Sunday, July 09, 2023

DESDE RUSIA CON AMOR

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

 

Creo que es excesivo el optimismo de algunos con respecto al fin de Putin por el “levantamiento” de su antiguo amigo Yevgueni Prigozhin. No creo que sea ni el inicio del fin.

 Es que se trata de un gobierno autoritario (bueno en Rusia nunca hubo un gobierno democrático, más ha pesado la tradición autocrática de los zares, ahora con otros nombres) y como todo gobierno autoritario o cae derrocado por fuerzas externas (que no las hay) o internas, sucediéndolo otro autócrata. La otra opción es que continúa en el poder el autócrata de turno, pese a todo.

 

En el caso de Putin más parece lo segundo. Salvo que haya una sorpresa interna en Rusia. Lo que Putin hará será limpiar el Kremlin por dentro de posibles conspiradores y asegurarse por dádivas o por temor la lealtad de otros.

 

Lo que quedó demostrado es que en Rusia no existe un estado moderno, menos fuerte como se pensaba, sino algo más amorfo y más hacia un estado patrimonialista, donde el caudillo da prebendas a cambio de lealtad. Incluso se dice que los ministros nombrados le deben lealtad a Putin y no al estado ruso a cambio de tener el ministerio como su feudo privado. Como decimos nosotros “haz lo que quieras, pero te debes a mí”.

 

De allí que Prigozhin no haya sido “castigado” por el estado ruso, sino “perdonado” por Putin y permitirle al sublevado exiliarse en un país cercano a los intereses de Rusia. Se le pagó lo que se debe por sus mercenarios, a estos se les permitió asimilarse al ejército regular, y aquí no pasó nada.

 

Eso sería inimaginable, por ejemplo, en el estado chino. Si alguien se sublevase contra Xi Jinping habría terminado muerto o en el mejor de los casos con sus huesos en un calabozo. Hasta nosotros, un pequeño estado del sur del continente americano, con el intento golpista del ex presidente Castillo en Diciembre pasado, este lo está pagando con cárcel que será por un buen tiempo.

 

Es un claro síntoma de lo débil del estado ruso. Se cae el líder, se cae el estado. El problema es que es difícil que el líder caiga, salvo que suceda un imprevisto.

 

Y la otra interrogante es si cae el autócrata, ¿quién lo sucederá?

 

Posiblemente otro autócrata que en sus primeros meses aparentará una “primavera democrática” para volver luego a los usos y costumbres de antaño.

 

Otro síntoma es el uso de mercenarios. Desde que se constituyen en Europa los estado-nación, cada país se equipó de un ejército propio, profesional y tecnificado. Se dejó de lado los mercenarios usados hasta el Renacimiento y se volvió a los ejércitos profesionales como en el viejo imperio romano.

 

Al parecer eso no hay en Rusia, de allí la importancia de Prigozhin y su ejército privado, tratado con guantes de seda. Sin mercenarios, la guerra en Ucrania sería inviable. No solo porque los propios rusos no quieren ir al frente de guerra por que no sienten que es su guerra (algo similar a lo que pasaba con los norteamericanos en la guerra de Vietnam), sino porque al parecer Rusia no cuenta con un ejército profesional moderno al estilo de Occidente.

 

Los ucranianos deberán soportar un poco más la guerra. Quizás se contrate nuevos mercenarios (hay varios ejércitos de mercenarios que se ofertan en el mundo) o se continúe con el negociado con Prigozhin y los suyos.

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