Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107
Las constantes movilizaciones y
protestas ciudadanas en diferentes ciudades de América Latina puede hacer
pensar que estamos ante una primavera democrática como la árabe de hace algunos
años atrás que, coincidentemente, comenzó también con un hecho bastante
incidental aunque dramático.
Es difícil pronosticar las dimensiones
de las protestas en AL ¿Están propiciarán un cambio político y social o
terminarán por agotarse en si mismas?
Mucho depende de la sociedad movilizada,
pero sobretodo de la reacción de la clase política. Los “reflejos” que tenga
para asimilar las protestas y convertirlas en políticas públicas. En ese
sentido la clase política chilena ha demostrado buenos reflejos, incluso
asumiendo un cambio de la constitución pinochetista. El asumir las demandas
puede aquietar las aguas e ir canalizando las demandas sociales en “el orden
establecido”.
Otra estrategia de la clase política
puede ser cansar a la población hasta que se agote en las protestas, con una
cuota de represión de ser necesario. Es el modelo de la Venezuela de Maduro,
donde la sociedad oscila entre protestas que no alcanzan su objetivo (deponer
al dictador) y la carencia de lo más básico para la sobrevivencia. El cuadro es
desolador y sin esperanzas para quien lo vive.
Otra alternativa es el populismo de los
subsidios y el relajamiento del gasto público acompañado de deuda y emisión
inorgánica. Da la sensación de bienestar por un tiempo hasta que se terminan
los subsidios y viene la penosa realidad. Es probable que sea el modelo de los
Fernández (Alberto y Cristina) cuando asuman el poder en Argentina (salvo que
nos deparen una “sorpresa ortodoxa”). Curiosamente también es el modelo de los
Estados Unidos y países europeos luego de la crisis financiera del 2008. Lo
malo es que en el caso norteamericano cuando “estalle la burbuja” afectará a
todo el mundo.
Volviendo al tema, creo que la ola
democratizadora que vivió AL en los últimos cuarenta años ha ido formando
ciudadanos exigentes en sus derechos y sin el temor a un golpe militar, que
cada vez se ha hecho más remoto (salvo excepciones). Ello trae a su vez
protestas por un mejor estándar de vida o mantener el que se tiene. Protestas
urbanas sobretodo. La ciudad es el protagonista a diferencia del pasado.
Aunque para que tengan éxito esas
protestas es necesaria una “conciencia de clase” que permita una plataforma
común. Tener instituciones y agrupaciones más o menos conectadas y organizadas
(frentes de lucha, sindicatos, asociaciones).
Como “multitud” se puede actuar
“espontáneamente” en las protestas, pero se requiere ciertos nexos comunes que
no todas las sociedades lo tienen. En países desarticulados como el nuestro se
hace más difícil o en el mejor de los casos son protestas segmentadas, muy
aisladas unas de otras; a diferencia de los grupos empresariales con poder
fáctico y plataforma mínima pero común de acción (mantener el estado de las
cosas, no tocar sus ingresos ni “el modelo económico”, y leyes que los
favorezcan) y utilización de “fantasmas” para hacer retroceder cualquier cambio
(el endoso de terrorista a cualquier reclamante, el miedo al “cuco”
velasquista, el populismo mal entendido, etc.).
En conclusión, son protestas de mayor
inclusión y democracia social. Países con más arraigo democrático e institucional
absorberán y superarán los reclamos (caso Chile), otros se quedaran a medio
camino al estar desarticulados socialmente (como Perú), algunos más vivirán en
la ilusión del populismo y el “dinero fácil” (Argentina), y los menos en la
mera represión y el oprobio (Venezuela y Nicaragua). En el medio, países con
notable presencia indígena marcarán un lado étnico al asunto (Ecuador o
Bolivia).
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