Empezaré por el segundo tema. Debo decir previamente que –como en el tema de las casas del ALBA- no he simpatizado ni simpatizo con la controvertida animadora. Pero, he notado una acre y furibunda tendencia a que su programa sea levantado del aire, lo que equivale a una censura o por lo menos a una condena moral.
Literalmente el programa de Laura Bozzo es una basura, pero de allí a censurarlo pasamos a convertirnos en los torquemadas modernos, en aquellos portavoces de la verdad absoluta e indiscutible, como ha sucedido con algunas figuras mediáticas, cumpliéndose el adagio “del árbol caído todos hacen leña”. Líbrenos Dios de aquellas personas (y eso que lo dice un agnóstico). Ponerse encima del bien y del mal es tan peligroso como los programas de la autotitulada “abogada de los pobres” (la presión mediática es tan fuerte y las evidencias que su programa “inventaba” historias tan obvias, que más temprano que tarde el programa será cancelado). Aunque más que pedir la cancelación debemos recordar que su programa nació en un contexto muy específico: el gobierno autocrático de Alberto Fujimori que necesitaba de sicosociales como los ofrecidos por la Sra. Bozzo. Sus vínculos con Fujimori y Montesinos jamás los negó y más bien se sentía orgullosa de ellos. Laura Bozzo –como el programa de Magaly Medina- son el resabio de una época oscura en la historia del Perú, cuándo nos quisieron vender el cuento de los tigres de Sudamérica mientras el ingeniero con su asesor medraban del erario público. Y si el programa de LB prácticamente ya cayó –el rating que tiene es bastante bajo-; en cambio Magaly TV si será más difícil que caiga, se ha reciclado, se ha insertado dentro del sistema y también no produce demasiados anticuerpos como el de la Bozzo, salvo los perjudicados por los “ampays”, pero sobretodo tiene rating y eso cuenta más que su génesis en la década pasada; aparte que nunca se ha podido encontrar pruebas de la vinculación de la popular “Urraca” con los mandos del poder de ese entonces como sí sucede con su compañera de canal.
Precisamente, es sintomático que tres personajes que crecieron en la era del fujimorismo como Laura Bozzo, Magaly Medina y Nicolás Lúcar, se encuentren parapetados en el mismo canal –el canal 9-. Da la impresión que existieran intereses subterráneos bastante oscuros que dan licencia y respaldo a esas tres figuras mediáticas de una de las épocas más nefastas de nuestra historia republicana.
LAS CASAS DEL ALBA
Voy a contar una anécdota que me ocurrió hace algunos meses.
Los que han leído mis crónicas y artículos sabrán que de joven milité en las canteras de la izquierda marxista, participando incluso activamente en el movimiento de Izquierda Unida. Siempre en la base, ad honorem y sin pedir un cargo a cambio. Era más idealismo que sentido pragmático de la política, como el de muchos de los jóvenes de mi generación. Hace más de veinte años –antes que cayera el muro de Berlín- me aparté de las corrientes marxistas y si se trata de poner etiquetas me considero ahora un socialdemócrata liberal que no se arrepiente ni hace mea culpa ni abjura de su etapa juvenil; no obstante, tengo amigos que todavía pertenecen a esa vieja izquierda y son consecuentes con sus ideales sea por principios o por intereses crematísticos más subalternos. Me invitaron a una reunión donde el objetivo era fundar una nueva casa del ALBA. Luego de los discursos del caso sobre “el socialismo del siglo XXI”, Hugo Chávez, Fidel y toda la iconografía izquierdista y con una borrachera que hacía más apasionada y vehemente la retórica, uno de los participantes aseguró tener “contactos” muy cercanos con funcionarios venezolanos y con la embajada acá en Lima, así que “el billete” estaba asegurado. Y no eran meras fanfarronadas de borracho, conociendo como lo conozco a este amigo se que sus contactos eran bastante ciertos. Como que tiempo después fundó su casa de la “amistad peruano-venezolana”.
Sí, las casas del ALBA tienen financiamiento venezolano. Eso es evidente.
Pero, al igual que el caso de la Bozzo, ¿se podrá desterrar esas casas con una comisión investigadora del Congreso, o siquiera se podrá hablar de “contrabando ideológico”?
En principio no existe el “contrabando ideológico”. Una persona o una asociación pueden tener una ideología, abiertamente o disfrazada, pero que está presente en su modo de obrar o de expresarse. Y, también porqué las ideas se deben combatir con ideas. Si una asociación tiene, por ejemplo, ideas sobre el socialismo, la democracia o incluso en materia de religión como que Cristo vino de un planeta remotísimo en un OVNI para darnos sus más avanzadas enseñanzas, a nadie se le va a ocurrir cerrar esa asociación, ni menos acusarla de “contrabando ideológico” en desmedro de la iglesia católica, sino que se deberá refutar esas afirmaciones con ideas. Si alguien cree que el modelo chavista es el del socialismo del siglo XXI, bueno habrá que refutar con ideas y no cerrando las asociaciones o nombrando “comisiones investigadoras”. Aparte que eso del “contrabando ideológico” tiene un tufillo virreinal, a naftalina, a fascismo puro para decirlo sin medias tintas. Con esa misma lógica, el actual ministro de defensa (que sueña con ser presidente) si hubiese vivido en la época del virreinato habría acusado de “contrabando ideológico” a las ideas liberales de la independencia y la revolución americana.
Sé que mis colegas leguleyos me dirán que de acuerdo a ley se pueden formar comisiones investigadoras en el Congreso, así como de oficio el Ministerio Público puede iniciar también una investigación. Y tienen razón. Nadie dice lo contrario. Pero, las consecuencias políticas serán más dañinas para el sistema y la democracia, ya que lo único que traerán esas comisiones será darle publicidad gratuita a las casas del ALBA y que se consideren como “perseguidos políticos”. Un cierre –solo un cierre- de una casa del ALBA le daría más publicidad a estas asociaciones que todo lo que han hecho hasta ahora –que no es poco-, y el remedio sería peor que la enfermedad. Cuando se toma una medida de esta naturaleza, el costo político debe ser sopesado cuidadosamente y darle la lucha en ese campo más que en el formal-legal.
No estamos en la época de las persecuciones, el partido en el gobierno lo debe saber mejor que ninguno, al ser ellos perseguidos por largos años justo por esa derecha cavernaria que le sopla al oído despropósitos con un tufillo bastante oloroso a Sánchez Cerro y al Perú del año de la barbarie.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, March 18, 2008
Monday, March 10, 2008
THRILLER EN SUS 25 AÑOS
Quizás pocos discos como Thriller hayan jalonado toda una época. Más allá de la discusión si fue o no comercial el lanzamiento (que en los hechos lo fue), importa la era que marcó al compás de los zombies del video clip. Esos monstruos que parecían salir de la mente afiebrada de George Romero son perdurables.
Pero, también podemos hacer una “lectura” del contexto social en consonancia con las imágenes de los zombies que vemos desfilar. Estamos al inicio de la década de los ochenta, cuando el gobierno de Ronald Reagan inicia un proceso de reformas conservadoras dando inicio a los llamados “neocon”, los neoconservadores, que en reacción al liberalismo y rompimiento de tabúes que vivió Norteamérica entre las décadas de los sesenta y setenta, buscan restablecer los valores tradicionales de corte puritano, mientras que en el campo económico comienzan a desmantelar el estado de bienestar, rebajar impuestos favoreciendo a los más ricos, y cortando muchos subsidios estatales. Esa ola conservadora puede interpretarse como “el regreso de los muertos vivientes”, al igual que los zombies que vemos en Thriller.
Sin querer, el arte puede captar el sentido de una época. Esas obras son las que más perduran y sobreviven a los millares de informes o libros que trataron de comprender un período histórico determinado. Thriller, sin proponérselo, capto el horror de un período de reacción, de vuelta a un pasado retrógrada, a semejanza de esos zombies que bailan al ritmo del gran Jacko.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Pero, también podemos hacer una “lectura” del contexto social en consonancia con las imágenes de los zombies que vemos desfilar. Estamos al inicio de la década de los ochenta, cuando el gobierno de Ronald Reagan inicia un proceso de reformas conservadoras dando inicio a los llamados “neocon”, los neoconservadores, que en reacción al liberalismo y rompimiento de tabúes que vivió Norteamérica entre las décadas de los sesenta y setenta, buscan restablecer los valores tradicionales de corte puritano, mientras que en el campo económico comienzan a desmantelar el estado de bienestar, rebajar impuestos favoreciendo a los más ricos, y cortando muchos subsidios estatales. Esa ola conservadora puede interpretarse como “el regreso de los muertos vivientes”, al igual que los zombies que vemos en Thriller.
Sin querer, el arte puede captar el sentido de una época. Esas obras son las que más perduran y sobreviven a los millares de informes o libros que trataron de comprender un período histórico determinado. Thriller, sin proponérselo, capto el horror de un período de reacción, de vuelta a un pasado retrógrada, a semejanza de esos zombies que bailan al ritmo del gran Jacko.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Thursday, March 06, 2008
COLOMBIA Y LAS FARC
Irónicamente los tres países involucrados en el incidente de las FARC pertenecieron al sueño bolivariano de la “gran Colombia” y entre ellos comparten no solo una misma bandera, sino un intenso intercambio comercial y sus ciudadanos transitan más o menos en forma fluida. Es como si entre nosotros, al gobierno peruano o al gobierno boliviano, se le ocurriera cerrar la frontera y movilizar algunos contingentes armados a la zona sur: sería inconcebible.
Si bien no creo “la sangre llegue al río” y más allá de las bravuconadas de Hugo Chávez (que interesadamente se ha metido al lío) o los desgarres de vestiduras de Rafael Correa o las denuncias presentadas ante la OEA, el estado de las cosas volverá a la calma en los próximos días; pero, es útil sacar algunas reflexiones políticas al respecto, que saltan por evidentes, pero que han sido confirmadas gracias al “affaire” fronterizo.
En primer lugar que Hugo Chávez ha pactado expresa o tácitamente convenios de reciprocidad en caso de agresión con los gobiernos que le son afines: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Gracias a la afinidad que guardan con el “proyecto bolivariano” estamos ante un eje financiado por Caracas y cuya finalidad es expandir proyectos similares en otras áreas de la región.
Asimismo, Hugo Chávez necesitaba un conflicto regional de esa magnitud a fin de cohesionar políticamente el frente interno. Luego de salir mal parado en el referéndum promovido en Diciembre pasado, necesitaba un hecho que le permita mantener su liderazgo sin cuestionamiento, y un pretexto regional es un buen motivo. No hay nada que mueva más a la unión de un pueblo que la posible agresión de un enemigo común; aunque si exagera le puede salir muy caro, debido a que los ciudadanos venezolanos no se van a “comprar” un pleito ajeno.
De igual modo, Álvaro Uribe en el frente interno colombiano necesitaba una acción audaz y efectiva que le permita obtener réditos políticos. Se habla insistentemente de una segunda reelección o por lo menos de un sucesor cercano a él. Qué mejor que demostrando, como en sus primeros años, “mano dura” contra las FARC, eliminando al segundo en la línea de mando, no importa si al precio de ocasionar un incidente internacional. El “efecto político” es más importante que el militar, ya que es poco probable que la eliminación del número dos afecte seriamente a las FARC. Y de paso, “elimina” las posibilidades de una negociación para la liberación de los rehenes, principalmente de Ingrid Betancourt, la única que podría competir con él por la presidencia, en caso de ser liberada. Cautiva Betancourt no tendría un oponente de peso, sea que intente Uribe un tercer mandato o ponga algún sucesor cercano.
Otra lección que se puede obtener es que el conflicto colombiano no puede circunscribirse solo a ese país, al haberse irradiado el mismo a los países vecinos de la región, donde incluso las FARC cuentan con las simpatías de algunos gobiernos; demostrando el incidente que cuando se trata de acciones contra grupos terroristas y/o guerrilleros no existen fronteras ni nacionalidades. Tanto de los insurgentes como de las fuerzas del orden, similar a lo que sucede en otras partes del mundo, donde el problema focalizado inicialmente en un solo lugar, “se irradia” a los otros países, sea por contar con simpatías ideológicas o políticas, o porque la persecución a los grupos armadas debe efectuarse violando la soberanía nacional de los países que los acogen.
Pero el incidente no solo traería la presencia de Chávez en un eventual conflicto armado, sino la intervención directa o por lo menos acompañado en una fuerza “multinacional” de los Estados Unidos. Uribe es un aliado que no se puede dar el lujo de perder y si existe beligerancia del vecino de al lado, Chávez puede salir perdiendo, por eso no creo que más allá de las bravuconadas del “bolivariano” o de algún incidente aislado en la frontera, las cosas no lleguen a mayores.
En el contexto geopolítico sudamericano existen claramente dos grupos de países con fines y estructuras económicas distintas: los de la costa del pacífico conformado por Chile, Perú y Colombia, con economías abiertas, TLC firmados en el caso de los dos primeros y uno por firmarse en el caso del tercero, con estados de derecho que van funcionando o intentando funcionar adecuadamente, y vigilancia –matizada seriamente en el caso colombiano- de los derechos humanos acompañado de libertades políticas; y los conformados por Venezuela, Ecuador, Bolivia y con la simpatía de Argentina -país que ya perdió la hegemonía de antaño-, donde se “vive” un “socialismo del siglo XXI”, economías controlistas, aversión a los tratados con los Estados Unidos, y privilegio de una retórica nacionalista, aunque en los hechos las desigualdades de clase y problemas de carestía recaigan sobre los sectores menos favorecidos. Y, en el medio, Brasil, actuando como una suerte de árbitro y afianzando un liderazgo regional. En ese nuevo contexto, la Comunidad Andina de Naciones ha quedado sino sepultada por lo menos relegada en importancia y difícilmente se recuperará en los próximos años, por lo menos no en esta nueva coyuntura.
Es en este nuevo contexto geopolítico que se produce el incidente de las FARC en territorio ecuatoriano. De haber sido distinto, más allá de las disculpas protocolares y de recordar que somos países “hermanos” no habría sucedido nada más; pero el contexto y los actores de la actual hora han buscado de uno u otro lado sacar ventajas de un incidente que más allá de la violación flagrante de la soberanía de un país no debió crecer a la dimensión que estamos presenciando. En el affaire suscitado no hay santos ni demonios, no hay buenos o malos como se quiere hacer aparecer interesadamente, solo actores políticos tratando de obtener la mayor ventaja que el incidente pueda dar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Si bien no creo “la sangre llegue al río” y más allá de las bravuconadas de Hugo Chávez (que interesadamente se ha metido al lío) o los desgarres de vestiduras de Rafael Correa o las denuncias presentadas ante la OEA, el estado de las cosas volverá a la calma en los próximos días; pero, es útil sacar algunas reflexiones políticas al respecto, que saltan por evidentes, pero que han sido confirmadas gracias al “affaire” fronterizo.
En primer lugar que Hugo Chávez ha pactado expresa o tácitamente convenios de reciprocidad en caso de agresión con los gobiernos que le son afines: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Gracias a la afinidad que guardan con el “proyecto bolivariano” estamos ante un eje financiado por Caracas y cuya finalidad es expandir proyectos similares en otras áreas de la región.
Asimismo, Hugo Chávez necesitaba un conflicto regional de esa magnitud a fin de cohesionar políticamente el frente interno. Luego de salir mal parado en el referéndum promovido en Diciembre pasado, necesitaba un hecho que le permita mantener su liderazgo sin cuestionamiento, y un pretexto regional es un buen motivo. No hay nada que mueva más a la unión de un pueblo que la posible agresión de un enemigo común; aunque si exagera le puede salir muy caro, debido a que los ciudadanos venezolanos no se van a “comprar” un pleito ajeno.
De igual modo, Álvaro Uribe en el frente interno colombiano necesitaba una acción audaz y efectiva que le permita obtener réditos políticos. Se habla insistentemente de una segunda reelección o por lo menos de un sucesor cercano a él. Qué mejor que demostrando, como en sus primeros años, “mano dura” contra las FARC, eliminando al segundo en la línea de mando, no importa si al precio de ocasionar un incidente internacional. El “efecto político” es más importante que el militar, ya que es poco probable que la eliminación del número dos afecte seriamente a las FARC. Y de paso, “elimina” las posibilidades de una negociación para la liberación de los rehenes, principalmente de Ingrid Betancourt, la única que podría competir con él por la presidencia, en caso de ser liberada. Cautiva Betancourt no tendría un oponente de peso, sea que intente Uribe un tercer mandato o ponga algún sucesor cercano.
Otra lección que se puede obtener es que el conflicto colombiano no puede circunscribirse solo a ese país, al haberse irradiado el mismo a los países vecinos de la región, donde incluso las FARC cuentan con las simpatías de algunos gobiernos; demostrando el incidente que cuando se trata de acciones contra grupos terroristas y/o guerrilleros no existen fronteras ni nacionalidades. Tanto de los insurgentes como de las fuerzas del orden, similar a lo que sucede en otras partes del mundo, donde el problema focalizado inicialmente en un solo lugar, “se irradia” a los otros países, sea por contar con simpatías ideológicas o políticas, o porque la persecución a los grupos armadas debe efectuarse violando la soberanía nacional de los países que los acogen.
Pero el incidente no solo traería la presencia de Chávez en un eventual conflicto armado, sino la intervención directa o por lo menos acompañado en una fuerza “multinacional” de los Estados Unidos. Uribe es un aliado que no se puede dar el lujo de perder y si existe beligerancia del vecino de al lado, Chávez puede salir perdiendo, por eso no creo que más allá de las bravuconadas del “bolivariano” o de algún incidente aislado en la frontera, las cosas no lleguen a mayores.
En el contexto geopolítico sudamericano existen claramente dos grupos de países con fines y estructuras económicas distintas: los de la costa del pacífico conformado por Chile, Perú y Colombia, con economías abiertas, TLC firmados en el caso de los dos primeros y uno por firmarse en el caso del tercero, con estados de derecho que van funcionando o intentando funcionar adecuadamente, y vigilancia –matizada seriamente en el caso colombiano- de los derechos humanos acompañado de libertades políticas; y los conformados por Venezuela, Ecuador, Bolivia y con la simpatía de Argentina -país que ya perdió la hegemonía de antaño-, donde se “vive” un “socialismo del siglo XXI”, economías controlistas, aversión a los tratados con los Estados Unidos, y privilegio de una retórica nacionalista, aunque en los hechos las desigualdades de clase y problemas de carestía recaigan sobre los sectores menos favorecidos. Y, en el medio, Brasil, actuando como una suerte de árbitro y afianzando un liderazgo regional. En ese nuevo contexto, la Comunidad Andina de Naciones ha quedado sino sepultada por lo menos relegada en importancia y difícilmente se recuperará en los próximos años, por lo menos no en esta nueva coyuntura.
Es en este nuevo contexto geopolítico que se produce el incidente de las FARC en territorio ecuatoriano. De haber sido distinto, más allá de las disculpas protocolares y de recordar que somos países “hermanos” no habría sucedido nada más; pero el contexto y los actores de la actual hora han buscado de uno u otro lado sacar ventajas de un incidente que más allá de la violación flagrante de la soberanía de un país no debió crecer a la dimensión que estamos presenciando. En el affaire suscitado no hay santos ni demonios, no hay buenos o malos como se quiere hacer aparecer interesadamente, solo actores políticos tratando de obtener la mayor ventaja que el incidente pueda dar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, March 03, 2008
POR TELÉFONO NO: PROSTITUTAS SIN CELULAR
La estupidez humana no tiene fronteras ni distingue nacionalidades. A veces pensaba que nosotros (en el tercer mundo o como se dice ahora eufemísticamente “países emergentes”) éramos los abanderados de proyectos descabellados como el del comentario, pero veo que no.
En el Reino Unido no se les ha ocurrido mejor manera de combatir la prostitución que bloqueando los números telefónicos de las prostitutas que anuncian sus servicios en los periódicos de la ”city”. Se parece en algo al proyecto que no prosperó de un congresista aprista que prohibía los anuncios de comercio sexual en los periódicos. Cualquiera podría pensar que él ha asesorado al actual gobierno británico (ver en este blog el artículo Sexo censurado). Pero no, la iniciativa es propia del gobierno laborista que como sucede con todos los gobiernos del mundo ante el desborde de un problema social busca la solución que parece más expeditiva y rápida gracias a que el Estado tiene los medios coercitivos para hacerla cumplir: la prohibición.
La prohibición parece lo más sencillo, pero más allá de las buenas intenciones no pasa de un gesto para lavar las buenas conciencias y sobretodo decir a los electores que el gobierno “hace algo” con respecto al tema.
Sin embargo, la solución no es tan fácil, en vista que frente a una medida de esa naturaleza, la oferta sexual buscará los medios de promocionarse por otros medios a fin de satisfacer la demanda. El ingenio se agudiza frente a la necesidad. Si son bloqueados los teléfonos de los servicios sexuales, se encontrará otras formas de publicitarlo o, como ya se ha aventurado, las prostitutas volverán a las calles con el riesgo que ello implica tanto para el cliente como para la trabajadora sexual.
La prostitución es tan antigua como el mundo. Nadie, ni siquiera los grupos religiosos fundamentalistas han podido erradicarla. Los esfuerzos siempre devienen en un rotundo fracaso. Más que prohibir o considerar delito el pago por servicios sexuales (otra aberración de alguna mente afiebrada en el gobierno de Londres) la prostitución se debe regular, establecer parámetros de calidad del servicio, lugares donde se brinda y -porqué no- hasta el pago de impuestos. Sería más provechoso tanto para los potenciales usuarios como para el propio Estado y por supuesto para las propias trabajadoras del sexo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En el Reino Unido no se les ha ocurrido mejor manera de combatir la prostitución que bloqueando los números telefónicos de las prostitutas que anuncian sus servicios en los periódicos de la ”city”. Se parece en algo al proyecto que no prosperó de un congresista aprista que prohibía los anuncios de comercio sexual en los periódicos. Cualquiera podría pensar que él ha asesorado al actual gobierno británico (ver en este blog el artículo Sexo censurado). Pero no, la iniciativa es propia del gobierno laborista que como sucede con todos los gobiernos del mundo ante el desborde de un problema social busca la solución que parece más expeditiva y rápida gracias a que el Estado tiene los medios coercitivos para hacerla cumplir: la prohibición.
