Monday, October 20, 2014

ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD: EL ELEFANTE DESAPARECIDO

Por: Eduardo Jiménez J.
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Javier Fuentes-León se hizo conocido por su ópera prima, Contracorriente, suerte de “lección moral” (salida del closet como declaró el director) sobre los amores prohibidos entre dos hombres. Esta vez nos sorprende con un thriller con rasgos fantásticos.

Edo Celeste es un escritor de novelas policiales muy vendidas. Ha anunciado la culminación del ciclo sobre el detective Felipe Aranda, con la novela que se encuentra escribiendo. En su pasado, tiene un amor que no puede olvidar: su novia desaparecida misteriosamente el día del terremoto en Ica, frente a la configuración de rocas en la Bahía de Paracas que parecen un elefante. Existen una serie de hechos que en vísperas del séptimo aniversario de la desaparición, llaman la atención de Edo, incluyendo una “encarnación” del personaje central de sus novelas.

Estamos ante un thriller con toques de policial, misterio, motivación sicológica, “novela negra”, coronado todo por el género fantástico, donde realidad y ficción se van mezclando, hasta diluirse una en otro y alterar completamente “la realidad” con un giro de tuerca final sorprende. (También se puede leer como una metáfora del antagonismo permanente entre el escritor y su personaje).

A diferencia de otros thrillers parecidos, donde se aguarda una “sorpresa final” revelada al espectador que a la vez “lo sorprenda” y explique toda la trama claramente; esta vez la revelación no ha querido aparecer demasiado abrupta ni evidente, sino irla dosificando para que el espectador se vaya dando cuenta, hacerla un tanto ambigua, y revelarla luego en toda su plenitud.

Como ya se ha anotado, ello requiere un espectador atento, activo, “cortazariano” (el director es muy adicto a los cuentos de Cortázar), caso contrario “se va a perder” en la trama (esa “discreción” manejada en la resolución ha causado que muchos espectadores, habituales consumidores del cine norteamericano que explica hasta el mínimo detalle la trama, salgan confundidos de la sala). Ello no quita que no se disfrute del suspenso logrado, de principio a fin, conforme se va profundizando en esta suerte de rompecabezas para armar, como el que elabora el protagonista.

Existen ciertos elementos recurrentes con respecto a su anterior filme: el giro de historias tradicionales (en Contracorriente la historia de amor centrada no entre un hombre y una mujer, sino entre dos hombres, en El elefante… la revelación final); la “presencia de fantasmas” que adquieren protagonismo corpóreo (Santiago en Contracorriente, Celia en El elefante…); las locaciones costeñas (el realizador ha declarado que encontró las de este filme cuando buscaba las de Contracorriente); un secreto revelado al final.

Mención aparte merece el uso de las locaciones de la ciudad de Lima, sobretodo la Lima nocturna, que se “sienten” como parte de la trama y no meros decorados, así como la magnífica dirección de actores, desde los principales hasta los secundarios (lo que si es un poco difícil de creer es que acá, en Perú, pueda haber un escritor de novelas policiales, ex policía por añadidura, que viva de sus libros y venda miles de ejemplares como sucede en Estados Unidos o Europa).

Estamos ante el manejo con mano segura que acomete Javier Fuentes-León, en un thriller de impecable factura, muy por encima de otros filmes de similar naturaleza.



EL ELEFANTE DESAPARECIDO
Dir. y guión:Javier Fuentes-León
c/ Salvador del Solar (Edo Celeste), Angie Cepeda            (Mara de Barclay), Lucho Cáceres (Felipe Aranda/Rafael Pineda),  Vanessa Saba (Celia Espinoza), Andrés Parra (Ferrer), Tatiana Astengo (Fiscal Sanchez)
Perú/2014/Thriller sicológico***/Estrenos





