Wednesday, April 10, 2019

IZQUIERDA Y DEMOCRACIA

 
Por: Eduardo JimĂ©nez J.
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       @ejj2107


Frente a Venezuela se comprueba el talante democrático o no de cierta izquierda en Perú, Latinoamérica y en parte de Europa. Hay dos aspectos ejes donde el comportamiento se trasluce: la dictadura (y por tanto su contraparte, la democracia) y la violación de derechos humanos. Un tercer aspecto lo complementa, la corrupción.

La calificaciĂłn o no de dictatorial al gobierno de Maduro corre pareja al criterio que se tenga sobre dictadura. Si es un fin o si es un medio. Si expresamos razones finalistas, toda dictadura es perversa, sin atenuantes. Sean dictaduras de derecha o de izquierda. Si es solo un medio (para llegar a un fin, como el socialismo en la Ăłptica marxista), el mantener un tipo de dictadura se considera legĂ­timo, mientras otras son descalificadas. Para buena parte de la izquierda del pasado, el defender el rĂ©gimen de Stalin y condenar sin atenuantes las dictaduras de Franco o Pinochet, era defender el socialismo. El razonamiento era más o menos “a pesar de, se legitima los hechos que han pasado ya que hay un fin supremo: el socialismo”. El hecho es que el dictador era considerado uno de los “nuestros”, lo que no sucedĂ­a con dictadores de derecha. (Dicho sea, algo similar sucedĂ­a y sucede, cuando desde la derecha más reaccionaria se trata de legitimar ciertas dictaduras, argumentando casi siempre la “salvaciĂłn de la patria” o “el peligro comunista” en la guerra frĂ­a, como fin que justifica la dictadura).

SucediĂł tambiĂ©n cuando el camarada Gonzalo comenzĂł su “guerra popular”. Gran parte de la izquierda de ese entonces mirĂł a otro lado, excusando la acciĂłn de Sendero Luminoso en el hecho que era una “violencia revolucionaria” … hasta que los primos de SL comenzaron a asesinar a dirigentes de izquierda, acusándolos de “revisionistas”.

Y es lo que pasa en la actualidad entre cierta izquierda con respecto al rĂ©gimen de Maduro, unos con más sofisticaciĂłn que otros, tratan de defenderlo, abierta o subrepticiamente. Total, lo consideran uno de los “nuestros”. ResultarĂ­a gracioso, si no es trágico de por si, el alambicamiento con que algunos personajes o partidos de izquierda defienden al dictador. Desde argumentos como la “intervenciĂłn del imperialismo yanqui” hasta la creaciĂłn de un nuevo “patio trasero”, por lo que “se debe defender” al tirano. Y, ¿la intervenciĂłn rusa, china o cubana, quĂ© son?, ¿”ayuda humanitaria”?

Los que defienden las dictaduras como medio, contrariamente están contra la democracia y las instituciones que la sostienen, pese a que se autotitulan “democráticos” de la boca para afuera. No es casual que cierta izquierda preconice como “gran cambio” una nueva constituciĂłn, suerte de bálsamo mágico contra todos los problemas y, más allá de la retĂłrica, no propongan como robustecer nuestras instituciones. A veces bastardean la palabra democracia (entendida como democracia representativa) para complementarla con adjetivos como “democracia social”, “democracia participativa”, “democracia popular”, etc., etc.

Regresando  a Venezuela, a este paso se va a convertir en un campo de “pulseo polĂ­tico” entre las grandes potencias y si no se hace algo pronto desde afuera, podrĂ­a devenir en una España del 36. Recordemos como dejaron los rusos a su triste suerte a España luego que la guerra estaba irremediablemente perdida para los republicanos (en gran parte por los errores de los propios estrategas rusos, la divisiĂłn de los republicanos y la escasa ayuda logĂ­stica), no sin antes haberse llevado todo el oro de la reserva española que pudieron, dizque para “protegerlo” de los nazis que estaban a las puertas de Madrid. Esta vez no hay oro, pero sĂ­ abundante petrĂłleo.

El otro aspecto es la violación sistemática de los derechos humanos.

Ya no son solo los derechos polĂ­ticos, sino los econĂłmicos y sociales. Los venezolanos no tienen los medios para llevar una vida siquiera medianamente decorosa. Perros y gatos casi han desaparecido de la  vida animal, convertidos en fuente de proteĂ­nas para personas hambrientas. La gente merodea los basureros para ver si encuentra algo para comer. La clase media prácticamente no existe. Se estima que más de la mitad de la poblaciĂłn está desnutrida, otros con TBC, niños con anemia perdidos irremediablemente al no contar con nutrientes para su desarrollo, sin contar los que han muerto por no tener medicamentos para la diabetes, el cáncer o retrovirales para los que padecen VIH (el jefe máximo de la OPS estima que por lo menos un diez por ciento de la diáspora venezolana tiene Sida). Y asĂ­, ¿prohibir la ayuda humanitaria? Eso ya no es solamente estupidez polĂ­tica, sino genocidio contra el pueblo que supuestamente el dictador quiere proteger.

