de “la Pepa”, la Constitución de Cádiz de 1812, ha congregado a los españoles y americanos, celebrando la que se considera como la primera constitución liberal del mundo hispano; no es menos cierto que su duración fue efímera, apenas dos años hasta la restauración del absolutismo español con el retorno al poder de los borbones, síntoma que dice mucho de la historia entre dramática y farsesca que se iba a desarrollar tanto en España como en América Latina a lo largo de los siglos XIX y XX, salpicados de dictaduras, caudillismos militares, efímeras constituciones formales, nula o casi nula consolidación de los derechos políticos y del concepto de ciudadanía, piedras eje de toda reforma liberal.

En el mundo hispano no tuvimos “la gran revolución liberal” que acaeció en Inglaterra o Francia y que posibilitó la consolidación del sistema capitalista y de los derechos políticos consustanciales a la persona (lo que ahora se conoce como “derechos de primera generación”). Más bien tuvimos una formalidad de derechos y una práctica señorial, feudal, que hacía imposible su aplicación práctica. Por poner un ejemplo, el principio “todos somos iguales ante la ley” se quedó en simple enunciación lírica. Hasta ahora.

Por la parte incásica o pre-hispánica tuvimos también una herencia de cacicazgo vertical, de autocracia y nula concepción de individualidad. Era más bien el concepto de masa por un lado y por el otro el de la deificación del inca.

Por ambos lados de nuestra herencia cultural estábamos condenados.

Recién en los últimos treinta años estamos tratando que el concepto de ciudadanía cale. Un poco difícil, pero ahí vamos. Mientras el ciudadano dependa del estado para “pedir derechos”, pero no tome conciencia de sus obligaciones, no tribute, deprede el ambiente, y no se sienta propietario, difícilmente llegará a la adultez necesaria, requisito indispensable para que esa revolución liberal “penetre en los poros” de las personas.

Para terminar, una ucronía. Siempre me gusta saber “que hubiera pasado si…”. Lo que pudo suceder y no sucedió. En el presente caso, que hubiera pasado si al retorno de los borbones al poder, hubiesen admitido las reformas liberales que planteaba la Constitución de Cádiz, incluyendo una mayor autonomía a las colonias. ¿Se habría producido de todas maneras esa revolución independentista violenta y medio anárquica que sacudió a Sudamérica entre la segunda y tercera décadas del siglo XIX u otro habría sido el panorama? ¿Se habrían podido consolidar los derechos políticos de la persona y por ende una encarnación más visible del concepto de ciudadanía?

Son preguntas que quedarán en el tintero. Pero estoy tentado a pensar que de haberse aplicado a cabalidad “la Pepa” en América, los cambios no habrían sido tan profundos como se cree. En primer lugar nos faltó a nosotros una “revolución protestante” que posibilite el cambio de mentalidad de las personas. Tampoco tuvimos una gran revolución francesa que libere de las cadenas del absolutismo y la autocracia. Nos faltaron varios ingredientes económicos, políticos, sociales y culturales y el reconocernos como nación, algo que todavía se encuentra en proceso y no termina de cuajar.

Quizás por la orfandad de esos factores es que todos los proyectos constitucionales y políticos de raigambre liberal han fracasado en nuestro medio.

Celebremos estos doscientos años, pero “no reventemos demasiados cohetes”. Honestamente, no es para tanto.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, March 07, 2012

A CUARENTA AÑOS DE LA NARANJA MECÁNICA

La película no estuvo exenta de escándalo en su estreno, hace cuarenta años. Para algunos una obra maestra, para otros un esperpento, un “bajón” en la trayectoria de Stanley Kubrick, ya consagrado “director de culto” gracias a 2001: Odisea del espacio.

El escándalo posibilitó que el filme estuviera en cartelera semana tras semana y originase largas colas para verla (algo inimaginable para una cinta el día de hoy). Pero, ¿qué es La naranja mecánica?

Inscrita dentro de lo que se conoce como “distopía” o antiútopía, describe un Londres futurista exacerbado por la violencia juvenil, imposible de frenar ni con las más sofisticadas terapias sicológicas, hasta que un grupo de médicos encuentran “la cura” en un procedimiento que inhibe los reflejos de violencia del ser humano, basado en la teoría de Iván Pavlov. El partido político en el gobierno, de tendencias conservadoras y autoritarias, lo auspicia a fin de asentarse y perpetuarse en el ejercicio del poder. Naturalmente que para ese procedimiento experimental se requiere de un voluntario, entrando a tallar el personaje de Alex.