Wednesday, October 15, 2014

LA IZQUIERDA EN SU LABERINTO: LA DERROTA DE SUSANA VILLARÁN Y EL AUGE DE LA IZQUIERDA CHOLA EN PROVINCIAS

Por: Eduardo Jiménez J.
         ejimenez2107@gmail.com
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La misma gente de izquierda ya está haciendo sus análisis y la autocrítica en la fallida forma que se hizo gobierno municipal. Más allá de aquellos que achacan la culpa del fracaso del gobierno municipal de izquierda a la derecha (para ellos la culpa siempre es de otros), podemos resumir en algunos puntos cuestionables la gestión de Villarán: privilegio de tecnócratas sobre operadores políticos, provenientes sobretodo de las ONG, buenos para la consultoría y redes sociales, pero nulos para el trabajo de campo (muchos por primera vez pisaban el centro histórico de la ciudad al trabajar en el Municipio) y torpes ante las “zancadillas” que les colocaba la oposición a cada momento –incluyendo la revocatoria-; enfoque básico en la clase media y media alta y nula visión de una Lima en su conjunto para el futuro; improvisación a granel (el “olón” de la Herradura, el corredor azul); descuido de obras para los sectores populares (el puente “Bella Unión” demoró meses en ser restablecido; el túnel de San Juan de Lurigancho se encuentra sin concluir); pérdida de la identidad partidaria por una “mala lectura” del resultado obtenido en el 2010, debido más al azar que a la capacidad de sus dirigentes (Fuerza Social perdió su representatividad política postulando en solitario a las generales del 2011, creyendo que se encontraban en la cresta de una ola electoral); y el subsecuente y desesperado “vientre de alquiler” para las municipales y el “pactismo” con políticos cuestionables de Perú Posible, al más puro estilo de la derecha bruta y achorada. Ya no hablemos de la parte ideológica, donde existe una mezcla en distintas proporciones de progresismo, enfoque multicultural, republicanismo, ecologismo light, aderezado todo con ciertos toques de liberalismo clásico y apertura al mercado.

Es una izquierda que se desdibujó en los últimos años, perdió el norte y perdió aliados dentro de la misma izquierda.

Pero a contracorriente tenemos otra izquierda, la de provincias, una “izquierda chola”, bastante radical, con base política en Patria Roja y base social en el magisterio estatal y el campesinado, cuyos cuadros provienen de una clase media provinciana ilustrada, que en su discurso ha tomado como banderas el cuidado del medio ambiente, la oposición a la gran minería y el predominio de una ruralia, una suerte de gran campo armónico con la naturaleza. Su mejor exponente es Gregorio Santos quien, pese a estar con prisión preventiva por graves cargos de corrupción, ha conseguido cerca del 50% de votos a su favor. En menor medida se encuentran otros “antis” de tendencia radical que operan en el sur del país. El común denominador de todos ellos es su desprecio y desconfianza a todo lo que provenga de Lima, incluyendo a los “dirigentes” de izquierda limeños. (Como una vez sostuve en un post, medio en broma, es el antagonismo irresuelto entre la izquierda caviar y la izquierda salchipapa).

Se puede cuestionar el discurso antiminero de esta izquierda provinciana; pero no se puede negar su arraigo popular. Y difícilmente ese arraigo obedece “al electarado” como acusa la derecha dura, sino a la sintonía con los problemas que tienen las regiones mineras, desde el agua –valiosísimo recurso en los campos cultivables- hasta la repartición de los beneficios de la explotación de las minas.

Evidentemente esa izquierda provinciana ha sabido buscar un enemigo que le sirva de caballito de batalla, y lo encontró en la gran minería formal que curiosamente no contamina en las proporciones que la informal o la ilegal; pero al centrarse en “las grandes empresas mineras” no colisiona contra sus bases partidarias, muchos de cuyos integrantes y familiares se dedican a la minería artesanal y a todo lo que ella conlleva, incluyendo rapto de menores para la prostitución infantil. Fríamente es cuestión de estrategia política. (Ese mismo bastión de izquierda provinciana radical sirvió de base electoral al entonces candidato Humala, tanto en las generales del 2006 como las del 2011).