La prohibición parece lo más sencillo, pero más allá de las buenas intenciones no pasa de un gesto para lavar las buenas conciencias y sobretodo decir a los electores que el gobierno “hace algo” con respecto al tema.
Sin embargo, la solución no es tan fácil, en vista que frente a una medida de esa naturaleza, la oferta sexual buscará los medios de promocionarse por otros medios a fin de satisfacer la demanda. El ingenio se agudiza frente a la necesidad. Si son bloqueados los teléfonos de los servicios sexuales, se encontrará otras formas de publicitarlo o, como ya se ha aventurado, las prostitutas volverán a las calles con el riesgo que ello implica tanto para el cliente como para la trabajadora sexual.
La prostitución es tan antigua como el mundo. Nadie, ni siquiera los grupos religiosos fundamentalistas han podido erradicarla. Los esfuerzos siempre devienen en un rotundo fracaso. Más que prohibir o considerar delito el pago por servicios sexuales (otra aberración de alguna mente afiebrada en el gobierno de Londres) la prostitución se debe regular, establecer parámetros de calidad del servicio, lugares donde se brinda y -porqué no- hasta el pago de impuestos. Sería más provechoso tanto para los potenciales usuarios como para el propio Estado y por supuesto para las propias trabajadoras del sexo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, February 25, 2008
SOCIOLOGÍA DEL AMOR: EN TORNO A EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA
Existe un principio en las adaptaciones cinematográficas que casi siempre se cumple: de una buena novela es muy difícil obtener una buena película (más bien la película suele resultar mala); e inversamente proporcional, de una mala novela o de un cuento o relato corto es posible obtener una buena película (a lo que agregamos siempre y cuando se cuente con un buen guionista y un buen director).
Es que las comparaciones entre libro y filme resultan inevitables. Más cuando se tiene conocimiento de la obra literaria. Además, una buena novela es muy difícil llevarla a la pantalla por lo complejo y difícil que resulta resumir más de quinientas páginas, quedando naturalmente distorsionada; aparte que ambos –libro y filme- tienen lenguajes diferentes, por lo que si algo funciona bien en uno, no necesariamente será igual en el otro. Por eso es imposible adaptar magistralmente a la pantalla El Quijote de la Mancha, En busca del tiempo perdido o Conversación en la Catedral. Menos el Ulises o Cien años de soledad.
Hay excepciones a esa regla, como la adaptación de Muerte en Venecia de Luchino Visconti (que es una novela corta de Thomas Mann) donde ambos –libro y filme- son de excelente factura, o El Gatopardo (Visconti de nuevo). Pero son eso, excepciones.
En cambio, un cuento o relato corto puede trasformarse en un buen guión, “creciendo” en magnitud e importancia, así como en complejidad de los personajes, y si a eso se añade una buena dirección de actores, tenemos muchas veces una obra maestra. Igual sucede con las malas novelas, las que pueden ser enriquecidas con una buena adaptación y dándoles un alcance que el texto literario jamás lo tuvo. Un ejemplo claro: El padrino. La novela no es gran cosa, pero en manos de Francis Ford Coppola llegó a niveles de tragedia griega (“es imposible que escapemos a nuestro destino”).
Así que los lamentos de los lectores de “El amor en los tiempos del cólera” salen sobrando por obvios. No solo por tratarse de una superproducción al estilo de Hollywood, donde ha prevalecido lo azucarado de la historia, sino también porqué el director no ayuda mucho a hacer “despegar” una trama que se mantiene a vuelo rasante en las más de dos horas de proyección. Es que Mike Newell (quien cuenta en su haber una entrega de Harry Potter y la insulsa La sonrisa de la Monalisa) no era el apropiado. Pasó lo mismo que al elegir al director de Soy leyenda. Eso ocurre cuando los productores quieren ahorrarse unos “milloncitos” y optan por contratar a un director “más barato” o que no cuente con la independencia necesaria para efectuar los cambios que sean ineludibles (un “yes, sir”), pensando que el reparto, “el ambiente de época”, las canciones de Shakira o la deliciosa fotografía son suficientes.
En lo que si discrepo con cierta crítica es en la culpa que se le quiere achacar también al “cast” internacional. Se ha dicho que es un reparto internacionalizado, globalizado, tenemos actores españoles, italianos, colombianos y otras menudencias que dan como resultado “un arroz con mango”. Claro, los amantes de la novela (entre los que me cuento) hubieran preferido una versión en “castellano caribe” que en un estándar inglés subtitulado. Y tienen razón. Pero, la argumentación de una falta de autenticidad local de los actores no resiste un análisis serio. Sería como alegar que carecerían de autenticidad las actuaciones de Shakespeare y estaba descalificado por ser inglés para interpretar en la época isabelina personajes de la Grecia clásica, de la antigua Roma o de la Italia medieval. El reparto internacional y el uso del inglés en los diálogos no es motivo para descalificar un filme, siguiendo esa misma lógica los chinos sólo podrían interpretar a personajes chinos, los franceses sólo a franceses y así hasta agotar las nacionalidades. El actor profesional puede interpretar distintos papeles (si usamos ese razonamiento, Javier Bardem estaría descalificado para interpretar a un serial killer en No country for old men), no solo referidos a su lugar de origen o idioma, y el tener un reparto internacional bien llevado hace la obra más interesante.
Los protagónicos cumplen, unos más que otros, pero cumplen y bien. Los defectos del filme van por otro lado (más está relacionado con “ensamblar” todas estas piezas y darle un aliento de conjunto a la historia). Quizás cuando algún día se realice la “versión caribeña” de El amor en los tiempos de cólera, tendremos una con los giros idiomáticos propios (que dicho sea de paso, la novela más se presta a miniserie que a película).
Otro error de apreciación está relacionado con la crítica al tratamiento de la sensibilidad de la época; olvidándose que la historia ocurre entre los siglos XIX e inicios del XX cuando ni remotamente estaba enraizada la revolución sexual en las sociedades occidentales que permitió liberar los tabúes y prejuicios de antaño. Más bien la película acierta en lo que podríamos denominar una “sociología del amor”. El romanticismo como grado excelso del amor de pareja, con el apasionamiento y los sentimientos desbordados como parte de la cultura de una clase media ilustrada, nutrida sobretodo de los autores franceses que influenciaron notablemente a más de una generación, donde la comunicación de los amantes era generalmente por medio epistolar, medio idóneo para cortejar a la amada (el internet y el chat se encontraban en los pre-sueños de la humanidad) y lo más audaz consistía en tocarle la mano a la novia al salir de la misa. Esa atmósfera está muy bien tratada en el filme y no es nada cursi, a pesar de parecerlo a los ojos contemporáneos. Difícilmente podemos juzgar una sensibilidad de épocas pasadas con los parámetros de la nuestra, debido a que se corre el riesgo de cometer un error de perspectiva.
Para terminar, la escena con la cual me quedo: la de Angie Cepeda como la viuda que aprovechando la trifulca de los estruendos de la guerra civil en la calle, aprovecha para acostarse con el meditabundo y triste Florentino Ariza. Es una escena natural, fresca como la Cepeda misma cuando interpretó a La Brasileña en Pantaleón y las visitadoras. Sólo por ella vale quedarse en la butaca por más de dos horas (aunque en mi caso personal, la compañía con quien aprecie el filme fue más grata que la película misma).
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Es que las comparaciones entre libro y filme resultan inevitables. Más cuando se tiene conocimiento de la obra literaria. Además, una buena novela es muy difícil llevarla a la pantalla por lo complejo y difícil que resulta resumir más de quinientas páginas, quedando naturalmente distorsionada; aparte que ambos –libro y filme- tienen lenguajes diferentes, por lo que si algo funciona bien en uno, no necesariamente será igual en el otro. Por eso es imposible adaptar magistralmente a la pantalla El Quijote de la Mancha, En busca del tiempo perdido o Conversación en la Catedral. Menos el Ulises o Cien años de soledad.
Hay excepciones a esa regla, como la adaptación de Muerte en Venecia de Luchino Visconti (que es una novela corta de Thomas Mann) donde ambos –libro y filme- son de excelente factura, o El Gatopardo (Visconti de nuevo). Pero son eso, excepciones.
En cambio, un cuento o relato corto puede trasformarse en un buen guión, “creciendo” en magnitud e importancia, así como en complejidad de los personajes, y si a eso se añade una buena dirección de actores, tenemos muchas veces una obra maestra. Igual sucede con las malas novelas, las que pueden ser enriquecidas con una buena adaptación y dándoles un alcance que el texto literario jamás lo tuvo. Un ejemplo claro: El padrino. La novela no es gran cosa, pero en manos de Francis Ford Coppola llegó a niveles de tragedia griega (“es imposible que escapemos a nuestro destino”).
Así que los lamentos de los lectores de “El amor en los tiempos del cólera” salen sobrando por obvios. No solo por tratarse de una superproducción al estilo de Hollywood, donde ha prevalecido lo azucarado de la historia, sino también porqué el director no ayuda mucho a hacer “despegar” una trama que se mantiene a vuelo rasante en las más de dos horas de proyección. Es que Mike Newell (quien cuenta en su haber una entrega de Harry Potter y la insulsa La sonrisa de la Monalisa) no era el apropiado. Pasó lo mismo que al elegir al director de Soy leyenda. Eso ocurre cuando los productores quieren ahorrarse unos “milloncitos” y optan por contratar a un director “más barato” o que no cuente con la independencia necesaria para efectuar los cambios que sean ineludibles (un “yes, sir”), pensando que el reparto, “el ambiente de época”, las canciones de Shakira o la deliciosa fotografía son suficientes.
En lo que si discrepo con cierta crítica es en la culpa que se le quiere achacar también al “cast” internacional. Se ha dicho que es un reparto internacionalizado, globalizado, tenemos actores españoles, italianos, colombianos y otras menudencias que dan como resultado “un arroz con mango”. Claro, los amantes de la novela (entre los que me cuento) hubieran preferido una versión en “castellano caribe” que en un estándar inglés subtitulado. Y tienen razón. Pero, la argumentación de una falta de autenticidad local de los actores no resiste un análisis serio. Sería como alegar que carecerían de autenticidad las actuaciones de Shakespeare y estaba descalificado por ser inglés para interpretar en la época isabelina personajes de la Grecia clásica, de la antigua Roma o de la Italia medieval. El reparto internacional y el uso del inglés en los diálogos no es motivo para descalificar un filme, siguiendo esa misma lógica los chinos sólo podrían interpretar a personajes chinos, los franceses sólo a franceses y así hasta agotar las nacionalidades. El actor profesional puede interpretar distintos papeles (si usamos ese razonamiento, Javier Bardem estaría descalificado para interpretar a un serial killer en No country for old men), no solo referidos a su lugar de origen o idioma, y el tener un reparto internacional bien llevado hace la obra más interesante.
Los protagónicos cumplen, unos más que otros, pero cumplen y bien. Los defectos del filme van por otro lado (más está relacionado con “ensamblar” todas estas piezas y darle un aliento de conjunto a la historia). Quizás cuando algún día se realice la “versión caribeña” de El amor en los tiempos de cólera, tendremos una con los giros idiomáticos propios (que dicho sea de paso, la novela más se presta a miniserie que a película).
Otro error de apreciación está relacionado con la crítica al tratamiento de la sensibilidad de la época; olvidándose que la historia ocurre entre los siglos XIX e inicios del XX cuando ni remotamente estaba enraizada la revolución sexual en las sociedades occidentales que permitió liberar los tabúes y prejuicios de antaño. Más bien la película acierta en lo que podríamos denominar una “sociología del amor”. El romanticismo como grado excelso del amor de pareja, con el apasionamiento y los sentimientos desbordados como parte de la cultura de una clase media ilustrada, nutrida sobretodo de los autores franceses que influenciaron notablemente a más de una generación, donde la comunicación de los amantes era generalmente por medio epistolar, medio idóneo para cortejar a la amada (el internet y el chat se encontraban en los pre-sueños de la humanidad) y lo más audaz consistía en tocarle la mano a la novia al salir de la misa. Esa atmósfera está muy bien tratada en el filme y no es nada cursi, a pesar de parecerlo a los ojos contemporáneos. Difícilmente podemos juzgar una sensibilidad de épocas pasadas con los parámetros de la nuestra, debido a que se corre el riesgo de cometer un error de perspectiva.
Para terminar, la escena con la cual me quedo: la de Angie Cepeda como la viuda que aprovechando la trifulca de los estruendos de la guerra civil en la calle, aprovecha para acostarse con el meditabundo y triste Florentino Ariza. Es una escena natural, fresca como la Cepeda misma cuando interpretó a La Brasileña en Pantaleón y las visitadoras. Sólo por ella vale quedarse en la butaca por más de dos horas (aunque en mi caso personal, la compañía con quien aprecie el filme fue más grata que la película misma).
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, February 18, 2008
EL TERCIO SUPERIOR Y CUZCO INSURGENTE
A veces se juntan varios temas en menos de una semana, lo cual demuestra que no somos un país nada aburrido y sí uno todavía algo folclórico como lo ha demostrado la reacción de nuestros hermanos cusqueños ante la ley de promoción de inversión privada en sitios históricos (que de “privatizadora” no tenía nada). No todos claro; pero existen grupos políticos que usan la misma estrategia de hace treinta, cuarenta años atrás, como si el Perú y sus gentes no hubiesen cambiado nada, con un esquema conceptual propio de los años setenta. No se quejen después que en las urnas queden huérfanos de apoyo. Los electores no son tan tontos como piensan y si ven que están matando a la gallina de los huevos de oro (el turismo), mejor le quitan el cuchillo a quien perpetra el crimen, que quedar huérfanos de ingresos, que de eso viven. La política puede matar a la economía si es usada irresponsablemente.
En fin, cuando algún día no pase nada y ni siquiera sepamos quién es el presidente de la república o de una región, cuando la población joven sea minoría y hayamos perdido el “alma” de ser peruanos para ser unos tipos fríos emocionalmente e indiferentes ante el prójimo, que planificamos nuestras vacaciones con dos años de anticipación y más puntuales que un suizo, estaremos dentro del grupo de las democracias maduras y aburridas, donde ya no pasa nada, con un nivel per capita elevado y camino a la extinción como sociedad. Felizmente esa época yo no la veré.
EL TERCIO SUPERIOR
Ha traído cola la propuesta del ejecutivo de contratar solo a profesores pertenecientes al tercio superior y no era para menos. La propuesta parece sensata. Contratar a los mejores egresados, es decir los ubicados en el llamado “tercio superior” de las universidades e institutos no está mal. Pero, la pregunta que nadie se hace por obvia es si los alumnos ubicados en dicho tercio son realmente los mejores como profesionales.
El presidente de la república dudo que haya estado en el tercio superior de estudiante. Según dicen los que lo conocieron de joven más se dedicaba al canto y la guitarra, y a dar discursos hasta a los mosquitos de la universidad que a estudiar aplicadamente los códigos y la jurisprudencia; y sin embargo como político es muy bueno (aunque los maledicientes dirán que por los resultados de su primer gobierno más bien debió estar en el tercio inferior). En todo caso, hubiera sido un buen cantante del “tercio superior”. ¿Cuántos ministros de su gabinete pertenecieron de estudiantes al tercio superior? Dudo que muchos. No hablemos ya de los congresistas, quizás más de uno pertenezca al “tercio inferior”. Pero, el asunto es más complejo que simples tercios.
La medición del tercio superior (puede ser también el quinto superior, el décimo superior, etc.) es por el promedio de notas que tiene el alumno en su desempeño estudiantil. Pero, ¿las notas reflejan realmente la capacidad de un alumno y el potencial como futuro profesional? Los que se dedican a la docencia saben que no. Las notas no reflejan que el alumno sea a futuro un buen o mal profesional o las capacidades intrínsecas para la profesión que ha abrazado, lo único que reflejan es que es un alumno aplicado, “chanconcito”, cumplidor con sus deberes y que incluso a veces puede obtener buenas notas por medios no muy santos. Y cuidado con la satanización que una parte de la opinión mediática hace. El fenómeno no se da solo en las universidades de “medio pelo” o en las nacionales como desdeñosamente se ha repetido más de una vez –curiosamente por comentaristas que estudiaron en una universidad nacional-, sino también en las autodenominadas universidades “de prestigio”. En todas partes se cuecen habas.
Así es. Las notas no dicen mucho sobre si ese alumno será un buen profesional a futuro. Conozco varios colegas que en la universidad no pasaban de regular y son excelentes profesionales; y otros que de estudiantes eran los primeros en la clase y no han pasado de una práctica mediocre. Los factores que determinarán si ese estudiante será un buen o mal profesional son más variados que las simples notas.
Esta vez tengo que darle la razón al Sutep. El gremio magisterial no es santo de mi devoción (los que lo duden pueden leer mi artículo Profesores no quieren que los ebaluen), es responsable de gran parte de culpa en la mediocridad de la calidad de enseñanza pública; pero hay que reconocer que acierta cuando señala que la norma es discriminadora.
Discriminar, según el DRAE, es excluir o dar un trato de inferioridad a una persona o un colectivo de personas. La discriminación puede ser objetiva, como es el caso de obedecer al sexo, raza, edad, idioma, etc. Es subjetiva cuando excluye en razón del pensamiento, credo religioso u opción sexual. En los concursos laborales cuando existe una barrera desde la convocatoria misma (pertenecer al tercio superior en el presente caso) se está discriminando o excluyendo desde el comienzo a un grupo de profesionales que no se encuentran en ese rango. Entonces, la otra pregunta es, si el Estado es el primero en discriminar, no habría entonces necesidad de que el propio Estado conceda la licenciatura “a nombre de la Nación” a los excluidos del tercio, ya que de nada les valdría el título otorgado, salvo para colgarlo en la pared de su casa. Mejor que les den solo a los del tercio de arriba. Y así con todas las demás profesiones. Si no lograste estar en el tercio o no estudiaste en una universidad “de prestigio”, piña, dedícate a otra cosa. Para qué gastar tinta, cartón y dinero. Ese es el mensaje implícito, no cerremos los ojos.
Pero, el problema no es tan sencillo. Cuando se trata de medir las cualidades de un profesional estamos en el campo de la “meritocracia”, pero para que exista debe ser el concurso abierto, objetivo y no discriminador; vale decir abierto a todos y estableciendo puntajes de acuerdo a su trayectoria profesional, incluyendo los estudios, notas obtenidas, etc. Ejemplo: aquel que tiene tesis publicadas o trabajos de investigación tendrá más puntaje que otro que carece de ello. O, si ya cuenta con experiencia docente, de igual manera. Pero, per se, los concursos deben ser abiertos y selectivos en el filtro que las bases del concurso y los puntajes impongan, y siempre con criterio objetivo de ponderación.
Como han opinado varios especialistas, el estar ubicado en el tercio superior debe ser apenas un “plus” para un concurso público de docentes y no el requisito sine qua non para ser contratado por el Estado, y estar enmarcado dentro de un Plan Nacional de Educación. Estamos ante otra medida aislada del gobierno, como la tan promocionada una computadora por niño. Esperemos esta vez recapacite y de marcha atrás, y deje de lado medidas efectistas que sirven políticamente solo para ganar puntos en la aceptación general –que, en aprobación, del tercio inferior no pasa hace muchos meses- y no para reformar de veras la educación, que eso es lo que falta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En fin, cuando algún día no pase nada y ni siquiera sepamos quién es el presidente de la república o de una región, cuando la población joven sea minoría y hayamos perdido el “alma” de ser peruanos para ser unos tipos fríos emocionalmente e indiferentes ante el prójimo, que planificamos nuestras vacaciones con dos años de anticipación y más puntuales que un suizo, estaremos dentro del grupo de las democracias maduras y aburridas, donde ya no pasa nada, con un nivel per capita elevado y camino a la extinción como sociedad. Felizmente esa época yo no la veré.
EL TERCIO SUPERIOR
Ha traído cola la propuesta del ejecutivo de contratar solo a profesores pertenecientes al tercio superior y no era para menos. La propuesta parece sensata. Contratar a los mejores egresados, es decir los ubicados en el llamado “tercio superior” de las universidades e institutos no está mal. Pero, la pregunta que nadie se hace por obvia es si los alumnos ubicados en dicho tercio son realmente los mejores como profesionales.
El presidente de la república dudo que haya estado en el tercio superior de estudiante. Según dicen los que lo conocieron de joven más se dedicaba al canto y la guitarra, y a dar discursos hasta a los mosquitos de la universidad que a estudiar aplicadamente los códigos y la jurisprudencia; y sin embargo como político es muy bueno (aunque los maledicientes dirán que por los resultados de su primer gobierno más bien debió estar en el tercio inferior). En todo caso, hubiera sido un buen cantante del “tercio superior”. ¿Cuántos ministros de su gabinete pertenecieron de estudiantes al tercio superior? Dudo que muchos. No hablemos ya de los congresistas, quizás más de uno pertenezca al “tercio inferior”. Pero, el asunto es más complejo que simples tercios.