Alex, el joven líder de una pandilla que asola la ciudad de noche, es lo que podríamos decir un ser salvaje natural. Vive en libertad absoluta de sus instintos por lo que obviamente va a “chocar” contra las leyes y convenciones de la sociedad. No ha internalizado la represión de sus instintos, como la mayoría de seres humanos lo hacemos, viviendo en “estado puro”. Por eso no nos cae tan mal pese a los latrocinios, violaciones y “ultraviolencia” que ejerce (personaje creíble gracias a la formidable actuación de Malcolm McDowell). Representa algo que nosotros anhelamos y que en sociedad hemos perdido: vivir en estado natural.

Naturalmente que esa etapa sin límites a los instintos se le va a terminar y la sociedad se impondrá, “castigándolo” por los desmanes cometidos. Allí está presente la sanción moral y jurídica. El castigo no es solamente “el peso de la ley”, sino también de la sociedad que, a modo de las novelas decimonónicas, las víctimas de Alex lo castigarán, una vez que este obtiene su libertad, tras someterse al método de inhibición de los reflejos de violencia.

Ese “castigo moral” es quizás más significativo que el jurídico, dado que las víctimas de Alex buscan sancionarlo con una pena similar a la causada por él: comenzando por los padres del personaje que le dan la espalda cuando sale de prisión, luego el mendigo golpeándolo cuando recuerda en sus facciones al muchacho que le propinó una dura paliza, sus ex camaradas de travesías nocturnas convertidos en policías también lo golpearán hasta casi matarlo, para completar con la inducción a la muerte que busca el intelectual cuya esposa murió por la salvaje violación de Alex y sus “drugos”. Se cumple “el ojo por ojo” bíblico.

Pero, la moraleja no queda allí. Precisamente sucede un escándalo a raíz del intento de homicidio contra Alex, por lo que el gobierno se ve en la necesidad de “rehabilitarlo”, devolverle “las facultades” de su anterior estado natural, exclamando el protagonista al final de la película “ahora sí estoy curado”, mientras visiona en su mente que viola a una muchacha y es aplaudido por unos espectadores con apariencia “burguesa”, metáfora que explica el reconocimiento o la tolerancia que se ve impelida la sociedad de aceptar a Alex “tal como es”. En cierta forma él ha ganado contra los convencionalismos. O, si se quiere, ha hecho un “acuerdo” con el gobierno de protección mutua. Aparentemente “se domestica a la fiera” para exhibirla públicamente.

El guión de Stanley Kubrick es bastante fiel a la novela de Anthony Burgess, que contiene mucho de corrosivo sarcasmo sobre la condición humana (la metáfora gira sobre la maldad innata del ser humano, a diferencia de los utopistas que creían en la bondad del hombre, solo que la sociedad lo corrompe), inscribiéndose en la rica corriente de las novelas que describen un futuro nada halagüeño para la humanidad.

También se respetó la jerga utilizada por Burgess, con palabras de origen eslavo. Según confesó el autor, la idea era hacer atemporal la novela y que pudiese ser leída por las generaciones futuras, sin que sientan el paso de los años. Y, sobre el título, si bien se han tejido múltiples explicaciones (La naranja mecánica se menciona en la novela como la obra que está preparando el escritor, cuya esposa es violada por Alex y sus drugos), de cierta manera alude al contrasentido que sería un hombre sin sus sentimientos e impulsos más innatos (“tan raro como una naranja mecánica”), coactando de esa manera su libre albedrío. La libre elección que, como ser humano, debe ejercer entre el bien y el mal; lo que se encuentra claramente expresado en el discurso del capellán de la prisión, cuando Alex es liberado.

Sobre el famoso capítulo final donde se produce un giro al sentido de lo narrado al vislumbrar una “regenación de Alex”, se dice que Kubrick no tuvo ocasión de leerlo en la edición que llegó a sus manos (siempre declaró que conoció la novela por ser obsequio de un amigo y quedó prendado del argumento), otros dicen que sí llegó a conocer el referido capítulo que no estaba en todas las ediciones en lengua inglesa. Personalmente me inclinó hacia la última tesis, dado que Kubrick era muy minucioso en todo, incluyendo sus fuentes de información, pero prefirió cortarlo en el momento que Alex es “curado” y llega a una componenda con el partido en el gobierno, así le daba más “fuerza” a la escena final. Lo cierto es que ese capítulo afectaba todo el sentido dramático de lo narrado anteriormente, en especial “la moraleja” (el hombre es malo por naturaleza), por lo que el realizador prefirió obviarlo en la adaptación cinematográfica; aunque el dichoso capítulo no parece tanto un “mensaje redentor” sobre la condición humana como algunos creen, sino una burla final de Burgess ante quienes sostienen que la cultura y sus instituciones pueden atenuar o hasta mejorar la naturaleza del hombre.