La pregunta es si tiene futuro la izquierda provinciana. Evidentemente que sí y bastante; pero en el camino va a tener que volverse más orgánica, plantear objetivos viables (atenuar el discurso anti y proponer estrategias viables de desarrollo) y ejercer la democracia interna. Ese es uno de sus grandes retos, pasar de movimiento social de protesta a partido político orgánico. Y si se unifican en un solo partido nacional (tarea, por cierto, bastante ardua y complicada), uniendo todos los movimientos sociales provincianos en una sola plataforma, podemos hablar de un partido político con proyección nacional. (En cierta manera Tierra y Libertad del padre Arana ha dado el salto, pero le falta mucho trecho por recorrer).

En el camino deben evitar repetir uno de los peores males de la política nacional: el caudillismo y el caciquismo, fenómenos que se están volviendo recurrentes en los movimientos regionales de izquierda, emulando el estilo de la derecha conservadora.

¿Esa izquierda provinciana podrá sintonizar con la izquierda light, pituca, de Miraflores y San Isidro?

Lo veo difícil. La limeña izquierda light electoralmente no es significativa. No existen partidos representativos de izquierda, no tienen bases sociales y carecen de coherencia partidaria y programática (hicieron un intento con el Frente Amplio, pero quedó a medias). Deberían mirar hacia el pasado y ver que el mejor momento de la izquierda fue entre los años 70 y 80, teniendo su cenit con Izquierda Unida. El secreto no fue otro que la organización a partir de unas sólidas bases populares y el desenvolvimiento de un populismo edil de izquierda encabezado por un líder carismático al frente (hoy esas bases son o castañedistas o fujimoristas).

Quizás el intento de colocarse Villarán en el centro político, con un discurso dirigido sobretodo a las clases medias ilustradas, poco entendible para el ciudadano común, no dio el resultado esperado. No basta con “renunciar” a un pasado político, sino en ser convincente y coherente en las propuestas.

Y eso lleva también a que la izquierda necesita un líder carismático, que gane elecciones, que “arrastre votos”, como lo fue el desaparecido Alfonso Barrantes, quien no necesitó renunciar a su pasado mariateguista y practicó más bien un populismo edil de izquierda, realizando con escasos recursos una de las mejores gestiones que tuvo la ciudad de Lima. (La institución del programa del vaso de leche nació en su administración).

En estos momentos no cuentan con un líder así y todavía se debaten en pugnas de protagonismo los viejos sesentones y setentones que fueron “revolucionarios” hace ya cuarenta años.

Comparto la idea de Antonio Zapata, en el sentido que los “viejos patricios” de la izquierda -esos que creen estar vigentes porque tienen una columna semanal en algún periódico, concentrados casi todos en el colectivo Ciudadanos por el Cambio- renuncien a todo protagonismo y cedan el paso a los jóvenes. Nunca se aplicaría con más certeza la sentencia de Manuel Gonzáles Prada. Se abran las compuertas a las bases a fin que se produzca el relevo generacional. Quizás de allí surja un líder carismático, en sintonía con la Lima actual y las nuevas generaciones. En la revocatoria del 2013 se vislumbró más de un joven con bastante carisma. (Pienso en Marisa Glave, quien se jugó por entero contra la revocatoria).

Pero como están las cosas, dudo que renuncien. Susana Villarán ya declaró que no abandona la política (en otros países, con el magro resultado cosechado el 5 de Octubre, muchos políticos se retiran a sus cuarteles de invierno), así que suponemos tentará suerte en las congresales del 2016. (No creo sea tan desubicada de pensar en las presidenciales). Los viejos opinólogos tampoco quieren soltar sus posiciones de privilegio en la izquierda; y más o menos se repite en la zurda lo que sucede en los partidos de derecha: caudillismo hasta la muerte; muere el caudillo y con él muere el partido.


Friday, October 03, 2014

A PROPÓSITO DEL ROBA PERO HACE OBRA



Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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Estamos a poco de sufragar en Lima y en las regiones. De las regiones, muchas elegirán a corruptos y oportunistas. Entre la ineficiencia y la corrupción, quizás vayan de mal en peor, y justifiquen a aquellos que ya están clamando con disolverlas, con que solo son una fuente de latrocinio al mejor postor. Y para completar el panorama, por allá las diferencias políticas se zanjan matando al contrario y, al parecer, es barato. Algo hay que hacer al respecto, porque el proceso regional se está matando él mismo.