La medición del tercio superior (puede ser también el quinto superior, el décimo superior, etc.) es por el promedio de notas que tiene el alumno en su desempeño estudiantil. Pero, ¿las notas reflejan realmente la capacidad de un alumno y el potencial como futuro profesional? Los que se dedican a la docencia saben que no. Las notas no reflejan que el alumno sea a futuro un buen o mal profesional o las capacidades intrínsecas para la profesión que ha abrazado, lo único que reflejan es que es un alumno aplicado, “chanconcito”, cumplidor con sus deberes y que incluso a veces puede obtener buenas notas por medios no muy santos. Y cuidado con la satanización que una parte de la opinión mediática hace. El fenómeno no se da solo en las universidades de “medio pelo” o en las nacionales como desdeñosamente se ha repetido más de una vez –curiosamente por comentaristas que estudiaron en una universidad nacional-, sino también en las autodenominadas universidades “de prestigio”. En todas partes se cuecen habas.
Así es. Las notas no dicen mucho sobre si ese alumno será un buen profesional a futuro. Conozco varios colegas que en la universidad no pasaban de regular y son excelentes profesionales; y otros que de estudiantes eran los primeros en la clase y no han pasado de una práctica mediocre. Los factores que determinarán si ese estudiante será un buen o mal profesional son más variados que las simples notas.
Esta vez tengo que darle la razón al Sutep. El gremio magisterial no es santo de mi devoción (los que lo duden pueden leer mi artículo Profesores no quieren que los ebaluen), es responsable de gran parte de culpa en la mediocridad de la calidad de enseñanza pública; pero hay que reconocer que acierta cuando señala que la norma es discriminadora.
Discriminar, según el DRAE, es excluir o dar un trato de inferioridad a una persona o un colectivo de personas. La discriminación puede ser objetiva, como es el caso de obedecer al sexo, raza, edad, idioma, etc. Es subjetiva cuando excluye en razón del pensamiento, credo religioso u opción sexual. En los concursos laborales cuando existe una barrera desde la convocatoria misma (pertenecer al tercio superior en el presente caso) se está discriminando o excluyendo desde el comienzo a un grupo de profesionales que no se encuentran en ese rango. Entonces, la otra pregunta es, si el Estado es el primero en discriminar, no habría entonces necesidad de que el propio Estado conceda la licenciatura “a nombre de la Nación” a los excluidos del tercio, ya que de nada les valdría el título otorgado, salvo para colgarlo en la pared de su casa. Mejor que les den solo a los del tercio de arriba. Y así con todas las demás profesiones. Si no lograste estar en el tercio o no estudiaste en una universidad “de prestigio”, piña, dedícate a otra cosa. Para qué gastar tinta, cartón y dinero. Ese es el mensaje implícito, no cerremos los ojos.
Pero, el problema no es tan sencillo. Cuando se trata de medir las cualidades de un profesional estamos en el campo de la “meritocracia”, pero para que exista debe ser el concurso abierto, objetivo y no discriminador; vale decir abierto a todos y estableciendo puntajes de acuerdo a su trayectoria profesional, incluyendo los estudios, notas obtenidas, etc. Ejemplo: aquel que tiene tesis publicadas o trabajos de investigación tendrá más puntaje que otro que carece de ello. O, si ya cuenta con experiencia docente, de igual manera. Pero, per se, los concursos deben ser abiertos y selectivos en el filtro que las bases del concurso y los puntajes impongan, y siempre con criterio objetivo de ponderación.
Como han opinado varios especialistas, el estar ubicado en el tercio superior debe ser apenas un “plus” para un concurso público de docentes y no el requisito sine qua non para ser contratado por el Estado, y estar enmarcado dentro de un Plan Nacional de Educación. Estamos ante otra medida aislada del gobierno, como la tan promocionada una computadora por niño. Esperemos esta vez recapacite y de marcha atrás, y deje de lado medidas efectistas que sirven políticamente solo para ganar puntos en la aceptación general –que, en aprobación, del tercio inferior no pasa hace muchos meses- y no para reformar de veras la educación, que eso es lo que falta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, February 11, 2008
QUE DIOS LO ACOMPAÑE
La primera vez que me dirigieron esta frase a modo de despedida fue en un supermercado. Pagué por mis compras y como siempre, por cortesía, me despido de la cajera con un “gracias” y esta me retrucó con un “Que Dios lo acompañe”.
Como soy agnóstico, me sentí raro con un despido donde está de por medio un ser divino. Sonreí por dentro (no por burla, al ser respetuoso de cualquier creencia, sino por las ironías de la vida que implicaba aquella frase) y me fui. Algunos días después, al entrevistarme con una especialista legal por el asunto de un expediente, me despedí con el consabido “Hasta luego doctora” y la especialista –bastante joven para ser beatona- me volvió a responder con un “Que Dios lo acompañe”. Dos veces en menos de una semana, pensé. Si, como los antiguos romanos, creyera en los augurios, creería que este es uno.
Es cierto que existen bastantes personas que son creyentes en alguna divinidad o pertenecen a alguna iglesia en particular. Muchos de mis amigos lo son. Generalmente católicos o evangélicos. Para algunos es un pasaporte para la impunidad (jüergean, “trampean” y toman hasta caer al suelo y al día siguiente van a misa a “limpiar” sus pecados), para otros –con más convicción y seriedad en su fe- es un modo de vida, practicando y respetando los valores tradicionales de su credo. Dentro de ese último grupo creo están aquellas dos personas que sin conocerme se despidieron de mí con un “Que Dios lo acompañe”.
Es cierto también que dentro de las instituciones públicas –las privadas no tanto- la presencia de íconos religiosos en lugares visibles es una constante. En el amplio hall del primer piso del Edificio Alzamora Váldez, cerca a los ascensores que dirigen a los innumerables juzgados de los pisos superiores, se encuentra la imagen de una virgen dentro de una urna. He visto que los litigantes le rezan antes de subir a conocer la suerte de sus expedientes. Algunos incluso le ponen velitas. En los despachos de los jueces, como un elemento más del decorado, se encuentra un enorme crucifijo donde se debe jurar –apoyando la mano derecha sobre una Biblia- antes de rendir una confesión supuestamente garantizando que se dirá la verdad, en vista que el juramento no es ante cualquiera, sino ante el Altísimo y el libro sagrado de los cristianos. Igual sucede en el Congreso. Del Ejecutivo ni se diga. Cada vez que puede le besa el anillo al Arzobispo de Lima, carga las andas del Señor de los Milagros en Octubre y en el Tedeum por el aniversario de la patria es el primero en la fila. En el Ministerio Público me cuentan que en la época de la Fiscal de la Nación Blanca Nélida Colán, su obsecuencia al fujimorismo no era óbice para mandar hacer “misas de sanación” y la señora era (y es) bastante devota. Siempre me he preguntado como puede tener coherencia dentro de la conciencia, un credo religioso acompañado de una práctica profesional inmoral.
El punto es que sin importar tanto nuestro actuar diario, las creencias van por otro lado, en algunos casos más sinceras que en otros. Algunas veces por “razones de estado” y en otras porqué en este mundo incierto creer en un ser divino y misericordioso es lo más seguro. Por eso creo no me sorprenderá más si la próxima vez al despedirme de un funcionario público o de un trabajador me replique con un “Que Dios lo acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Como soy agnóstico, me sentí raro con un despido donde está de por medio un ser divino. Sonreí por dentro (no por burla, al ser respetuoso de cualquier creencia, sino por las ironías de la vida que implicaba aquella frase) y me fui. Algunos días después, al entrevistarme con una especialista legal por el asunto de un expediente, me despedí con el consabido “Hasta luego doctora” y la especialista –bastante joven para ser beatona- me volvió a responder con un “Que Dios lo acompañe”. Dos veces en menos de una semana, pensé. Si, como los antiguos romanos, creyera en los augurios, creería que este es uno.
Es cierto que existen bastantes personas que son creyentes en alguna divinidad o pertenecen a alguna iglesia en particular. Muchos de mis amigos lo son. Generalmente católicos o evangélicos. Para algunos es un pasaporte para la impunidad (jüergean, “trampean” y toman hasta caer al suelo y al día siguiente van a misa a “limpiar” sus pecados), para otros –con más convicción y seriedad en su fe- es un modo de vida, practicando y respetando los valores tradicionales de su credo. Dentro de ese último grupo creo están aquellas dos personas que sin conocerme se despidieron de mí con un “Que Dios lo acompañe”.
Es cierto también que dentro de las instituciones públicas –las privadas no tanto- la presencia de íconos religiosos en lugares visibles es una constante. En el amplio hall del primer piso del Edificio Alzamora Váldez, cerca a los ascensores que dirigen a los innumerables juzgados de los pisos superiores, se encuentra la imagen de una virgen dentro de una urna. He visto que los litigantes le rezan antes de subir a conocer la suerte de sus expedientes. Algunos incluso le ponen velitas. En los despachos de los jueces, como un elemento más del decorado, se encuentra un enorme crucifijo donde se debe jurar –apoyando la mano derecha sobre una Biblia- antes de rendir una confesión supuestamente garantizando que se dirá la verdad, en vista que el juramento no es ante cualquiera, sino ante el Altísimo y el libro sagrado de los cristianos. Igual sucede en el Congreso. Del Ejecutivo ni se diga. Cada vez que puede le besa el anillo al Arzobispo de Lima, carga las andas del Señor de los Milagros en Octubre y en el Tedeum por el aniversario de la patria es el primero en la fila. En el Ministerio Público me cuentan que en la época de la Fiscal de la Nación Blanca Nélida Colán, su obsecuencia al fujimorismo no era óbice para mandar hacer “misas de sanación” y la señora era (y es) bastante devota. Siempre me he preguntado como puede tener coherencia dentro de la conciencia, un credo religioso acompañado de una práctica profesional inmoral.
El punto es que sin importar tanto nuestro actuar diario, las creencias van por otro lado, en algunos casos más sinceras que en otros. Algunas veces por “razones de estado” y en otras porqué en este mundo incierto creer en un ser divino y misericordioso es lo más seguro. Por eso creo no me sorprenderá más si la próxima vez al despedirme de un funcionario público o de un trabajador me replique con un “Que Dios lo acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, January 28, 2008
EL PORNO Y YO
Mi primera relación con el porno fue en secundaria. Tendría unos quince o dieciséis años cuando un compañero de clase trajo una revista extranjera que contenía fotografías bastante explícitas. El texto no lo entendíamos, pero las fotos daban cuenta muy evidente y sin tapujos del sexo oral que una mujer le practicaba a un hombre. Era la primera vez que veíamos imágenes de hombres y mujeres desnudos teniendo sexo. En aquella época –inicios de los setenta, cuando los militares gobernaban el país- solo se encontraba material porno que entraba de contrabando, o por medio de amigos en alguna embajada, o –la vía más directa- con generales dentro de nuestra familia.
La dictadura de aquel entonces, cuidando nuestra salud sexual, había prohibido todo tipo de revistas, películas o libros que atentaran contra “la moral y las buenas costumbres”; incluso habían sido prohibidas películas como “El último tango en Paris”, a pesar que vista a la distancia no pasaba de un juego entre inocente y medio malévolo de un viejito (Marlon Brando) rejuveneciendo con la joven y voluptuosa María Schneider, una chiquilla con los senos bien duritos y ávida de tener experiencias nuevas no concedidas por su novio, más preocupado en hacer películas que en atender como es debido a la prometida; todo en plena época de la revolución sexual (la famosa “escena de la mantequilla” que tanta alharaca causó en Lima cuando fue su estreno, ahora no pasa de una practica bastante común). Hasta “El decamerón” de Pier Paolo Pasolini fue prohibido. Había conseguido su pase a exhibición de la temible censura de la época –especie de Stasi peruana-, pero el día de su estreno, faltando pocos minutos para su proyección en el mítico cine Roma con sala colmada hasta el último asiento, llega un camión del ejército repleto de soldados con armas al ristre y un teniente al mando, rodean el cine como si fuera una madriguera de terroristas e incautan la película “por órdenes superiores”. Los espectadores que estábamos en el Roma –había logrado “colarme” a una película apta para mayores- tuvimos, entre resignados y molestos, que abandonar la sala.
Se estaba educando al “ciudadano revolucionario del mañana” –a fin de ser “iguales”, todos los escolares ya usábamos un horrible uniforme plomo rata-, así que no se podía permitir mal formar nuestras tiernas mentes, a pesar de ser vox populi que muchos generales, gobernantes de los destinos del Perú, veían en funciones privadas lo que al común de los mortales nos estaba vedado. Sin embargo, nunca faltaban esas revistas extranjeras, como la llevada aquella vez por mi compañero de clase, y que originó en algunos alumnos desarreglos nerviosos por un exceso de masturbaciones diarias (“el vicio solitario” como decían nuestros abuelitos).
Los tenedores de un proyector privado –el Beta, ni el VHS, menos el DVD, asomaban todavía- se agenciaban algunas peliculitas porno venidas subrepticiamente por la frontera; pero, generalmente se debía hacer malabares para conseguirlas, tener contactos y el precio era caro. Curiosamente, la prohibición del gobierno militar originó todo un mercado negro del cine porno, convenciéndome en carne propia y a temprana edad que las prohibiciones al final traen más perjuicios que beneficios, y que la libertad es mejor en todo sentido, hasta para apreciar una película pornográfica.
Aquellos que no podíamos pagar los altos precios de las publicaciones o filmes del mercado negro, teníamos que contentarnos con una actriz argentina que exhibía sus atributos en cintas con nombres tan sugestivos como “Carne”, “Lujuria tropical” o “La tentación desnuda”, dirigida siempre por su esposo Armando Bó. Isabel Sarli causó muchos sueños húmedos entre los jóvenes de la época.
La verdad que las películas de la Sarli eran más el título que el contenido, casi siempre tonto, un poco ingenuo y a veces medio truculento; pero al no existir más oferta, los adolescentes iban con asiduidad monacal a las salas de barrio donde proyectaban sus filmes. Debemos recordar que los muchachos de entonces éramos bastante ingenuos y casi casi estábamos descubriendo el sexo a los catorce y quince años, muy diferente a los chicos de ahora que tempranamente descubren los arcanos que rodean al acto sexual por el internet y la televisión (recuerdo hace un tiempo una amiga de mi generación se escandalizó por las películas triple X que pasaban en el hostal donde estábamos, sin saber que sus hijos muy posiblemente ya habían visto y revisto las mismas películas por el internet, la tv o el dvd).
*****
En el cercado de Lima –Jirón Chota si no recuerdo mal - existía una salita de cine llamada “Rívoli” que se llenaba totalmente de escolares para ver a la Sarli semi desnuda o en poses sugestivas. Como actriz no era gran cosa, pero aprovechaba su gran recurso corporal, esperando con ansias los muchachos de entonces ver que le desgarren la ropa y se insinúen las protuberancias de sus grandes senos o de sus poderosas ancas. Como cinéfilo “convicto y confeso” que ya era por aquellos años, creo a sus películas no les daba más de un tres en una escala del uno al diez.
Por cierto, las películas de la Sarli estaban dentro del llamado “soft core” o porno blando, permitido por la censura del gobierno militar a diferencia del “hard core” o porno duro, con sexo explícito y mostración de genitales, hallado únicamente en el mercado negro.
El cine “Rívoli” quedaba a pocas cuadras del colegio donde estudiaba (un colegio de varones púberes viviendo angustiados por el sexo), así que los días viernes, terminadas las clases a las dos de la tarde, y apenas sonaba la campana, nos íbamos en dirección al Jirón Chota. Felizmente el administrador era bastante tolerante y las películas aptas para mayores de 21 –la mayoridad en aquellos años- permitía el ingreso a jóvenes de dieciséis, quince, o a veces de menos edad. Allí presencié mi primera película porno o la que supuse era una película porno. Mis compañeros ya me habían comentado del “Rívoli”, que “sí dejaba pasar” a menores, así que un viernes, terminando las clases, me animé y fui solo. Ya en aquella época me había fijado ciertas reglas de disciplina para ver un filme y una era ir sin compañía a fin de no sufrir interrupciones durante la función y poder apreciar mejor la proyección (aunque, en honor a la verdad, esa regla ha tenido a lo largo de su aplicación excepciones ocasionales cuando la compañía ha sido agradable).
Entré a la sala sin saber nada del filme. Era una comedia sobre un muchacho que por la edad siente las urgencias del sexo y en uno de esos enredos tiene relaciones sexuales con su propia madre, que lo “estrena” en las artes amatorias, comenzando así su vida sexual, contado todo en un tono risueño y desenfadado, sin dramatismo alguno. Se titulaba “Soplo al corazón”, que de porno no tenía nada, y era del gran realizador francés Louis Malle, de quien vería años después algunas de las películas que guardo con más aprecio en mi memoria.
Sucedía que cines como el “Rívoli” proyectaban cualquier película con escenas de sexo o de “calateo” que llamase la atención del público objetivo concurrente a la sala (escolares deseosos de ver cópulas y mujeres desnudas en el écran). Así, por ejemplo, proyectaron también “Edipo Rey” de Pier Paolo Pasolini, que tampoco era un porno y, dicho sea de paso, a esa edad no entendí muy bien. (Me reencontraría con Pasolini algunos años después, ya un poco más grande y con más películas vistas en mí haber, iría entendiendo poco a poco su cine, conservando en el corazón con mucho cariño su “trilogía de la vida”).
Algunos años después, ya casi al final de la dictadura, ingresaron las películas del “flaco” Olmedo y el “gordo” Porcel. El gobierno militar estaba más preocupado en reprimir las protestas populares y en buscar una salida decorosa a una situación política cada vez más insostenible, así que Porcel y Olmedo invadieron las salas limeñas para hacer olvidar a la gente las subidas de precio de los productos de primera necesidad, ocasionadas por los “paquetazos” (“sinceramiento de precios” en la jerga financiera-burocrática) de un ministro de economía que con los años se convertiría en “gurú” de las finanzas y funcionario internacional gracias a sus constantes cambios conforme el vaivén del viento en la política local.
Un público ansioso colmaría los cines donde se estrenaban “Los caballeros de la cama redonda”, “Los doctores las prefieren desnudas” o “Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo”. Conocimos también a las “vedettes” argentinas: altas, bien proporcionadas, “carne blanca” como decíamos (Tula Rodríguez demoraría algunos años en ser “sex symbol”). Susana Giménez y Moria Casan ocasionaron los sueños perplejos de más de un peruano. Aunque en justicia, las películas de la dupla Olmedo-Porcel estaban en el género de la picaresca que en el porno blando propiamente, aunque en época de escasez bien valían las tortas…
*****
En aquellos años mis gustos cinéfilos se habían vuelto más exigentes y virado hacia las “películas de autor”, descubriendo a cineastas como Kubrick, Bergman, Kurosawa, Fellini, Antonioni, Anderson o aquella generación de jóvenes realizadores representantes de una visión distinta del cine norteamericano, y que marcaron mi cinefilia, como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian de Palma, Peter Bogdanovich, Woody Allen, entre otros renovadores del Hollywood clásico.
Gracias a la revolución sexual que vivió Norteamérica en los sesenta y a los cambios en la mentalidad y sociedad que acaecieron por esos años –influenciados por la guerra de Vietnam-, el Código de conducta moral Hays -censurador de imágenes o palabras atentatorios contra “el pudor” y que reinó en la industria del cine por más de treinta años- quedó abolido. Ahora se permitían las malas palabras, la jerga, la violencia desmesurada, el acto sexual y los desnudos totales en las producciones, sin que el orden político o los grupos puritanos pudiesen hacer nada. Esa libertad y nuevos aires permitieron la renovación del cine norteamericano, bastante aletargado y que sufría de un proceso esclerótico creativo muy similar al visto ahora en las producciones hollywoodenses.
Era un asiduo concurrente a los “cine clubs”, y en especial a uno ubicado en la Av. Arica, el famoso auditorio Don Bosco, administrado por unos muchachos uruguayos que habían huido de las sangrientas dictaduras que asolaron los países del cono sur en la convulsa década de los setenta.
Salía con el trasero adolorido –las sillas eran de madera- pero contento de haber visto una buena película. Me convertí en un asiduo concurrente de la salita del Don Bosco, muchas veces faltaba a clases en la universidad para no perderme alguno de los filmes proyectados; incluso tenía un abono mensual para concurrir cuantas veces quisiera. Aquellos años, con toda seguridad, fueron los más felices de mi vida. De esa época data también una corta relación con una muchacha uruguaya. Médica de profesión, algo mayor que yo, de izquierda como yo, creía en un mundo más justo y mejor como yo, huía de la dictadura y de las desapariciones de opositores políticos en el Uruguay de Bordaberry, y cargaba con la angustia y culpa de haber dejado al esposo allá, del cual no tenía noticias.
Gracias a M… mi cinefilia creció y comencé a valorar más el cine europeo, y en especial a la “nouvelle vague” francesa. De su mano aprendí varias cosas esenciales en la vida, así como a valorar un cine distinto al norteamericano. Siempre estaré en deuda con ella; pero, esa es otra historia que quizás algún día me anime a contar.
*****
Si España tuvo su movida terminado el franquismo, nosotros también tuvimos nuestra “movida limeña”. Con el advenimiento de la democracia se terminó la censura y los peruanos pudimos ver por fin la “trilogía de la vida” de Pier Paolo Pasolini o “El último tango en París” con lleno de salas por semanas enteras (por cierto, esta última la acabo de ver hace poco en dvd y contiene escenas bastante aburridas, donde uno, literalmente, se cae de sueño). Llegaba también la actriz holandesa Sylvia Kristel y su trilogía sobre Emmanuelle -que algunos años después la completó con una más-, inaugurando en nuestro medio el llamado “porno de lujo”, películas porno de presupuesto elevado, en el histórico cine “Colón” que exhibiría algunos memorables en la época. Otra de la misma tendencia fue “Historia de O”, que a pesar de contener escenas explícitas de sexo anal (o como diría el Dr. Marco Aurelio Denegri peneano-rectal), vista a la distancia de los años como que ha envejecido, la película es medio tiesa, acartonada. También ingresó el célebre Tinto Brass con “Calígula” en la categoría del “porno histórico”, cuya exhibición causó revuelo en todo el mundo y más en una ciudad como Lima, sacudiéndose lentamente de la pacatería. La película fue condenada por cierta prensa beatona (cuenta la leyenda que ante el escándalo suscitado por el estreno, algunos de los participantes en el filme pidieron que sus nombres fueran retirados de los créditos). En nuestro país fue el cine Roma de nuevo quien tuvo el monopolio del filme y la gente daba literalmente vueltas alrededor de la manzana a fin de conseguir un boleto. Esta vez, felizmente, no se presentó ningún teniente con “orden superior” que incautara la cinta, así que la pudimos ver tranquilamente, apreciando a un gesticulante Malcolm McDowell como Calígula, pero sobretodo a una actriz que daría luego mucho que hablar en el futuro por su buen desempeño actoral: Helen Mirren.
