Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
El festival de mĂşsica rock Woodstock se ha convertido en
el emblema más importante del movimiento contracultural hippie surgido en
Norteamérica en los años 60 del siglo pasado. Quizás contribuyó el hecho que se
grabĂł un documental exhibido en el circuito comercial, visto alrededor del
mundo y ganador de un Óscar al año siguiente. Pero, parece que en los setenta
el festival todavĂa no tenĂa el aura que luego se le adjudicĂł y fue reciĂ©n a
partir del dĂ©cimo aniversario, cuando el movimiento hippie ya languidecĂa, que cobran
fuerza las conmemoraciones histĂłricas del multitudinario concierto de rock acaecido
entre el 15 y el 18 de Agosto de 1969.
Hubiese sido imposible la realizaciĂłn del evento sin tres
personajes claves: Michael Lang, el productor principal que nunca perdiĂł la
calma ni en los momentos más difĂciles; Elliot Tiber, quien se la jugĂł como
dirigente de la comunidad de Bethel para autorizarlo en el condado; y, Max
Yasgur, quien alquilĂł sus campos para el concierto.
Michael Lang, fue la cabeza del conjunto de organizadores
del festival. Como declarĂł posteriormente, no sabĂa en ese momento que estaban
haciendo historia. La forma relajada de Lang de enfrentar los problemas y el
carisma y persuasiĂłn personal que posee (como se aprecia en el documental),
hizo posible remontar las dificultades para su realizaciĂłn. Hasta en los
momentos más difĂciles era un hombre que no perdĂa la calma y mostraba una
simpatĂa difĂcil en momentos crĂticos. Sin Lang quizás el festival hubiese
naufragado.
Elliot Tiber, dirigente de la Cámara de Comercio de
Bethel, personaje un tanto olvidado, fue
quien autorizĂł el festival en el condado, cuando fue rechazado por la comunidad
del condado vecino de Woodstock. Podemos decir que Elliot salvĂł el festival,
dado que ya se habĂan vendido entradas y el fracaso iba a ser inminente de no
encontrar un lugar apropiado. Realmente se la jugĂł contra viento y marea para
que el condado aloje a los melenudos y desarrapados hippies. Tiber (a quien la
pelĂcula de Ang Lee, Taking Woodstock,
le ha dedicado un merecido homenaje) era un activista de los derechos de las
minorĂas sexuales que llevaba una doble vida: gay en la ciudad de Nueva York y
un conservador administrador del motel de sus tĂos y dirigente de la comunidad
en el condado agrĂcola de Bethel.
Max Yasgur, prĂłspero empresario agrĂcola del condado, sin
importarle demasiado la opiniĂłn de sus otros vecinos granjeros, tuvo fino
olfato comercial para alquilar sus campos para el concierto por 75,000 dĂłlares,
una pequeña fortuna en la época (a dólares actuales ganó más de medio millón por
alquilar sus campos).
No estuvieron todos los grupos y cantantes conocidos en
aquella Ă©poca, algunos por que no pudieron llegar, otros porque no querĂan ser
“uno más” en la cantidad de participantes y que luego, cuando Woodstock pasĂł a
la historia, se arrepintieron de no estar presentes. Otros consiguieron saltar
a la fama como Santana y su entrañable Soul
sacrifice, o la estremecedora versiĂłn de Whith a little help from my friends de un joven Joe Cocker. Estuvieron
también presentes bandas musicales consagradas en ese entonces como Creedence Clearwater Revival o The who. Imposible olvidar a Richie
Havens y su estremecedora Freedom, a Janis
Joplin o el solo de guitarra de Jimmi Hendrix con el que se cierra el festival.
Algunos aspectos anecdĂłticos son el ave que simboliza el
festival, posada sobre una guitarra. No es una paloma de la paz como usualmente
se cree, es una catbird, pintada originalmente
sobre una flauta por uno de los organizadores. El objetivo que tuvieron al
organizar el festival fue recaudar fondos para crear un estudio musical
independiente de las grandes disqueras. El concierto si bien no se realizĂł propiamente
en el condado de Woodstock, donde les negaron la autorizaciĂłn faltando pocas
semanas, al estar ya impresas entradas, posters
y demás parafernalia con el nombre de Woodstock, no quedó más remedio que
dejarlo asĂ. Los organizadores al ser desconocidos en el medio musical,
tuvieron que doblar los honorarios usuales a los grupos y cantantes a fin de
animarlos a participar.
Si bien se estima que la concurrencia llegĂł al medio
millón, en el balance final los organizadores tuvieron pérdidas por cerca de
dos millones de dĂłlares, dado que no todos pagaron la entrada de 18 dĂłlares por
los tres dĂas al correrse la voz que el concierto era gratuito (obligados asĂ
los organizadores por no poder controlar la marea humana que llegaba a Bethel),
lo que originĂł una congestiĂłn de vehĂculos y personas, viĂ©ndose obligado el
gobernador del estado de Nueva York ha declarar como “zona de desastre” las
inmediaciones donde se realizĂł el evento.
Solo diez años después, y luego de sortear más de 70
demandas en su contra y en gran parte gracias a los derechos del documental, los
organizadores pudieron zanjar deudas.
Gracias al documental que se vio alrededor del mundo
propiciĂł una “moda Woodstock” en el look y el vestir de la Ă©poca. Los 70 fueron
la década del pelo largo en los hombres, ropa desaliñada, pantalones
acampanados, flores en las vestimentas y el sĂmbolo de la paz y el amor. Y, por
supuesto, el uso más habitual de la marihuana y la cocaĂna, drogas –dicho sea-
que no eran tan fuertes ni peligrosas como las variantes actuales.
Luego de una ardua bĂşsqueda de los originales y
conmemorando los 50 años se puso en circulación una edición fonográfica de 1969
copias con la participaciĂłn de todos los cantantes y grupos que estuvieron esos
tres inolvidables dĂas. No ha tenido igual suerte el concierto de homenaje que
quiso realizar el ahora septuagenario Michael Lang por la negaciĂłn de permisos
y la conmemoración se ha reducido a pequeños homenajes aquà y allá, incluyendo
por supuesto Bethel.
¿QuĂ© queda de todo ello?
Woodstock marcĂł el cenit de la mĂşsica rock y sentĂł sus
reales entre otros géneros musicales. Música popular, pero también expresión de
un cambio generacional no visto hasta ese momento. Fue el testimonio de una
época y de un movimiento contracultural icnoclasta que remeció los valores
tradicionales de América y de Occidente. Quizás de la época queda solo lo
vivido como movimiento contestatario y antibélico, pero el ambiente se respira
todavĂa para quien quiera respirar libremente. Paz y amor.