Lo cierto es que La naranja mecánica cimentaría la carrera de Stanley Kubrick, siendo una de sus mejores películas, junto a 2001 y Barry Lyndon, su siguiente trabajo; y, se mantiene tan fresca e inquietante como el día de su estreno, hace cuarenta años ya. Tan inquietante y tan rara como una naranja de relojería.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, February 21, 2012

QUO VADIS IZQUIERDA PERUANA? (O CÓMO FUE “CHOTEADA” NUEVAMENTE)

A los viejos dinosaurios

Hay que tener vocación masoquista para soportar tanta humillación. Primero fue con “el Chino”, cuando decidieron ser furgón de cola del fujimorismo en 1990, hasta que a los pocos meses este los expulsó sin asco del paraíso estatal y decidió, con inusitado frenesí, adoptar las ideas económicas de su contendiente, el FREDEMO. Se quedaron con la boca abierta (y algunos siguen así). Pero no se amilanaron. Hábiles aplicando “el principio de oportunidad” (me subo a la primera combi que me abre la puerta), luego estuvieron encaramados en el poder con Valentín Paniagua por breve tiempo; pero se las ingeniaron para seguir viviendo un poco más del estado gracias al gobierno de Alejandro Toledo. De allí, con el de Alan García, vino la época de “las vacas flacas”, por lo que debieron retornar a las aulas universitarias (principalmente la PUCP) y las consultorías en las ONG.

Con Ollanta Humala sintieron que se sacaron la tinka, que “se les hizo”. Ahora sí iban a ser gobierno, como advenedizos pero gobierno al fin, después de encontrarse en la diáspora por más de veinte años. Era “la tierra prometida”. Humala representaba para ellos “el maná caído del cielo”. Hasta formaron su asociación, “Ciudadanos por el cambio”, y prepararon el primer plan de gobierno, “La gran trasformación”, un mamotreto indigesto de más de doscientos páginas con recetas estatistas e intervencionistas que ya habían fracasado en el país. Leyéndolo parecía que regresábamos al Perú de los “apachurrantes” años setenta, cuando esos, ahora viejos dinosaurios, eran los muchachitos que jugaban a la revolución.

Pero, a los pocos meses de ser gobierno, “el comandante” (como gustaban llamarlo) les propinó literalmente una patada en sus cuatro letras y los expulsó de la tierra prometida. Ay, tanto nadar para morir ahogados en la playa. Salvo uno que otro que, sin rubor en la cara, solapa nomás, se “atornilló” bien en su puesto, olvidándose de “los principios socialistas” y de sus demás compañeros maltratados, la mayoría de ese colectivo de viejos izquierdistas sesenteros y setenteros salió expectorado del gobierno de Humala.

Algunos con cartitas de reproche de por medio dirigidas al “comandante”, tipo amante despechada, donde le recuerdan, como esas mujeres que ayudaron al marido en los difíciles primeros años de su carrera, que ellos creyeron en él cuando nadie daba ni un centavo por su candidatura. Lo cual es cierto, pero no exento de interés recíproco. No fue un matrimonio “por amor”, ni menos amor puro o platónico, sino por interés. Ellos (la vieja izquierda setentera) necesitaban de una “locomotora” que los lleve a la tierra prometida, y esa locomotora no era otro que Ollanta Humala. No había otro candidato con el perfil del nacionalista.

En este “divorcio” Conga fue “el punto de quiebre”. No estuvieron a la altura de las circunstancias y olvidaron que como funcionarios del estado representaban a la nación en su conjunto, a los intereses de todos los peruanos y no de una minoría. Antepusieron sus aspiraciones personales y políticas a las del país y, para variar, entre ellos se “acuchillaron”. Se “serrucharon el piso” mutuamente. La “izquierda cainita” estuvo más presente que nunca en el efímero gabinete Lerner. Entre ellos mismos comenzaron a apuñalarse y cometer infidencias que, por política de estado, no debieron salir del consejo de ministros. Los “muchachitos del ayer” se comportaron como adolescentes malcriados y majaderos.

