Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Con el 20% sin nada de dinero en sus
cuentas individuales, otro 60% con menos de 5,000 soles, y solo una quinta
parte de los afiliados, un 20%, que accedería a una pensión de jubilación, es
difícil calificar de exitoso al sistema privado de pensiones. Añádase a ello
que el 70% de la PEA no cotiza a ningún sistema pensionario, estando en la más
franca informalidad.
Parafraseando
la conocida novela de Gabriel García Márquez, ha sido la crónica de una
muerte anunciada. Es que nació muerto. Como muchos han sostenido, con una
alta tasa de informalidad, sueldos bajos y precariedad laboral, el sistema privado
de pensiones no tenía cómo funcionar. La lógica implícita era ahorrar en
forma continua por 30 o 35 años que permita un fondo respetable para la
jubilación. La ley de reforma algo quiso remediar. Tenía cosas interesantes,
como la cotización progresiva de los independientes, lo que en el futuro habría
visto resultados; pero el cortoplacismo de los políticos en busca de votos lo amputó
de tajo con un octavo retiro de los fondos pensionables, desconociendo que es
un ahorro forzoso precisamente para la vejez, cuando las fuerzas ya no
dan para trabajar. Y, como dijo una congresista, estoy seguro que por unos
votos más vendrá un noveno y hasta un décimo retiro.
Tampoco
las AFP, sostén del sistema privado, fueron inocentes en este drama. Al tener
la exclusividad de los fondos pensionarios, invirtieron en empresas afines al
conglomerado económico al cual pertenecen, sin importarles mucho la
rentabilidad que producían, dando unas migajas al trabajador, cuando las daban,
porque si perdía el fondo por una mala inversión igual cobraban su porcentaje. No
se supeditó las ganancias de las AFP a una comisión por desempeño. Así
cualquiera hace empresa.
Asimismo,
los millennials y la generación Z son bastantes desconfiados de
poner su dinero en un fondo de pensiones. Aparte de ser muy independientes, por
todo lo que han visto y todo lo que han vivido sus padres, son reacios a cualquier
sistema pensionario. Como todo joven, los millennials prefieren el ahora
y eso de la jubilación lo ven como algo lejano que, en su momento, “se verá”.
Lo malo es que cuando llegue el momento será demasiado tarde.
El
sistema de pensiones no va funcionar con una nueva ley. Mejorará cuando las
condiciones socio-económicas cambien, cosa que lo veo difícil. Un trabajador
con un sueldo y un trabajo precario no será candidato idóneo para acceder a una
pensión de jubilación en el sistema privado. Mejorará también cuando entren
nuevos actores: bancos, aseguradoras, fondos de inversión extranjeros, que generen
competencia y ofrezcan un mayor atractivo y rentabilidad al trabajador. Incluso,
como sucede en otros países, una combinación de un sistema público que de una
pensión mínima y otro privado para los que puedan aportar más.
Lo
que sí es irrealista es que el sistema sea voluntario. Nadie aportaría. Cuando
se creó a fines del siglo XIX, bajo el gobierno de Bismarck, la obligatoriedad
en la cotización fue un pilar insustituible. Es un ahorro forzoso guste o no.
Tampoco
la solución va, como plantean algunos “analistas”, en liquidar el sistema
público y pasar todos los fondos a uno privado. Con solo 20% de afiliados del
sistema privado con derecho a una pensión (de cinco, solo uno accedería a una
jubilación) hasta suena a mal chiste. La monserga repetitiva de treinta años
que el sistema público “está quebrado” ya no convence por su estrechez de
miras, salvo al que se quiera dejar convencer. Sería bueno que aquellos que la
repiten como mantra vean la decepción que entre los trabajadores tiene el
sistema privado en Chile, cuna del modelo.
¿Qué
pasará con los que ya sacaron todo su dinero? No tendrán una pensión
contributiva cuando llegue el momento. Es evidente. Pero también lo es que el
estado, cuando llegue ese momento de la jubilación, no los va a abandonar. Me
explico.
Dentro
de unos 20 o 30 años, cuando les toque jubilarse a muchos que ahora ya no
tienen nada en sus cuentas individuales, algún político a la caza de votos
propondrá una ley a favor de los que se quedaron sin fondo, otorgando una
pensión no contributiva con cargo al presupuesto de la República, como la que
ya existe hoy para los sectores más vulnerables; con mayor razón si la
propuesta nace en temporada electoral. Estoy seguro que sería aprobada por
mayoría en el Parlamento y con la bendición desde Palacio de gobierno. El
camino está abierto.