Otra que también causó revuelo fue “El imperio de los sentidos”, y si bien no es un porno stricto sensu, causó estupefacción en la Lima de inicios de los ochenta por la exhibición explícita de coitos y genitales (por ejemplo, se muestra una “fellatio” en primer plano), por lo que algunos comentaristas escasos de luces aventuraron en calificarla como pornográfica. Nagisa Oshima, su realizador, había ido audazmente hacia la frontera bastante indefinida entre el porno y el erotismo. El resultado fue una obra de arte que pervive en el tiempo, no obstante que a algunos espectadores les “chocó” el final donde la protagonista amputa el pene de su amante y, sujetándolo entre sus manos, deambula errática y medio ida entre las tropas japonesas.
Empezando el segundo gobierno de Belaunde se abolió la censura, entró en vigencia la Constitución Política de 1979, una de las más avanzadas de la época, y cayó la temible Stasi peruana, así que el porno duro entró a las salas limeñas libre de todo impedimento y por la puerta grande. No obstante, el Arquitecto restaurador, a fin de evitar que “la moral y las buenas costumbres” no se vieran rebalsadas, reglamentó que el “hard core” se proyectara a partir de la medianoche. Supuestamente la medida era disuasiva –a fin de evitar la concurrencia de demasiados parroquianos-, de tintes moralizantes y hasta religiosos, por no decir cucufatos, pero lo que generó fue todo un mercado a partir de las doce de la noche, como si se tratara de un embrujo mágico. No solo una buena cantidad de espectadores ansiosos por la proyección se congregaban, cual aquelarre, un poco antes de la medianoche –generalmente hombres solitarios que esperaban en el hall del cine se abra la boletería-, sino también los tradicionales vendedores de sánguches y emolientes, de chocolates, chicles y cigarrillos, así como las “chicas de la noche” que esperaban desfogar a los apremiados espectadores al salir de la función, y que a veces, con la complicidad de los boleteros, ingresaban a la sala en plena proyección a ofrecer sus servicios, con lo que presenciábamos un doble espectáculo: el de la pantalla y el de las chicas practicando una “fellatio” en la misma butaca a un parroquiano apurado o cargando con este al baño. Así que las noches en Lima, luego de los “toques de queda” en las postrimerías del gobierno militar, comenzaron a ser más movidas y entretenidas. Por cierto, descubrimos también que las “chicas malas” no eran tan malas como las habían pintado, y sí más bien bastante interesantes, haciéndome amigo y parroquiano seguro de una de ellas, con la cual mantuve una relación compleja de “cliente- amigo cariñoso-confidente” por varios años.
Recuerdo una película de ese entonces. No tengo muy preciso el título (además para llamar la atención aquí les etiquetaban títulos insinuantes como Las noches húmedas, Sexo sádico, Los “anales” de Patricia, entre otros más o menos llamativos), pero era una comedia porno bastante entretenida. Tenía argumento y trataba de un tipo que se las ingeniaba para tener sexo con las mujeres haciéndose pasar por médico. Su sobrenombre no podía ser más evidente: “Doctor sexo”.
Pero, junto a las “chicas de la noche”, aparecieron también los primeros travestis para caballeros con gustos más exquisitos. Fuerte competencia para las primeras, al existir hombres buscadores de algo más “exótico” que una mujer para tener sexo, además el SIDA todavía no aparecía en el horizonte, así que las relaciones eran “piel a piel” y por la entrada que mejor guste o plazca. Algunos años después, los travestis se convertirían en lugar común de la oferta sexual que ofrece Lima de noche y ciertas avenidas de la ciudad son parte de su escenario habitual. Ya no llaman la atención ni mueven a escándalo como hace veinticinco años atrás.
Sin embargo, el ingreso del beta primero y el VHS después, desplazó el placer de ver una película porno de las salas a la tranquilidad del hogar, contribuyendo a ello las deficiencias técnicas en las proyecciones que a veces llegaban a un écran oscuro o totalmente borroso justo cuando estaba en lo mejor la “acción”. Otras veces sucedía que los “rollos” del filme venían alterados. Era un sistema de chasquis en motocicleta que trajinaban con los rollos de un cine a otro, originando a veces la confusión en la continuación de estos, así, en ciertas ocasiones, el final de la película venía primero y el inicio al final. Era una forma medio surrealista de apreciar un filme, hasta parecía cine de vanguardia que rompía los moldes clásicos de la narración.
También contribuyó al eclipse de toda esta época el terrorismo. Los chicos de Sendero decidieron seguir el precepto de Mao “del campo a la ciudad” y no se les ocurrió mejor manera que colocar coches-bomba a diestra y siniestra, causando apagones, volando edificios y practicando su “asesinato selectivo”. Uno, al levantarse, no sabía si al terminar la jornada regresaría vivo o entero a su casa, optando los limeños por quedarse en sus casitas y salir lo menos posible. Era la estocada final a las salas de cine antiguas y que se convertirían poco a poco en iglesias evangélicas -previo exorcismo de los demonios de la carne que pululaban en los otrora cines porno-, o en actividades más mundanas como salas de bingo y la esperanza de abrazar la fortuna con una moneda.
En lo personal, en esos años, mis intereses cinéfilos se habían vuelto cada vez más exigentes, y si una película no satisfacía mis gustos me aburría y sentía una pérdida de tiempo irreparable, por lo que el porno no me llamaba la atención: ver una sucesión de escenas de solo sexo sin una historia interesante que las enlace me resultaba mortalmente aburrido. Aparte que la etapa de la curiosidad juvenil de solo mirar como un voyeur había dado paso hacía mucho tiempo a la de practicar lo visto, más entretenido y emocionante que la ficción.
*****
Si bien no compro películas porno, tengo un amigo que es un gran coleccionista y de vez en cuando, al visitarlo, le “gorreo” alguna de su enorme catálogo. Existen de todas las nacionalidades: españolas, argentinas, italianas y por supuesto norteamericanas. El porno peruano no se ha quedado atrás y, entre otros medios, se vende por internet. Hace poco me topé con una página peruana que daba cuenta de una chiquilla teniendo sexo con dos hombres a la vez: uno por delante, otro por atrás. Por cierto, los “actores” peruanos físicamente ni por asomo se parecían a los europeos o norteamericanos: musculosos(as), practicantes del fisicoculturismo. La “protagonista” estaba bastante flaca y le colgaban las tetillas, mientras los “actores” daban la impresión de no ver la olla hace muchos días por lo flacos y desnutridos. Ni que se diga de las deficiencias técnicas en iluminación o fotografía, para no hablar ya del encuadre. Digamos que era un porno del tercer mundo. Como dice el viejo adagio “no es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato”. Aunque si nos atenemos al principio de realidad, los cuerpos esqueléticos o gorditos y no tan adónicos reflejan mucho mejor la verdad de todos nosotros: imperfectos, deformes y muchas veces hasta risibles. Barriguitas o barrigotas, piernas chuecas, rollitos en la cintura más que evidentes, senos y nalgas flácidos, órganos masculinos de la finura y tamaño de un alfiler, son parte del imaginario común en cualquier parte del mundo. No crean todo lo visto en la pantalla: ni todas las mujeres son tan exuberantes como las actrices porno, ni los hombres tan dotados y con cuerpos musculosos como los “actores”. Eso es solo ficción. La vida real está plagada de aquellas imágenes de cuerpos contrahechos como las mostradas en aquel porno nacional.
No todas las películas pornográficas son pesadas e insostenibles a nivel argumentativo. Hace un tiempo mi amigo me prestó una titulada “Anal planet”. Era una comedia porno de ciencia ficción, donde un grupo de astronautas van deambulando por las galaxias, llegando a un planeta donde se ha inventado un casco para tener sexo virtual, hasta estallar este por demasiados coitos (el “professor”, inventor del casco, muere repitiendo to much sex, to much sex). Es graciosa, ligera y tiene historia entre escenas de sexo y sexo. Me gustó tanto que me la quedé de recuerdo y de vez en cuando la veo. Mi amigo no la va a extrañar entre centenares de películas de su enorme colección.
Algo similar me pasó con otro porno de “ambiente histórico”. Inscrita en la vertiente de la picaresca, trata sobre una chica de pueblo que en el siglo XVIII (la época no es muy precisa en el filme) va ascendiendo de condición social gracias a sus encantos y a cómo los emplea con los ricos con quienes se encuentra, llevando por título el nombre de la protagonista: “Tatiana”. Hasta donde tengo conocimiento se hicieron tres partes, lo que da a entender el personaje fue bastante popular en los años noventa, cuando se produjo el filme.
Ahora, gracias al dvd, por unos cuantos soles podemos ver tranquilamente una película porno en nuestra casa, y si se tiene pantalla ancha, home theatre y surround para apreciar en forma envolvente los gemidos, tanto mejor. Existen muchas tiendas especializadas en la venta de dvd’s porno, así que el negocio anda muy bien, contando con oferta de filmes no solo para heterosexuales, sino también dirigido a segmentos especializados del público (lo que en marketing denominan “nichos de mercado”), así tenemos porno para homosexuales, lesbianas, she-male, pederastas, sado-masoquistas, onanistas, zoofílicos, fetichistas y quizás hasta para necrófilos; y, en las pocas salas de cine que todavía lo proyectan ahora entran mujeres, acompañadas de su pareja o en grupo, no siendo más un coto exclusivo del hombre. La emoción de lo prohibido de antaño ha cedido el paso a la cotidianeidad insípida del ahora.
El porno se ha institucionalizado, se ha asimilado al sistema, se ha “democratizado”. En esta época el sexo ya no es un tabú, y el porno ya no es un artículo prohibido que uno miraba a hurtadillas de los padres o los maestros, como aquella revista que entre fascinados y con angustia por ser descubiertos veíamos unos adolescentes treinta años atrás. Ahora es tan común y tan fácil de conseguir para un joven como comprar un paquete de cigarrillos o una botella de ron, y creo que por eso el porno ya perdió su encanto.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
La dictadura de aquel entonces, cuidando nuestra salud sexual, había prohibido todo tipo de revistas, películas o libros que atentaran contra “la moral y las buenas costumbres”; incluso habían sido prohibidas películas como “El último tango en Paris”, a pesar que vista a la distancia no pasaba de un juego entre inocente y medio malévolo de un viejito (Marlon Brando) rejuveneciendo con la joven y voluptuosa María Schneider, una chiquilla con los senos bien duritos y ávida de tener experiencias nuevas no concedidas por su novio, más preocupado en hacer películas que en atender como es debido a la prometida; todo en plena época de la revolución sexual (la famosa “escena de la mantequilla” que tanta alharaca causó en Lima cuando fue su estreno, ahora no pasa de una practica bastante común). Hasta “El decamerón” de Pier Paolo Pasolini fue prohibido. Había conseguido su pase a exhibición de la temible censura de la época –especie de Stasi peruana-, pero el día de su estreno, faltando pocos minutos para su proyección en el mítico cine Roma con sala colmada hasta el último asiento, llega un camión del ejército repleto de soldados con armas al ristre y un teniente al mando, rodean el cine como si fuera una madriguera de terroristas e incautan la película “por órdenes superiores”. Los espectadores que estábamos en el Roma –había logrado “colarme” a una película apta para mayores- tuvimos, entre resignados y molestos, que abandonar la sala.
Se estaba educando al “ciudadano revolucionario del mañana” –a fin de ser “iguales”, todos los escolares ya usábamos un horrible uniforme plomo rata-, así que no se podía permitir mal formar nuestras tiernas mentes, a pesar de ser vox populi que muchos generales, gobernantes de los destinos del Perú, veían en funciones privadas lo que al común de los mortales nos estaba vedado. Sin embargo, nunca faltaban esas revistas extranjeras, como la llevada aquella vez por mi compañero de clase, y que originó en algunos alumnos desarreglos nerviosos por un exceso de masturbaciones diarias (“el vicio solitario” como decían nuestros abuelitos).
Los tenedores de un proyector privado –el Beta, ni el VHS, menos el DVD, asomaban todavía- se agenciaban algunas peliculitas porno venidas subrepticiamente por la frontera; pero, generalmente se debía hacer malabares para conseguirlas, tener contactos y el precio era caro. Curiosamente, la prohibición del gobierno militar originó todo un mercado negro del cine porno, convenciéndome en carne propia y a temprana edad que las prohibiciones al final traen más perjuicios que beneficios, y que la libertad es mejor en todo sentido, hasta para apreciar una película pornográfica.
Aquellos que no podíamos pagar los altos precios de las publicaciones o filmes del mercado negro, teníamos que contentarnos con una actriz argentina que exhibía sus atributos en cintas con nombres tan sugestivos como “Carne”, “Lujuria tropical” o “La tentación desnuda”, dirigida siempre por su esposo Armando Bó. Isabel Sarli causó muchos sueños húmedos entre los jóvenes de la época.
La verdad que las películas de la Sarli eran más el título que el contenido, casi siempre tonto, un poco ingenuo y a veces medio truculento; pero al no existir más oferta, los adolescentes iban con asiduidad monacal a las salas de barrio donde proyectaban sus filmes. Debemos recordar que los muchachos de entonces éramos bastante ingenuos y casi casi estábamos descubriendo el sexo a los catorce y quince años, muy diferente a los chicos de ahora que tempranamente descubren los arcanos que rodean al acto sexual por el internet y la televisión (recuerdo hace un tiempo una amiga de mi generación se escandalizó por las películas triple X que pasaban en el hostal donde estábamos, sin saber que sus hijos muy posiblemente ya habían visto y revisto las mismas películas por el internet, la tv o el dvd).
*****
En el cercado de Lima –Jirón Chota si no recuerdo mal - existía una salita de cine llamada “Rívoli” que se llenaba totalmente de escolares para ver a la Sarli semi desnuda o en poses sugestivas. Como actriz no era gran cosa, pero aprovechaba su gran recurso corporal, esperando con ansias los muchachos de entonces ver que le desgarren la ropa y se insinúen las protuberancias de sus grandes senos o de sus poderosas ancas. Como cinéfilo “convicto y confeso” que ya era por aquellos años, creo a sus películas no les daba más de un tres en una escala del uno al diez.
Por cierto, las películas de la Sarli estaban dentro del llamado “soft core” o porno blando, permitido por la censura del gobierno militar a diferencia del “hard core” o porno duro, con sexo explícito y mostración de genitales, hallado únicamente en el mercado negro.
El cine “Rívoli” quedaba a pocas cuadras del colegio donde estudiaba (un colegio de varones púberes viviendo angustiados por el sexo), así que los días viernes, terminadas las clases a las dos de la tarde, y apenas sonaba la campana, nos íbamos en dirección al Jirón Chota. Felizmente el administrador era bastante tolerante y las películas aptas para mayores de 21 –la mayoridad en aquellos años- permitía el ingreso a jóvenes de dieciséis, quince, o a veces de menos edad. Allí presencié mi primera película porno o la que supuse era una película porno. Mis compañeros ya me habían comentado del “Rívoli”, que “sí dejaba pasar” a menores, así que un viernes, terminando las clases, me animé y fui solo. Ya en aquella época me había fijado ciertas reglas de disciplina para ver un filme y una era ir sin compañía a fin de no sufrir interrupciones durante la función y poder apreciar mejor la proyección (aunque, en honor a la verdad, esa regla ha tenido a lo largo de su aplicación excepciones ocasionales cuando la compañía ha sido agradable).
Entré a la sala sin saber nada del filme. Era una comedia sobre un muchacho que por la edad siente las urgencias del sexo y en uno de esos enredos tiene relaciones sexuales con su propia madre, que lo “estrena” en las artes amatorias, comenzando así su vida sexual, contado todo en un tono risueño y desenfadado, sin dramatismo alguno. Se titulaba “Soplo al corazón”, que de porno no tenía nada, y era del gran realizador francés Louis Malle, de quien vería años después algunas de las películas que guardo con más aprecio en mi memoria.
Sucedía que cines como el “Rívoli” proyectaban cualquier película con escenas de sexo o de “calateo” que llamase la atención del público objetivo concurrente a la sala (escolares deseosos de ver cópulas y mujeres desnudas en el écran). Así, por ejemplo, proyectaron también “Edipo Rey” de Pier Paolo Pasolini, que tampoco era un porno y, dicho sea de paso, a esa edad no entendí muy bien. (Me reencontraría con Pasolini algunos años después, ya un poco más grande y con más películas vistas en mí haber, iría entendiendo poco a poco su cine, conservando en el corazón con mucho cariño su “trilogía de la vida”).
Algunos años después, ya casi al final de la dictadura, ingresaron las películas del “flaco” Olmedo y el “gordo” Porcel. El gobierno militar estaba más preocupado en reprimir las protestas populares y en buscar una salida decorosa a una situación política cada vez más insostenible, así que Porcel y Olmedo invadieron las salas limeñas para hacer olvidar a la gente las subidas de precio de los productos de primera necesidad, ocasionadas por los “paquetazos” (“sinceramiento de precios” en la jerga financiera-burocrática) de un ministro de economía que con los años se convertiría en “gurú” de las finanzas y funcionario internacional gracias a sus constantes cambios conforme el vaivén del viento en la política local.
Un público ansioso colmaría los cines donde se estrenaban “Los caballeros de la cama redonda”, “Los doctores las prefieren desnudas” o “Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo”. Conocimos también a las “vedettes” argentinas: altas, bien proporcionadas, “carne blanca” como decíamos (Tula Rodríguez demoraría algunos años en ser “sex symbol”). Susana Giménez y Moria Casan ocasionaron los sueños perplejos de más de un peruano. Aunque en justicia, las películas de la dupla Olmedo-Porcel estaban en el género de la picaresca que en el porno blando propiamente, aunque en época de escasez bien valían las tortas…
*****
En aquellos años mis gustos cinéfilos se habían vuelto más exigentes y virado hacia las “películas de autor”, descubriendo a cineastas como Kubrick, Bergman, Kurosawa, Fellini, Antonioni, Anderson o aquella generación de jóvenes realizadores representantes de una visión distinta del cine norteamericano, y que marcaron mi cinefilia, como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian de Palma, Peter Bogdanovich, Woody Allen, entre otros renovadores del Hollywood clásico.
Gracias a la revolución sexual que vivió Norteamérica en los sesenta y a los cambios en la mentalidad y sociedad que acaecieron por esos años –influenciados por la guerra de Vietnam-, el Código de conducta moral Hays -censurador de imágenes o palabras atentatorios contra “el pudor” y que reinó en la industria del cine por más de treinta años- quedó abolido. Ahora se permitían las malas palabras, la jerga, la violencia desmesurada, el acto sexual y los desnudos totales en las producciones, sin que el orden político o los grupos puritanos pudiesen hacer nada. Esa libertad y nuevos aires permitieron la renovación del cine norteamericano, bastante aletargado y que sufría de un proceso esclerótico creativo muy similar al visto ahora en las producciones hollywoodenses.
Era un asiduo concurrente a los “cine clubs”, y en especial a uno ubicado en la Av. Arica, el famoso auditorio Don Bosco, administrado por unos muchachos uruguayos que habían huido de las sangrientas dictaduras que asolaron los países del cono sur en la convulsa década de los setenta.
Salía con el trasero adolorido –las sillas eran de madera- pero contento de haber visto una buena película. Me convertí en un asiduo concurrente de la salita del Don Bosco, muchas veces faltaba a clases en la universidad para no perderme alguno de los filmes proyectados; incluso tenía un abono mensual para concurrir cuantas veces quisiera. Aquellos años, con toda seguridad, fueron los más felices de mi vida. De esa época data también una corta relación con una muchacha uruguaya. Médica de profesión, algo mayor que yo, de izquierda como yo, creía en un mundo más justo y mejor como yo, huía de la dictadura y de las desapariciones de opositores políticos en el Uruguay de Bordaberry, y cargaba con la angustia y culpa de haber dejado al esposo allá, del cual no tenía noticias.
Gracias a M… mi cinefilia creció y comencé a valorar más el cine europeo, y en especial a la “nouvelle vague” francesa. De su mano aprendí varias cosas esenciales en la vida, así como a valorar un cine distinto al norteamericano. Siempre estaré en deuda con ella; pero, esa es otra historia que quizás algún día me anime a contar.
*****
Si España tuvo su movida terminado el franquismo, nosotros también tuvimos nuestra “movida limeña”. Con el advenimiento de la democracia se terminó la censura y los peruanos pudimos ver por fin la “trilogía de la vida” de Pier Paolo Pasolini o “El último tango en París” con lleno de salas por semanas enteras (por cierto, esta última la acabo de ver hace poco en dvd y contiene escenas bastante aburridas, donde uno, literalmente, se cae de sueño). Llegaba también la actriz holandesa Sylvia Kristel y su trilogía sobre Emmanuelle -que algunos años después la completó con una más-, inaugurando en nuestro medio el llamado “porno de lujo”, películas porno de presupuesto elevado, en el histórico cine “Colón” que exhibiría algunos memorables en la época. Otra de la misma tendencia fue “Historia de O”, que a pesar de contener escenas explícitas de sexo anal (o como diría el Dr. Marco Aurelio Denegri peneano-rectal), vista a la distancia de los años como que ha envejecido, la película es medio tiesa, acartonada. También ingresó el célebre Tinto Brass con “Calígula” en la categoría del “porno histórico”, cuya exhibición causó revuelo en todo el mundo y más en una ciudad como Lima, sacudiéndose lentamente de la pacatería. La película fue condenada por cierta prensa beatona (cuenta la leyenda que ante el escándalo suscitado por el estreno, algunos de los participantes en el filme pidieron que sus nombres fueran retirados de los créditos). En nuestro país fue el cine Roma de nuevo quien tuvo el monopolio del filme y la gente daba literalmente vueltas alrededor de la manzana a fin de conseguir un boleto. Esta vez, felizmente, no se presentó ningún teniente con “orden superior” que incautara la cinta, así que la pudimos ver tranquilamente, apreciando a un gesticulante Malcolm McDowell como Calígula, pero sobretodo a una actriz que daría luego mucho que hablar en el futuro por su buen desempeño actoral: Helen Mirren.