En la ciudad de Lima el favorito es un alcalde seriamente cuestionado, con gente de su entera confianza investigada por malos manejos, con megaproyectos de su anterior gestión inflados seis veces el presupuesto inicial, con ninguna “visión” de la ciudad de Lima a futuro, y con la mitad de los electores que votarán por él a sabiendas que es un ladrón (“roba, pero hace obra”).

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Se equivocan mis amigos de izquierda cuando polarizan la elección entre la derecha y la izquierda, entre “el malo y la buena”. Es maniqueo y no refleja un buen análisis. Los que van a votar a favor del “roba pero hace obra” no necesariamente pertenecen a la DBA (derecha bruta y achorada). Tampoco la izquierda es un “gran enemigo político” que justifique extinguirla. Eso es victimizarse. Si no se han dado cuenta, como fuerza política ya está extinguida hace mucho.

Es cierto que existe cierto macartismo que explica una fobia a todo lo que provenga de izquierda; pero de allí a autoconsiderarse una “gran fuerza política” a la que quieren derrotar a toda costa, existe mucho trecho. Lo que puede existir más bien son intereses creados porque las cosas en la ciudad de Lima no cambien. Eso es una cosa muy distinta.

Los poderes fácticos que desean mantener el statu quo van a oponerse siempre a cualquier reforma, sea de izquierda o sea liberal; pero la fuerza electoral de la izquierda ya pasó hace más de veinte años, cuando tenía “el cinturón rojo” alrededor de Lima (cinturón que ahora es castañedista y fujimorista); y hoy las izquierdas, políticamente, son “microbios” que se arriman a cualquier gobierno aparentemente progresista. Villarán tenía un enorme reto: ser un buen gobierno de izquierda como el del desaparecido Alfonso Barrantes. Lo intentó, pero la valla fue muy alta para ella y su gente. Esa es la sencilla verdad.

Una sugerencia final para mis ex compañeros de ruta: Sería bueno que de vez en cuando salgan de sus oficinas climatizadas y de las redes sociales, y se ensucien un poco los zapatos visitando los inmensos bolsones de pobreza que rodean la ciudad de Lima y pregunten a la gente por qué votó a favor del candidato del “roba pero hace obra”. No son “el electarado” que define la derecha dura, pero tampoco “los pobrecitos ignorantes” que supone la izquierda samaritana. Se llevarán más de una sorpresa.

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Difícilmente los que ya decidieron su voto por el candidato del “roba pero hace obra” cambien de opinión. No es cierto que solo votarán por él los necesitados, los que no les importa de dónde vengan las obras con tal de tenerlas y no pagar por ellas. No es sólo ese inmenso bolsón de votos de los sectores D y E que le concederán el retorno al sillón edil. Existen muchos votantes de los sectores medios ilustrados, con cierto grado de cultura y educación, que concientemente votarán por dicho candidato. Es gente informada, que lee diarios “serios”, se encuentra al tanto de las noticias y no carece de criterio propio. Tengo muchos amigos y colegas que votarán por el “roba pero hace obra” pese a los graves cuestionamientos que pesan contra el ex alcalde; y estoy seguro que muchos de esos amigos y colegas no buscan un beneficio directo, algunos quizás sí, pero no son todos; otros lo hacen por digamos “convicción” o, como diría el sicoanalista Max Hernández en una reciente entrevista, porque a la gente no le gustan los cambios. Quizás algo de cierto hay, el ser humano es un animal de costumbres, y después de tantos años ya nos acostumbramos a los atropellos y muertes de las combis,  al caos del trasporte y a la inseguridad ciudadana.

En fin, el hecho está consumado, pero eso no significa que todo esté perdido. Pertenecemos a esa “inmensa minoría” que sí le preocupa que regrese al poder un político seriamente cuestionado en sus anteriores gestiones y que, de nuevo al frente de la alcaldía de la capital, se desinterese de las reformas emprendidas para él y su camarilla aplicar a forro el “roba pero hace obra”. Tenemos opciones, no solo fiscalización constante desde este 1 de Enero, no bajar la guardia, como no se bajó cuando Humala fue elegido presidente en otro contexto muy distinto. Los reflectores deben estar constantemente sobre ellos.

