Los gobiernos
autocráticos se caracterizan por mantener las formas democráticas vaciándolas
de contenido. Las instituciones son un cascarón vacío, primando la voluntad del
autócrata y de la camarilla en el poder; gozando de popularidad gracias a los
programas populistas y al clientelaje que mantiene a su alrededor.
Es “la dictadura perfecta”: se mantienen las
formas democráticas, aparente oposición política y mediática, elecciones
periódicas; se coacta las instituciones, se mantiene en puestos clave a gente
leal comprando conciencias (a diferencia de las dictaduras, la desaparición y
tortura de personas son hechos poco usuales en los gobiernos autocráticos, más
se prefiere “comprarlas”), usando los recursos del estado a su favor y la
maquinaria judicial para silenciar a los más rebeldes o expropiar por razones
de “interés social” las propiedades de los que los incomodan.
Sin importar el color
del gobierno, sea de izquierda o de derecha, el modelo se está universalizando
entre los países con democracias poco sólidas. Fue el caso del Perú de Fujimori
en los años noventa, la Rusia
de Putín y la Venezuela
de Chávez, contabilizando este con el último periodo presidencial ganado veinte
años ininterrumpidos en el poder: la alternancia, requisito indispensable en
toda democracia que se respete, es una ilusión en los gobiernos autocráticos.
El modelo al no tener
controles reales ni contrapesos, degenera en corrupción, nacen “los nuevos
ricos” (la boliburguesía venezolana,
los nuevos ricos de la Rusia
post comunista o la cleptocracia del
fujimorato), las clientelas políticas se encuentran presentes, y el estado y
las riquezas nacionales son el botín, dejando unas migajas al pueblo para que
se contente. En el caso de nosotros en los noventa fue con el dinero de las
privatizaciones, en Venezuela con el petróleo.
En ese
contexto, es difícil que aquellos que detentan el poder lo dejen fácilmente.
Los intereses creados y lo que se encuentra en juego, motiva a que utilicen
todos los medios legales e ilegales para continuar usufructuándolo. Desde
modificar o, mejor aún, cambiar la constitución política a fin de permitir que
el caudillo se reelija indefinidamente hasta el uso de recursos ilícitos y
fraudulentos con el objeto de continuar en el sillón presidencial.
La única
forma en que abandonan el poder es muertos, sumamente debilitados por lo que
deben renunciar (fue el caso de Fujimori) o por medio de una revolución popular
violenta que los deponga por la fuerza (el caso de los países árabes).
En el caso
de Chávez, todo parece indicar que solo la primera opción sería la viable:
muerto el caudillo, se produce un vacío del poder, casi nunca existe un
heredero, menos un partido sólido, permitiendo la confusión reinante y la
debilidad de las instituciones que el derrumbe del régimen sea rápido y de paso
a un gobierno de transición hacia la democracia. Pueden existir factores
externos que ayuden a la caída como el aislamiento internacional, la condena de
los países más fuertes o de las instituciones internacionales. Esto último fue
también lo que pasó en Perú; pero no en la Venezuela chavista. Chávez tiene el apoyo de
vecinos de la región, ha creado su propia alianza bolivariana, ha comprado
grupos de izquierda y “partidos progresistas” en todo el continente, tiene la complicidad
de estados con ejecutoría democrática bastante dudosa como China, Rusia e Irán,
o de instituciones como el Mercosur o Unasur, y algunas cómplices por el
silencio como la OEA.
Ello no
significa que las fuerzas democráticas al interior de Venezuela se queden de
brazos cruzados esperando la muerte del caudillo. Pueden ejercer una “guerra de
guerrillas”: golpes efectivos, certeros, que permitan ir minando adentro y
afuera del país la credibilidad del régimen. Es un trabajo a largo plazo. El
triunfo no tan holgado de Chávez como en otras ocasiones deduce un desgaste de
la forma de gobernar del caudillo.
Mientras
el precio del petróleo se mantenga alto, Chávez tendrá recursos para continuar
ofreciendo dinero a manos llenas a sus amigos de dentro y fuera de Venezuela,
de caer los precios cae el régimen. Es el sino trágico de los países
primario-exportadores.
Post Data para el “Oso Hormiguero”. Dicen que
el Perú es tierra de poetas, con Antonio Cisneros se confirmaba el dicho. Se
fue uno de los grandes de la segunda mitad del siglo XX.
Eduardo
Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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