***

Todo comenzó hace poco más de veinte años atrás, cuando implosiona Izquierda Unida y de contar con el tercio del electorado en los años ochenta, pasa a ser una minúscula coalición de partidos cuasi fantasmales. Claro, se dirá que en aquellos años vino también “la caída del muro” y la desintegración de la Unión Soviética. Pero, la verdad, esos argumentos son insuficientes para comprender la pobre representación electoral que tendrá en lo sucesivo la izquierda en el Perú. Las causas se encuentran más adentro que afuera.

Una tiene que ver con Sendero Luminoso y el MRTA. Principalmente el primero. La “izquierda legal” de aquel entonces no desmarcó claramente con los homicidios y actos terroristas de SL. Cuando se les pedía una declaración firme, balbuceaban frases ambiguas o responsabilizaban de todo lo sucedido al “estado represor” (del cual, curiosidades de la vida, ellos vivían como congresistas), mientras internamente, en los comités partidarios, apoyaban abiertamente “la lucha armada”. Por eso, al referirse a esa crucial etapa histórica que nos tocó vivir asolados por el terrorismo, hasta ahora hablan de “guerra interna” o, algunos más suavecitos, de “conflicto armado interno”.

Ingenuamente vieron a Sendero Luminoso como aquellos que sí se atrevieron a realizar en el Perú “la toma del poder vía la insurrección armada”, porque “el poder nace del fusil” y del campo a la ciudad como lo quería su adorado Mao. Alucina loco, en el Perú se estaban produciendo las contradicciones internas que iban a llevar al socialismo como decían Marx, Lenin y el libro rojo del gran timonel. Hasta que Sendero comenzó a matarles dirigentes sin consideración de los lazos familiares. Los “primos hermanos” se comportaron como unos fratricidas. Cuando reaccionaron fue demasiado tarde.

En pocas palabras, y usando una expresión cara al marxismo, podemos decir que “fueron absorbidos por la Historia”.

La otra causa tiene que ver con la falta de paradigmas. De creer en el socialismo debieron pasar a creer en la “democracia burguesa” que tanto despreciaban, choque un poco violento para algunos. O, peor aún, creer en la economía de mercado. Eso sí fue más traumatizante para varios izquierdistas; aunque, la verdad, algunos cambiaron de camiseta fácilmente y sin muchas complicaciones se pasaron a servir “al enemigo del pueblo”. (Esta ausencia de paradigmas será común a distintas izquierdas en el mundo).

Al no contar con modelos propios, lo más inmediato que tendrá la izquierda nativa será el nacionalismo velasquista como alternativa frente al neoliberalismo “imperialista” de los años noventa. Curiosamente en los setenta esa “izquierda revolucionaria” despotricó acremente contra las reformas del velasquismo, calificándolas de “burguesas” y ahora intentaba reactualizarlas en un contexto latinoamericano donde predominaba el discurso de Hugo Chávez, otro autodeclarado heredero de Velasco.

Igual sucedió con la Constitución de 1979. La izquierda de aquel entonces no firmó la carta política. También la calificaron de “burguesa” y que no contenía las reformas anheladas por “la clase trabajadora” (ellos, la izquierda setentera, a modo de los superhéroes de los cómics que fungen de defensores de las causas justas, siempre se ha creído la “legítima representante” de la clase trabajadora y, por extensión, de las demás “clases oprimidas”). Ahora, treinta años después, aupados ya al proyecto nacionalista, reclamaban (un poco conchudamente, para ser sinceros) “el retorno” a la carta del 79 frente a la “carta espuria” del 93. Para “los muchachitos del ayer” el tiempo no había pasado.

Eso me lleva a otra metáfora: “la izquierda Walt Disney”, es decir la izquierda congelada en el tiempo. Aunque es un exceso la metáfora de un joven politólogo, último desencantado de la izquierda peruana, en el fondo tiene cierta exactitud. Podría decirse también que es “la izquierda Peter Pan”, la izquierda que nunca creció y nunca maduró. Para ella los acontecimientos políticos, económicos y sociales de los últimos treinta años son irrelevantes. O no significan mucho. En vez de ir con la historia, van en contra. Ni siquiera han tomado el ejemplo de la izquierda chilena post Allende que cayó en la cuenta que el Chile actual era totalmente distinto al de los setenta, cuando vivieron la afiebrada Unidad Popular. Gracias a la renovación de sus programas políticos, el pueblo los eligió para ser gobierno por largos veinte años, en alianza con sus ex rivales (otro signo de maduración), la Democracia Cristiana. (Y todo parece indicar que en las próximas elecciones presidenciales chilenas regresan al poder).

