Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
¿Explica solo el populismo del gobierno
de AMLO el triunfo de su candidata a la presidencia Claudia Sheinbaum y
heredera de su “cuarta revolución”? Por lo menos es una explicación sesgada.
Es
cierto que los subsidios a sectores populares aquí y allá convencen a votantes,
sobre todo aquellos que nada tienen, pero no es determinante para ganar una
elección presidencial. Y la diferencia abismal de votos entre la candidata
oficial y la de la oposición no se explica únicamente por “el dinero gratis”
que el gobierno de AMLO haya repartido a manos llenas.
Claudia
Sheinbaum no es una candidata carismática, que arrastre votos por su solo verbo
o presencia; pero el pueblo mexicano está a favor de AMLO (y por tanto de su
candidata), algo que a nosotros y a buena parte de la oposición azteca les
puede parecer extraño, aunque de repente no lo es tanto.
Entre
nosotros, Alberto Fujimori tenía un arrastre popular hasta el fin de su
mandato. Arrastre a pesar de las denuncias por corrupción, robo, violación de
DDHH que cargaba su gobierno y que pese a ello sirvió de base para crear Fuerza
Popular, heredera directa del fujimorismo. Ese hecho tampoco lo entendía acá la
oposición. Que el pueblo, no obstante las graves denuncias, veía a Fujimori
como alguien de los suyos, era “el Chino”, más allá del populismo de su
gobierno.
Algo
similar sucede en México, donde la gente del pueblo se siente identificada con
López Obrador (AMLO) más allá de los subsidios que su gobierno concede a
diestra y siniestra. Súmese a eso que la candidata de la oposición, Xóchitl
Gálvez, representaba a los partidos que en México fueron un fracaso sus últimos
gobiernos, incluyendo al ahora alicaído PRI. Y, a pesar de sus orígenes
populares, no tiene esa capacidad de arrastre que tiene AMLO. La verdad Xóchitl
Gálvez la tenía cuesta arriba y muy difícil.
¿Eso
significa que México va a regresar a la dictadura perfecta del partido único en
el poder como en los tiempos dorados del PRI?
Si
bien AMLO (antiguo militante del PRI) sueña con convertir a Morena, su partido,
en el PRI del siglo XXI, habría que ver. Dos gobiernos sucesivos del mismo
partido no hacen un verano priista. Es posible que traten de quedarse más de
dos gobiernos, con buenas o malas artes, de eso no hay duda, pero los tiempos
han cambiado. Los años 40, 50 y 60 del siglo pasado son muy distintos a los
actuales. La hegemonía única de un partido enraizado en la sociedad y el estado
es más difícil que antes.
Las
capas medias y los sectores más modernos de México se desprendieron del PRI a
fines del siglo pasado cuando ya no les servía como vehículo político y
buscaron otras alternativas que los represente mejor. Para que el partido de
AMLO tome la posta de aquellos años y ejecute su soñada “cuarta revolución”
tendríamos que retroceder en el tiempo, algo también un poco difícil de hacer.
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