Saturday, October 20, 2018

LA LLAMADA DEL LIBERALISMO: EN TORNO AL LIBRO DE ENSAYOS LA LLAMADA DE LA TRIBU DE MARIO VARGAS LLOSA


Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Mario Vargas Llosa, a pesar de ser agnóstico, tiene que creer en una ideología. En su juventud fue el socialismo y en su madurez el liberalismo. Y como tantos otros, recorrió el camino del socialismo al liberalismo; aunque no exento de lucha agónica que se traslució en sus artículos de aquellos años.


La ideología es un conjunto coherente de ideas. Usualmente todas las personas tenemos una ideología en algún campo de la vida. En materia política las predominantes en los últimos 200 años fueron el liberalismo y el socialismo. La primera daba preeminencia a los derechos civiles y políticos de la persona, mientras la segunda colocaba el énfasis en los derechos sociales y económicos. Durante la guerra fría ambas ideologías parecían irreconciliables. O se sacrificaba la libertad en aras de un mejor bienestar material para las grandes mayorías o se ponía énfasis en la libertad para que el ser humano encontrase su camino en el mundo.

Algunos países sacrificaron la libertad justificando mejoras materiales para el pueblo y la democracia era menospreciada por “burguesa”, por favorecer solo a unos cuantos. Muy pocos países, como los nórdicos de Europa, conciliaron ambas en lo que vino a ser el socialismo en libertad, comúnmente conocido como socialdemocracia. En nuestro medio solo un intelectual y político concilió ambas: Víctor Raúl Haya de la Torre, y sintetizó su pensamiento en una frase genial: pan con libertad. Dicho sea, su pensamiento está poco estudiado últimamente a pesar que él junto a José Carlos Mariátegui (mucho más estudiado y conocido) son los dos intelectuales y políticos que marcaron el derrotero del Perú desde hace casi un siglo. Al igual que le sucedió al Amauta, sus herederos más se preocuparon en apropiarse de la herencia política dejada (y el poder obtenido) que en ampliar y profundizar sus ideas. Merece una revisitación serena y crítica el político trujillano.

Regresando a MVLL, nuestro Nóbel siendo todavía estudiante sanmarquino y en plena dictadura del general Odría, tuvo un acercamiento a las ideas socialistas en un grupo clandestino llamado Cahuide (allí conoció a don Isaac Humala y a un intelectual de gran talla y poco reconocido en nuestro medio como Hugo Neira, coetáneo del Nóbel, aunque sin muchos laureles). Su etapa, media azarosa de ese entonces, la cuenta magistralmente en la novela Conversación en la Catedral, quizás su mejor novela. La revolución cubana en 1959 afianza su ideario socialista y a lo largo de los años 60 defenderá la revolución en cuanto foro y periódico le era posible.

Como él mismo cuenta, el caso Padilla (poeta acusado de contrarrevolucionario) en Cuba marca el alejamiento del compromiso con la revolución. Un alejamiento gradual y que lo distancia de sus amigos escritores que continuaban apoyando la revolución “pese a todo”. El célebre golpe al mentón contra Gabriel García Márquez es el sello simbólico de la ruptura con su etapa socialista.

Pero, el ser humano debe creer en algo, y se inicia su acercamiento progresivo a los padres del liberalismo. No fue un cambio drástico, más se trató de un “convencimiento razonado” a través de la lectura de los fathers founders del pensamiento liberal. De allí el libro de ensayos publicado, que es una suerte de tributo a estos, de deuda pendiente saldada con un homenaje inteligente.

A veces creo que Vargas Llosa es mejor ensayista que novelista. Por lo menos La llamada de la tribu me deja esa impresión, muy superior por cierto a sus últimas novelas publicadas. Usando recursos de narrador, “hechiza” al lector que no deja de leer el texto hasta que termine. Y la profundidad con que toca a cada autor refleja a un lector inteligente y atento, con anotaciones a pie de página y comentarios personales.

Como señala el Nóbel, el liberalismo no es una ideología, por lo menos no como lo es el marxismo o el cristianismo, que siendo “sistemas cerrados de pensamiento”, tienen respuestas para todo, sin salirse del marco ideológico; cosa distinta el liberalismo, donde más bien es un conjunto abigarrado y divergente de autores, que una ideología sistemática y excluyente. Más una forma de vida con más preguntas que respuestas encontradas.

Hay que preguntarse también porqué el liberalismo no ha calado en el mundo político peruano como otras ideologías. Recordemos que el último intento serio de un movimiento liberal fue precisamente el Movimiento Libertad de fines de los años ochenta del siglo pasado, con el que el Nóbel postuló a la presidencia de la república en 1990 en alianza con Acción popular y el PPC (que en retrospectiva MVLL lamenta aquella alianza que más restó que sumó).

Quizás no afincó raíces el liberalismo en nuestro medio por la cultura bastante conservadora y tradicional del Perú, poco proclive a cambios verdaderamente liberales, salvo los declarativos de la boca hacia fuera. Basta ver como temas que son moneda corriente en otros países como el matrimonio igualitario o la educación de género, acá están proscritos de un debate serio. Curiosamente, algunas propuestas como las mencionadas no han sido agenda de partidos supuestamente liberales sino de organizaciones de izquierda que han retomado las banderas huérfanas de apoyo por quienes supuestamente deberían sostenerlas.

Aparte de ello, hay ciertas propuestas liberales que son parte del sentido común y que no son exclusividad de un partido político en particular, como sucede con la libertad de opinión y expresión de la persona o la libertad de confesión religiosa (esta última producto de la guerra religiosa vivida en Europa luego del cisma luterano). Nadie duda de ciertas libertades innatas del ser humano o que en materia económica debe existir una disciplina fiscal a fin de evitar mayores gastos que los ingresos que puede obtener un estado para su financiamiento.

Por cierto, hablando de cuestiones económicas, Mario Vargas Llosa da con fuste acerado a todos aquellos que reducen el liberalismo solo a lo económico, aquellos que sostienen que todos los problemas encuentran solución únicamente en el mercado. Aquellos que muchas veces por intereses subalternos ponen el grito en el cielo cuando el Estado quiere regular al mercado en beneficio de las mayorías. Como diría la Biblia, por sus obras los conoceréis.

Vargas Llosa ha transitado, también lentamente, de un liberalismo economicista de sus primeros años de “conversión intelectual” a un liberalismo más ecuménico, más universal. Ya no es el Vargas Llosa que encontraba respuestas a todo, más es el interrogador, el filósofo reflexivo de la vida y la política, al cual nada de lo humano le es ajeno.

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