Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
La historiadora e investigadora Maya Kandel (Universidad de Paris III, especialista en el mundo anglófono) ha publicado el libro Una primera historia del trumpismo (Une première histoire du trumpisme), una aproximación a lo que es el trumpismo y los grupos de interés que lo sostienen. Es un intento bastante serio, más allá de los lugares comunes cuando se habla o se critica la administración Trump.
A
raíz de la publicación, la revista mexicana-española Letras Libres le
hizo una extensa entrevista a la autora (ver: https://letraslibres.com/politica/una-primera-historia-del-trumpismo-entrevista-con-maya-kandel-si-no-hay-acuerdo-sobre-los-hechos-no-puede-haber-debate-ni-democracia/24/10/2025/). Vamos a sintetizar los aspectos más
resaltantes de lo que dijo.
EJJ
LOS
ORÍGENES Y EL INSTITUTO CLAREMONT
El
trumpismo, como otros fenómenos políticos, no nace por generación
espontánea. Ha tenido un sostén en grupos de interés y una visión de
Norteamérica que justifique el discurso. Un think tank que estuvo desde
su primer gobierno fue el Instituto Claremont.
De
tendencia conservadora, plantea volver a los orígenes de los padres fundadores
y rechaza toda política exterior norteamericana, marcada por una actitud
intervencionista desde la presidencia de Woodrow Wilson (inicios del siglo XX
cuando EEUU interviene en la I Guerra Mundial y plantea la creación de la
Sociedad de Naciones).
El
estado crece exponencialmente, con una enorme burocracia, de la cual desconfían
y sienten que no representa al pueblo. De allí que esa burocracia sea el blanco
de las críticas de Trump y los neoconservadores que lo siguen (es el caso, por
ejemplo, del corte de ayuda externa a través de la agencia Usaid o el retiro de
EEUU de la OMS, fundamentado en que se gasta dinero en cosas que no ayudan al
ciudadano norteamericano).
El
Instituto Claremont es el semillero del movimiento MAGA (Make America Great
Again) y de personajes clave tanto en la primera como en su segunda
administración. Su tarea política dentro del Partido Republicano fue redifinir
la trilogía neoliberal de la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) de libre
comercio, política exterior intervencionista, y apertura a la inmigración, por
una nueva trilogía conservadora: proteccionismo, nacionalismo, y cierre de la
inmigración, incluyendo deportaciones masivas.
El
Partido Republicano ya tenía en su interior un movimiento conservador expresado
en el Tea party y sostenido en grupos evangélicos y blancos. Como señala
Kandel, la desastrosa administración de Bush hijo, así como el ataque del 11-S
en suelo norteamericano y el enfilar Trump contra la vieja dirigencia
republicana, hace que surja como alternativa presidencial válida de los
neoconservadores para su primer gobierno en 2016.
Cuando
Trump pierde la elección de 2020 se suma un nuevo think tank, la
Fundación Heritage, que va a preparar un Plan de gobierno para la segunda
presidencia en 2025, participando igualmente en la administración.
Trump
ha venido preparado con todo un equipo que ocupe los puestos clave de la
administración pública desde que asumió su segunda presidencia. Se ha rodeado
de gente que piensa igual que él. Ya no admite el disenso como fue en el primer
período. De allí que los que piensen distinto o disientan son despedidos
inmediatamente.
LOS TECH
RIGHT
Podemos
definirlos como la derecha tecnocrática, compuesta por los mandamases de las
grandes tecnológicas, cuyo miembro más conspicuo, pero no el único, es Elon
Musk, quien llega a participar activamente en los primeros meses de la
administración Trump, sobre todo en reducción de la burocracia del estado.
A
diferencia de MAGA, que es un grupo más ideológico, los tech right son
un grupo pragmático, aliados de Trump más por conveniencia que por
identificación con los postulados nacionalconservadores de su movimiento. Frente
a las regulaciones antimonopolio del gobierno de Biden, por opción práctica,
decidieron apoyar a Trump, que estaba en contra de estas regulaciones y les
otorgaba más libertad para sus negocios.
A
los tech right los identifica el notorio apoyo financiero, de allí su llegada
al poder en Washington, y con ellos se ve los temas de la inteligencia
artificial, la rivalidad tecnológica con China y las regulaciones europeas a
las big tech, algo que ha causado fricciones con la Unión Europea. De
allí también los subsidios a muchas empresas norteamericanas dedicadas a la IA,
la presión para que regresen a territorio norteamericano y la venta forzada de
TikTok en EEUU.