No bajar la guardia significa estar alertas, ser un ciudadano conciente de sus derechos así como de sus deberes, estar interesado en “la cosa pública”; pero también el saber elegir. Los que son apáticos, que no les interesa “la política”, no se quejen después si las cosas se ponen peor. Y como la decisión de alcalde ya está tomada, hagamos un contrabalance de poderes, elijamos –como sugiere Rosa María Palacios- a las listas de oposición a fin que entren sus mejores cuadros y fiscalicen. No va a entrar el candidato a alcalde, pero sí sus regidores. Es una forma sensata de no desperdiciar el voto.

Por eso no todo está perdido. Elijan en las listas de oposición (realmente de oposición). Somos un tercio de ciudadanos que sí nos importa quién entre al gobierno. Como ciudadanos y parte de esa “inmensa minoría” tenemos ese derecho. No lo desperdicien.

Tuesday, September 30, 2014

CLASES SOCIALES Y ELECCIONES MUNICIPALES



Por: Eduardo Jiménez J.
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Llama la atención que el voto mayoritario a favor de Luis Castañeda Lossio provenga de los sectores populares (lo que se conoce en las encuestas como los sectores C, D, y E), mientras a favor de Susana Villarán –de tendencia izquierdista- se encuentren los sectores altos y medios (sectores A y B) que obviamente son minoría y no deciden una elección.

Inicialmente se podría conjeturar que los sectores populares son más propensos a la corrupción que los otros, así como más propensos a las dádivas y a los ofrecimientos demagógicos; pero ello aparte de ser parcialmente inexacto, no explica en su totalidad el fenómeno.

Existe un elemento adicional que lo explica en parte y lo comentamos en un artículo anterior a raíz de la revocatoria: la afinidad de clase. (“Siendo una alcaldesa de izquierda, paradójicamente es rechazada por las mayorías populares (el sí se impuso en los distritos más populares), mientras los segmentos altos y medios la avalaban, incluyendo a instituciones de la gran empresa, como la Confiep”: La revocatoria en el final: Susana reina pero no gobierna, 22.3.13).

            Por más que Villarán sea de izquierda (caviar, pero de izquierda) tiene, por afinidad de clase, una sintonía con esos votantes que pertenecen a los rezagos de lo que fue la oligarquía criolla de antaño. Esa “argollita” que detentaba en sus manos el destino del país. Su extracción de clase proviene de allí. Es un elemento subjetivo, intangible, un lazo umbilical, pero que explica en parte esa afinidad de los sectores altos con la alcaldesa. Es una de las “suyas”. Por más que ella lo desee, no podría mimetizarse jamás con un poblador de los sectores populares: su educación, su formación, su pasado familiar, le impiden compenetrarse con los pobladores de los sectores sociales más bajos, pese a sus buenas intenciones “samaritanas”.

En cuanto a los costos políticos por las reformas emprendidas, es cierto, aunque parcialmente, lo argumentado por Villarán y su entorno. Organizar el trasporte y el comercio mayorista significa afectar intereses de sectores informales consolidados en el tiempo y muchos de ellos componentes de “la nueva clase media”, poco ilustrada todavía y enormemente pragmática, pero que goza de gran poder económico cimentado en varias décadas de actividad informal. En cambio los sectores altos y medios tradicionales que le conceden su voto a la alcaldesa, por su propia ilustración de clase (periódicos que leen, comparación de reformas en distintas capitales, acceso a información, etc.), comprenden mucho mejor la necesidad de una reforma amplia de la ciudad de Lima, incluyendo trasporte, comercio mayorista, infraestructura, seguridad ciudadana, con una “visión” de ciudad a futuro.

De allí que el candidato Castañeda, apelando a un populismo edil,  hable (es un decir, dada su parquedad) de una “revisión” de la reforma del trasporte. En cierta manera, lo que busca es ganarse a esos sectores informales con gran poder económico a los cuales el “roba pero hace obra” no les tiene sin mucho cuidado ético dada su pragmaticidad absoluta.