Otra que también causó revuelo fue “El imperio de los sentidos”, y si bien no es un porno stricto sensu, causó estupefacción en la Lima de inicios de los ochenta por la exhibición explícita de coitos y genitales (por ejemplo, se muestra una “fellatio” en primer plano), por lo que algunos comentaristas escasos de luces aventuraron en calificarla como pornográfica. Nagisa Oshima, su realizador, había ido audazmente hacia la frontera bastante indefinida entre el porno y el erotismo. El resultado fue una obra de arte que pervive en el tiempo, no obstante que a algunos espectadores les “chocó” el final donde la protagonista amputa el pene de su amante y, sujetándolo entre sus manos, deambula errática y medio ida entre las tropas japonesas.
Empezando el segundo gobierno de Belaunde se abolió la censura, entró en vigencia la Constitución Política de 1979, una de las más avanzadas de la época, y cayó la temible Stasi peruana, así que el porno duro entró a las salas limeñas libre de todo impedimento y por la puerta grande. No obstante, el Arquitecto restaurador, a fin de evitar que “la moral y las buenas costumbres” no se vieran rebalsadas, reglamentó que el “hard core” se proyectara a partir de la medianoche. Supuestamente la medida era disuasiva –a fin de evitar la concurrencia de demasiados parroquianos-, de tintes moralizantes y hasta religiosos, por no decir cucufatos, pero lo que generó fue todo un mercado a partir de las doce de la noche, como si se tratara de un embrujo mágico. No solo una buena cantidad de espectadores ansiosos por la proyección se congregaban, cual aquelarre, un poco antes de la medianoche –generalmente hombres solitarios que esperaban en el hall del cine se abra la boletería-, sino también los tradicionales vendedores de sánguches y emolientes, de chocolates, chicles y cigarrillos, así como las “chicas de la noche” que esperaban desfogar a los apremiados espectadores al salir de la función, y que a veces, con la complicidad de los boleteros, ingresaban a la sala en plena proyección a ofrecer sus servicios, con lo que presenciábamos un doble espectáculo: el de la pantalla y el de las chicas practicando una “fellatio” en la misma butaca a un parroquiano apurado o cargando con este al baño. Así que las noches en Lima, luego de los “toques de queda” en las postrimerías del gobierno militar, comenzaron a ser más movidas y entretenidas. Por cierto, descubrimos también que las “chicas malas” no eran tan malas como las habían pintado, y sí más bien bastante interesantes, haciéndome amigo y parroquiano seguro de una de ellas, con la cual mantuve una relación compleja de “cliente- amigo cariñoso-confidente” por varios años.
Recuerdo una película de ese entonces. No tengo muy preciso el título (además para llamar la atención aquí les etiquetaban títulos insinuantes como Las noches húmedas, Sexo sádico, Los “anales” de Patricia, entre otros más o menos llamativos), pero era una comedia porno bastante entretenida. Tenía argumento y trataba de un tipo que se las ingeniaba para tener sexo con las mujeres haciéndose pasar por médico. Su sobrenombre no podía ser más evidente: “Doctor sexo”.
Pero, junto a las “chicas de la noche”, aparecieron también los primeros travestis para caballeros con gustos más exquisitos. Fuerte competencia para las primeras, al existir hombres buscadores de algo más “exótico” que una mujer para tener sexo, además el SIDA todavía no aparecía en el horizonte, así que las relaciones eran “piel a piel” y por la entrada que mejor guste o plazca. Algunos años después, los travestis se convertirían en lugar común de la oferta sexual que ofrece Lima de noche y ciertas avenidas de la ciudad son parte de su escenario habitual. Ya no llaman la atención ni mueven a escándalo como hace veinticinco años atrás.
Sin embargo, el ingreso del beta primero y el VHS después, desplazó el placer de ver una película porno de las salas a la tranquilidad del hogar, contribuyendo a ello las deficiencias técnicas en las proyecciones que a veces llegaban a un écran oscuro o totalmente borroso justo cuando estaba en lo mejor la “acción”. Otras veces sucedía que los “rollos” del filme venían alterados. Era un sistema de chasquis en motocicleta que trajinaban con los rollos de un cine a otro, originando a veces la confusión en la continuación de estos, así, en ciertas ocasiones, el final de la película venía primero y el inicio al final. Era una forma medio surrealista de apreciar un filme, hasta parecía cine de vanguardia que rompía los moldes clásicos de la narración.
También contribuyó al eclipse de toda esta época el terrorismo. Los chicos de Sendero decidieron seguir el precepto de Mao “del campo a la ciudad” y no se les ocurrió mejor manera que colocar coches-bomba a diestra y siniestra, causando apagones, volando edificios y practicando su “asesinato selectivo”. Uno, al levantarse, no sabía si al terminar la jornada regresaría vivo o entero a su casa, optando los limeños por quedarse en sus casitas y salir lo menos posible. Era la estocada final a las salas de cine antiguas y que se convertirían poco a poco en iglesias evangélicas -previo exorcismo de los demonios de la carne que pululaban en los otrora cines porno-, o en actividades más mundanas como salas de bingo y la esperanza de abrazar la fortuna con una moneda.
En lo personal, en esos años, mis intereses cinéfilos se habían vuelto cada vez más exigentes, y si una película no satisfacía mis gustos me aburría y sentía una pérdida de tiempo irreparable, por lo que el porno no me llamaba la atención: ver una sucesión de escenas de solo sexo sin una historia interesante que las enlace me resultaba mortalmente aburrido. Aparte que la etapa de la curiosidad juvenil de solo mirar como un voyeur había dado paso hacía mucho tiempo a la de practicar lo visto, más entretenido y emocionante que la ficción.
*****
Si bien no compro películas porno, tengo un amigo que es un gran coleccionista y de vez en cuando, al visitarlo, le “gorreo” alguna de su enorme catálogo. Existen de todas las nacionalidades: españolas, argentinas, italianas y por supuesto norteamericanas. El porno peruano no se ha quedado atrás y, entre otros medios, se vende por internet. Hace poco me topé con una página peruana que daba cuenta de una chiquilla teniendo sexo con dos hombres a la vez: uno por delante, otro por atrás. Por cierto, los “actores” peruanos físicamente ni por asomo se parecían a los europeos o norteamericanos: musculosos(as), practicantes del fisicoculturismo. La “protagonista” estaba bastante flaca y le colgaban las tetillas, mientras los “actores” daban la impresión de no ver la olla hace muchos días por lo flacos y desnutridos. Ni que se diga de las deficiencias técnicas en iluminación o fotografía, para no hablar ya del encuadre. Digamos que era un porno del tercer mundo. Como dice el viejo adagio “no es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato”. Aunque si nos atenemos al principio de realidad, los cuerpos esqueléticos o gorditos y no tan adónicos reflejan mucho mejor la verdad de todos nosotros: imperfectos, deformes y muchas veces hasta risibles. Barriguitas o barrigotas, piernas chuecas, rollitos en la cintura más que evidentes, senos y nalgas flácidos, órganos masculinos de la finura y tamaño de un alfiler, son parte del imaginario común en cualquier parte del mundo. No crean todo lo visto en la pantalla: ni todas las mujeres son tan exuberantes como las actrices porno, ni los hombres tan dotados y con cuerpos musculosos como los “actores”. Eso es solo ficción. La vida real está plagada de aquellas imágenes de cuerpos contrahechos como las mostradas en aquel porno nacional.
No todas las películas pornográficas son pesadas e insostenibles a nivel argumentativo. Hace un tiempo mi amigo me prestó una titulada “Anal planet”. Era una comedia porno de ciencia ficción, donde un grupo de astronautas van deambulando por las galaxias, llegando a un planeta donde se ha inventado un casco para tener sexo virtual, hasta estallar este por demasiados coitos (el “professor”, inventor del casco, muere repitiendo to much sex, to much sex). Es graciosa, ligera y tiene historia entre escenas de sexo y sexo. Me gustó tanto que me la quedé de recuerdo y de vez en cuando la veo. Mi amigo no la va a extrañar entre centenares de películas de su enorme colección.
Algo similar me pasó con otro porno de “ambiente histórico”. Inscrita en la vertiente de la picaresca, trata sobre una chica de pueblo que en el siglo XVIII (la época no es muy precisa en el filme) va ascendiendo de condición social gracias a sus encantos y a cómo los emplea con los ricos con quienes se encuentra, llevando por título el nombre de la protagonista: “Tatiana”. Hasta donde tengo conocimiento se hicieron tres partes, lo que da a entender el personaje fue bastante popular en los años noventa, cuando se produjo el filme.
Ahora, gracias al dvd, por unos cuantos soles podemos ver tranquilamente una película porno en nuestra casa, y si se tiene pantalla ancha, home theatre y surround para apreciar en forma envolvente los gemidos, tanto mejor. Existen muchas tiendas especializadas en la venta de dvd’s porno, así que el negocio anda muy bien, contando con oferta de filmes no solo para heterosexuales, sino también dirigido a segmentos especializados del público (lo que en marketing denominan “nichos de mercado”), así tenemos porno para homosexuales, lesbianas, she-male, pederastas, sado-masoquistas, onanistas, zoofílicos, fetichistas y quizás hasta para necrófilos; y, en las pocas salas de cine que todavía lo proyectan ahora entran mujeres, acompañadas de su pareja o en grupo, no siendo más un coto exclusivo del hombre. La emoción de lo prohibido de antaño ha cedido el paso a la cotidianeidad insípida del ahora.
El porno se ha institucionalizado, se ha asimilado al sistema, se ha “democratizado”. En esta época el sexo ya no es un tabú, y el porno ya no es un artículo prohibido que uno miraba a hurtadillas de los padres o los maestros, como aquella revista que entre fascinados y con angustia por ser descubiertos veíamos unos adolescentes treinta años atrás. Ahora es tan común y tan fácil de conseguir para un joven como comprar un paquete de cigarrillos o una botella de ron, y creo que por eso el porno ya perdió su encanto.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, January 21, 2008
EL COLEGIO DE ABOGADOS DE LIMA
Si bien los gremios tienen un origen medieval, jugaron un papel importante en la articulación de la sociedad urbana y contribuyeron a dotar de una especial fisonomía a la vida de las ciudades. Fueron un ente aglutinador por oficios importantísimo en las futuras urbes, conforme estas cobraron mayor importancia en el desarrollo del capitalismo.
En esta evolución de las asociaciones por oficios, comienzan a cobrar relevancia los gremios de abogados conforme adquieren notoriedad, sea en un estado burgués como fue en los países que siguieron la reforma luterana, o en uno de rasgos coloniales e índole feudal como la España imperial de la contrarreforma. Así, los abogados agremiados irían consolidándose y ganando participación en la sociedad donde se encontraban insertados, teniendo como finalidad inicial el apoyo solidario mediante una caja de auxilios mutuos para casos de enfermedad o muerte; la defensa cautiva de la profesión (de no estar agremiado no se puede ejercer la abogacía); y, establecimiento de un “tarifario” por los servicios prestados a fin de evitar “competencias desleales” entre los miembros de la Orden.
En particular, el Colegio de Abogados de Lima –CAL-, ha tenido una participación destacada en la sociedad peruana. Fundado en 1804, es el colegio profesional más antiguo del país. Estuvo a la vanguardia de la constitucionalidad y el estado de derecho en los momentos difíciles, cuando la autocracia de Fujimori, en los noventa, quiso acallar toda opinión contraria a sus intentos reeleccionistas. Nos hostilizaron y cerraron muchas puertas –incluso, literalmente, hasta llegaron a tapiar la puerta de acceso a la sede del CAL en Palacio de Justicia, signo de la intolerancia que se respiraba en la época-, a varios colegas opositores se les hizo un seguimiento –“reglaje”- o interceptaban sus llamadas telefónicas; pero el Colegio jamás se “fujimorizó”, a pesar de los intentos de un grupo de colegas de darle un sesgo adulador hacia el autócrata y su asesor, hasta hace poco miembro de la Orden, Vladimiro Montesinos.
Sin embargo, da la impresión que el brillo y la prosapia de antaño son parte de un lustre ido y que, como esas viejas familias de rancio abolengo, más bien atraviesa un período de decadencia que quizás sea irrevocable. Tiene prestigio, pero su participación activa en la sociedad es casi nula. Se parece a esas universidades que viven de la época en que eran el faro de la intelectualidad y paradigma de la educación, siendo apenas pálido resplandor de tiempos mejores.
Uno de los problemas que atraviesa el Colegio es su excesiva cantidad de agremiados. En estos momentos estamos cerca a los cincuenta mil inscritos, ya no nos conocemos y solo nos congregamos cuando tenemos elecciones. El “boom” de agremiados ha obedecido a la sobredemanda de aspirantes a letrados existente en nuestro país y su subsecuente sobreoferta de escuelas de derecho. Para nadie es un secreto la alta rentabilidad de una universidad si cuenta con una escuela que “fabrique” abogados: no requiere demasiada inversión –como, por ejemplo, la carrera de ingeniería de sistemas- y genera ganancias inmediatas. Son esas carreras conocidas como “de tiza y saliva”. Es así que el crecimiento del CAL debido a esta sobredemanda de abogados necesitados de colegiarse no corresponde a la estructura orgánica actual, ni a los fines primigenios, previstos cuando el número de inscritos era mucho menor, las escuelas de derecho se contaban con los dedos de una mano y cuando todos, prácticamente, se conocían entre si, como en la Lima de los años cincuenta.
Asimismo, la percepción que la sociedad tiene hacia nosotros es negativa. Los abogados y jueces somos vistos como personas poco confiables: taimados, deshonestos, y que a la menor oportunidad traicionaremos a nuestro patrocinado de ser litigantes o le extraeremos de su bolsillo alguna “coima” si somos magistrados. Debemos ser sinceros: en la sociedad no nos quieren.
Tampoco todos los agremiados son iguales u homogéneos, sino todo lo contrario. Provenimos de distintas generaciones, de diferentes universidades, nuestra formación académica es bastante dispareja entre unos y otros, nuestro origen social es igualmente disímil, así como el ejercicio de la profesión: tenemos desde los “abogados exitosos”, asesores de grandes empresas trasnacionales, casi siempre de universidades privadas exclusivas, hasta aquellos que apenas tienen para sobrevivir, los llamados “abogados ambulantes” que ofrecen sus servicios en los pasillos del Palacio de Justicia, por no mencionar a los desempleados, aquellos dedicados a otros menesteres, menos el de su profesión.
Es lamentable y dramático ese panorama, y la verdad las sucesivas juntas directivas del Colegio no han hecho nada, absolutamente nada, para remediar la penosa situación en que se encuentran sumidos muchos colegas. Han preferido ver hacia otro lado o hacia sus intereses personales, antes que el de los agremiados.
También está el hecho que el Colegio no ha sabido imbricarse con la sociedad. Estamos totalmente desfasados de esta. El Perú, y Lima, han cambiado radicalmente en cincuenta años, sin embargo el CAL sigue siendo una institución conservadora, sin pensamiento crítico, rodeado de ritualismos decimonónicos, como en la época que el Perú era gobernado por unas cuantas familias. No se ha modernizado, ni ha sabido entender a la sociedad donde se encuentra inmerso, convirtiéndose en un islote que nadie comprende ni ha nadie le interesa.
Otro aspecto digno de resaltar es porqué llegar a ser Decano o siquiera pertenecer a una Junta Directiva del Colegio causa tanta aprehensión entre ciertos colegas que realizan campañas ostentosas y caras a fin de acceder al sillón principal del CAL.
Como cualidades personales, el aspirante a decano debe ser un abogado preferentemente con méritos académicos o intelectuales reconocidos, es decir, un tipo versado en materia jurídica, que ha escrito libros, ha ejercido la docencia universitaria o ha sido un juez honesto y probo (difícil de encontrar en estos días, según la apreciación generalizada). Un jurisconsulto respetado en el medio. Por ello, antaño las campañas eran generalmente austeras, entre nosotros, contando con la colaboración de los alumnos del candidato repartiendo volantes en las puertas del Palacio de Justicia o de las dependencias judiciales; pero ahora apreciamos campañas por los medios masivos de comunicación, usando la radio, los periódicos, llamando a la casa u oficina del abogado para pedir su voto, invitando a agasajos de “cierre de campaña” (en lo personal, en la última, me invitaron a uno de los candidatos, que no asistí), haciendo promesas que saben muy bien no podrán cumplir, regalando libros, llaveros, lapiceros, calendarios, etcétera, etcétera. Más parece la campaña de un candidato a presidente o congresista que a un gremio profesional.
Dicho sea de paso, sería bueno que como aquellos, los candidatos al decanato también rindan cuentas de los gastos de campaña y el origen de su financiamiento: Somos abogados, debemos ser los primeros en dar el ejemplo de transparencia.
La pregunta que emerge, sin necesidad de mucha malicia, es de dónde proviene tanto dinero para dichos gastos, y porqué el interés en ser decano si el cargo es ad honorem.
Y, en ello, cabe el prestigio del CAL. El CAL será una institución decimonónica y con olor a naftalina pero, como esas viejas familias de apellido compuesto y escasa fortuna, todavía conserva un aura de cierta gloria pasada. Quien acceda al decanato consolida sus ambiciones profesionales (bastante legítimas) ampliando su cartera de clientes o el poder dentro de la universidad donde se desempeña, teniendo la posibilidad de contactarse con personajes políticos que le permitan ingresar a la vida pública o la oportunidad de acceder a algún cargo “de importancia”; además de conceder puestos de confianza remunerados dentro de la institución a quienes lo apoyaron en las elecciones. Como denunció un ex decano, el CAL se ha convertido en una “fábrica de empleos”, obedeciendo el decano entrante más a los intereses de quienes le ayudaron en la campaña que a los agremiados propiamente, de quienes casi siempre se olvida una vez finalizada la justa electoral. En eso se parece mucho a los candidatos al Congreso que llegan a ocupar una curul en la Plaza de la Inquisición.
Con honestidad y pena debemos reconocer que el CAL dejó de ser la gran institución que fue en el pasado. Es un gremio más y punto, que tiene su sustento en la defensa cautiva requerida por los abogados para ejercer su oficio. Sugiero que se vaya trabajando la propuesta de no existir la obligatoriedad de inscribirse en un colegio profesional, en cualquier colegio profesional, para ejercer una carrera liberal. El sentido de la obligatoriedad se comprendía en los gremios medievales que así defendían los intereses de sus agremiados frente a la “competencia”, pero en esta época de globalización, internacionalización de los servicios y aperturas de mercados, carece de sentido y solo debería ser voluntaria la inscripción en un gremio profesional. De reunir los requisitos establecidos en la ley, el ejercicio de la profesión debe ser enteramente libre. Daríamos un cambio revolucionario a la tónica de los colegios y estoy seguro que más de uno se desanimaría a candidatear al ansiado sillón de decano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En esta evolución de las asociaciones por oficios, comienzan a cobrar relevancia los gremios de abogados conforme adquieren notoriedad, sea en un estado burgués como fue en los países que siguieron la reforma luterana, o en uno de rasgos coloniales e índole feudal como la España imperial de la contrarreforma. Así, los abogados agremiados irían consolidándose y ganando participación en la sociedad donde se encontraban insertados, teniendo como finalidad inicial el apoyo solidario mediante una caja de auxilios mutuos para casos de enfermedad o muerte; la defensa cautiva de la profesión (de no estar agremiado no se puede ejercer la abogacía); y, establecimiento de un “tarifario” por los servicios prestados a fin de evitar “competencias desleales” entre los miembros de la Orden.
En particular, el Colegio de Abogados de Lima –CAL-, ha tenido una participación destacada en la sociedad peruana. Fundado en 1804, es el colegio profesional más antiguo del país. Estuvo a la vanguardia de la constitucionalidad y el estado de derecho en los momentos difíciles, cuando la autocracia de Fujimori, en los noventa, quiso acallar toda opinión contraria a sus intentos reeleccionistas. Nos hostilizaron y cerraron muchas puertas –incluso, literalmente, hasta llegaron a tapiar la puerta de acceso a la sede del CAL en Palacio de Justicia, signo de la intolerancia que se respiraba en la época-, a varios colegas opositores se les hizo un seguimiento –“reglaje”- o interceptaban sus llamadas telefónicas; pero el Colegio jamás se “fujimorizó”, a pesar de los intentos de un grupo de colegas de darle un sesgo adulador hacia el autócrata y su asesor, hasta hace poco miembro de la Orden, Vladimiro Montesinos.
Sin embargo, da la impresión que el brillo y la prosapia de antaño son parte de un lustre ido y que, como esas viejas familias de rancio abolengo, más bien atraviesa un período de decadencia que quizás sea irrevocable. Tiene prestigio, pero su participación activa en la sociedad es casi nula. Se parece a esas universidades que viven de la época en que eran el faro de la intelectualidad y paradigma de la educación, siendo apenas pálido resplandor de tiempos mejores.