Si
bien el sector más fundamentalista de MAGA no ve con buenos ojos a las big
tech, lo cierto es que se ha convertido en una prioridad nacional no perder
la carrera tecnológica con China, por lo que el gobierno norteamericano
subsidia a muchas empresas, rescatándolas incluso de la quiebra como fue el
caso de Intel.
EL RELATO
DEL TRUMPISMO
Tanto
en la primera como la segunda campaña a la presidencia, “el relato” importa más
que los hechos. Es decir, la visión que trasmite la propuesta a sus partidarios
y que los hace sentir comprometidos con algo más grande históricamente (lo que
para José Carlos Mariátegui, en otro sentido, llamaría el mito).
Un
caso emblemático fue el lema hacer grande a Norteamérica de nuevo. La culpa de
su hundimiento se encontraba en los liberales, los woke y, por supuesto, los
extranjeros que contaminan “la sangre americana”. Recobrar el empleo para los
norteamericanos y que no se vaya a otros países (por ello la exigencia del
repatriaje de varias fábricas), expulsar a todo migrante y, en lo cultural,
fomentar el idioma inglés y los valores norteamericanos, abandonando el
multiculturalismo y la identidad de género, propio de “políticas woke”.
Su
relato es una síntesis entre el choque de civilizaciones y las teorías
conspiranoicas antisistema, a las que son muy afectos los norteamericanos.
Civilizaciones y culturas extrañas a EEUU que, en la narrativa trumpiana,
tratan de desfigurar sus creencias más sagradas, su linaje anglosajón y ocupar
los puestos de trabajo del “norteamericano puro”.
Como
dice la autora es un relato movilizador. No necesariamente cierto, pero mueve a
los votantes, sobre todo a los hombres que, en la última elección de Trump, no
solo fueron blancos, el típico WASP, sino también latinos y afroamericanos.
¿ES
FASCISTA EL GOBIERNO DE TRUMP?
Como
indica Maya Kandel cuando se etiqueta a un gobierno o una persona de “fascista”
se tiende a cancelar todo debate. Más es retórica y efectismo político que seria
investigación. Por lo general cuando se trata de un personaje, un partido
político o un gobierno de extrema derecha, automáticamente se le tiende a
etiquetar de fascista sin mayores análisis o sustento.
Según
la autora, más que fascista, el gobierno de Trump es un gobierno iliberal (o no
liberal) con fobia a los gobiernos liberales. Ella prefiere denominarlo como un
gobierno nacionalconservador (natcon), debido a que decide
regresar a unas supuestas fuentes primigenias gloriosas de un “pasado blanco y
netamente americano”, sin “contaminación” de razas extrañas. De allí también su
enfrentamiento con la Unión Europea, socio político de EEUU desde la II Guerra
Mundial y principal bloque comercial y económico que le hace frente, emblema de
un gobierno liberal (con matices, claro está), y su preferencia -como dice el
propio Trump- por “los tipos duros”, es decir los gobiernos de Rusia, China o
Corea del Norte.
Haciendo
analogías con el pasado, Kandel encuentra en el gobierno de Trump rasgos del
macartismo que sufrió EEUU en la década del 50 del siglo pasado. Acusaciones de
traidores a Norteamérica de todo aquel que disienta de su política
(antipatriotas), “listas negras de sospechosos de deslealtad”, marcado
autoritarismo, corte de fondos a universidades contrarias a sus ideas; y, por
otra parte, tener en las instituciones gente de su credo, incluyendo empresas
privadas, el mundo del cine y del espectáculo, y los medios de comunicación. En
ello se dio cuenta del error de su primera administración de no contar con
gente de su entorno en instituciones claves del gobierno y la esfera privada.
La importancia del uso de los medios masivos y las redes sociales, así como el
hacer política como si estuviese actuando en un reality -lo cual toma de
su experiencia pasada en este tipo de programas-, es parte de ese estilo que
sintoniza muy bien con el ciudadano medio.
La
esperanza son las instituciones norteamericanas, las cuales son puestas en
tensión todos los días. La Corte Suprema y por extensión el Poder Judicial, el
Congreso, las leyes federales y las elecciones, en un país en las que son muy
importantes como expresión de la soberanía popular.
Trump no tiene todas las de ganar, todavía. Pero, más allá que esté o no en el poder, como bien señala la autora, su política y el espíritu conservador que impregna a Norteamérica va a durar un tiempo más. Una era Trump que va a ir más allá de la cronología física de su iniciador; aunque de triunfar plenamente e imponerse en la sociedad y el estado norteamericano -y esto es apreciación personal-, a largo plazo, va a tener serias consecuencias para el liderato mundial y hegemonía de los Estados Unidos, y la correlación de fuerzas con otras naciones.