 Según dicen algunos entendidos en los problemas del trasporte, la reforma no se hizo antes por falta de decisión política. Cada vez que en la Municipalidad de Lima se sugería el tema, los transportistas hacían “una bolsa” para dejar las cosas como estaban. (Hasta el ahora “venerable patricio” Luis Bedoya Reyes dicen que, siendo alcalde de la ciudad, se opuso a la construcción de un subterráneo en Lima por presión de los transportistas de ese entonces). Leyenda urbana o no, lo cierto es que no existió ánimo político de parte de los alcaldes de los últimos cuarenta años para encarar problema tan peliagudo.

Pero, como apuntamos, los costos políticos de encarar las reformas no es la única explicación de la baja aceptación de la alcaldesa Villarán. Creo que también se debe a sus garrafales errores, que vienen desde sus primeros años de gestión. Faltó un plan coherente, preparación, gente más versada en su entorno. (Su entorno de confianza provenía de las ONGs, de la “izquierda pituca”, donde algunos incluso por primera vez conocían el centro histórico de la ciudad cuando fueron a trabajar a la Municipalidad de Lima, adictos a las consultorías y redes sociales, pero no al trabajo de campo). El factor humano que reclutó por naturales razones ideológicas y clasistas fue insuficiente para el gran reto que se había impuesto.

Si lo vemos en retrospectiva, sus primeros años solo fueron de “aprendizaje”: obras inconclusas, otras a medio hacer, improvisación por doquier (como la demostrada en el tristemente célebre “olón” de la playa La Herradura, obra hecha contra toda previsión técnica), o la improvisación y apresuramiento, de cara a las elecciones, del “corredor azul”, con serias deficiencias y perjuicios para el público usuario. Aunque, en honor a la verdad, la primera gestión de Luis Castañeda tampoco brilló por grandes obras, más bien fue bastante opaca, hasta mediocre; y su “obra-insignia” en la segunda gestión, el Metropolitano, demoró su culminación más de lo previsto y costando seis veces lo que el presupuesto inicial.

A ello se debe sumar cierta arrogancia de la alcaldesa y la generación de anticuerpos: tiene un “espíritu aristocrático” (de nuevo el factor de clase), quizás contra su voluntad que, curiosamente, la hace sintonizar con los sectores altos, siendo ella de izquierda, y rechazo manifiesto y poca comprensión por los sectores populares (es sintomático como los vecinos de las zonas populares durante las primeras semanas del “corredor azul”, frente a sus protestas de falta de buses alimentadores, eran acusados por los altos funcionarios de la Municipalidad de Lima –que no usan el trasporte público- como “ociosos”, “poco cívicos”, “convenidos” y otros calificativos peyorativos, mientras con un distrito de clase media alta como Miraflores firmaban esos mismos funcionarios un convenio para “no molestar a los vecinos miraflorinos” recolocando el paradero final de los buses).

Y, por supuesto, la revocatoria desde que asumió el cargo, que la hizo concentrarse en su defensa antes que en los problemas de la ciudad. Ya el tema lo hemos tratado en otros artículos de este blog, pero existió en su contra un ánimo revocador de sus opositores políticos que fue capitalizado por los errores en su gestión. (Si analizamos en términos socio-raciales, curiosamente la revocatoria la lideró un “cholo” –Marco Tulio Gutiérrez-proveniente de los sectores populares emergentes contra una “pituca blanca” de pasado señorial. Eso da para un análisis sociológico y hasta sicológico).

No dudamos de las buenas intenciones de la alcaldesa, pero ese espíritu de clase confabula contra su accionar político.

A lo que debemos agregar la falta de partido político propio. Otro de sus errores fue presentarse con su propio partido a las elecciones generales del 2011, perdiendo la representación electoral de Fuerza Social, lo que la llevó a buscar desesperadamente un “vientre de alquiler” al más puro estilo de los “políticos chicha” y a romper con muchos de sus antiguos aliados de izquierda (muy parecido a lo que hizo Humala cuando llegó al gobierno), pese a que había prometido no presentarse a una reelección cuando fue lo de la revocatoria. La ambición personal pudo más que el razonamiento político desasosegado, y los resultados los va a ver el 5 de Octubre.

