Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Creo que es excesivo el optimismo de algunos con respecto al fin de Putin por el “levantamiento” de su antiguo amigo Yevgueni Prigozhin. No creo que sea ni el inicio del fin.
Es que se trata de un gobierno autoritario (bueno en Rusia nunca hubo un gobierno democrático, más ha pesado la tradición autocrática de los zares, ahora con otros nombres) y como todo gobierno autoritario o cae derrocado por fuerzas externas (que no las hay) o internas, sucediéndolo otro autócrata. La otra opción es que continúa en el poder el autócrata de turno, pese a todo.
En el caso de Putin más parece lo segundo. Salvo que haya una sorpresa interna en Rusia. Lo que Putin hará será limpiar el Kremlin por dentro de posibles conspiradores y asegurarse por dádivas o por temor la lealtad de otros.
Lo que quedĂł demostrado es que en Rusia no existe un estado moderno, menos fuerte como se pensaba, sino algo más amorfo y más hacia un estado patrimonialista, donde el caudillo da prebendas a cambio de lealtad. Incluso se dice que los ministros nombrados le deben lealtad a Putin y no al estado ruso a cambio de tener el ministerio como su feudo privado. Como decimos nosotros “haz lo que quieras, pero te debes a mĂ”.
De allĂ que Prigozhin no haya sido “castigado” por el estado ruso, sino “perdonado” por Putin y permitirle al sublevado exiliarse en un paĂs cercano a los intereses de Rusia. Se le pagĂł lo que se debe por sus mercenarios, a estos se les permitiĂł asimilarse al ejĂ©rcito regular, y aquĂ no pasĂł nada.
Eso serĂa inimaginable, por ejemplo, en el estado chino. Si alguien se sublevase contra Xi Jinping habrĂa terminado muerto o en el mejor de los casos con sus huesos en un calabozo. Hasta nosotros, un pequeño estado del sur del continente americano, con el intento golpista del ex presidente Castillo en Diciembre pasado, este lo está pagando con cárcel que será por un buen tiempo.
Es un claro sĂntoma de lo dĂ©bil del estado ruso. Se cae el lĂder, se cae el estado. El problema es que es difĂcil que el lĂder caiga, salvo que suceda un imprevisto.
Y la otra interrogante es si cae el autĂłcrata, ¿quiĂ©n lo sucederá?
Posiblemente otro autĂłcrata que en sus primeros meses aparentará una “primavera democrática” para volver luego a los usos y costumbres de antaño.
Otro sĂntoma es el uso de mercenarios. Desde que se constituyen en Europa los estado-naciĂłn, cada paĂs se equipĂł de un ejĂ©rcito propio, profesional y tecnificado. Se dejĂł de lado los mercenarios usados hasta el Renacimiento y se volviĂł a los ejĂ©rcitos profesionales como en el viejo imperio romano.
Al parecer eso no hay en Rusia, de allĂ la importancia de Prigozhin y su ejĂ©rcito privado, tratado con guantes de seda. Sin mercenarios, la guerra en Ucrania serĂa inviable. No solo porque los propios rusos no quieren ir al frente de guerra por que no sienten que es su guerra (algo similar a lo que pasaba con los norteamericanos en la guerra de Vietnam), sino porque al parecer Rusia no cuenta con un ejĂ©rcito profesional moderno al estilo de Occidente.
Los ucranianos deberán soportar un poco más la guerra. Quizás se contrate nuevos mercenarios (hay varios ejércitos de mercenarios que se ofertan en el mundo) o se continúe con el negociado con Prigozhin y los suyos.