Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Las
fricciones entre Ejecutivo y Legislativo son comunes en democracia. El punto es
cómo se resuelven. Las extremas, en los últimos 30 años, fueron en el primer
gobierno de Fujimori con la disolución del Congreso en 1992 y Vizcarra con una
dudosa disolución en 2019. Ambas con el beneplácito de la ciudadanía, no
debemos olvidarlo.
Formas
extremas, muchas veces lindantes con la inconstitucionalidad y en contra de las
formas democráticas. En democracias consolidadas las fricciones entre ambos
poderes se resuelven con negociaciones, acuerdos que permitan salir del
impasse. Esto último es lo que ha faltado en el gobierno de Vizcarra que optó
por salidas confrontacionales con sus vecinos de la Plaza Bolívar.
¿Ha
habido irresponsabilidad e intereses subalternos en la decisión del Congreso de
denegar la confianza al gabinete Cateriano? Sí las ha habido, pero no han
tenido el peso político que el presidente Vizcarra señala. Exceptuando Podemos
con obvios reclamos puntuales, parece que primó en las bancadas que negaron la
confianza la presión de los reclamos provincianos sobre la desatención en salud
por parte del gobierno en el interior del país: falta oxígeno, falta medicinas,
faltan médicos, falta todo.
Tampoco
era el momento de abstenerse como hicieron dos bancadas. Abstenerse era
equivalente a negar la confianza en forma asolapada. Cuidado, que la historia
juzga y, a veces, severamente.
Pero
también el Ejecutivo tiene gran responsabilidad. Frente al gabinete saliente
con más pasivos que activos, se necesitaba un primer ministro más empático con
los reclamos de la ciudadanía, básicamente en salud, economía y trabajo. Tener
un primer ministro confrontacional como Cateriano, que ninguneó a bancadas que
representaban votos, no ayudaba en las relaciones con el Legislativo. Peor si
se le asociaba como el “ministro de la Confiep”, más preocupado en inversiones
de la gran empresa que en atender las necesidades de la población.
Su
discurso de pedido de confianza fue peor. Un discurso de tres horas y media
ampuloso, divagante en una serie de promesas difíciles de cumplir en un año, con
énfasis en inversiones que demoran en madurar cuatro a cinco años, se debió
centrar en las tres cosas básicas que reclama la ciudadanía: cómo se va a
combatir el covid, como se reactiva la economía y cómo vemos el tema de los
puestos de trabajo. Cateriano, en
cambio, fue con la propuesta del “chorreo”, es decir que las grandes
inversiones per se iban a generar empleos de calidad, mientras el covid seguía haciendo
estragos en la población.
En
democracias consolidadas se requiere negociación, un toma y daca entre los
poderes en conflicto. Eso es política, para lo que se requiere un primer
ministro más dialogante y negociador con el Legislativo y su pedido de confianza
se centre en cosas puntuales, con mayor razón con un Ejecutivo sin bancada propia
en el congreso. Hay ministros que ya no deben estar en el nuevo gabinete. Con
demasiados anticuerpos, dificultan una negociación.
Políticamente
se refuerza Fuerza Popular que, salvo dos integrantes, votaron a favor de la
confianza, demostrando muñeca política. Acción Popular está en un marasmo y
nunca tan acertado el epítome que la define como “una federación de
independientes”. Como dijimos en un artículo anterior, la mayoría que obtuvo en
un congreso de transición como el actual era más un presente griego que un pan
caído del cielo.
A
nivel constitucional y a pesar que sería ir contra una “tradición jurídica”,
sería bueno ir evaluando en una eventual reforma constitucional la eliminación
del voto de confianza por parte del congreso, pero también la eliminación del
ejecutivo de la facultad de disolver el congreso si le censuran dos gabinetes.
Eso ayudaría a evitar las fricciones entre Legislativo y Ejecutivo que ha sido
constante en nuestra agitada historia republicana.
No comments:
Post a Comment