También confabula que una de sus “obras insignia”, la reforma del trasporte, la empezó muy tarde, por lo que no va a gozar los réditos políticos que justifiquen una reelección. Si la reforma la hubiese empezado seriamente un año atrás y tuviese para mostrar dos o tres corredores que operen eficientemente, con un público usuario “educado” en el uso del trasporte público como sucede en otras capitales de la región, tendría algo que justificase en los hechos la continuidad de su administración; pero, recién la reforma del trasporte se encuentra en el periodo de prueba, con errores, marchas y contramarchas, y buses reacondicionados y no los prometidos Euro V.

Aparte de ello, la reforma del trasporte actualmente más beneficia a los sectores medios que usan el corredor de la Avenida Arequipa o el próximo de Javier Prado; pero un trabajador que vive en los distritos de Ventanilla, Villa María o San Juan de Lurigancho no se beneficia directamente. Quizás a futuro sentirá los beneficios, pero actualmente solo tiene molestias y pagos de más por desplazarse a su trabajo o centro de estudios, al tener que usar dos o tres vehículos. De repente, de haber comenzado por allí la reforma, en los sectores populares, antes que en los sectores medios (de nuevo el interés de clase), el resultado electoral pudo haber sido distinto (ahora que laboro en una universidad ubicada al pie de la Panamericana Sur constato que por allí ni remotamente ha llegado la reforma del trasporte e impera la informalidad total).

Adicionalmente, Villarán también podría enfrentar su propio Comunicore, si se comprueba las graves irregularidades de su gerente en la Caja Metropolitana de Lima. De ser así, de comprobarse el saqueo a las arcas comunales, sería el fin de otro “mito”: el de la supuesta superioridad ética de la izquierda, el auto considerarse “la reserva moral del país”; mito que por cierto ya se encuentra bastante cuestionado con las graves acusaciones e indicios de corrupción y enriquecimiento ilícito que pesan contra Gregorio Santos.

Pero, por el lado del candidato que va puntero las cosas no son muy halagüeñas para la ciudad. Si promete más de lo mismo de su primera gestión (escaleritas para los cerros y un par de cruces a desnivel) será poco para Lima. La valla la tiene alta, dado que la reforma del trasporte y del comercio mayorista significa que deberá enfrentarse a los sectores informales que le van a dar su voto. Si todo regresa “al estado pre-reforma”, sea con el eufemismo de una “revisión” o cualquier otro subterfugio legal, la ciudad será la principal afectada.

Posiblemente la nueva gestión de Castañeda se reduzca a un “Comunicore 2” en versión corregida y aumentada, cumpliéndose la profecía del “roba pero hace obra” que casi la mitad de electores piensa de él. No se percibe ni en el propio Castañeda ni en su entorno ánimos de grandes reformas, de “pisar callos”, sino más de lo mismo que vimos en su anterior gestión: un poco de cemento por aquí o inaugurar unas escaleras por allá. (De hecho su principal ofrecimiento hasta ahora –sin contar el estrafalario monorriel que sacó de la manga- son doscientas “escaleras solidarias”).

Por ello, Villarán por más que pierda las elecciones, en los últimos meses de su gestión deberá consolidar la reforma del trasporte, corregir errores sin la presión electoral, colocar “candados legales” a los cambios que inició e impedir así que el 1 de Enero, cuando asuma el cargo el reelecto alcalde, se retorne a la situación anterior del caos en el trasporte público. Será un haber que políticamente podrá mostrar a futuro, que “Susana sí se atrevió” a lo que muchos alcaldes no quisieron enfrentar.

Lamentablemente cualquier cambio requiere enfrentar a los grupos fácticos de poder informales que a lo largo de décadas han consolidado poder económico y político. Estamos viendo su actuar no solo a nivel de los gobiernos locales, sino los regionales y el propio gobierno central (el partido nacionalista llevó en sus filas a muchos del sector informal y “las bolsas para campaña” del entonces candidato Ollanta Humala fueron bastante evidentes).

Ese es uno de los dilemas que se van a presentar en los próximos años, sea en la ciudad de Lima o en las regiones.