En cambio, para los “Peter Pan de la izquierda peruana” eso nunca sucedió. Se parecen a los borbones que regresaron al poder en Francia tras el fin de Napoleón: aquí no pasó nada, todo sigue igual. Son inmunes a reflexionar y reconocer que el país cambió y que los errores que cometieron en el pasado son del tamaño del cielo (quizás de la boca para fuera reconocen una “autocrítica”, pero por dentro están bien blindados).

Y la otra gran causa de esa escasa representación política, la principal creo yo, fue la desunión y la consecuente atomización en minipartidos o grupúsculos que ni siquiera llegaron a ser partidos. El “sueño del partido propio” fue un error gravitante y recurrente de esa izquierda setentera. Nacía un nuevo grupo de izquierda y a los pocos meses se dividía, acusándose mutuamente de “ser agentes de la CIA y del imperialismo yanqui”. Parecía un cáncer terminal por la reproducción de células, cada una padeciendo de más infantilismo que la otra.

En cambio, los pocos años que fueron el conglomerado Izquierda Unida que agrupaba a las distintas corrientes, bajo el liderazgo aperturista y democrático de Alfonso Barrantes, el alcance político de la izquierda llegó al tercio de la representación nacional. Ahora último, con el advenimiento de Humala, ni siquiera fueron minipartidos los que rodearon al entonces candidato, sino algunos nombres de “veteranos dirigentes” de esa vieja izquierda que, por sobrevivencia política, suscribió al proyecto nacionalista.

Ese fue uno de sus principales errores. Nunca se unieron en un sólido partido orgánico, ni actualizaron su programa político e ideológico. Todos quisieron ser los conductores de la revolución, los Lenin peruanos, y terminaron siendo apenas “cabezas de ratón”.

Curiosamente ese “lastre maldito” de la fragmentación que arrastra la izquierda (renovadora en los sesenta y setenta, conservadora en la actualidad) es parte de la cultura peruana, criolla para ser más específico. Muchos de esos “jóvenes revolucionarios” de aquel entonces procedían de los estratos altos de la sociedad peruana. Hijos de banqueros y hacendados que jugaron a la revolución. Creyeron que al asumir un credo revolucionario se libraban de la cultura y el “pasado reaccionario de su familia”, pero no fue así. Ellos estaban inmersos en una cultura política que fomenta “el partido propio” y el caudillismo político, practicándolo enfervorizadamente -quizás de manera inconciente- cuando fueron dirigentes de “la clase trabajadora”.

***

Como bien apunta Tony Zapata, esa izquierda no deja herederos políticos. Los muchachitos del ayer que jugaban a la revolución, hoy frisan los setenta años. Consulten el DNI de todos los que se auparon al proyecto de Humala y se darán cuenta. Los Peter Pan de la política criolla no dejan herederos, por lo que extinguidos cronológicamente (todos, tarde o temprano, nos vamos de este mundo), se terminaría sin pena ni gloria.

Una extinción que no es dramática, menos trágica. Quizás a lo sumo da para un sainete o, como diría Carlitos, el gran amigo de Zavalita en la novela de MVLL, es “como tirarse un pedito”. Nada más. Triste final para una izquierda que despertó tantas ilusiones y simpatías en su momento.

Pero, creo esa extinción es para bien. Una renovación de cuadros políticos de izquierda saldrá de esa muerte anunciada (quiero ser optimista). Antes, claro, jugarán “un último partidito” en las próximas elecciones. Conspiraran, serán “furgón de cola” de algún candidato que les prometa una cuota de poder, y luego llorarán cuando les propine una patada en toda la extensión de su humanidad.

Es que estos ex muchachitos que jugaban a la revolución ya están cansados y viejos como para reorganizar fuerzas y hacer un trabajo titánico: fundar un auténtico partido de izquierda unitario.

No es fácil tampoco. La tía Susana quiso hacerlo con Fuerza Social y ahora está a punto de ser revocada de la principal alcaldía del país. No basta con juntar unos cuantos tecnócratas y rostros nuevos en la política, reunirse a tomar un “té de tías” en un club “progre” y soñar con los cambios, sino hacer un trabajo de base.

