Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
La historia está plagada
de errores de cálculo al agredir una nación a otra creyendo que tiene un
triunfo asegurado. Es lo que le pasó a Hitler cuando decide invadir la Unión
Soviética, pensando en un triunfo asegurado. Y es lo que le pasó a Irán
creyendo que la victoria contra “el infiel” Israel se encontraba asegurada.
En principio, uno se pregunta la razón
para desaparecer al estado hebreo más allá que no se comulgue con su ideología
y forma de vida, o que represente al “imperio” (Estados Unidos) en el Oriente
Medio. Recordemos que los ayatolas, cuando toman el poder en 1979, lo hacen con
una reivindicación nacionalista y religiosa, convirtiendo Irán en un estado
teocrático con poder militar. Por todos los indicios, su odio al estado hebreo es
más ideológico y conseguir, de paso, una presencia geopolítica en la región. De
allí el enriquecimiento de uranio para ser parte del club de países con armas
nucleares y tener más poder.
El Irán de los ayatolas es el último
bastión de resistencia contra la presencia de Israel en el medio oriente,
cuando ya los países vecinos han establecido acuerdos de paz con el estado
hebreo. Usaron una estrategia de cercamiento a través de aliados con un enemigo
común. Hamas, Hezbollah, los hutíes en Yemen, Bashar al-Ásad en Siria, a
quienes entrenan, aprovisionan de armas y apoyan financieramente.
El punto de quiebre fue el 7 de Octubre
de 2023 cuando Hamas incursiona en territorio de Israel y viola, asesina y
secuestra ciudadanos hebreos.
Se dice que Netanyahu sabía con
anticipación la invasión que estaba en ciernes. De ser cierto fue la excusa
perfecta para iniciar el contraataque, exterminar a los grupos financiados por
Irán y luego ir contra el mismo país de los ayatolas, descabezando mandos
militares y científicos nucleares, y, con la ayuda de EEUU, bombardear los
puntos estratégicos donde se supone están enriqueciendo uranio para una bomba
nuclear que desaparecería del mapa no solo a Israel, sino a gran parte de lo
que es vida en los alrededores. Algo que pocos dicen es que poner una bomba
atómica en manos de fanáticos religiosos es tan peligroso como un mono con
metralleta.
No es una victoria definitiva contra el
Irán de los ayatolas. La paz en el oriente medio y un entendimiento
palestino-judío están casi olvidados. No se sabe realmente si el golpe los dejó
o no fuera de la competencia nuclear. EEUU, con la alta precisión del bombardeo
sobre las centrales nucleares de Irán, demostró que no tiene rival en
tecnología militar, ratificando su papel de gendarme planetario. Clara señal
para China y Rusia, sobre todo para la primera. Por el lado de Israel, su
derecho a vivir en la región (por la razón o por la fuerza) no será tan cuestionado
por los vecinos y, tarde o temprano, hasta Irán tendrá que reconocer al estado hebreo.
Algunos de sus más acérrimos enemigos olvidan la enorme resiliencia del pueblo
judío a través de centurias. Muchos han querido exterminarlos de la faz de la
tierra como cucarachas y los exterminados han sido los perpetradores. Hitler es
solo un ejemplo de la historia.
Netanyahu, quien ahora respira gloria,
dudo que decida retirarse del ejercicio político, con mayor razón por las
cuentas que tiene con la justicia. Es irónico. Un primer ministro que estaba
seriamente cuestionado por sospechas de corrupción en su gobierno, casi a punto
de ser vacado, se convierte en héroe nacional, mientras que los ayatolas
muerden -por el momento- el polvo de la derrota. Son los azares de la historia,
con una moraleja: no hay enemigo chico.
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