Uno de los problemas que atraviesa el Colegio es su excesiva cantidad de agremiados. En estos momentos estamos cerca a los cincuenta mil inscritos, ya no nos conocemos y solo nos congregamos cuando tenemos elecciones. El “boom” de agremiados ha obedecido a la sobredemanda de aspirantes a letrados existente en nuestro país y su subsecuente sobreoferta de escuelas de derecho. Para nadie es un secreto la alta rentabilidad de una universidad si cuenta con una escuela que “fabrique” abogados: no requiere demasiada inversión –como, por ejemplo, la carrera de ingeniería de sistemas- y genera ganancias inmediatas. Son esas carreras conocidas como “de tiza y saliva”. Es así que el crecimiento del CAL debido a esta sobredemanda de abogados necesitados de colegiarse no corresponde a la estructura orgánica actual, ni a los fines primigenios, previstos cuando el número de inscritos era mucho menor, las escuelas de derecho se contaban con los dedos de una mano y cuando todos, prácticamente, se conocían entre si, como en la Lima de los años cincuenta.
Asimismo, la percepción que la sociedad tiene hacia nosotros es negativa. Los abogados y jueces somos vistos como personas poco confiables: taimados, deshonestos, y que a la menor oportunidad traicionaremos a nuestro patrocinado de ser litigantes o le extraeremos de su bolsillo alguna “coima” si somos magistrados. Debemos ser sinceros: en la sociedad no nos quieren.
Tampoco todos los agremiados son iguales u homogéneos, sino todo lo contrario. Provenimos de distintas generaciones, de diferentes universidades, nuestra formación académica es bastante dispareja entre unos y otros, nuestro origen social es igualmente disímil, así como el ejercicio de la profesión: tenemos desde los “abogados exitosos”, asesores de grandes empresas trasnacionales, casi siempre de universidades privadas exclusivas, hasta aquellos que apenas tienen para sobrevivir, los llamados “abogados ambulantes” que ofrecen sus servicios en los pasillos del Palacio de Justicia, por no mencionar a los desempleados, aquellos dedicados a otros menesteres, menos el de su profesión.
Es lamentable y dramático ese panorama, y la verdad las sucesivas juntas directivas del Colegio no han hecho nada, absolutamente nada, para remediar la penosa situación en que se encuentran sumidos muchos colegas. Han preferido ver hacia otro lado o hacia sus intereses personales, antes que el de los agremiados.
También está el hecho que el Colegio no ha sabido imbricarse con la sociedad. Estamos totalmente desfasados de esta. El Perú, y Lima, han cambiado radicalmente en cincuenta años, sin embargo el CAL sigue siendo una institución conservadora, sin pensamiento crítico, rodeado de ritualismos decimonónicos, como en la época que el Perú era gobernado por unas cuantas familias. No se ha modernizado, ni ha sabido entender a la sociedad donde se encuentra inmerso, convirtiéndose en un islote que nadie comprende ni ha nadie le interesa.
Otro aspecto digno de resaltar es porqué llegar a ser Decano o siquiera pertenecer a una Junta Directiva del Colegio causa tanta aprehensión entre ciertos colegas que realizan campañas ostentosas y caras a fin de acceder al sillón principal del CAL.
Como cualidades personales, el aspirante a decano debe ser un abogado preferentemente con méritos académicos o intelectuales reconocidos, es decir, un tipo versado en materia jurídica, que ha escrito libros, ha ejercido la docencia universitaria o ha sido un juez honesto y probo (difícil de encontrar en estos días, según la apreciación generalizada). Un jurisconsulto respetado en el medio. Por ello, antaño las campañas eran generalmente austeras, entre nosotros, contando con la colaboración de los alumnos del candidato repartiendo volantes en las puertas del Palacio de Justicia o de las dependencias judiciales; pero ahora apreciamos campañas por los medios masivos de comunicación, usando la radio, los periódicos, llamando a la casa u oficina del abogado para pedir su voto, invitando a agasajos de “cierre de campaña” (en lo personal, en la última, me invitaron a uno de los candidatos, que no asistí), haciendo promesas que saben muy bien no podrán cumplir, regalando libros, llaveros, lapiceros, calendarios, etcétera, etcétera. Más parece la campaña de un candidato a presidente o congresista que a un gremio profesional.
Dicho sea de paso, sería bueno que como aquellos, los candidatos al decanato también rindan cuentas de los gastos de campaña y el origen de su financiamiento: Somos abogados, debemos ser los primeros en dar el ejemplo de transparencia.
La pregunta que emerge, sin necesidad de mucha malicia, es de dónde proviene tanto dinero para dichos gastos, y porqué el interés en ser decano si el cargo es ad honorem.
Y, en ello, cabe el prestigio del CAL. El CAL será una institución decimonónica y con olor a naftalina pero, como esas viejas familias de apellido compuesto y escasa fortuna, todavía conserva un aura de cierta gloria pasada. Quien acceda al decanato consolida sus ambiciones profesionales (bastante legítimas) ampliando su cartera de clientes o el poder dentro de la universidad donde se desempeña, teniendo la posibilidad de contactarse con personajes políticos que le permitan ingresar a la vida pública o la oportunidad de acceder a algún cargo “de importancia”; además de conceder puestos de confianza remunerados dentro de la institución a quienes lo apoyaron en las elecciones. Como denunció un ex decano, el CAL se ha convertido en una “fábrica de empleos”, obedeciendo el decano entrante más a los intereses de quienes le ayudaron en la campaña que a los agremiados propiamente, de quienes casi siempre se olvida una vez finalizada la justa electoral. En eso se parece mucho a los candidatos al Congreso que llegan a ocupar una curul en la Plaza de la Inquisición.
Con honestidad y pena debemos reconocer que el CAL dejó de ser la gran institución que fue en el pasado. Es un gremio más y punto, que tiene su sustento en la defensa cautiva requerida por los abogados para ejercer su oficio. Sugiero que se vaya trabajando la propuesta de no existir la obligatoriedad de inscribirse en un colegio profesional, en cualquier colegio profesional, para ejercer una carrera liberal. El sentido de la obligatoriedad se comprendía en los gremios medievales que así defendían los intereses de sus agremiados frente a la “competencia”, pero en esta época de globalización, internacionalización de los servicios y aperturas de mercados, carece de sentido y solo debería ser voluntaria la inscripción en un gremio profesional. De reunir los requisitos establecidos en la ley, el ejercicio de la profesión debe ser enteramente libre. Daríamos un cambio revolucionario a la tónica de los colegios y estoy seguro que más de uno se desanimaría a candidatear al ansiado sillón de decano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, January 14, 2008
SECESIÓN EN BOLIVIA
La creación artificial del estado boliviano por Simón Bolívar obedeció a una estrategia geopolítica: se debía contrarrestar el poderío del otrora poderoso virreinato del Perú desmembrando parte de su territorio, a fin que nunca más se levanten las ambiciones coloniales. Para cumplirlo pensó como político, superponiendo los intereses de la Gran Colombia y su proyecto de una sola América a los intereses peruanos, quienes –especialmente los criollos- habían demostrado una “tibieza” en la gesta emancipadora. Así Bolivia nació como un estado artificial, carente de pasado, desmembrado de sus antiguas raíces. No es casual que los distintos gobiernos mayormente hayan sido militares, y la precariedad en sostenerse parte de su endeble institucionalidad política, casi siempre obedeciendo a los grupos de poder económico y a mantener las prebendas de una oligarquía, que como la peruana, fue incapaz de transformarse en clase dirigente.
El golpe de gracia fue la guerra del Pacífico, cuando Bolivia pierde su mar y se convierte en un país mediterráneo. Si para nosotros la guerra fue un trauma, para los bolivianos fue una amputación sin anestesia. Como nación nunca más se levantó.
Al cuadro descrito se debe agregar las diferencias étnicas y regionales principalmente entre dos grupos muy distintos: los cambas y los collas (existen otros grupos étnicos, pero los en pugna son principalmente estos dos). Los primeros, habitantes de la selva boliviana; los segundos, del altiplano. Esas diferencias étnicas y regionales se han visto agravadas por el recurso del gas, encontrado en territorio camba. Los cuatro departamentos reclamantes de autonomía (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) concentran las dos terceras partes de la riqueza nacional. Es decir, la separación aspirada es más económica que política, queriendo administrar los cambas sus propios recursos naturales, aunque el detonante haya sido la Constitución boliviana que Evo Morales (colla) pretende imponer al margen de los otros grupos políticos, constitución similar al modelo “refundacional” de su mentor, Hugo Chávez.
Es cierto que las ambiciones autonómicas de los cruceños (principal motor del separatismo) obedece a su relego del poder central. Mientras convivieron y usufructuaron del mismo las tensiones étnicas y regionales se mantuvieron controladas y la vocación autonomista no se manifestó tan abiertamente. Es con el gobierno de Evo Morales y sus medidas de tintes socializantes que los departamentos del oriente boliviano marcan distancias del poder central, en una relación bastante tensa con el ejecutivo.
Es probable que Evo halla querido explorar caminos de solución antes que de imposición, en el tiempo de residente en Palacio Quemado ha demostrado “muñeca política”, superior a la de Chávez, pero el proyecto “refundacional” de su grupo político y las necesidades de no quedarse rezagado frente a otros líderes collas más radicales que él (como Felipe Quispe, “El Mallku”) ha precipitado un desenlace “forzoso” abriendo el camino a la secesión. Los cambas saben muy bien que el gas es su arma tanto para negociar políticamente con Evo Morales, como para solicitar su reconocimiento oficial de estado autónomo ante la comunidad internacional (principalmente de sus vecinos Brasil, Argentina y Chile, todos ellos necesitados del gas boliviano). Si Evo opta por la solución militar (o los separatistas al golpe de estado), la guerra fratricida se desata con consecuencias políticas para la región. Si negocia (lo más probable, considerando su actuar político) y se ponen de acuerdo en una suerte de “estados autónomos” dentro del estado boliviano es probable que la secesión no se produzca, aunque continúe como una alternativa latente. Lo primero, en todo caso será la lucha política mediante los sucesivos referendos que se producirán durante el año 2008: el de revocatoria del mandato presidencial, el de aprobación de la Constitución “refundacional” promovida por el partido en el gobierno, o de los estatutos autonómicos promovidos por los separatistas. De no encontrar ambos bandos una solución política negociada, la salida violenta tendrá más probabilidades, lo cual se puede agravar con la intervención directa de Hugo Chávez y los “bolivarianos”, como tantas veces ha amenazado.
A nosotros también nos afectaría una eventual separación violenta en Bolivia. De producirse la secesión sangrienta, muchos collas se instalarán en el altiplano peruano, refugiados a los que será difícil cerrar la frontera, bastante porosa entre ambos países, aparte que no sería humanitario. Lo positivo es la venida de muchos inversionistas bolivianos a nuestro país, atraídos por su estabilidad económica, seguridad jurídica y los tratados comerciales que estamos suscribiendo. Es la ventaja comparativa en un escenario de guerra. (Ya algunos empresarios altiplánicos, ante el fin inminente del ATPDEA para Bolivia y las medidas políticas de Evo Morales, están haciendo maletas para “cruzar el lago”).
En caso de una conflagración interna, por la cercanía de nuestro territorio, puede conllevar un encarecimiento de precios por escasez y especulación de alimentos, desajustando los índices macroeconómicos; amén del proselitismo político a favor de Evo Morales y contra “la derecha oligárquica” que soliviantarán las casas del ALBA afincadas al sur del país. Pero, sobretodo, lo más preocupante es la puesta al día del discurso recurrente de la creación de un estado aymara con las poblaciones étnicas a ambos lados de la frontera: tienen un mismo origen, lengua, costumbres, tradiciones y no se sienten extraños frente a la división política que los criollos hicieron de un territorio milenario. La idea no es tan descabellada, y en estos tiempos de escisiones territoriales para la creación de nuevos estados, bastante factible.
Ojalá no se produzca una guerra fratricida para solucionar un problema económico y político, lo ideal sería resolverlo por la autodeterminación de los pueblos (referéndum, y seamos realistas, incluso también si alguna vez los aymaras peruanos deciden unirse libremente a los aymaras bolivianos para crear un nuevo estado), pero no siempre es posible, y allí está el ejemplo de Yugoslavia, que, salvando las distancias, tiene mucho de la historia de Bolivia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El golpe de gracia fue la guerra del Pacífico, cuando Bolivia pierde su mar y se convierte en un país mediterráneo. Si para nosotros la guerra fue un trauma, para los bolivianos fue una amputación sin anestesia. Como nación nunca más se levantó.
Al cuadro descrito se debe agregar las diferencias étnicas y regionales principalmente entre dos grupos muy distintos: los cambas y los collas (existen otros grupos étnicos, pero los en pugna son principalmente estos dos). Los primeros, habitantes de la selva boliviana; los segundos, del altiplano. Esas diferencias étnicas y regionales se han visto agravadas por el recurso del gas, encontrado en territorio camba. Los cuatro departamentos reclamantes de autonomía (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) concentran las dos terceras partes de la riqueza nacional. Es decir, la separación aspirada es más económica que política, queriendo administrar los cambas sus propios recursos naturales, aunque el detonante haya sido la Constitución boliviana que Evo Morales (colla) pretende imponer al margen de los otros grupos políticos, constitución similar al modelo “refundacional” de su mentor, Hugo Chávez.
Es cierto que las ambiciones autonómicas de los cruceños (principal motor del separatismo) obedece a su relego del poder central. Mientras convivieron y usufructuaron del mismo las tensiones étnicas y regionales se mantuvieron controladas y la vocación autonomista no se manifestó tan abiertamente. Es con el gobierno de Evo Morales y sus medidas de tintes socializantes que los departamentos del oriente boliviano marcan distancias del poder central, en una relación bastante tensa con el ejecutivo.
Es probable que Evo halla querido explorar caminos de solución antes que de imposición, en el tiempo de residente en Palacio Quemado ha demostrado “muñeca política”, superior a la de Chávez, pero el proyecto “refundacional” de su grupo político y las necesidades de no quedarse rezagado frente a otros líderes collas más radicales que él (como Felipe Quispe, “El Mallku”) ha precipitado un desenlace “forzoso” abriendo el camino a la secesión. Los cambas saben muy bien que el gas es su arma tanto para negociar políticamente con Evo Morales, como para solicitar su reconocimiento oficial de estado autónomo ante la comunidad internacional (principalmente de sus vecinos Brasil, Argentina y Chile, todos ellos necesitados del gas boliviano). Si Evo opta por la solución militar (o los separatistas al golpe de estado), la guerra fratricida se desata con consecuencias políticas para la región. Si negocia (lo más probable, considerando su actuar político) y se ponen de acuerdo en una suerte de “estados autónomos” dentro del estado boliviano es probable que la secesión no se produzca, aunque continúe como una alternativa latente. Lo primero, en todo caso será la lucha política mediante los sucesivos referendos que se producirán durante el año 2008: el de revocatoria del mandato presidencial, el de aprobación de la Constitución “refundacional” promovida por el partido en el gobierno, o de los estatutos autonómicos promovidos por los separatistas. De no encontrar ambos bandos una solución política negociada, la salida violenta tendrá más probabilidades, lo cual se puede agravar con la intervención directa de Hugo Chávez y los “bolivarianos”, como tantas veces ha amenazado.
A nosotros también nos afectaría una eventual separación violenta en Bolivia. De producirse la secesión sangrienta, muchos collas se instalarán en el altiplano peruano, refugiados a los que será difícil cerrar la frontera, bastante porosa entre ambos países, aparte que no sería humanitario. Lo positivo es la venida de muchos inversionistas bolivianos a nuestro país, atraídos por su estabilidad económica, seguridad jurídica y los tratados comerciales que estamos suscribiendo. Es la ventaja comparativa en un escenario de guerra. (Ya algunos empresarios altiplánicos, ante el fin inminente del ATPDEA para Bolivia y las medidas políticas de Evo Morales, están haciendo maletas para “cruzar el lago”).
En caso de una conflagración interna, por la cercanía de nuestro territorio, puede conllevar un encarecimiento de precios por escasez y especulación de alimentos, desajustando los índices macroeconómicos; amén del proselitismo político a favor de Evo Morales y contra “la derecha oligárquica” que soliviantarán las casas del ALBA afincadas al sur del país. Pero, sobretodo, lo más preocupante es la puesta al día del discurso recurrente de la creación de un estado aymara con las poblaciones étnicas a ambos lados de la frontera: tienen un mismo origen, lengua, costumbres, tradiciones y no se sienten extraños frente a la división política que los criollos hicieron de un territorio milenario. La idea no es tan descabellada, y en estos tiempos de escisiones territoriales para la creación de nuevos estados, bastante factible.
Ojalá no se produzca una guerra fratricida para solucionar un problema económico y político, lo ideal sería resolverlo por la autodeterminación de los pueblos (referéndum, y seamos realistas, incluso también si alguna vez los aymaras peruanos deciden unirse libremente a los aymaras bolivianos para crear un nuevo estado), pero no siempre es posible, y allí está el ejemplo de Yugoslavia, que, salvando las distancias, tiene mucho de la historia de Bolivia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, January 08, 2008
PRONÓSTICOS PARA EL 2008
En lo económico:
Año sin sobresaltos (salvo se produzca un evento inesperado de gran magnitud), donde se ratifica el modelo económico iniciado con las reformas neoliberales de Fujimori en 1990, sellado diecisiete años después con la firma del TLC y demás tratados que se vienen con Europa, Asia y algunos vecinos de la región. Como ha sucedido en otros países del continente que adoptaron el modelo, será difícil, casi imposible, que el voluntarismo de algún caudillo-candidato convertido en presidente pueda modificar -así lo haya jurado en campaña- los parámetros macroeconómicos de sentarse en el sillón de Palacio de Gobierno el 2011.
Punto débil: La apuesta por el modelo primario-exportador sujeto a las variaciones de los precios internacionales. Si los precios bajan, nuestros ingresos también. Asimismo, los parámetros macroeconómicos pueden verse afectados (subida del IPC y TC errático) por el alza del precio del petróleo y de los alimentos importados. También la recesión norteamericana puede ser un problema para el 2008, afectaría nuestras exportaciones y tendremos masivamente productos norteamericanos importados. El “colchón” de reservas internacionales va a ayudar a paliar la situación.
En lo político:
Sin estabilidad política de nada nos sirve la estabilidad económica, ambas son los soportes de la viabilidad democrática y la gobernabilidad, por lo que urgen reformas inmediatas en el plano político. Así nos parezcan aberrantes, los partidos políticos son necesarios en democracia y apenas tenemos uno a nivel nacional que puede llamarse propiamente partido: El APRA, y a nivel de Lima, el PPC. Y ninguno de los dos puede decirse que sea un partido moderno. (A nivel regional tenemos varios movimientos, casi siempre coyunturales y con alcance limitado).
También deben consensuarse ciertas leyes importantes, como la ley orgánica del poder judicial, la modificatoria de los códigos procesales a fin de acortar los plazos en los procesos civiles y penales, la ley de carrera administrativa poniendo énfasis en la meritocracia para los ascensos y tener una burocracia moderna, preparada y eficiente.
Punto débil: Las reformas del sistema político se están dejando en la “congeladora” del Congreso. No existe ánimo ni voluntad de hacerlo, pensando en el corto plazo, lo que a futuro puede ser perjudicial para los propios partidos.
Reformas pendientes:La reforma del estado, y dentro de esta, creo que es prioritaria la reforma educativa en todos sus niveles, desde la elemental hasta la superior. Sin capacitación científica y tecnológica no estaremos aptos para competir conforme a los estándares internacionales, privilegiándose a los sectores pudientes que pueden pagar una educación cara y de calidad a sus hijos. Quizás la principal de todas las reformas sea la educativa, junto a la reforma fiscal.
Punto débil: El gobierno no tiene un plan coherente de reformas, sino más bien “parches” que causan impacto a corto plazo pero no son eficaces en el mediano o largo plazo. Ejemplo caro y palpable: la campaña “one laptop for child”. Como ya han indicado los especialistas en el tema, no basta una computadora por niño para hablar de una reforma educativa.
Horizonte electoral:Las elecciones están todavía lejanas, así que los candidatos se mantendrán con un perfil bajo, procurando no “quemarse” demasiado.
Si debo hacer un pronóstico arriesgado para el 2011, diría que gana la derecha. No necesariamente con Lourdes Flores, puede ser con un “outsider” que en campaña tenga un discurso cautivador centro-izquierdista y llegado a Palacio un actuar bien de derecha. Incluso, por más paradójico que parezca, el mismo Ollanta Humala podría ser un continuador de los lineamientos políticos y económicos actuales (aunque llegue a ganar es otro cantar).
La escena política oficial
La escena política oficial va a continuar más o menos igual. Con un presidente cada vez más obeso pero de repente no tan conservador si las cifras de aceptación popular le siguen siendo esquivas. Como lo dijimos hace un tiempo atrás (cuando Alan García era candidato y algunos pensaban iba a repetir sus mismos errores), AGP está expiando los “pecados” de juventud, haciendo lo que no hizo en su primer gobierno. El trauma que le quedó por sus errores de la gestión anterior es tan fuerte que no le quedó más remedio que virar esta vez a la derecha. Y recordemos, los “reconversos” son los más fanáticos creyentes. Vade retro.
La izquierda aupada al humalismo buscará protestas de todo tipo contra el TLC, presentarán otra acción de inconstitucionalidad contra el tratado comercial que también será declarada improcedente, y tratarán de organizar paros y protestas sobretodo en el interior del país en coordinación con los líderes regionales, especialmente en la sierra sur. Más allá de eso difícil que pueda crecer como movimiento político tal como lo fue en la década del ochenta, cuando se convirtió en la segunda fuerza electoral. El proyecto de Izquierda Unida quedó sepultado por los propios errores de la izquierda. Mientras no realice un “aggiornamento” seguirá de tumbo en tumbo, apoyando a cualquier candidato con poses nacionalistas o izquierdistas, tal como le pasó en el año 90 con Fujimori y actualmente con Humala. En términos sicológicos podemos decir que escogen mal a sus parejas.