Ese trabajo es duro y lo tiene que hacer gente joven, con ideales, comprometida con la política. Así fue como la entonces izquierda renovadora de los sesenta y setenta (“los muchachitos del ayer”), se hizo un espacio en la política. Iban a las fábricas, a las comunidades campesinas, a las universidades. Gracias a ese trabajo ganaron representación política en la Constituyente del 78 y en cuanta elección participaba la izquierda en los ochenta, consiguiendo unida nada menos que la alcaldía de Lima en 1983: la izquierda saboreaba por primera (y única) vez las mieles del poder y parecía estar a un paso de ganar el sillón de Pizarro. Luego desperdiciaron ese capital en “timbas políticas”. Para variar, volvieron a dividirse, a acuchillarse entre ellos, a jugar a ser “líderes de la revolución”.

En cierta forma se comportaron como esos hijitos de papá, que les basta pedir para que les den todo y que, con una fortuna entre manos, la tiran por la ventana en alcohol, parrandas, juego y mujeres. Hasta en eso “heredaron las taras” de su clase de origen.

Ahora ya están viejos para retomar el viejo sueño.

Tan viejos que algunos de esos veteranos “muchachitos del ayer” se van bien remunerados del gobierno de Humala, con “embajadas consuelo”, como para que disfruten unas vacaciones y no sientan tan feo la choteada. O, por lo menos, que no duela tanto esa parte final de la anatomía. Allá, lejos y con tiempo de sobra, podrán soñar con la revolución que no llegaron a hacer, con las esperanzas perdidas, con el capital político desperdiciado en pequeños egos y, los más sensibles, quizás derramen una pequeña lágrima de nostalgia, u otros, más pragmáticos, verán la forma de regresar el 2016. Total, una humillación más ya no importa.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, February 17, 2012

QUERRÁN MATARLA Y NO PODRÁN MATARLA: MARÍA ELENA MOYANO IN MEMORIAM

Dice un antiguo adagio que nunca es más oscuro sino antes del amanecer. Ese adagio se podría aplicar muy bien al fatídico año de 1992, cuando parecía que las huestes del terror iban ganando la partida. En Febrero el asesinato de María Elena Moyano, en Julio la destrucción de Tarata, ese mismo mes el contraterror desde los aparatos del Estado en La Cantuta. Todo indicaba que la espiral de violencia era imparable y nada hacía presagiar que a los pocos meses caería el cerebro de la organización terrorista más letal que hayamos conocido.

María Elena Moyano encarnó la resistencia civil a ese terror organizado para amedrentar a la sociedad. Cuando la mayoría prefirió el silencio, el mirar hacia otro lado o, peor aún, se debatió en angustias existenciales entre apoyar o no a Sendero Luminoso como pasó con buena parte de la izquierda peruana de aquel entonces (y que ahora la Historia les pasa la factura por su actuar cómplice), ella prefirió decir las cosas en voz alta, algo inusual en nuestro país, acostumbrado a los dobleces y venias versallescas de la Colonia.

Raro entre la intelectualidad limeña esto de decir las cosas claramente, acostumbrada a las capillas políticas o ideológicas. Pero, felizmente ella se salvó de pertenecer a esa “elite” y las luchas diarias por la supervivencia en Villa El Salvador la cuajaron para responder clara y tajantemente. Claro, lo pagó con su vida; pero, es preferible vivir una vida corta pero brillante, a una larga y mediocre. Hay muchos ejemplos, José Carlos entre ellos o, más cerca, Javier Heraud. De haberse conocido con María Elena, creo que se habrían llevado bien.

Todavía no se le ha otorgado el reconocimiento que merece. Debería incluírsele en los libros de historia con mayor holgura. No se si ya existirá alguna plaza o avenida con el nombre de esta notable mujer. En Villa o fuera de Villa, eso no importa mucho; porque María Elena desde aquel aciago 15 de Febrero de 1992 pertenece por derecho propio a la galería de los peruanos ilustres e inmortales.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, February 08, 2012

SOBRE LA REVOCATORIA Y LA DEMOCRACIA DIRECTA

En términos generales existen dos tipos de democracia: la democracia representativa y la democracia directa.

Por la democracia representativa nosotros elegimos a nuestras autoridades por elección popular. Les otorgamos un mandato (de allí el nombre de mandatario) por un periodo de tiempo determinado. Son nuestros representantes a fin que, vía delegación de facultades del pueblo, dirijan los destinos de un país, una región o un municipio, sea nuestro representante en el Parlamento, administre justicia o imponga la ley y el orden en los casos en que el magistrado o la autoridad policial sea designado por elección de sus pares ciudadanos. La democracia representativa moderna nació en Inglaterra y tiene aproximadamente quinientos años, por lo que históricamente es bastante “joven”. Demás está decir que es el sistema político dominante en el mundo (aunque no exclusivo).

