Sunday, October 19, 2025

EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS: 60 AÑOS

Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107 


            Oswaldo Reynoso no fue un “escritor profesional” en el sentido vargasllosiano; es decir, aquel que es escritor a tiempo completo, vive de escribir sus libros, y entrega uno nuevo a su editorial cada cierto tiempo. Si bien, tanto Reynoso como MVLL, pertenecen a la misma generación, la del 50, sus vidas y creaciones fueron por distintos caminos.

 

Reynoso, integrante junto a Miguel Gutiérrez y Antonio Gálvez Ronceros del célebre Grupo Narración de clara tendencia marxista, fue parco en publicar. Largos años sin dar a luz un nuevo libro, el viaje a China y el regreso con una novela-crónica deslumbrante (Los eunucos inmortales). El silencio también obedeció a sus ideas políticas en relación a Sendero Luminoso. Siempre calificó las acciones terroristas como “guerra popular”, término muy usual entre los simpatizantes y amigos de SL, sobre todo de cierta izquierda que creía (y algunos creen todavía) nos encontrábamos en el umbral de la revolución socialista que tanto soñaron. Le pasó lo mismo que a Miguel Gutiérrez, otro coetáneo de la generación del 50, que eludió calificar negativamente el accionar terrorista (incluso en el caso de Gutiérrez con la mujer y un hijo militando en las filas de Abimael Guzmán). Las ideas políticas dejaron relegadas en un segundo plano las creaciones literarias, las que, ahora que ha pasado más agua bajo el puente y partidos ambos escritores de este mundo, están siendo revaloradas de nuevo.

 

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Su novela más conocida y quizás la más leída fue la primera que publicó, En Octubre no hay milagros. Inscrita dentro del naturalismo, en la vertiente de las novelas de denuncia social, privilegia a los personajes de los estratos populares y la baja clase media. Es una suerte de novela coral que trascurre en un solo día, el día de la procesión del Cristo de Pachacamilla.

 

Me parece que hasta ese momento ninguna novela de denuncia social urbana había tratado en forma tan cruda las experiencias vividas por personajes pertenecientes a los sectores populares. Frente a una narrativa que privilegiaba a protagonistas de la clase media, aparecían chicas adolescentes que pierden la virginidad en la oscuridad de una azotea, el bestialismo o la sodomía entre hombres, escenas descritas con una visceralidad que impactó a cierto público. Imaginamos porqué la novela escandalizó cuando fue su publicación. Pero, a pesar de ello, los personajes son descritos con tal empatía que no sentimos repulsión.

 

Es cierto que, como advirtió MVLL en un artículo comentando en su momento el libro, hay desnivel en el tratamiento a los personajes de los sectores populares, a los que el autor secretamente admira, y la forma en que describe a Don Manuel, uno de los dueños del Perú de ese entonces. Una rata haciendo negocios y manejando los hilos del poder político para su beneficio, y homosexual desbocado por añadidura. Descrita su condición sexual en forma caricaturesca, más de personaje de humor chabacano, le restaba credibilidad. Creo que ello obedeció al marxismo que ya había abrazado e influenciado a Reynoso en esos años, describiendo un cuadro de buenos y malos bastante maniqueo, buscando satirizar al personaje como representante de “las clases explotadoras”; y también a su desconocimiento de los sectores plutocráticos de la sociedad peruana, que, es evidente, no conocía bien, salvo referencias de manual muy genéricas, sustituyendo ese desconocimiento con su imaginación y un humor grueso poco convincente; lo que no ocurre con los personajes de los sectores populares, descritos con empatía y en forma bastante realista.

 

En ese marco, la ciudad de Lima de esos años, también cobra un protagonismo esencial. Es una ciudad más grande. Los extramuros ahora se encuentran al final de la Av. México, lugar de prostitutas y maricones, hostales con olor a semen y a orines, y el famoso mercado mayorista La Parada, sitio de leyendas urbanas. La ciudad que nos describe el autor es una ciudad caótica y sucia, que ha crecido por el asentamiento progresivo de varias migraciones e invasiones, con sus conflictos y choques culturales.