Maríategui tenía mucha razón al fundar hace ochenta años atrás un Partido Socialista (convertido años después de su muerte en Partido Comunista). Carecemos de uno sólido a la usanza chilena, y buena falta que nos hizo.
Política internacional
Nos estamos “durmiendo” en nuestra relación con Brasil. Lula, junto a Evo y a la presidenta Bachelet han acordado una carretera transoceánica que desembocará… en mar chileno. Si bien la escena internacional estará signada por la demanda ante la Corte de la Haya por la delimitación del mar con Chile, creo que lo más importante será Bolivia. De producirse una conflagración entre los departamentos autonomistas y el gobierno central nos afectará directamente a nosotros; más aún si Hugo Chávez y los “bolivarianos” se inmiscuyen a favor de Evo, y con las casas del ALBA en el sur del país, la situación se complicaría.
El petróleo y el gas
La subida del precio del barril de petróleo se veía venir de tiempo atrás, tomando desprevenido al gobierno con respecto al cambio de la matriz energética. La improvisación en tomar decisiones –conforme se van presentando los problemas- tiene un claro ejemplo en que recién este año se van a tomar decisiones, cuando el barril de crudo llegó a los cien dólares (y parece va en aumento). La conversión a gas es importante y no podemos darnos el “lujo” de exportarlo –y a precio “huevo” todavía- cuando no tenemos las suficientes reservas comprobadas como Bolivia, por ejemplo. A pesar que suene decimonónico, el recurso del gas requiere una política nacionalista, a fin de privilegiar primero a los peruanos y lo que “sobre” se venda afuera.
Juicio a Fujimori
El proceso en sí no será lo más importante, sino la estrategia política de su grupo. Si el juicio concluye definitivamente (con sentencia firme) entre el 2009 y 2010 como se tiene proyectado, los fujimoristas moverán sus piezas del ajedrez político conforme nos vayamos acercando al 2011. El fujimorismo es una fuerza que no se puede desestimar.
Me atrevo a hacer un “vaticinio jurídico”. Posiblemente lo condenen a 10 o 15 años de los 30 exigidos por la Fiscalía (me refiero a los casos de la Cantuta y Barrios Altos). De la condena final sólo pasará en la cárcel la mitad del tiempo y saldrá libre sea por el beneficio penitenciario del dos por uno, o en el peor de los supuestos con arresto domiciliario. También la opción del indulto presidencial o la amnistía del Congreso en un escenario post 2011 no se pueden descartar.
El problema de la droga
Estamos por convertirnos en carteles internacionales y en acelerar la cooptación del estado por parte de los narcotraficantes (quienes han pactado una suerte de “joint venture de la droga” con los capos del negocio mundial). Como la experiencia enseña, la solución no pasa por la represión, más bien esta ha demostrado su inutilidad. Más viable es la legalización de los estupefacientes. Pero, por desgracia, el gobierno norteamericano se opone a esta salida, gastando miles de millones en campañas inútiles y con una población altamente adicta a drogas de todo tipo.
El terrorismo
Faltó una labor de “monitoreo” a quienes se iba liberando, así como controlar los remanentes del movimiento de Abimael Guzmán. No se hizo y estamos pagando las consecuencias. La solución no es tanto militar o represiva (menos la publicación de la lista de los “liberados”), sino de inteligencia, al igual que se hizo para capturar a los principales cabecillas quince años atrás. A Sendero Luminoso le está ocurriendo lo mismo que le sucedió a las FARC en Colombia: prestan sus servicios a los amos de la droga o entran al negocio directamente. Es la degeneración de un movimiento que se proclamaba “revolucionario”. Dudo que se repita lo acaecido en los años ochenta o en todo caso su accionar político va a ser muy distinto.
El medio ambiente
El anuncio de la creación del Ministerio del Medio Ambiente más obedece a una condición impuesta en el TLC recientemente firmado que a una decisión política nacional. A no dudarlo, el problema del medio ambiente es mundial y la solución es multilateral, pero algo debemos hacer nosotros para cuidar el nuestro, sobretodo porque vamos a ser los principales perjudicados en caso se produzca “el efecto invernadero”, y si bien actualmente existen demasiados órganos dispersos, la creación de un ministerio no es la llave maestra para encarar la problemática.
Sociedad civil
Más o menos los grupos de presión de la sociedad civil seguirán siendo las ONG “caviares” como las llama la derecha, pero que tienen la capacidad de articular a diferentes grupos sociales. Hace falta mayor variedad de organizaciones civiles. Dónde están por ejemplo los de minorías sexuales que peleen por sus derechos (quo vadis MHOL?). Tenemos el Código Civil más conservador en materia familiar, donde se estigmatiza el homosexualismo como causal aberrante de divorcio y los grupos guys y lésbicos no proponen ninguna reforma legislativa. ¿Dónde están las propuestas para la facilitación de las disoluciones conyugales?, ¿dónde los grupos feministas por el derecho al aborto o los grupos progresistas por el derecho a la eutanasia? La lucha por los derechos civiles a su vez es una forma de ampliar los espacios democráticos. Es lucha cívica y política al mismo tiempo, en la cual el ciudadano es el principal actor. Falta mayor presión y organización.
Las desigualdades sociales
Si no se realizan las reformas pendientes, las desigualdades sociales continuarán ahondándose. Ni el mercado ni los tratados de comercio por sí solos las superan. No hay “milagros”, se requiere la participación activa del estado.
Punto débil: Salud, empleo y educación se encuentran a la zaga y el gobierno no pone énfasis en los programas de inclusión social necesarios para que el “chorreo” llegue a las mayorías.
La televisión digital
El “gran cambio” vendrá hacia el 2010, pero este año la Comisión encargada del estudio de factibilidad deberá emitir su informe a fin de determinar que sistema usaremos (en el mundo existen tres: el norteamericano, el europeo y el japonés). De implementarse la televisión digital significará una fuerte competencia para los canales locales que deberán asociarse a capitales extranjeros a fin de sobrevivir. Reconvertirse será una lucha darwiniana, donde los canales “chiquitos” serán los más afectados de no conseguir “alianzas estratégicas”. Se quiera o no, será necesario aumentar el porcentaje autorizado de capital extranjero en telecomunicaciones.
El ciudadano común
El ciudadano de a pie continuará viendo los “progresos” económicos sin sentirlos en su bolsillo (los sueldos y salarios se encuentran bastante atrasados con respecto a las ganancias del capital). Salvo la inserción de algunos sectores modernos urbanos, el resto de la población –sobretodo la rural andina- continuará en el atraso. Como ya lo dijo recientemente un neoliberal “puro y duro”, libre de sospechas de estatismo, el propio Presidente de la República debe liderar la campaña en la Sierra Sur. Ser el “Taita Presidente”; y yo añadiría, por lo menos debería estar la tercera parte de su tiempo allá, dirigiendo en persona las políticas sociales. Parece caudillismo (y lo es), pero es más efectivo que nombrar un burócrata oscuro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Año sin sobresaltos (salvo se produzca un evento inesperado de gran magnitud), donde se ratifica el modelo económico iniciado con las reformas neoliberales de Fujimori en 1990, sellado diecisiete años después con la firma del TLC y demás tratados que se vienen con Europa, Asia y algunos vecinos de la región. Como ha sucedido en otros países del continente que adoptaron el modelo, será difícil, casi imposible, que el voluntarismo de algún caudillo-candidato convertido en presidente pueda modificar -así lo haya jurado en campaña- los parámetros macroeconómicos de sentarse en el sillón de Palacio de Gobierno el 2011.
Punto débil: La apuesta por el modelo primario-exportador sujeto a las variaciones de los precios internacionales. Si los precios bajan, nuestros ingresos también. Asimismo, los parámetros macroeconómicos pueden verse afectados (subida del IPC y TC errático) por el alza del precio del petróleo y de los alimentos importados. También la recesión norteamericana puede ser un problema para el 2008, afectaría nuestras exportaciones y tendremos masivamente productos norteamericanos importados. El “colchón” de reservas internacionales va a ayudar a paliar la situación.
En lo político:
Sin estabilidad política de nada nos sirve la estabilidad económica, ambas son los soportes de la viabilidad democrática y la gobernabilidad, por lo que urgen reformas inmediatas en el plano político. Así nos parezcan aberrantes, los partidos políticos son necesarios en democracia y apenas tenemos uno a nivel nacional que puede llamarse propiamente partido: El APRA, y a nivel de Lima, el PPC. Y ninguno de los dos puede decirse que sea un partido moderno. (A nivel regional tenemos varios movimientos, casi siempre coyunturales y con alcance limitado).
También deben consensuarse ciertas leyes importantes, como la ley orgánica del poder judicial, la modificatoria de los códigos procesales a fin de acortar los plazos en los procesos civiles y penales, la ley de carrera administrativa poniendo énfasis en la meritocracia para los ascensos y tener una burocracia moderna, preparada y eficiente.
Punto débil: Las reformas del sistema político se están dejando en la “congeladora” del Congreso. No existe ánimo ni voluntad de hacerlo, pensando en el corto plazo, lo que a futuro puede ser perjudicial para los propios partidos.
Reformas pendientes:La reforma del estado, y dentro de esta, creo que es prioritaria la reforma educativa en todos sus niveles, desde la elemental hasta la superior. Sin capacitación científica y tecnológica no estaremos aptos para competir conforme a los estándares internacionales, privilegiándose a los sectores pudientes que pueden pagar una educación cara y de calidad a sus hijos. Quizás la principal de todas las reformas sea la educativa, junto a la reforma fiscal.
Punto débil: El gobierno no tiene un plan coherente de reformas, sino más bien “parches” que causan impacto a corto plazo pero no son eficaces en el mediano o largo plazo. Ejemplo caro y palpable: la campaña “one laptop for child”. Como ya han indicado los especialistas en el tema, no basta una computadora por niño para hablar de una reforma educativa.
Horizonte electoral:Las elecciones están todavía lejanas, así que los candidatos se mantendrán con un perfil bajo, procurando no “quemarse” demasiado.
Si debo hacer un pronóstico arriesgado para el 2011, diría que gana la derecha. No necesariamente con Lourdes Flores, puede ser con un “outsider” que en campaña tenga un discurso cautivador centro-izquierdista y llegado a Palacio un actuar bien de derecha. Incluso, por más paradójico que parezca, el mismo Ollanta Humala podría ser un continuador de los lineamientos políticos y económicos actuales (aunque llegue a ganar es otro cantar).
La escena política oficial
La escena política oficial va a continuar más o menos igual. Con un presidente cada vez más obeso pero de repente no tan conservador si las cifras de aceptación popular le siguen siendo esquivas. Como lo dijimos hace un tiempo atrás (cuando Alan García era candidato y algunos pensaban iba a repetir sus mismos errores), AGP está expiando los “pecados” de juventud, haciendo lo que no hizo en su primer gobierno. El trauma que le quedó por sus errores de la gestión anterior es tan fuerte que no le quedó más remedio que virar esta vez a la derecha. Y recordemos, los “reconversos” son los más fanáticos creyentes. Vade retro.
La izquierda aupada al humalismo buscará protestas de todo tipo contra el TLC, presentarán otra acción de inconstitucionalidad contra el tratado comercial que también será declarada improcedente, y tratarán de organizar paros y protestas sobretodo en el interior del país en coordinación con los líderes regionales, especialmente en la sierra sur. Más allá de eso difícil que pueda crecer como movimiento político tal como lo fue en la década del ochenta, cuando se convirtió en la segunda fuerza electoral. El proyecto de Izquierda Unida quedó sepultado por los propios errores de la izquierda. Mientras no realice un “aggiornamento” seguirá de tumbo en tumbo, apoyando a cualquier candidato con poses nacionalistas o izquierdistas, tal como le pasó en el año 90 con Fujimori y actualmente con Humala. En términos sicológicos podemos decir que escogen mal a sus parejas.
Maríategui tenía mucha razón al fundar hace ochenta años atrás un Partido Socialista (convertido años después de su muerte en Partido Comunista). Carecemos de uno sólido a la usanza chilena, y buena falta que nos hizo.
Política internacional
Nos estamos “durmiendo” en nuestra relación con Brasil. Lula, junto a Evo y a la presidenta Bachelet han acordado una carretera transoceánica que desembocará… en mar chileno. Si bien la escena internacional estará signada por la demanda ante la Corte de la Haya por la delimitación del mar con Chile, creo que lo más importante será Bolivia. De producirse una conflagración entre los departamentos autonomistas y el gobierno central nos afectará directamente a nosotros; más aún si Hugo Chávez y los “bolivarianos” se inmiscuyen a favor de Evo, y con las casas del ALBA en el sur del país, la situación se complicaría.
El petróleo y el gas
La subida del precio del barril de petróleo se veía venir de tiempo atrás, tomando desprevenido al gobierno con respecto al cambio de la matriz energética. La improvisación en tomar decisiones –conforme se van presentando los problemas- tiene un claro ejemplo en que recién este año se van a tomar decisiones, cuando el barril de crudo llegó a los cien dólares (y parece va en aumento). La conversión a gas es importante y no podemos darnos el “lujo” de exportarlo –y a precio “huevo” todavía- cuando no tenemos las suficientes reservas comprobadas como Bolivia, por ejemplo. A pesar que suene decimonónico, el recurso del gas requiere una política nacionalista, a fin de privilegiar primero a los peruanos y lo que “sobre” se venda afuera.
Juicio a Fujimori
El proceso en sí no será lo más importante, sino la estrategia política de su grupo. Si el juicio concluye definitivamente (con sentencia firme) entre el 2009 y 2010 como se tiene proyectado, los fujimoristas moverán sus piezas del ajedrez político conforme nos vayamos acercando al 2011. El fujimorismo es una fuerza que no se puede desestimar.
Me atrevo a hacer un “vaticinio jurídico”. Posiblemente lo condenen a 10 o 15 años de los 30 exigidos por la Fiscalía (me refiero a los casos de la Cantuta y Barrios Altos). De la condena final sólo pasará en la cárcel la mitad del tiempo y saldrá libre sea por el beneficio penitenciario del dos por uno, o en el peor de los supuestos con arresto domiciliario. También la opción del indulto presidencial o la amnistía del Congreso en un escenario post 2011 no se pueden descartar.
El problema de la droga
Estamos por convertirnos en carteles internacionales y en acelerar la cooptación del estado por parte de los narcotraficantes (quienes han pactado una suerte de “joint venture de la droga” con los capos del negocio mundial). Como la experiencia enseña, la solución no pasa por la represión, más bien esta ha demostrado su inutilidad. Más viable es la legalización de los estupefacientes. Pero, por desgracia, el gobierno norteamericano se opone a esta salida, gastando miles de millones en campañas inútiles y con una población altamente adicta a drogas de todo tipo.
El terrorismo
Faltó una labor de “monitoreo” a quienes se iba liberando, así como controlar los remanentes del movimiento de Abimael Guzmán. No se hizo y estamos pagando las consecuencias. La solución no es tanto militar o represiva (menos la publicación de la lista de los “liberados”), sino de inteligencia, al igual que se hizo para capturar a los principales cabecillas quince años atrás. A Sendero Luminoso le está ocurriendo lo mismo que le sucedió a las FARC en Colombia: prestan sus servicios a los amos de la droga o entran al negocio directamente. Es la degeneración de un movimiento que se proclamaba “revolucionario”. Dudo que se repita lo acaecido en los años ochenta o en todo caso su accionar político va a ser muy distinto.
El medio ambiente
El anuncio de la creación del Ministerio del Medio Ambiente más obedece a una condición impuesta en el TLC recientemente firmado que a una decisión política nacional. A no dudarlo, el problema del medio ambiente es mundial y la solución es multilateral, pero algo debemos hacer nosotros para cuidar el nuestro, sobretodo porque vamos a ser los principales perjudicados en caso se produzca “el efecto invernadero”, y si bien actualmente existen demasiados órganos dispersos, la creación de un ministerio no es la llave maestra para encarar la problemática.
Sociedad civil
Más o menos los grupos de presión de la sociedad civil seguirán siendo las ONG “caviares” como las llama la derecha, pero que tienen la capacidad de articular a diferentes grupos sociales. Hace falta mayor variedad de organizaciones civiles. Dónde están por ejemplo los de minorías sexuales que peleen por sus derechos (quo vadis MHOL?). Tenemos el Código Civil más conservador en materia familiar, donde se estigmatiza el homosexualismo como causal aberrante de divorcio y los grupos guys y lésbicos no proponen ninguna reforma legislativa. ¿Dónde están las propuestas para la facilitación de las disoluciones conyugales?, ¿dónde los grupos feministas por el derecho al aborto o los grupos progresistas por el derecho a la eutanasia? La lucha por los derechos civiles a su vez es una forma de ampliar los espacios democráticos. Es lucha cívica y política al mismo tiempo, en la cual el ciudadano es el principal actor. Falta mayor presión y organización.
Las desigualdades sociales
Si no se realizan las reformas pendientes, las desigualdades sociales continuarán ahondándose. Ni el mercado ni los tratados de comercio por sí solos las superan. No hay “milagros”, se requiere la participación activa del estado.
Punto débil: Salud, empleo y educación se encuentran a la zaga y el gobierno no pone énfasis en los programas de inclusión social necesarios para que el “chorreo” llegue a las mayorías.
La televisión digital
El “gran cambio” vendrá hacia el 2010, pero este año la Comisión encargada del estudio de factibilidad deberá emitir su informe a fin de determinar que sistema usaremos (en el mundo existen tres: el norteamericano, el europeo y el japonés). De implementarse la televisión digital significará una fuerte competencia para los canales locales que deberán asociarse a capitales extranjeros a fin de sobrevivir. Reconvertirse será una lucha darwiniana, donde los canales “chiquitos” serán los más afectados de no conseguir “alianzas estratégicas”. Se quiera o no, será necesario aumentar el porcentaje autorizado de capital extranjero en telecomunicaciones.
El ciudadano común
El ciudadano de a pie continuará viendo los “progresos” económicos sin sentirlos en su bolsillo (los sueldos y salarios se encuentran bastante atrasados con respecto a las ganancias del capital). Salvo la inserción de algunos sectores modernos urbanos, el resto de la población –sobretodo la rural andina- continuará en el atraso. Como ya lo dijo recientemente un neoliberal “puro y duro”, libre de sospechas de estatismo, el propio Presidente de la República debe liderar la campaña en la Sierra Sur. Ser el “Taita Presidente”; y yo añadiría, por lo menos debería estar la tercera parte de su tiempo allá, dirigiendo en persona las políticas sociales. Parece caudillismo (y lo es), pero es más efectivo que nombrar un burócrata oscuro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, December 26, 2007
WONG ES CHILENO, PU
Sería necesario ensayar una “sociología de los sentimientos” para analizar mejor el “feeling” de ciertos sectores sociales por la venta de los supermercados del grupo Wong, tantas veces negada por sus representantes, a un consorcio chileno.
Es que Wong se había identificado con “lo nuestro”. Así como la Inca Kola es “la bebida de sabor nacional” o la cerveza Cristal, “la cerveza de todos los peruanos” (aunque ambas marcas pertenecen hace mucho a grupos trasnacionales), los supermercados Wong y Metro “eran” los supermercados peruanos por antonomasia, con una estrategia de marketing -según los especialistas- muy acertada de sentirse el consumidor como ir a la bodeguita de la esquina donde el tendero te conoce de toda la vida. Atención personalizada que le dicen.
Pero, creo, ese sentimiento “de traición”, cuyo público objetivo ha llegado a jurar que jamás volverá a comprar en la conocida cadena, lo puede compartir un pequeño segmento social perteneciente a las capas medias y altas ubicadas geográficamente en la ciudad de Lima, concurrentes habituales a supermercados, que sienten “les han clavado un puñal por la espalda” por la venta de estos a capitales chilenos. Es bastante improbable encontrar ese mismo sentimiento de contrariedad, por ejemplo, entre los consumidores de los sectores populares, más asiduos a los mercados tradicionales que a las grandes cadenas de tiendas (aunque gradualmente esta cambiando esa actitud, de allí que la cadena Wong incluya a los almacenes Eco, dirigido a los sectores populares).
Es como un matrimonio, cuando uno de los cónyuges niega en todos los idiomas la infidelidad que el otro cónyuge sospecha, y luego es “ampayado” con el tercero o la tercera en cuestión, queda mal. Igual ocurrió ahora. Los originales propietarios negaron repetidas veces que la cadena de supermercados iba a ser vendida a un grupo chileno, cuando los rumores del acuerdo eran bastante evidentes en el mundo empresarial. Aunque la reserva esté vinculada a razones de estrategia de negociación -generalmente esas transacciones son muy reservadas y no se anuncian hasta no materializarse la venta-, los “fieles”, los “caseritos” de Wong no lo ven de ese modo, sino como “la prueba” de la infidelidad matrimonial. Me dijiste que no me engañabas y te he visto con mis propios ojos.
Racionalmente no se puede explicar un sentimiento. Actúan contra toda lógica y sentido práctico (por eso quienes han declarado, como los economistas, “que todo seguirá igual” y es una tontería considerarlo chileno ahora, que eso es nacionalismo trasnochado del siglo XIX, o que los Wong tenían endeudados hasta los calzoncillos y fue suerte el encontrar un comprador interesado en sus tiendas, no convencen). Y este sentimiento tiene algo parecido a cuando Telefónica fue comprada por los españoles. Existía una percepción de abuso, más exagerada que de haberla adquirido un consorcio trasnacional de cualquier otro país. No obstante los abusos evidentes acometidos por Telefónica en los primeros años de su gestión, el considerarlos “españoles” agudizaba la animadversión de los usuarios. Era como sentir una “nueva invasión”. Algo similar sucede ahora. Cómo explicar los sentimientos encontrados de muchos “caseritos” de Wong si no es porqué fue comprado “nuestro” supermercado, orgullo nacional, por un consorcio mapocho.
