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Sunday, August 10, 2025

PRESIDENTES ENJUICIADOS

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Llama la atención que en Sudamérica varios expresidentes han sido enjuiciados o condenados por la justicia. Son de derecha o de izquierda, fenómeno insólito en la región donde, por lo general, se retiraban cómodamente del poder y, algún tiempo después, hasta tentaban una segunda elección.

 

Se destaca que en los países donde sucede el fenómeno tienen una democracia más o menos viable, con separación de poderes y un sistema de justicia con cierta independencia frente al poder. Difícilmente podríamos ver el enjuiciamiento a presidentes en países con gobiernos autoritarios, marcadamente dictatoriales, donde un juez o un fiscal que ose denunciar, acabaría muerto o desaparecido. Tampoco lo vemos en gobiernos con fuerte influencia en el Poder Judicial como sucede en México, donde, parecido a EEUU, existe una majestad presidencial y difícilmente vamos a presenciar una denuncia a un presidente o expresidente de la república.

 

Hechas las salvedades, vienen los matices. Cada caso que vemos es diferente. En Argentina es por corrupción; en Brasil por intento de golpe de estado; en Colombia por soborno y fraude procesal; y, en Perú, por intento de golpe de estado. A los que se debe sumar el caso de Jeanine Áñez en Bolivia, más por móviles políticos, y el de Alberto Fujimori, el primer megajuicio en el presente siglo a un expresidente.

 

Otro detalle es que países con democracias más sólidas y madurez política, como Uruguay o Chile, hasta la fecha no han tenido juicios a sus expresidentes. Pinochet, en Chile, pese a todo, murió tranquilamente en su casa.

 

Dentro de este inventario de procesos judiciales a expresidentes se debe separar la paja del trigo. En Argentina ha sido por chorro (ladrón); pero en otros casos el móvil político está detrás, como el caso de Jeanine Áñez, de quien ya nadie se acuerda, o del propio Uribe, figura controvertida en Colombia, como entre nosotros lo fue Alberto Fujimori. Para unos, Uribe fue quien terminó con la violencia en Colombia, con métodos, es cierto, no muy santos. Pisó callos, de allí que al salir de la presidencia sus enemigos políticos se la tenían jurada.

 

No podemos descartar el uso del lawfare, la judicialización de la política. El penetrar un grupo político el Ministerio Público y el Poder Judicial para atacar a los rivales y, de ser posible, enjuiciarlos y sacarlos de la competencia. De eso tenemos amplia experiencia nosotros, donde, sin excepción, todos nuestros últimos expresidentes han sido condenados o procesados, y se encuentran en una prisión ad hoc para expresidentes, más confortable que las cárceles comunes, pero prisión al fin y al cabo. Muchos, en el exterior, creen que tenemos una excelente administración de justicia a la cual no se le escapa ningún culpable; aunque la realidad es otra.

 

Si los procesos a expresidentes son por delitos comunes, en buena hora. En un estado constitucional y democrático de derecho nadie está por encima de la ley. Pero, si el uso es político, bastardizamos la democracia. La volvemos vil, manipulamos sus instituciones, lo que trae un problema más grave del que se quiso solucionar. El remedio peor que la enfermedad.