Tuesday, January 24, 2023

PUNTO DE QUIEBRE

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

La izquierda, sobre todo la radical, NO VA A QUERER adelanto de elecciones. El objetivo es conseguir la “Asamblea constituyente” sembrando el caos y la anarquía bajo el dicho “a río revuelto…”. La estrategia es la misma que se usó en Chile en 2019, solo que esta vez el libreto ya es conocido.

 

Adelantar elecciones implica también perder las prebendas de las que se goza y dudo que encuentren mejores que las encontradas en el congreso. Adelantar elecciones sería matar la gallina de los huevos de oro. Para ellos les conviene más seguir jugando a la revolución y ser revolucionarios de twitter que desprenderse de las prebendas gozadas.

 

Qué hacer por el lado del gobierno, sobre todo cuando le reclaman desde un extremo más firmeza (balas), siendo un gobierno que originalmente provino de la propia izquierda y se ve impotente ante los desmanes de sus ex compañeros de ruta.

 

Si muestra demasiada tolerancia con los manifestantes se le acusará de “blando” por la derecha y si muestra firmeza de “asesino” por la izquierda. Entre Escila y Caribdis.

 

La pasividad de las fuerzas del orden no ocurre en las dictaduras cuasi perfectas como las de Venezuela o Nicaragua, pero tampoco en países democráticos con altos estándares en DDHH. Acá, se está jugando al policía pasivo que deje incendiar la pradera e incluso se deje quemar vivo. En ningún país democrático sucedería eso. Ni tampoco ocupar una universidad ilegalmente.

 

Cuando se cometen actos vandálicos, quien los perpetra, es consciente del riesgo que corre. Claro, para los violentistas y cierta izquierda, la narrativa de genocidio “vende más” aquí y afuera, y si hay muertos, mucho mejor.

 

Todo indica que las protestas no son espontáneas, ni tienen reclamos sociales legítimos, sino son coordinadas por una o varias “manos invisibles” y son de naturaleza política. Hay financiamiento, logística y coordinación. Bastante “aceitadas” para ser protestas espontáneas.

 

De todas maneras, en algún momento del futuro cercano, se va a producir un desgaste de las movilizaciones, sea por cansancio, desánimo o falta de recursos económicos, que los que financian van a cortar el caño del dinero ante escasos resultados. En ese momento es probable que se pueda negociar o contar con intermediarios creíbles (Iglesia católica o evangélicas) que propicien el diálogo. En el interín Castillo está cada vez más solo y si bien fue excusa para comenzar la asonada, no interesa ya demasiado si sigue o no detenido. Sus compañeros de ruta lo ven cada vez más como un activo devaluado.

 

Si Boluarte renuncia en estos momentos no calmará las aguas como algunos opinólogos (bien intencionados o no) proponen. Si renuncia, pedirán luego el cierre del congreso, renuncia de la mesa directiva y así hasta llegar a la asamblea constituyente, el objetivo final. Boluarte es un muro de contención que deben apuntalar con firmeza si quieren llegar a fines del 2023 o inicios del 2024.

 

Mientras tanto el gobierno de Dina Boluarte tiene pocas opciones: aguantar con los dientes apretados hasta que las aguas amainen; si sigue remolón el congreso, presionar con su renuncia si no ratifican el adelanto de elecciones; o declarar el estado de sitio en las zonas más levantiscas, última ratio si las cosas van de mal en peor. El diálogo por el momento no está en la agenda de los sublevados o de quienes mecen la cuna desde las sombras.

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