La democracia directa es más antigua, data de la Grecia clásica, cuando los ciudadanos atenienses se reunían en el ágora a fin de decidir sobre los asuntos de su polis. Proponían iniciativas legislativas, hacían justicia, ordenaban el destierro o la muerte de alguna persona, entre otras cuestiones.

Esta forma de democracia se perdió en las tinieblas de los tiempos y últimamente ha sido rescatada a fin que el ciudadano decida directamente sobre los temas que más le conciernen o afectan. Ejemplo: Solo por citar dos temas polémicos, el ciudadano podría decidir por referéndum la legalización del aborto o de las drogas. Sobre su decisión, como soberano, nadie más está.

Dicho sea de paso, en nuestro país el referéndum apenas ha sido utilizado en tres oportunidades: para aprobar la Constitución vigente de 1993, para la conformación de las macrorregiones en 2005 (que no prosperó), y para decidir sobre la devolución de los aportes al FONAVI en 2010.

Dentro de nuestra normativa, la ley que desarrolla las instituciones de democracia directa es la 26300, ley de derechos de participación y control ciudadanos, la cual hace una distinción entre los derechos de participación de los ciudadanos y los derechos de control.

En los primeros incluye a: la iniciativa de Reforma Constitucional y de formación de las leyes, el Referéndum, y la iniciativa en la formación de dispositivos municipales y regionales. (Existen otras instituciones que no se encuentran en la 26300, como el presupuesto participativo o, ahora último, la consulta previa).

En los derechos de control ciudadano tenemos a la revocatoria y remoción de autoridades, y la demanda de rendición de cuentas.

Una diferencia entre unos y otros, es que los derechos de participación ciudadana son propositivos: se escucha la opinión del ciudadano para crear, modificar o derogar una ley o decidir sobre un asunto de importancia capital para él. Los derechos de control ciudadano más bien son fiscalizadores de la gestión de una autoridad.

*****

Dentro de los derechos de control ciudadano, tenemos a la revocatoria que significa literalmente “retirarle el mandato” a una autoridad elegida por elección popular.

Desde el punto de vista de las Ciencias Políticas, la revocatoria y las demás instituciones de la democracia directa son formas efectivas de “democracia subsidiaria”, es decir de apoyo a la democracia representativa, en vista que, como cualquier sistema político, la democracia representativa es sumamente imperfecta, por lo que una manera de “equilibrar” un poco esas imperfecciones es recurriendo a las instituciones de la llamada democracia directa.

Recordemos que en la democracia representativa el pueblo le otorga al funcionario elegido por elección popular un mandato por un periodo de tiempo determinado. Por medio de la revocatoria, le revoca o retira el mandato conferido.

La revocatoria se encuentra establecida en la propia Constitución Política (art. 2º, inc. 17, y art. 31º) y en la ya mencionada ley 26300. En nuestro país solo alcanza a los alcaldes y regidores, presidentes regionales y magistrados elegidos por elección popular.

Dentro de los requisitos de la revocatoria se encuentra que no procede ni en el primer ni el último año del mandato conferido. Ello debido a que en el primer año la autoridad elegida recién “se asienta en el cargo”, toma conocimiento del mismo, por lo que se ha querido evitar un exceso en su uso. Igual en el último año, en vista que es un año netamente de sucesión electoral y la revocatoria puede ser utilizada como manipulación política.

Precisamente sobre la manipulación política, es lo que se denomina excesos o mal uso de las instituciones democráticas por parte de los operadores políticos, tergiversando los fines propios de la institución. Obviamente la solución no está en eliminar la institución cuestionada, sino en perfeccionarla.

La revocatoria debe estar fundamentada (es decir, se debe explicar las razones que la originan), pero no requiere ser probada.

Este último extremo (la no necesidad de probanza) obedece a que la revocatoria es un derecho por medio del cual, en un contrabalance de poder entre el pueblo y quien detenta un cargo público, el primero como mandante le retira la confianza otorgada al mandatario en las urnas. Puede ser por distintas razones, ello la ley no lo señala (es lo que en derecho se denomina numerus apertus). Pero, por lo general, los procesos de revocatoria han obedecido a ineficiencia absoluta de la autoridad elegida y/o corrupción extrema.