Por supuesto, no todos los venezolanos padecen esas carencias. La “boliburguesĂ­a”, los allegados al rĂ©gimen venezolano gozan de buena salud, alimentaciĂłn, dinero y vivir en ambientes bastante saludables. Algunos hasta se dan el lujo de veranear en paĂ­ses europeos (donde no estĂ©n requisitoriados). Recordemos que Stalin y su sĂ©quito tambiĂ©n vivĂ­an bien, mientras el pueblo ruso se morĂ­a de hambre. El hecho no es nuevo. Los de arriba piden “sacrificios” a los de abajo, mientras los primeros se siguen llenando los bolsillos a costa de los segundos.

Claro, para cierta izquierda no existe violaciĂłn de derechos humanos. Se trata de un rĂ©gimen de izquierda. Cualquier carencia que padece el pueblo es culpa del imperialismo yanqui. El “bloqueo norteamericano”, esgrimen. HabrĂ­a violaciĂłn si más bien fuese de derecha y se irĂ­an hasta la Corte Interamericana para denunciarlo, como ciertas ONG locales que viven de los ddhh.

A estas alturas proclamar “la no intervenciĂłn” como ha dicho el presidente de MĂ©xico, es dejar libre el genocidio y la discriminaciĂłn. Olvida AMLO que cuando se trata de derechos humanos hay principios más importantes y necesarios que mirar a otro lado, excusándose de no intervenir por ser “asuntos internos”. Para AMLO morir millones de personas no pasa de ser un “asunto interno”.

El tercer aspecto es la corrupciĂłn. Y eso lo hemos podido observar más nĂ­tidamente con el caso lavajato. La corrupciĂłn existe si el partido o el implicado son de derecha, no hay corrupciĂłn o es “perdonada” o atenuada, si es de izquierda. Lula en todo caso habrĂ­a cometido “excesos” en beneficio del pueblo, pero no corrupciĂłn; mientras Michel Temer sĂ­ habrĂ­a sido corrupto. En el escenario nacional sucede algo parecido. Será corrupto si el implicado es de derecha, si es de izquierda es “perdonado”. En todo caso “pecĂł, pero no delinquiĂł” o fue un ingenuo engañado por “corruptos de derecha”.

Con la corrupción destapada se produce un hecho muy interesante: el corrupto de izquierda usualmente fue un luchador social en su juventud (es el caso de Lula o de Susana Villarán en su juventud), pero llegado al poder, usa los mismos métodos que cualquier corrupto para mantenerse en el poder o sacar un beneficio personal. Y el hecho de ser de izquierda no tiene atenuantes para sus actos. Recordemos que todos somos iguales ante la ley. Viejo principio liberal y sostén de cualquier estado de derecho.

Sucede con lo corrupciĂłn lo mismo que con la dictadura o la violaciĂłn de ddhh. Son condenables sin importar el color polĂ­tico (principios finalistas) o se tiene criterios distintos dependiendo de la afinidad ideolĂłgica.



Friday, March 22, 2019

UN AÑO DE MUCHAS PALABRAS Y POCOS RESULTADOS: BALANCE DEL PRIMER AÑO DE VIZCARRA


Los vicepresidentes que asumen el cargo de presidentes por motivos del azar o la fortuna, usualmente pueden hacer cosas que el presidente en ejercicio no se atrevería por el alto costo político. Gerald Ford terminó con la polémica intervención en Vietnam, una vez que reemplazó a Richard Nixon. En nuestro continente, Michel Temer realizó algunas reformas cuando asumió el cargo de presidente en Brasil reemplazando a Dilma Rousseff.

Se pensaba que con Vizcarra iba a suceder algo similar; más no fue asĂ­. RazĂłn por la cual algunos malician que quisiera tentar un perĂ­odo adicional en el 2021 (argumentos jurĂ­dicos los va a tener al mejor postor), por lo que no quiere “quemar” capital polĂ­tico con alguna reforma trascendental que significará intereses o sectores descontentos. De allĂ­, especulan, prefiere mantener la situaciĂłn de las cosas como están, sin cambios trascendentales y, más bien, con abundante retĂłrica verbal.

El punto de inflexión fue en Julio del 2018. Sin mayoría propia y sin muchos aliados en el congreso, acorrala a la mayoría fujimorista planteando una serie de reformas y sometiéndolas a referendo. Ello, más la prisión preventiva de la lideresa de Fuerza Popular, y favorecido por el escándalo Odebrecht que comprende a varios políticos, le posibilitó ganar legitimidad social en una suerte de democracia delegativa.

El problema con las medidas efectistas es que si no hay gestión de resultados, poco a poco van desinflándose, como le ha sucedido a Vizcarra en los primeros meses del presente año, agobiado por el fenómeno del niño, el incremento de la anemia infantil y algunos gestos frívolos como su viaje a España. En otras palabras: el pueblo le pide resultados, cosa que él no tiene.

Cuando un polĂ­tico se fija mucho en las encuestas, va a ser lo indecible para remontar la caĂ­da. Tiene dos opciones: o aprovecha otro efecto espectacular (prisiĂłn preventiva para algĂşn polĂ­tico con pasado medio turbio, leyes efectistas, otro golpe al congreso que le coseche aplausos), es decir “sacar otro conejo del sombrero”; o hace gestiĂłn eficiente de resultados (fenĂłmeno del niño, mejora en la calidad de servicios del estado, inversiones urgentes, mejor distribuciĂłn de la renta).

Si se compromete con dos reformas trascendentales, la reforma política y la reforma judicial, habrá hecho bastante. Ojalá, por el bien del país, meta pasión y fuerza política para que se materialicen; aunque dudo se atreva.