 

El mundo gay está presente en la novela, mundo que atraviesa todas las clases sociales y que el autor conocía muy bien por su propia condición sexual. Eran bastante solapas, sobre todo si pertenecían a los sectores altos de la sociedad limeña, por el estigma social y moral de ese entonces, muchos con familia y mujer que servían de fachada a su verdadera condición, buscando en los sectores populares adolescentes que satisfagan sus deseos, tal como describe la novela. Montarse un cabro, como decían los chicos que servían de putos, tanto para desfogar sus instintos básicos como para ganarse unos soles o, de tener suerte, ligarse un maricón millonario que paga mucho más y regala cosas de valor, como le sucede a un miembro de la collera que nos describe el narrador.

 

Por cierto, el autor nos presenta la relación entre Don Manuel y el muchacho que le sirve de amante, como una relación depredador sexual-presa, cosificándolo al último, en términos marxistas, como una mercancía que, agotado su valor de uso, será desechado; por lo que el acto del muchacho de escapar de ese mundo de riquezas y oropel en que su estatus es el de un mantenido, será un acto de liberación.

 

Como trasfondo de todo ese mundo caótico y disímil, la procesión del Señor de los Milagros en el mes de Octubre que reúne a todas las clases sociales. Con distancias físicas de por medio, ricos y pobres se dan encuentro en la procesión. Reynoso, como buen marxista, ve en ese fervor religioso el opio del pueblo.

 

La vida y miserias de los Colmenares, una familia de la clase media baja, nos lo describe muy bien. El padre buscando todo el día infructuosamente una vivienda, ya que será desalojado él y su familia por la inmobiliaria de don Manuel, el mismo dueño del banco donde trabaja. La madre, pasiva y rogando al Señor que le haga el milagro de una casa. La hija mayor, bastante agraciada, y a la búsqueda de un marido con plata que la saque de la pobreza. El mayor de los varones todavía no sabe bien lo que quiere en la vida, y muere trágicamente a manos de la represión policial. Y, el menor, camino a ser un pirañita de barrio y delincuente juvenil. En ese sentido, la saga de la familia Colmenares, con sus miserias y desvelos, es espléndida. Incluso, como en los libros de Zola, hubiera dado para continuar otras novelas con uno o más de los personajes.

 

Es una novela corta, de poco más de 250 páginas (en general las novelas de Reynoso se encuentran en ese promedio, no encontramos ninguna monumental en el estilo de sus coetáneos Gutiérrez o Vargas Llosa), dejando de lado la narración decimonónica y dando paso a técnicas de narración modernas, muy en boga en aquellos años. Es curioso que, en el momento de su publicación, 1965, haya sido catalogada de “pornográfica” por la descripción cruda de una realidad que, suponemos, una parte de la sociedad limeña desconocía. Incluso críticos tan reputados como José Miguel Oviedo se horrorizaron de su contenido. Visto ahora y luego de todo lo que ha pasado en el Perú y en el mundo, la novela hasta resulta inocente y cándida.

 

60 años después de publicada En Octubre no hay milagros (Reynoso tenía buen olfato para colocar el título a sus libros) no ha envejecido. La edición de Alfaguara esta vez sí se nota mejor cuidada (a diferencia de Los eunucos inmortales que contiene varias erratas), y trae un prólogo interesante a cargo de Mariana Enríquez y a modo de colofón dos artículos de la época comentando la novela, uno de Mario Vargas Llosa y otro de Washington Delgado, miembros -como Reynoso- de la magistral y ya desaparecida generación del 50.

*Oswaldo Reynoso: En Octubre no hay milagros. Edición consultada: Alfaguara, 2023, 266 pp.

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