Una institución distinta a la revocatoria es la vacancia, la cual sí se encuentra establecida por causal específica en la ley (numerus clausus) y requiere necesariamente ser probada, teniendo derecho el vacado, como medios de defensa, al uso de recursos impugnatorios y a la doble instancia (que su caso sea revisado por una instancia superior, de serle desfavorable la decisión inicial). Por ejemplo, en la Ley Orgánica de Municipalidades de Perú, ley 27972, el artículo 22º establece las causales de vacancia del cargo de alcalde o regidor, y el artículo 23º el procedimiento, así como los medios de defensa a que tiene derecho el vacado.

A grandes trazos podemos decir que por la vacancia, la autoridad elegida “vaca en el cargo” (cesa en el ejercicio del cargo) luego de un proceso sobretodo político y en el cual existen pruebas o, por lo menos, indicios probatorios serios de la causal que la origina, teniendo oportunidad el vacado de defenderse. En la revocatoria, el pueblo, entendido como el máximo soberano, le revoca el mandato conferido al mandatario sin necesidad de probar ninguna causal. “Te retiro el poder que te di” como sucede entre cualquier poderdante y apoderado.

Es bastante común confundir el juicio político de la vacancia y el proceso judicial ante los órganos jurisdiccionales. Si se trata del supuesto de un ilícito penal el que origina la vacancia (digamos malversación de fondos o uso indebido de los recursos del estado), no es obligatorio que la autoridad cuya vacancia se solicita, espere o exija que el órgano judicial se manifieste primero sobre el hecho que originó la vacancia (es decir si existe o no culpabilidad); en vista que la institución de la vacancia (y la revocatoria también) son juicios políticos en los que el ciudadano, una organización social, una autoridad o un ente colegiado deciden sobre el comportamiento político de la autoridad cuestionada.

Volviendo a la institución de la revocatoria, para la solicitud se requiere de la adherencia del veinticinco por ciento de los electores de la circunscripción electoral en la cual fue elegida la autoridad a revocar, hasta un máximo de 400,000 firmas. Para conseguir la revocatoria es necesario la mitad más uno (mayoría absoluta) de electores.

De no alcanzar las firmas mínimas de adherentes certificadas por el RENIEC o de no alcanzar la mayoría absoluta de electores en la consulta de revocatoria, se produce la ratificación de la autoridad y esta continua en el cargo sin posibilidad que se admita una nueva petición de revocatoria hasta después de dos años de realizada la consulta.

De alcanzar mayoría absoluta la revocatoria, esta solo alcanza a la autoridad elegida, sucediéndole quien alcanzó el siguiente lugar en el número de votos de la misma lista a fin que complete su mandato; salvo que la revocatoria alcance a más de un tercio de los miembros del Concejo Municipal o Regional, en ese caso se convoca a nuevas elecciones.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, February 03, 2012

SAN STEVE

Todo ser humano es controvertido. Tenemos luces y sombras y no somos enteramente “buenos o malos”. Sucede con el ilustre desconocido y con aquel que legó a la humanidad valiosos aportes, sea en las artes, letras, ciencia o tecnología.

Ello ha raíz de la aparición de facetas del “lado oscuro” de Steve Jobs, el fundador de Apple. Testimonios que manifiestan el despotismo y hasta humillación hacia sus subordinados, la forma implacable y sin escrúpulos con que se imponía en el mercado o, peor aún, el negarse a reconocer por largos años a una hija extramatrimonial.

Luego de su fallecimiento se aplicó a Steve Jobs un adagio muy peruano: “no hay muerto malo”. Cuando alguien muere pasa a la santidad, así haya sido un desgraciado en la tierra. Lo lloran hasta sus peores enemigos. Algo de eso sucedió con Jobs cuando falleció. Se quemó incienso, se lloró a mares por pérdida tan irreparable, se decía que nos miraba desde “la nube”, lo cual ya tenía una connotación de santidad.

Los testimonios que han aparecido contrabalancean esa imagen prístina, inmaculada. Y está bien, porque eso nos dará una imagen más cabal y equilibrada del hombre de carne y hueso. No de “San Steve”, ni tampoco del ser pérfido que se quiere dibujar en las redes.

Quizás a futuro reconozcamos que fue un hombre genial en la industria del software, con innovaciones sorprendentes que usamos todos en nuestras computadoras, pero que tuvo también su lado oscuro como cualquier mortal. No fue ni santo ni demonio.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es