Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
El
género distópico es el que trata sobre un futuro apocalíptico. Es un futuro de
sobrevivencia de la especie humana. Películas clásicas del género son El planeta de los simios o la saga de Max Mad, el policía australiano que
pierde la cordura por el asesinato de su familia.
Inicialmente
compuesta de tres películas: Max Mad
(1979), Max Mad 2, el guerrero de la
carretera (1981) y Max Mad 3, más
allá de la cúpula del trueno (1985). Treinta años después la saga se
completó con una cuarta entrega, Max Mad,
furia en el camino (2015). Nos interesa la tercera entrega y su
contraposición con la cuarta.
Como
muchas de las películas distópicas de la época, la civilización humana termina
por una hecatombe nuclear. Los pocos seres humanos que quedaron vivos buscan
energía para mover los vehículos, y agua y alimentos para sobrevivir. Lo que
entendemos por orden público y justicia prácticamente han desaparecido,
poblando los caminos pandillas que asolan los pueblos por donde pasan, robando,
violando y matando. Prima la ley del más fuerte.
En
ese contexto de falta de ley y orden, de una regresión al estado de naturaleza,
en la tercera entrega emerge un pueblo, Bartertown,
que lo podemos traducir como “El pueblo del trueque”. A falta de moneda
oficial, prima el trueque y un mercado de ofertantes y demandantes. No importa
la procedencia de los bienes, todo se puede cambiar allí. Sobresale el respeto
al contrato y la sanción drástica para quien lo incumple. Tiene algunas leyes
elementales, como la que zanja las diferencias entre las partes ingresando a la
cúpula del trueno, donde el que sobrevive en el combate es el ganador (“entran
dos, sale uno”).
Si
bien Bartertown se acerca más a las leyes que gobernaban el wild west; hay que reconocer también que
en ese yermo de ley en que se ha convertido el mundo, es una isla de orden y de
reglas de juego claras. Los contratos deben respetarse, seguridad jurídica
necesaria. En lo económico, el mercado permite interactuar la oferta y demanda
de bienes, lo que a su vez mueve la
economía. Y la ley, simbolizada en la cúpula del trueno, es el sometimiento a
la justicia de las diferencias entre las partes. No es el paraíso, ni estamos
en un rule of law, pero hay un orden y
reglas que anuncian un brote civilizatorio.
En
Bartertown existe una suerte de gobernadora, llamada “la tía que manda” (aunty
entity), que fija las reglas. Y también un enano apoyado en un gigantón (llamados
master-blaster, maestro y destrozador, por la dupla que hacen, uno como cerebro
y el gigante como fuerza física). El enano posee el know-how, el conocimiento para convertir las heces del cerdo en gas
metano, necesario para dar energía a la ciudad.
Existe
una lucha por el poder entre la tía y el maestro. La tía no es una demócrata
que digamos (concentra los tres poderes básicos en sus manos), pero deja hacer
a la gente sus negocios en el marco de las reglas de juego impuestas (principio
de predictibilidad). El enano desafía a la tía, es el que tiene el poder del conocimiento
y busca ser obedecido por eso. No tiene la habilidad política de esta, pero
busca su poder político.
En
cambio en Max Mad, furia en el camino,
la cuarta y hasta el momento última entrega, regresamos a formas de
organización social más bien tribales. Existe un líder de la tribu llamado El
inmortal Joe, de edad indefinida, que tiene la propiedad de las mujeres y a la
vez hijas que le sirven de vehículos de placer y reproducción de la especie, y
los hijos varones tenidos con ellas para su seguridad y ejército personal.
Estamos en el contexto de la permisión de las relaciones incestuosas y de un
régimen patriarcal de sojuzgación total de la mujer (incluso sus hijas usan un
cinturón de castidad para no ser tocadas por sus hermanos). Ha desaparecido el
tabú que prohíbe las relaciones sexuales entre parientes cercanos, que es la
piedra angular de las civilizaciones, y se ha regresionado a formas tribales
primitivas.
El
control político del Inmortal Joe se produce por medio del agua, recurso escaso
en el desierto y que se ofrece a cuentagotas a los que no son ni sus mujeres ni
su ejército. También existe un discurso legitimador para llevar a los límites
de la muerte a su ejército de hijos: aquellos que se comporten heroicamente
ofrendando su vida, ingresarán al Valhalla, suerte de paraíso, donde estarán
conduciendo un vehículo por toda la eternidad.
Si
en Bartertown existían ciertos brotes de civilización, en la ciudadela donde
gobierna el Inmortal Joe regresamos a la tribu. Pero a pesar de ello, y frente
al patriarca, lo va a desafiar Furiosa, su lugarteniente, que roba a sus
mujeres para liberarlas del cautiverio sexual a las que son sometidas. Es una
liberación femenina en cierta manera, usando las herramientas del propio Joe:
la fuerza y la astucia. La tía en cambio, es más política. Se comporta como una
líder que tiene un proyecto y una visión a futuro que conlleva un pequeño brote
de civilización.
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