Los chilenos tienen en nuestro país cadenas de supermercados (Tottus y antes Santa Isabel), ferreterías (Sodimac y Ace), farmacias, tiendas por departamentos (Saga y Ripley), aviación comercial (Lan), financieras, bancos y otros negocios más. En ninguno de esos casos ha existido rechazo de la población, sin embargo ahora sí. Quizás esté relacionado con la teoría de la gota que derramó el vaso. Una percepción que nuestros vecinos del sur se están apropiando de “todo lo nuestro”. El pisco primero, nuestra gastronomía después (recordemos el “affaire” originado hace un tiempo atrás por el suspiro a la limeña producido en Chile) y ahora nuestro mejor supermercado. El “feeling” es más de terruño, de valorar lo propio, que de fríos números, demostrando en estos tiempos de globalización que el nacionalismo subyace incluso en las capas urbanas más modernas (aunque se trate de un nacionalismo muy diferente al - por ejemplo- arcaizante de los Humala).
No sé si la venta afectará la popularidad y aceptación que tienen los supermercados Wong. Si esa clase media que compraba devotamente y por años en dichos establecimientos lo seguirá haciendo, si llegarán a cumplir su juramento de no comprar “nunca más” en la cadena comercial o tan solo sea un shock pasajero y serenados los ánimos se olviden las ofensas. Creo dependerá mucho de la habilidad en el marketing que maneje su nuevo propietario, la cadena Cencosud, de respetar el estilo de gerenciamiento de los supermercados, de respetar “las tradiciones Wong” como el corso de 28 de Julio, la atención personalizada, las políticas laborales como contratar discapacitados, de seguir trabajando con los proveedores peruanos, por más chauvinista que parezca en esta era de internacionalización de capitales (porqué comprando Sapolio, señora, usted da trabajo a un peruano, como inteligentemente decía un comercial). En fin, de muchos factores. La habilidad del nuevo dueño será clave.
Por el momento, estimado lector, si usted era de los que compraba religiosamente en Wong y se siente “traicionado” por la venta, si se siente todavía mal y le friega esté ahora en manos chilenas, ya no compre más en ningún establecimiento de la cadena, váyase a otro supermercado, que en eso de los afectos como de los amores no hay banderas ni colores, y como dice el viejo adagio, cuando se cierra una puerta se abre otra. Pero, pasado el momento inicial, dese una vueltecita como quien no quiere, use la racionalidad y vea si los precios y la atención, así como la calidad de los productos, no han disminuido. Y si no ve la bandera de la estrella solitaria dentro del establecimiento, ni tampoco escucha una cueca como fondo musical, ni menos que las góndolas solo contienen productos con la marca “made in Chile” (recuerde Sapolio de nuevo), y sobretodo no se cumple la leyenda negra según la cual el nuevo propietario obliga a sus empleadas a usar pañales para no recurrir al baño, ni –peor aún- encuentra usted en la sección licores “pisco chileno”; sino más bien todo sigue igual, regrese, que, como en los amores, a veces existen segundas oportunidades. No siempre, claro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Es que Wong se había identificado con “lo nuestro”. Así como la Inca Kola es “la bebida de sabor nacional” o la cerveza Cristal, “la cerveza de todos los peruanos” (aunque ambas marcas pertenecen hace mucho a grupos trasnacionales), los supermercados Wong y Metro “eran” los supermercados peruanos por antonomasia, con una estrategia de marketing -según los especialistas- muy acertada de sentirse el consumidor como ir a la bodeguita de la esquina donde el tendero te conoce de toda la vida. Atención personalizada que le dicen.
Pero, creo, ese sentimiento “de traición”, cuyo público objetivo ha llegado a jurar que jamás volverá a comprar en la conocida cadena, lo puede compartir un pequeño segmento social perteneciente a las capas medias y altas ubicadas geográficamente en la ciudad de Lima, concurrentes habituales a supermercados, que sienten “les han clavado un puñal por la espalda” por la venta de estos a capitales chilenos. Es bastante improbable encontrar ese mismo sentimiento de contrariedad, por ejemplo, entre los consumidores de los sectores populares, más asiduos a los mercados tradicionales que a las grandes cadenas de tiendas (aunque gradualmente esta cambiando esa actitud, de allí que la cadena Wong incluya a los almacenes Eco, dirigido a los sectores populares).
Es como un matrimonio, cuando uno de los cónyuges niega en todos los idiomas la infidelidad que el otro cónyuge sospecha, y luego es “ampayado” con el tercero o la tercera en cuestión, queda mal. Igual ocurrió ahora. Los originales propietarios negaron repetidas veces que la cadena de supermercados iba a ser vendida a un grupo chileno, cuando los rumores del acuerdo eran bastante evidentes en el mundo empresarial. Aunque la reserva esté vinculada a razones de estrategia de negociación -generalmente esas transacciones son muy reservadas y no se anuncian hasta no materializarse la venta-, los “fieles”, los “caseritos” de Wong no lo ven de ese modo, sino como “la prueba” de la infidelidad matrimonial. Me dijiste que no me engañabas y te he visto con mis propios ojos.
Racionalmente no se puede explicar un sentimiento. Actúan contra toda lógica y sentido práctico (por eso quienes han declarado, como los economistas, “que todo seguirá igual” y es una tontería considerarlo chileno ahora, que eso es nacionalismo trasnochado del siglo XIX, o que los Wong tenían endeudados hasta los calzoncillos y fue suerte el encontrar un comprador interesado en sus tiendas, no convencen). Y este sentimiento tiene algo parecido a cuando Telefónica fue comprada por los españoles. Existía una percepción de abuso, más exagerada que de haberla adquirido un consorcio trasnacional de cualquier otro país. No obstante los abusos evidentes acometidos por Telefónica en los primeros años de su gestión, el considerarlos “españoles” agudizaba la animadversión de los usuarios. Era como sentir una “nueva invasión”. Algo similar sucede ahora. Cómo explicar los sentimientos encontrados de muchos “caseritos” de Wong si no es porqué fue comprado “nuestro” supermercado, orgullo nacional, por un consorcio mapocho.
Los chilenos tienen en nuestro país cadenas de supermercados (Tottus y antes Santa Isabel), ferreterías (Sodimac y Ace), farmacias, tiendas por departamentos (Saga y Ripley), aviación comercial (Lan), financieras, bancos y otros negocios más. En ninguno de esos casos ha existido rechazo de la población, sin embargo ahora sí. Quizás esté relacionado con la teoría de la gota que derramó el vaso. Una percepción que nuestros vecinos del sur se están apropiando de “todo lo nuestro”. El pisco primero, nuestra gastronomía después (recordemos el “affaire” originado hace un tiempo atrás por el suspiro a la limeña producido en Chile) y ahora nuestro mejor supermercado. El “feeling” es más de terruño, de valorar lo propio, que de fríos números, demostrando en estos tiempos de globalización que el nacionalismo subyace incluso en las capas urbanas más modernas (aunque se trate de un nacionalismo muy diferente al - por ejemplo- arcaizante de los Humala).
No sé si la venta afectará la popularidad y aceptación que tienen los supermercados Wong. Si esa clase media que compraba devotamente y por años en dichos establecimientos lo seguirá haciendo, si llegarán a cumplir su juramento de no comprar “nunca más” en la cadena comercial o tan solo sea un shock pasajero y serenados los ánimos se olviden las ofensas. Creo dependerá mucho de la habilidad en el marketing que maneje su nuevo propietario, la cadena Cencosud, de respetar el estilo de gerenciamiento de los supermercados, de respetar “las tradiciones Wong” como el corso de 28 de Julio, la atención personalizada, las políticas laborales como contratar discapacitados, de seguir trabajando con los proveedores peruanos, por más chauvinista que parezca en esta era de internacionalización de capitales (porqué comprando Sapolio, señora, usted da trabajo a un peruano, como inteligentemente decía un comercial). En fin, de muchos factores. La habilidad del nuevo dueño será clave.
Por el momento, estimado lector, si usted era de los que compraba religiosamente en Wong y se siente “traicionado” por la venta, si se siente todavía mal y le friega esté ahora en manos chilenas, ya no compre más en ningún establecimiento de la cadena, váyase a otro supermercado, que en eso de los afectos como de los amores no hay banderas ni colores, y como dice el viejo adagio, cuando se cierra una puerta se abre otra. Pero, pasado el momento inicial, dese una vueltecita como quien no quiere, use la racionalidad y vea si los precios y la atención, así como la calidad de los productos, no han disminuido. Y si no ve la bandera de la estrella solitaria dentro del establecimiento, ni tampoco escucha una cueca como fondo musical, ni menos que las góndolas solo contienen productos con la marca “made in Chile” (recuerde Sapolio de nuevo), y sobretodo no se cumple la leyenda negra según la cual el nuevo propietario obliga a sus empleadas a usar pañales para no recurrir al baño, ni –peor aún- encuentra usted en la sección licores “pisco chileno”; sino más bien todo sigue igual, regrese, que, como en los amores, a veces existen segundas oportunidades. No siempre, claro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 11, 2007
CASABLANCA
¿Qué es un clásico? Es una obra de arte que gusta por igual a generaciones de distintas épocas y de distintos lugares. En otras palabras, se mantiene vigente a pesar del tiempo o gracias a él. Un clásico no necesariamente es una obra perfecta. El Quijote no lo es. Casablanca tampoco. Menos es clásico lo que la crítica determine –que generalmente se equivoca al valorar una obra de arte, Vallejo dixit-; aunque si ayuda mucho que un grupo de personas o una institución comiencen a reivindicar a un autor, a una obra en especial o a una corriente. Pero, al final, es determinante el favor del público. Que la tenga dentro de su imaginario. La aceptación de este a pesar que no la lea o la vea (El Quijote de nuevo), pero sobretodo que pueda pasar la valla del tiempo, el supremo juez, que en definitiva, determina qué obra se mantiene en la memoria de los hombres y cuál se olvida como una sonrisa fugaz.
Este año se cumplen los 65 del estreno de Casablanca. Y como todo clásico, los involucrados en la realización jamás pensaron que se iba a consagrar como uno de los filmes más recordados en la historia del cine. Dicho sea de paso, cuando Cervantes escribió El Quijote jamás pensó, ni por asomo, que sería la obra que lo haría entrar al salón de la inmortalidad. La escribió para ganarse unas pesetas, que siempre andaba urgido de dinero. Casablanca fue producida como un filme patriótico y de propaganda anti-nazi. Estábamos en plena segunda guerra mundial y la Comisión que daba el visto bueno a las producciones de Hollywood (aunque usted no lo crea existía una –digamos- “comisión de censura” en pleno Estados Unidos) le gustó el trasfondo de libertad y resistencia contra el nazismo que contenía el guión, así que una vez aprobado el proyecto, la rodaron en poco más de dos meses.
Lo interesante de la producción no es solo la trama principal, sostenida en las interpretaciones de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart (que al parecer no se llevaron muy bien durante el rodaje), sino las historias secundarias que nutren a la principal, así como las sólidas actuaciones tanto de protagónicos como los de reparto. Ese sabor a “autenticidad” que se siente en las actuaciones se debió a que los actores provenían de distintos países, como sucede con los personajes de la cosmopolita Casablanca. No solo eran norteamericanos. La Bergman era nórdica, los que fungen de oficiales y soldados alemanes, así como los policías y ciudadanos franceses, eran actores de dichas nacionalidades que huían del nazismo. El propio realizador, Michael Curtiz, provenía de Europa central. Visto desde el reparto, Casablanca fue un filme internacional.
La coherencia del guión merece mención aparte, debido a que fue escrito y reescrito innumerables veces, e incluso variado en pleno rodaje. Todo el mundo “le metió mano”. El propio director reescribió escenas enteras conforme iba filmando. En alguna versión el largo flash-back del romance de Ilsa y Rick en París fue suprimido, luego repuesto de nuevo. Muchas frases que han pasado a la historia se escribieron sobre la marcha, e incluso la célebre frase final con que termina la película "Louis, creo que este es el principio de una gran amistad" ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship") se le ocurrió a uno de los productores cuando el rodaje ya había terminado, por lo que llamaron de nuevo a Bogart para su interpretación. Broche de oro maestro. Felizmente no pudieron realizar otra escena, también escrita posteriormente, donde se terminaba no en el conocido final, sino con el desembarco de los aliados en África del Norte. De haber sucedido, solo sería recordado como un filme panfletario y no habría causado esa emoción que produce la bella frase de Bogart cerrando la escena al compás de la Marsellesa. Y, hablando de música, es célebre también el tema musical al piano “As Time Goes By”, melancólico y triste, como el amor ido entre los dos protagonistas.
Casablanca iría apreciándose con el transcurso del tiempo. Como los vinos, que se van decantando y sintiendo su sabor conforme se vuelven más añejos por la prescripción de los años. Terminada la segunda guerra, medio que quedó olvidada, era una más de las películas de aliento patriótico, sin embargo se iría abriendo camino y cobrando importancia la historia de amor más que la de guerra. El desprendimiento del gran amor de su vida que hace Bogart pasará a la historia como una muestra de desinterés, o mejor dicho, de un interés más alto que los egoístas de tener junto al ser amado. Se superponía así los valores supremos de lucha por la libertad que el personaje de Rick mantiene pese a una careta de cinismo con que oculta su dolor, al de sus intereses netamente personales. Ese “mensaje” caló en el público y creo que por eso hasta ahora gusta. El amor verdadero significa desprendimiento, entregar antes que recibir.
Ahora, 65 años después, Casablanca se mantiene tan fresca y lozana como el día de su estreno. Se ha convertido en un clásico y con honores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Este año se cumplen los 65 del estreno de Casablanca. Y como todo clásico, los involucrados en la realización jamás pensaron que se iba a consagrar como uno de los filmes más recordados en la historia del cine. Dicho sea de paso, cuando Cervantes escribió El Quijote jamás pensó, ni por asomo, que sería la obra que lo haría entrar al salón de la inmortalidad. La escribió para ganarse unas pesetas, que siempre andaba urgido de dinero. Casablanca fue producida como un filme patriótico y de propaganda anti-nazi. Estábamos en plena segunda guerra mundial y la Comisión que daba el visto bueno a las producciones de Hollywood (aunque usted no lo crea existía una –digamos- “comisión de censura” en pleno Estados Unidos) le gustó el trasfondo de libertad y resistencia contra el nazismo que contenía el guión, así que una vez aprobado el proyecto, la rodaron en poco más de dos meses.
Lo interesante de la producción no es solo la trama principal, sostenida en las interpretaciones de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart (que al parecer no se llevaron muy bien durante el rodaje), sino las historias secundarias que nutren a la principal, así como las sólidas actuaciones tanto de protagónicos como los de reparto. Ese sabor a “autenticidad” que se siente en las actuaciones se debió a que los actores provenían de distintos países, como sucede con los personajes de la cosmopolita Casablanca. No solo eran norteamericanos. La Bergman era nórdica, los que fungen de oficiales y soldados alemanes, así como los policías y ciudadanos franceses, eran actores de dichas nacionalidades que huían del nazismo. El propio realizador, Michael Curtiz, provenía de Europa central. Visto desde el reparto, Casablanca fue un filme internacional.
La coherencia del guión merece mención aparte, debido a que fue escrito y reescrito innumerables veces, e incluso variado en pleno rodaje. Todo el mundo “le metió mano”. El propio director reescribió escenas enteras conforme iba filmando. En alguna versión el largo flash-back del romance de Ilsa y Rick en París fue suprimido, luego repuesto de nuevo. Muchas frases que han pasado a la historia se escribieron sobre la marcha, e incluso la célebre frase final con que termina la película "Louis, creo que este es el principio de una gran amistad" ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship") se le ocurrió a uno de los productores cuando el rodaje ya había terminado, por lo que llamaron de nuevo a Bogart para su interpretación. Broche de oro maestro. Felizmente no pudieron realizar otra escena, también escrita posteriormente, donde se terminaba no en el conocido final, sino con el desembarco de los aliados en África del Norte. De haber sucedido, solo sería recordado como un filme panfletario y no habría causado esa emoción que produce la bella frase de Bogart cerrando la escena al compás de la Marsellesa. Y, hablando de música, es célebre también el tema musical al piano “As Time Goes By”, melancólico y triste, como el amor ido entre los dos protagonistas.
Casablanca iría apreciándose con el transcurso del tiempo. Como los vinos, que se van decantando y sintiendo su sabor conforme se vuelven más añejos por la prescripción de los años. Terminada la segunda guerra, medio que quedó olvidada, era una más de las películas de aliento patriótico, sin embargo se iría abriendo camino y cobrando importancia la historia de amor más que la de guerra. El desprendimiento del gran amor de su vida que hace Bogart pasará a la historia como una muestra de desinterés, o mejor dicho, de un interés más alto que los egoístas de tener junto al ser amado. Se superponía así los valores supremos de lucha por la libertad que el personaje de Rick mantiene pese a una careta de cinismo con que oculta su dolor, al de sus intereses netamente personales. Ese “mensaje” caló en el público y creo que por eso hasta ahora gusta. El amor verdadero significa desprendimiento, entregar antes que recibir.
Ahora, 65 años después, Casablanca se mantiene tan fresca y lozana como el día de su estreno. Se ha convertido en un clásico y con honores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 04, 2007
Y A CHÁVEZ LE DIJERON NO
Si se mantienen las cifras y no hay “sorpresas” de último momento, el No a la reforma constitucional promovida por Hugo Chávez habría ganado por estrecho margen. Sin embargo, requiere guardar cautela los resultados. No estamos ante el derrumbe del aprendiz de dictador, ni tampoco ante un terremoto devastador en la escena política oficial venezolana. Es un fuerte golpe al plexo solar luego de la campaña multimillonaria que Chávez realizó por los distintos medios que controla, de una oposición impulsada principalmente por estudiantes y disidentes chavistas, que se la jugaron por el Comandante en las horas críticas como su ex ministro de defensa, Raúl Isaías Baduel, pero que se encuentran desencantados por el sesgo autoritario que está tomando el gobierno cada vez más desfachatadamente, con posibilidades de reelecciones consecutivas ad infinitum, control absoluto de las reservas del Banco Central, disponer de las regiones a su entero gusto, así como de los nombramientos clave. La reforma constitucional otorgaba poderes absolutos y competencias ilimitadas al presidente en ejercicio, convirtiéndolo en un gobernante omnímodo, y al gobierno en una suerte de dictadura civil con fachada de legalidad, vaciando las instituciones democráticas de su real contenido, similar a lo perpetrado por Fujimori en los años 90.
El punto de inicio de la caída de Chávez fue el cierre de la televisora RCTV. Como decíamos en nuestro artículo Chávez cierra TV caraqueña:
La clausura de un medio de expresión por Chávez (y la sustitución por uno fiel al gobierno a los pocos minutos) marca un punto de inflexión de que el sistema creado a su alrededor está fuerte y que ha llegado a lo máximo de su poder; pero también que es el inicio de un declive gradual, de descomposición progresiva del sistema autocrático creado alrededor del dictador. Al no existir contrapesos y actuar ciegamente la propia dictadura cava su fosa…
Efectivamente, cuando un gobierno autocrático llega a su máximo poder de coerción y no tiene contrapesos adecuados, inicia un lento declive de descomposición progresiva, que obedece a factores intrínsecos del propio gobierno (ambiciones por el poder, reparto de este, negociados y botines coactando al estado, corrupción cada vez mayor, no solución de demandas de la sociedad civil), y otros de carácter extrínseco (labor de la oposición, precio del petróleo, coyuntura internacional, correlación de fuerzas, golpes efectivos contra la dictadura).
El “no” es el comienzo de una nueva alborada. No garantiza que el gobierno se derrumbe de la noche a la mañana, pero es la piedra de toque para futuras acciones inteligentes y eficaces. Dependerá sobretodo de los venezolanos la lucha por la libertad y la democracia. Tarde o temprano caerá. Ojalá, como en la época de Fujimori –de quien Chávez ha copiado más de un detalle en su estilo de gobernar-, pronto se escuche por todos los confines de la llanura venezolana el corillo Y va a caer, el dictador va a caer. No están solos nuestros hermanos venezolanos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El punto de inicio de la caída de Chávez fue el cierre de la televisora RCTV. Como decíamos en nuestro artículo Chávez cierra TV caraqueña:
La clausura de un medio de expresión por Chávez (y la sustitución por uno fiel al gobierno a los pocos minutos) marca un punto de inflexión de que el sistema creado a su alrededor está fuerte y que ha llegado a lo máximo de su poder; pero también que es el inicio de un declive gradual, de descomposición progresiva del sistema autocrático creado alrededor del dictador. Al no existir contrapesos y actuar ciegamente la propia dictadura cava su fosa…
Efectivamente, cuando un gobierno autocrático llega a su máximo poder de coerción y no tiene contrapesos adecuados, inicia un lento declive de descomposición progresiva, que obedece a factores intrínsecos del propio gobierno (ambiciones por el poder, reparto de este, negociados y botines coactando al estado, corrupción cada vez mayor, no solución de demandas de la sociedad civil), y otros de carácter extrínseco (labor de la oposición, precio del petróleo, coyuntura internacional, correlación de fuerzas, golpes efectivos contra la dictadura).
El “no” es el comienzo de una nueva alborada. No garantiza que el gobierno se derrumbe de la noche a la mañana, pero es la piedra de toque para futuras acciones inteligentes y eficaces. Dependerá sobretodo de los venezolanos la lucha por la libertad y la democracia. Tarde o temprano caerá. Ojalá, como en la época de Fujimori –de quien Chávez ha copiado más de un detalle en su estilo de gobernar-, pronto se escuche por todos los confines de la llanura venezolana el corillo Y va a caer, el dictador va a caer. No están solos nuestros hermanos venezolanos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Subscribe to:
Posts (Atom)