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Sunday, October 05, 2025

ALIEN EARTH

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Soy un fanático de Alien. Desde su estreno en un lejano 1979 (en cine, cuando no había vhs, dvd, menos streaming) la habré visionado 30 o 40 veces. Quizás más. Ya perdí la cuenta. Me la sé plano por plano. No en vano, hace un tiempo le dediqué en este blog un homenaje por sus cuarenta años.

 

A mi criterio, la mejor sigue siendo la primera, mezcla de terror con ciencia ficción, en una era de capitalismo espacial reducido todo a ganancias, sin importar mucho la gente. Bueno, como es ahora también.

 

De allí el universo Alien ha sufrido una expansión de secuelas, precuelas, crossover, muchos sin pena ni gloria. Es un universo que goza de buena salud. Y esto lo saben muy bien los dueños de la franquicia.

 

Pero, conforme ese universo se expandía, necesitaba justificar las razones de su crecimiento. Crear nuevas historias que le dieran sentido a la original. Ya no solo era esa bestia agresiva altamente mortal, sino explicar la génesis. Los ingenieros que diseñaron a la criatura. Algo de eso quiso desarrollar las precuelas (Alien Prometheus y Alien Covenant), aunque sin mucho convencimiento. Lo hubiéramos dejado mejor como esa criatura salvaje en estado natural y era más creíble. Luego han venido videojuegos, un tributo a la primera de la saga (Alien Romulus), merchandising y toda la parafernalia en torno al popular xenomorfo.

 

El streaming trajo lo suyo y Alien no podía faltar. Alien earth se perfilaba como una miniserie que aspira a varias temporadas; aunque, por las críticas que le han llovido de todos lados, de repente queda allí.

 

Que no les gustó a los fans de Alien e incluso a cierta crítica, que esperaban otra cosa. Que el último capítulo es decepcionante, etc., etc.

 

Creo que no les gustó que no siga el canon oficial. Me explico.

 

El xenomorfo es un animal altamente letal, casi imposible de vencer. Desde el filme original conocemos los estragos que puede causar y como que nos hemos acostumbrado a ello. Toda película o serie de Alien que se respete tiene que causar infinidad de muertes y, con suerte, luego de mil peripecias, al final ser vencido por la heroína (mujer, blanca, heterosexual, rasgos que son marca constante en el universo Alien). Más o menos ese es el esqueleto del guion original y se encuentra grabado a fuego en nuestro imaginario. El resto son complementos, accesorios, matices.

 

Noah Hawley, el creador de la miniserie, quiso hacer algo diferente. Rompió el canon. En vez de centrarse en el xenomorfo persiguiendo a sus presas, nos mostró el otro lado. A un grupo de niños en cuerpos de androides adultos, con sus dudas y cavilaciones. El punto de vista cambió.  Otro elemento, quizás no de menor importancia, es el lugar de los sucesos. Ya no son planetas lejanos o el interior de naves espaciales como en anteriores películas de la saga, sino la tierra misma. Igual el tiempo. La acción sucede poco antes del filme original, por lo que se trata de una precuela que es antecedente inmediato de lo que veremos en Alien de 1979.

 

Como jefe de esa pandilla de adolescentes tenemos a un Peter Pan perverso (Boy Kavalier) que juega a ser Dios y de verdad se siente omnipotente, parodia de los grandes mandamases de las bigtech. No en vano su megaempresa se llama Prodigy y la isla donde vive Neverland. Los guiños al cuento clásico son más que evidentes. Vemos, como siempre, al xenomorfo matar gente, pero Hawley se ha centrado más en esos niños-máquinas y sus problemas emocionales y existenciales (la célebre pregunta ¿quién soy, hombre o máquina?) que en una serie de muertes sucesivas por el mítico monstruo.

 

La opción de Hawley era válida y creativa: rompe el canon oficial. Y siempre es bueno romper los cánones, a pesar que nos disguste.

 

Salvando las distancias, algo similar sucedió cuando fue el estreno de la live-action Blancanieves por los estudios Disney. También hubo un linchamiento mediático en las redes. ¿El delito? La protagonista no era “blanca como la nieve”, según el clásico cuento de los hermanos Grimm, sino brownie, “marroncita”, como que parte de sus ancestros son del sur del Río Grande, donde el fenotipo predominante no es el blanco, rubio y ojos azules. Rompía el canon de cómo se representaba a Blancanieves. No era una gran película, se permitía varias licencias y hasta era medio “progre”, pero tampoco era como para quemarla viva en la hoguera. Curiosamente muchos de los que se mostraron ofendidos en redes eran hasta más “oscuritos” que Rachel Zegler, la actriz protagónica.

 

No sé qué pasaría si en un futuro a algún creativo o productor de Hollywood con tendencias woke se le ocurre describir a la heroína de Alien ya no como blanca y heterosexual, tal como ha sido caracterizada hasta ahora, sino negra, lesbiana, chapando mujeres cada tres por cuatro y enfundada en botas largas de femme fatale.

 

Hay otros detalles que se han criticado, algunos me parecen fundados, como la exagerada cantidad de especies animales que porta el cargamento y que luego tienen poco desarrollo en la trama (salvo que se usen para futuras temporadas); que el guionista se saque de la chistera algunos trucos para resolver los nudos del argumento (el deus ex machina); o que la protagonista, Wendy (de nuevo la recurrencia al mundo de Peter Pan), pueda dominar con ciertos sonidos guturales al monstruo e incluso que sea su aliado como vemos en la escena final del último capítulo. La única que, en toda la saga, lo ha hecho. Bueno, está demostrado que hasta los animales más salvajes pueden ser apaciguados y hasta dominados con ciertos sonidos, así que tan extraño no es. Ya no se trata del enfrentamiento a muerte contra el alienígena para sobrevivir, sino colaboración, usando la letalidad y astucia del animal. Signo de los tiempos, donde es políticamente incorrecto mostrar en pantalla matar animales, por más que sean mortíferos y extraterrestres.

 

En las críticas que sí coincido es que la historia daba para una película o máximo dos, que para una miniserie, donde “hay que estirar como chicle” el argumento a fin de alcanzar para los episodios de toda una temporada, y con el agravante que se ha pensado más de una. Condensada en lo que dura un filme habría ganado en intensidad.

 

Ha decepcionado el último capítulo, se dice en las redes y en los comentarios. A mí me da la impresión que ese último capítulo ha querido ser la bisagra para la siguiente temporada que, como advertimos líneas arriba, es posible que no se estrene. Al final quien decidirá si hay o no una próxima entrega serán los números, las ganancias. Total, estamos en un sistema capitalista, tan tenebroso como el que nos describía el Alien original. O, como dijo hace buen tiempo una popular vedette local que se dedicaba al oficio más antiguo del mundo: Business son business.